Los cárteles mexicanos avanzan en la conquista delictiva de Estados Unidos a través de bandas, según estudios del Centro Nacional de Inteligencia sobre las Pandillas de ese país. En ese mapa, somalíes y chinos también repuntan
En 2010, miembros de la Aryan Brotherhood –AB, supremacistas blancos– y la Mexican Mafia o Eme –nacionalistas chicanos– firmaron un armisticio ante los enviados de Joaquín “El Chapo” Guzmán Loera. Los blancos con sus suásticas y los cafés con sus manos negras esqueléticas tatuadas convinieron, por vez primera, contrabandear juntos y en calma drogas al interior de las cárceles de California, pasar armas hacia el sur, robar autos en las calles e intimidar rivales de los gánsteres mexicanos.
Acérrimos rivales dentro de las prisiones, donde nacieron unos y otros, caucásicos protestantes y latinos católicos –en este submundo la religión también justifica el odio– mostraban que lo primero es el dinero.
Y los cárteles mexicanos lo tienen a raudales.
A los capos les interesan los pandilleros, porque tienen la nacionalidad del primer mercado de drogas del mundo. Van y vienen por la frontera con menos problemas, tienen abiertas las puertas de miles de armerías o gunshows, y están en proceso de sofisticar su capacidad delictiva hacia los delitos de cuello blanco.
Las asociaciones más consistentes entre las grandes organizaciones del crimen organizado y bandas menos estructuradas están detectadas en California y Texas. Pero no sólo existen ahí. Los nexos son evidentes en los 50 estados de la Unión Americana –incluidos Alaska y Hawaii–, el distrito de Columbia y Puerto Rico. La industria conjunta trasciende el continente, en especial donde EU posee bases militares.
Si los cárteles mexicanos son el corazón que bombea las drogas a todo Estados Unidos, las pandillas son las arterias por las que circulan cocaína, heroína, marihuana y metanfetaminas, las principales sustancias de adicción de ese organismo. Las gangs no sólo son el mejor aparato de distribución mano en mano de las sustancias, sino también facilitan su almacenaje, prestan servicios de seguridad y almacenaje y participan cada vez más en tareas de transporte.
Los convenios son más difusos allá que aquí. Las lealtades funcionan de otra manera a uno y otro lado de la frontera, quizá por la imposibilidad de ajustar cuentas en Estados Unidos como se ajustan en México.
De esta manera, cuando la DEA conoció la existencia de un negocio de cocaína y armas entre Los Zetas, el grupo del narco más sangriento de México, y la Aryan Brotherhood en Texas –sin menoscabo de sus negocios con Sinaloa– sólo confirmó la inexorable expansión y ocupación de las empresas criminales mexicanas hacia el territorio estadounidense apoyadas por sus propios ciudadanos.
El tema es parte de la agenda dominante del gobierno de ese país, el de «las amenazas a la seguridad nacional».
El Ejército de reserva en las pandillas de Estados Unidos es un bien inagotable para las mafias mexicanas, pero también, aunque sea en menor medida, para las enraizadas en Asia, Europa del Este y África, algunas de este último continente con abiertas simpatías a movimientos musulmanes considerados como terroristas.
El número parece erróneo, pero no lo es: alrededor de 33 mil pandillas nacionales y locales integran 1.4 millones de miembros. ¿Son muchos en el contexto poblacional estadounidense? Sólo 39 de las 366 zonas metropolitanas listadas por la autoridad demográfica tienen mayor población total. Por ejemplo, Buffalo, Honolulu o Nueva Orleans tienen menos habitantes que milicianos, las clicas.
El Centro Nacional de Inteligencia sobre las Pandillas (NGIC, por sus siglas en inglés) fusiona información de varias agencias locales, estatales y federales estadounidenses y de otros países, incluidos México y Canadá. Participan en dotación de datos su análisis y uso de los mismos el Departamento de Defensa; la DEA; el FBI; el Buró de Alcohol, Tabaco y Armas, y el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas, entre varias otras. El enfoque considera, principalmente, aspectos de crecimiento, migración y actividad criminal de las bandas.
Cada año, el Centro actualiza y presenta el informe Diagnóstico de la Amenaza Nacional de las Pandillas. Una versión se difunde públicamente y otra más completa o «sensible» queda reservada para instancias de justicia. Sin Embargo MX posee el informe confidencial elaborado en 2011.
El conjunto de estudios muestra la consolidación de las bandas de origen latino –pero no sólo estas, las somalíes y chinas también repuntan– y cómo los cárteles mexicanos avanzan a la conquista delictiva de Estados Unidos a través suyo. Y cómo las agrupaciones existentes hoy están a años luz del modelo popularizado –y luego imitado en México– por la película Guerreros (1979, Walter Hill). Los jóvenes cavernícolas tatuados y dedicados a golpearse con brutalidad, pero sorprendidos cuando alguien dispara un arma de fuego son ahora hombres de negocios tatuados participan en delitos de cuello blanco desde su diseño, trafican lanza cohetes entre fronteras, utilizan tecnología de punta y son propietarias de la mayor parte del negocio de las drogas a granel en el país más adicto del mundo, el suyo, del que han salido con sus identidades de barrio y crimen hasta Australia.
La ley estadounidense define como pandilla criminal a la agrupación de cinco o más individuos con el propósito primario de delinquir. Su conformación ocurre en tres ambientes básicos: calles, clubes de motociclistas y cárceles, a donde confluyen todas, pero de donde también se originan algunas de las más poderosas, como la Aryan Brotherhood y Mexican Mafia, antagónicas en sus historias hasta que el narco mexicano las hizo colaborar a su favor.
Las gavillas expanden su influencia en suburbios y pequeñas poblaciones de granjeros. Extendieron su capacidad de reclutamiento, incrementaron su capacidad de operación, combinaron sus nexos con ex militantes y complejizaron sus esquemas de alianzas y rivalidad. Son responsables de casi la mitad de los crímenes violentos en Estados Unidos y de nueve de cada diez delitos de cualquier otro tipo, según el análisis del NGIC. No sólo se apropian del negocio de las drogas, sino que se diversifican hacia el fraude sistemático, falsificación industrial de identidades –de alto valor en el mercado ilegal estadounidense por las características migratorias de EU– secuestro, tráfico humano, contrabando de armas, piratería y prostitución, incluida la trata de menores. Ni más ni menos como los cárteles mexicanos han hecho durante la última década.
«Las pandillas basadas en Estados Unidos han establecido fuertes relaciones de trabajo con organizaciones de las drogas mexicanas (…) están organizando grupos criminales en algunas regiones y estableciendo redes de tráfico de drogas».
¿POR QUÉ EN LOS SUBURBIOS?
En su distribución geográfica, las clicas se esparcen sobre suburbios y pueblos de granjeros para acrecentar los mercados de la droga, establecer alianzas y alistar nuevos adeptos. Esto ha funcionado y los 1.4 millones de integrantes estimados oficialmente en 2011 representan cerca del doble de los calculados apenas cinco años atrás. Y, para la NGIC, el crecimiento está relacionado directamente con la posibilidad de hacer negocios con las grandes organizaciones de enervantes.
Las pandillas que habían iniciado acuerdos en Centroamérica y México ahora amplían su fuerza en Estados Unidos. “Los Sureños” –banda que desde las penitenciarías controla y se nutre de la Mara Salvatrucha (MS-13), 18th Street y Florencia 13, entre otras– vive una expansión más veloz que otras organizaciones similares desde hace tres años en California, Nevada y Oregon, entre varios otros. En el contexto estadounidense y según el documento, “los Sureños” rinden tributo a La Mexican Mafia o Eme, una pandilla de prisión que mantiene un sólido acuerdo con el Cártel de Sinaloa. Así que el principal beneficiario de la propagación sureña es Joaquín “El Chapo” Guzmán. Pero no el único. Algunos “Sureños” trabajan en alianza con Los Zetas, por citar dos casos, en el condado de Santa Clara, California, y Greenwood, Carolina del Sur.
Lo mismo pasa con “los Norteños”, también originarios de los reclusorios y rivales mortales de “los Sureños”. La frontera entre una y otra identidad está en Delano, California. Con menor fortuna que sus enemigos, “los Norteños” también arrendan sus capacidades a los mayoristas mexicanos.
«El control de las bandas de la venta de drogas al detalle representa una seria amenaza a la seguridad pública y a la estabilidad de la mayoría de las ciudades grandes y muchas medianas, porque la distribución está rutinariamente relacionada con violencia letal», se lee en el diagnóstico.
En el terreno, ¿qué evidencias tienen las agencias para determinar los nexos entre cárteles y gavillas? Decenas de casos concretos están listados en el informe del NGIC. Algunos precisan que:
Según reporte de junio de 2010 del FBI, Los Zetas se asociaron con los Latin King –100 mil integrantes sólo en EU– y la Mexican Posse Street para la distribución constante de «grandes cantidades de cocaína, heroína y marihuana» en Milwaukee, Wisconsin, en la región de los Grandes Lagos, incluida Chicago. Casi al mismo tiempo, ocurrió el arresto de ocho miembros de la banda San Gabriel Valley involucrados con crímenes violentos y tráfico de metanfetaminas que intermediaban para la Mexican Mafia de California, a su vez concesionarios de las drogas del Cártel de Sinaloa.
LA RECONCILIACIÓN
Si en México, a decir del consultor de la Organización de las Naciones Unidas, Edgardo Buscaglia, una de las definiciones de delito a gran escala es que se trata de «crimen organizado desorganizado» por su grado de confrontación, en Estados Unidos este mismo cuerpo de mafias ha logrado, a través del mercado de las drogas, la organización y acuerdo entre varias pandillas antes irreconciliables.
Los Crips y los Bloods –desprendida la segunda de la primera– tienen varias condiciones comunes. Son dos cuerpos nacionales con decenas de miles de milicianos afroamericanos, tienen más de 40 años de existencia, surgieron en California y las define su violencia. Algo más: el odio que se profesan entre sí es paradigmático. Sólo algo las ha reunido nuevamente y esto es su sociedad con los cárteles mexicanos. El documento no precisa con qué organización mantienen negocios, pero sí en qué consisten estos. Se menciona, por supuesto, la venta de sustancias, pero el pacto se ha continuado hasta el lavado de dinero y la prostitución de menores.
Algo similar fue detectado en Florida en abril de 2010 entre Aryan Nation, de la corriente supremacista conocida como «separatismo blanco cristiano», y Pagans MC, un club delincuencial de motociclistas. El convenio es simple: armas por drogas importadas a su país desde México. Chicago, la histórica ciudad referente del mercado de sustancias ilegales, tienen, entre muchas líneas divisorias criminales, dos bloques que alcanzaron una tregua. Los Vice Lords y los Gangsters Disciples controlan la venta de heroína y alucinógenos, en tanto los Latin Kings y los Two-Sixer Nation dominan la distribución de cocaína. Cada cual con sus “drogos”.
Para poner las cosas en perspectiva, los Vice Lords –en español, su nombre completo se traduce como “La Nación del Todopoderoso Señor del Vicio”– cuentan más de 30 mil miembros de raza negra en la ciudad en que el racista Al Capone escribió su leyenda. Los Two-Sixer Nation –su lema es «amor de konejo» y sus colores negro y beige– son mayoritariamente latinos. Los primeros nacieron en una correccional para muchachos y los segundos en un equipo de beisbol.
El FBI ha registrado que la Aryan Brotherhood en Arizona cometió un fraude fiscal a favor de integrantes de la Mexican Mafia falsificando formatos de devolución de impuestos. Las ganancias en tarjetas de débito distribuidas por ambas clicas. ¿Qué recibieron los anglosajones? Coca blanca colombiana reexportada desde México.
Los arreglos peculiares persisten en las prisiones. En cárceles de Washington, pandillas «blancas» han asaltado para agrupaciones de “los Sureños”, mientras que los Crips convictos refuerzan el sistema de extorsión de nativos americanos presos, cuyas gangs tienden a imitar las de negros y latinos. Todas abrevan de los mismos ríos de drogas nacidos en México.
Existen otros dos tipos de organizaciones, ambas en ascenso. Los clanes «híbridos» –menos estructurados e interraciales– y los emergentes en reservas indias. Los cárteles mexicanos y sus métodos también están ahí.
En octubre de 2010, la MS-13 propinó una salvaje golpiza a un indio Chippewa de Michigan por deudas de marihuana. En los últimos años, el gobierno estadounidense ha asegurado 12 mil plantas adultas de hierba en la comunidad de Warms Spring con valor de 10 millones de dólares y propiedad de las «pandillas mexicanas de las drogas». Y los contrabandistas mexicanos han convertido la tierra de los Tohono O’odham, pueblo binacional de Sonora y Arizona, en una ruta más segura por la reducida presencia de la Patrulla Fronteriza. Y los Latin Kings están en campaña de enganche entre los nativos presos en Nebraska. Y…
Pero, también, las rivalidades observan réplicas y recrudecimientos una vez establecidas las alianzas entre pares de cárteles y de clicas. El Paso, Texas, ha vivido una oleada de “Sureños” provenientes de California, Nuevo México, Colorado y México mismo. El emplazamiento ha sido ordenado por La Eme, vieja aliada de Sinaloa, cártel en guerra con el de Juárez, que se ha reforzado con contingentes de Barrio Azteca. El Paso es frontera con Ciudad Juárez, donde se han librado las batallas hasta convertir esa parte de México, por momentos, en la más ensangrentada del mundo.
Algunas pandillas asiáticas alineadas con las poderosas Triadas Chinas, existentes desde el siglo XIX en california han optado por plegarse hacia la frontera canadiense y acotado sus empresas de drogas a la marihuana con mayor concentración de alcaloide y al MDMA o éxtasis. La cannabis mexicana es de menor calidad, más popular y barata, y ésa sustancia sintética no es un negocio de los cárteles mexicanos, que además de la hierba, poseen la industria de la heroína, la cocaína y las metanfetaminas.
«Las organizaciones mexicanas han sabido colaborar regularmente con pandillas estadounidenses de la calle y la cárcel y trabajado ocasionalmente con grupos selectos de bandas en motocicleta y de supremacistas arios con el único fin de ganar dinero. La perspectiva de ganancia financiera resulta en la suspensión de las divisiones raciales e ideológicas entre las bandas, proveyendo a los cárteles mexicanos de los medios para acrecentar su influencia sobre el trasiego de sustancias».
Las estructuras originarias al sur del Río Bravo mantienen acuerdos con bandas bien organizadas desde las cárceles. Algunas son Hermanos de Pistoleros Latinos, La Eme, el Texas Syndicate y Barrio Azteca. Pero también con otras agrupaciones históricamente confrontadas con los latinos, negros y arios incluidos.
¿Tienen importancia los pactos tras las rejas?
Existen tantos reos en Estados Unidos conectados con las clicas como efectivos totales de las fuerzas armadas de México.
LOS COLOMBIANOS LANGUIDECEN
¿Y los poderosos cárteles colombianos? Su declive coincide con la emersión de los mexicanos. En la costa este las bandas cubanas y dominicanas que tradicionalmente vendían la mercancía sudamericana sin intermediarios, ahora la adquieren de los capos mexicanos. Una de las bandas más grandes y brutales de República Dominicana son los Trinitarios –el nombre es una alusión a la independencia de su país de Haití y de ahí su discurso político libertario–. Tan sólo en Nueva York y Nueva Jersey, de cuyas cárceles surgieron, cuenta con más de 10 mil milicianos y otros tantos en el resto de la costa atlántica estadounidense. Además, posee extensiones en Europa occidental –España, Italia, Alemania, Francia, por ejemplo– donde el consumo de cocaína está en ascenso.
La influencia cada vez mayor de organizaciones narcotraficantes cubanas es, en gran parte, resultado de su capacidad para explotar los inmigrantes cubanos para establecer y cultivar marihuana en sitios interiores como casas y bodegas en Florida, Alabama, Georgia, Carolina del Norte y cada vez más hacia el oeste. Muchos emigrantes cubanos son llevados ilegalmente a Estados Unidos por contrabandistas asociados con mexicanos.
¿Y las mafias italianas, decanas del crimen organizado? Todas sus ciudades tradicionales, incluidas las del este, como Boston o Nueva York, están predominantemente en manos mexicanas. Al menos en lo que hace a las drogas, hasta la fantasía creada por los italianos al otro lado del país, Las Vegas, es propiedad de los mexicanos.
Oficiales federales, estatales y locales elaboran cada vez más informes que acusan el fortalecimiento del nexo entre narcos mexicanos, tráfico humano y pandillas con base en la Unión Americana. Un mexicano paga, en promedio, entre mil 200 y dos mil 500 dólares a redes que conectan “clicas” y grandes organizaciones. El costo aumenta para los migrantes no mexicanos: asiáticos, africanos y sudamericanos utilizan también la frontera con México para pasar a Estados Unidos. El estudio no precisa con exactitud cuánto dinero representa esta industria, pero apunta a que son «miles de millones de dólares». La prostitución es otra gran fuente de ingresos. En el comercio sexual coinciden algunos asiáticos, motociclistas y militantes de Bloods, Crips, Gangster Disciples, MS-13, Sureños y Vice Lords, todas con ligas mexicanas.
LOS VIAJES
Gentes de Barrio Azteca, la MS-13 y otros Sureños han emprendido viajes desde California, Colorado, Georgia y Texas hacia México con autos cargados de dinero y armas. La constancia de esto es la detención de varios embarques con dirección al sur.
Grupos callejeros y carcelarios a lo largo de la frontera suroeste han asistido a las empresas mexicanas de las drogas en levantones perpetrados en Estados Unidos. Las personas plagiadas han sido entregadas a escuadrones de los cárteles en México. No son pocas las bandas que participan en estas cacerías humanas. El reporte señala a Calle Treinta, de San Diego; Mexican Mafia de Arizona; Barrio Azteca, Texas Syndicate, Tri-City Bombers y Tango Blast de Texas.
Las pandillas también mueven dinero. En Denver, los Untouchables convinieron el traslado de medio millón de dólares hacia Juárez.
Hacen compra-venta de protección. La Border Brothers, al servicio de distintos cárteles, proveyó de fuertes cantidades de drogas a varias clicas hispanas en California y Nevada a cambio de no interferir en las operaciones de sus clientes.
El FBI descubrió un acercamiento entre la Mexican Mafia y Los Zetas en que estos pidieron refuerzo contra el Cártel del Golfo. Algo más querían los ex militares: armas ligeras, granadas y lanza cohetes. Por separado, Tango Blast –texana de origen hispano– traficó rifles de asalto AK-47 de Houston a Laredo para intercambiarlos por marihuana y cocaína con Los Zetas. Este tipo de acuerdos son verdaderamente frecuentes. Las drogas son tan accesibles para los mexicanos como las armas para los estadounidenses.
La misma Eme tiene algunos de sus miembros operando en San Diego para el Cártel de Tijuana –cuya existencia no es puesta por el gobierno estadounidense como sí lo es por el mexicano– para la compra de grandes cantidades de cocaína y marihuana y su distribución en todo el sur de California.
Los convenios han cobrado vidas de funcionarios estadounidenses. En julio de 2010, miembros de Barrio Azteca asesinaron un empleado del Consulado de Estados Unidos en Juárez y a su esposa. Dispararon contratados por el cártel gobernante de esa ciudad hoy en manos de Vicente Carrillo Fuentes.
«A menudo», los cárteles mexicanos acuerdan actividades recíprocas con las clicas. La Eme ha enviado “Sureños” a México para cometer ejecuciones y otros actos de violencia. En cambio, capos han enviado pistoleros de su nómina para liquidar enemigos de la Mexican Mafia. El avance mexicano tiene cierto reflujo. Hace dos años, según el reporte del NGIC, los aparatos de inteligencia detectaron la presencia de al menos 13 organizaciones estadounidenses en México.
Narcos de Sinaloa asentados en Los Ángeles se han valido de pandilleros locales para asistir o cometer secuestros, conseguir o vender drogas y hacer cobranzas. Los mexicanos también logran, gracias al control en terreno de los pandilleros, la explotación de campesinos migrantes en labores de cultivo a gran escala de mariguana en California, Idaho, Oregon, Nevada y Utah.
La colaboración entre bandas y cárteles mexicanos ha alterado la dinámica del mercado de las drogas. Las pandillas norteamericanas, que tradicionalmente fungían como el último escalafón en la cadena de distribución de narcóticos, negocian ahora directamente con las grandes organizaciones eliminando intermediarios. Es, para unos y otros, una empresa más eficiente y lucrativa: 1.4 millones de dealers y compradores de armas activos o potenciales.
LO QUE TEME EU
Las autoridades estadounidenses reconocen como uno de los problemas centrales la posibilidad de corromperse por las mismas camarillas. «La infiltración de las fuerzas armadas continúa hasta representar una amenaza significativa», asienta el texto de la NGIC.
Al menos 53 pandillas –no todas con conexiones mexicanas– tienen entre sus filas a ex integrantes de las distintas áreas de la milicia más poderosa del mundo: Ejército; Naval, incluidos cuerpos de marines; Fuerza Aérea, y Guardia Costera de donde, advierten las agencias, salen hombres con «aprendizaje avanzado en manejo de armas y técnicas de combate con el riesgo de emplearlo en sus calles o comunidades» y transmitirlo a otros activos de sus bandas, pertenencia no necesariamente posterior a su ingreso a la milicia regular.
La mala experiencia en la combinación de militares y narcos es inmediata: Los Zetas, cuyos fundadores recibieron entrenamiento avanzado por el propio gobierno estadounidense que ahora observa la reproducción del fenómeno en su territorio. Algo más: Los Zetas, según el informe de la NGIC, no sólo reclutan militares mexicanos. También compran efectivos estadounidenses.
En noviembre de 2010, un SEAL –cuerpo de élite de la marina estadounidense– fue detenido junto con dos cómplices en Colorado con 18 cuernos de chivo robados a las fuerzas armadas estadounidenses utilizadas en Iraq y Afganistán. Nicholas Bickle, el militar involucrado, llevaba consigo varias pistolas y dos kilos y medio de un explosivo plástico de alta capacidad destructiva.
El documento del NGIC no explica a cuál organización servía Bickle. Pero sí da idea de su rumbo: al sur del Río Grande, con algún cártel en México.