No puede discutirse el impacto que está teniendo el PRI y EPN en la opinión pública al iniciar su gobierno abordando varios de los problemas más graves que sufre el país. Podremos de estar de acuerdo o no con su enfoque y se puede pensar que algunos de estos problemas se van a agudizar, pero no habíamos visto un gobierno que entrara tan activamente al ejercicio del poder desde hace varios sexenios. Estemos o no de acuerdo en una posición u otra, gusten o no las propuestas, todos coincidimos en que ahora tendremos que ver si lo planteado en forma es también fondo, es decir, que tanto las reformas y las leyes se implementan, se vuelven realidad. Las iniciativas que podemos calificar de positivas, como la Ley de Víctimas y las políticas que abrirían la competencia en los medios de comunicación, falta ver que se conviertan en realidad y no sea sólo maquillaje. Existen otras iniciativas en materia laboral y educativas que están generando mayor controversia social.
Contrasta con el dinamismo en el gobierno federal el silencio del Gobierno del Distrito Federal, en especial, sobre algunos problemas que se vienen agudizando. Este es el caso de la crisis de salud pública. Si México, como país, presenta uno de los mayores índices de obesidad, diabetes y mortalidad por diabetes en el mundo, el Distrito Federal rebasa el promedio nacional y se instala como una de las ciudades del mundo con el mayor deterioro de los hábitos alimentarios entre su población, lo que ha llevado a que presente los mayores índices de mortalidad por diabetes en todo el país. Si en el país la tasa de mortalidad por diabetes es de alrededor de 80 muertes anuales por cada 100 mil habitantes (el sexto lugar mundial), en el D.F. es de más de 100. Seguramente, esta es la única megalópolis en el mundo que presenta estos índices de mortalidad por diabetes.
A pesar de que en el Distrito Federal casi cuatro de cada 10 niños tiene sobrepeso y obesidad, y más del 15% de los adultos presenta diabetes, el gobierno de la ciudad no ha implementado ninguna de las políticas preventivas que se están aplicando en otras ciudades del mundo para enfrentar este mal. Lo programas de activación física del GDF tienen un impacto ridículo cuando observamos cuántas personas que viven en la ciudad se benefician de ellos. La red de ciclovías en el centro histórico y la zona turística de la ciudad de México también tiene un impacto reducido, más cosmético que real. Las zonas donde más se usa la bicicleta, no como moda, si no como forma de vida, como Iztapalapa y el oriente de la ciudad, han sido totalmente ignoradas en estos programas.
En varias ciudades del mundo se han desarrollado políticas para prevenir el desarrollo de la obesidad y sus consecuencias. No sólo no se han aplicado estas políticas en nuestra ciudad, ni tan siquiera se han enfrentado retrocesos tan extremos como el hecho de que los niños en las escuelas no cuentan con acceso a agua potable de calidad. Marcelo Ebrard se había comprometido a que al finalizar el 2011 todas las escuelas públicas de la ciudad tendrían equipos instalados para brindar agua potable de calidad a los niños. Ebrard no cumplió y en 2012, a través del IFAI, nos enteramos que sólo el 11% de las escuelas del D.F. brindaban acceso a este vital líquido.
En junio de 2011 propusimos al GDF, junto con Oxfam, El Barzón y Alconsumidor, una serie de medidas para enfrentar esta epidemia. Las ocho propuestas las entregamos en un acto público al doctor Rafael Álvarez Cordero titular del Programa del D.F. para la Prevención y el Combate de la Obesidad y el Sobrepeso. Las propuestas retomaban regulaciones, programas y campañas que se han realizado en otras ciudades:
1. Que se garantice que en todos los restaurantes establecidos en el Distrito Federal los comensales cuenten con acceso gratuito a agua potable. Sin importar que tenga servicio de atención a las mesas o si son de autoservicio. En el caso de los establecimientos que ofrecen paquetes, también debe haber opciones que incluyan el agua potable gratuita.
2. Hacer obligatorio, para todas las cadenas de restaurantes con más de dos establecimientos, que ofrezcan información en sus menús con la cantidad de calorías por producto y por paquete.
3. Prohibir el uso de grasas trans en los restaurantes y expendios de alimentos establecidos en el Distrito Federal.
4. Garantizar el acceso a agua potable gratuita en todos los centros comerciales, escuelas, hospitales, cines, espacios para juegos y fiestas infantiles, ferias, centrales de autobuses y aeropuertos, así como en parques públicos.
5. Garantizar que los paquetes y promociones dirigidas al público infantil, que incluyen juguetes de regalo, aporten frutas y verduras.
6. Los paquetes dirigidos al público infantil que incluyen promociones/regalos no deben exceder el contenido calórico máximo recomendado por la Secretaría de Salud para una comida.
7. Instalar, en acuerdo con la Central de Abastos, expendios móviles de frutas y verduras a bajo precio, en las zonas de la ciudad con falta de acceso a estos productos.
8. Difundir una campaña permanente de orientación alimentaria que brinde información veraz sobre las diversas opciones y destaque los beneficios y riesgos de cada una.
Ninguna de estas políticas ha sido aplicada. Al parecer, la reticencia a entrar en este tipo de políticas venía de Marcelo Ebrard que no deseaba tener problemas con las grandes empresas refresqueras y de comida chatarra. Ya que, en el país con el mayor consumo de refrescos, inició su gobierno con la instalación del más grande árbol de navidad en el mundo patrocinado por Pepsi Cola, en el centro de la avenida Reforma; y terminó su administración con el concierto de Paul McCartney en el Zócalo de la Ciudad de México patrocinado por Coca Cola. Basta recordar que Coca Cola tiene o tenía su lugar en el Consejo para la Prevención y Atención Integral de la Obesidad y los Trastornos del Distrito Federal.
Mancera y Ahued, así como la Asamblea Legislativa del Distrito Federal, tienen la responsabilidad de enfrentar esta situación como ya se está haciendo en otras ciudades, de las que hablaremos en otra colaboración.