Ciudad de México, 17 de septiembre (SinEmbargo).– México es, en realidad, dos Méxicos. Uno en el que la gente tiene empleo y sus hijos son educados; donde las familias se van de vacaciones y toman vino y salen a comer. En el otro, las oportunidades se cierran y la pobreza va a acompañada de una mala calidad en la salud, poca educación, apenas empleos y mucha economía informal.
Esos dos Méxicos son revisados ampliamente en un reportaje de The Economist que, como rara vez sucede, ocupa su portada y un amplio análisis en la columna de casa, Leaders. El reportaje habla de cómo esta división entre pobreza y riqueza se puede ver también como un norte-sur, aunque no exclusivamente, porque también puede leerse como el México de las ciudades, donde hay infraestructura, y el otro México, el rural, abandonado y con grandes carencias.
Hoy mismo, a la par, otro medio británico habla de lo mismo: The Financial Times reseña en un reportaje cómo el rezago en infraestructura llena de piedras el camino hacia la modernidad mexicana.
The Economist dice que sí hay una reticencia cultural a la modernización; hay un México profundo que se opone a abandonar sus formas de vida. Pero también alerta: “Muchos mexicanos siguen siendo personas de pequeñas empresas porque carecen de las habilidades, contactos o posibilidades para ser más emprendedores, o mejor pagados y con un mejor trato –pero con salarios más gravados–. Las nociones románticas del México profundo a menudo las venden grupos de interés que se benefician de este status quo, como los sindicatos y los jefes políticos anticuados con bases de poder en las comunidades campesinas”.
México vivió una larga época de Colonia o Virreinato, de 1521 a 1810. Luego vino un periodo de caudillos y después llegó el Partido Revolucionario Institucional (PRI), que gobernó entre 1929 y 2000 y regresó, tras perder 12 años el poder, en 2012.
“En ¿Por qué las Regiones Fallan, un seguimiento de ¿Por qué las Naciones Fallan –un libro que escribió con Daron Acemoglu–, James Robinson, de la Universidad de Harvard, analiza algunos de estos fallos y sesgos políticos y la forma en que afectan a la zona sur de México, el más pobre y más desigual y menos urbanizado que el resto. En el México colonial, grupos indígenas fueron explotados para beneficiar a una pequeña élite; en los dos últimos tercios del siglo 20, el gobernante Partido Revolucionario Institucional (PRI) controló un partido único de Estado que dejó el sur en manos de los barones locales, dice. [El sur] fue privado de fondos públicos y la infraestructura hasta el punto de que se hizo pobre, lo dejó pobre. ‘Sabemos hoy que el sur tiene sistemas jurídicos menos eficientes que son menos buenos en hacer cumplir las leyes y los estados del sur tienen los gobiernos que son más clientelistas y corruptos en la forma en que interactúan con los ciudadanos’, escribe el Sr. Robinson. Contrasta esto con las instituciones más inclusivas, emergentes en otras partes del país”.
Quizás los más enterados de todo lo anterior sean los mismos mexicanos, que andan en el país con sus propias plantas y tienen ojos para ver un México donde, de los 112 millones 336 mil 538 ciudadanos censados por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) en el 2010, actualmente 53.3 millones viven en situación de pobreza y 11.4 millones en pobreza extrema, de acuerdo con datos del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval). La medición de pobreza la integran dos elementos: la cobertura de servicios básicos (educación, salud, seguridad social, vivienda, alimentación, servicios básicos) y el ingreso de las familias. Se basa en los datos de la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH) recolectados entre agosto y noviembre del año pasado por el mismo Inegi.
“Gabriel Zaid, un escritor mexicano que primero se centró en los problemas de productividad de México en la década de 1970, dice que las fábricas de hoy en día no pueden proporcionar los empleos que necesitan los 55 millones de mexicanos menores de 25 años. La actividad comercial en pequeña escala, por el contrario, proporciona empleo abundante; sostiene que podrían aumentar la productividad de México con relativamente poca inversión”, reseña The Economist.
“Algunos enlazan esta reticencia cultural para modernizarse a la supervivencia tenaz del México profundo: la parte de la sociedad donde los vínculos culturales a la antigua civilización mesoamericana todavía se sienten fuertemente. David Robichaux, de la Universidad Iberoamericana, dice que esta parte de México no se limita a los 7 millones o menos hablantes de lenguas indígenas. Reconoce que decenas de millones mestizos comparten valores de la familia y de la comunidad que son tan importantes para ellos como las nociones de modernización y progreso, y a veces son hostil a esas ideas y su aplicación. Estas personas no son todos pobres. Muchos operan pequeñas empresas, pero en lugar de reinvertir para mejorar la eficiencia de sus negocios, prefieren gastar en fiestas de pueblo y reuniones familiares”, agrega.
El apego persistente a las granjas y empresas informales desaliñadas puede ser en parte una elección cultural, dice The Economist. “Seguramente es también, sin embargo, una consecuencia de los fallos anteriores. Muchos mexicanos siguen siendo personas de pequeñas empresas porque carecen de las habilidades, contactos o posibilidades para ser más emprendedores, o mejor pagados y con un mejor trato –pero con salarios más gravados–. Las nociones románticas del México profundo a menudo las venden grupos de interés que se benefician de este status quo, como los sindicatos y los jefes políticos anticuados con bases de poder en las comunidades campesinas”.
The Economist recuerda que el Presidente Enrique Peña Nieto reconoció en el discurso inaugural de su gobierno, hace tres años, que la mayor parte de la población mexicana aún vive en una tierra de "atraso y pobreza". Dice que ese es el México de los changarros, los mercados informales, de los campesinos y las comunidades indígenas, así como de un "submundo vicioso".
"Es [el México] donde la mitad de la población sigue siendo pobre, con base a cifras del gobierno, a pesar de la promesa del TLCAN, que entró en vigor en 1994. Sus habitantes pueden no pagar impuestos, pero extorsionadores, abogados, jueces y funcionarios a menudo les sacan dinero en efectivo", dice el medio.
Refiere que el trabajo, el capital y la tecnología se hicieron cada vez menos eficiente durante casi dos y media décadas y cita lo escrito por Dani Rodrik de Harvard: "Probablemente no hay país en el mundo que presente un contraste más marcado entre el éxito externo y el fracaso interno".
Dice que en dos ocasiones, con 20 años de diferencia, los problemas de los más pobres han picado a este segundo México; refiere que la región sur ha sacado al país fuera de su curso en el momento en que parecía estar en la cúspide de los grandes avances económicos.
"En 1994, el levantamiento indígena 'zapatista' de Chiapas, el estado más al sur, golpeó el brillo de la puesta en marcha del TLCAN y ayudó a desencadenar la crisis del peso de menos de un año después. En 2014 la masacre relacionada con las drogas de 43 estudiantes en el estado sureño de Guerrero golpeó la credibilidad del señor Peña, justo cuando él se deleitaba en la realización de 11 reformas económicas y políticas que habían comenzado a ganarle el reconocimiento internacional", dice el artículo.
Menciona que es un error pensar que la división entre el México moderno y el resto del país es una diferencia entre el norte y el sur. "Como muestra San José Chiapa, la distancia entre estos no sólo se mide en kilómetros; ésta se asigna en términos de formalidad e informalidad, de imperio de la ley y su ausencia, de la raza y de la cultura", refiere.
DOS MEXICOS
El gobierno de México “ha fracasado singularmente para erradicar la pobreza en todo el país” a causa de la incorrecta aplicación de políticas pública específicas, publica The Economist en su edición de esta semana dedicada "a los dos Méxicos". El reconocido semanario británico analiza en su espacio de opinión, Leaders, cómo la clase media mexicana prospera a lo largo del corredor industrial que va desde la frontera con Estados Unidos hasta la Ciudad de México, mientras que la mitad de la población “está atrapada en la pobreza”.
“A pesar de décadas de reformas “a veces poco entusiastas, a veces a toda maquina– México falló en cerrar la brecha entre una minoría globalizada y una mayoría que vive en lo que Enrique Peña Nieto, el Presidente, admitió como ‘atraso y pobreza’”, dice la publicación. Y detalla: “Alrededor de la mitad de la población se mantiene atrapada en la pobreza; otra cuarto corre el riesgo de volver a caer en la miseria. La anarquía, la corrupción y los conflictos de intereses prevalecen entre la policía, los tribunales y los políticos que deberían cuidar a los marginados”.
The Economist dice que “la dualidad de México muestra que conseguir una política macroeconómica adecuada es necesaria para el éxito, pero no suficiente”. Dice que las dificultades que aún enfrenta el país son como un cuento con una moraleja, y da tres lecciones para atender. “La primera lección, y más fácil de aprender, es la centralidad de la urbanización. Las ciudades ofrecen las personas oportunidades de prosperar que no se pueden encontrar en el campo [...] Pero los crímenes violentos, relacionados con las drogas acechan a los barrios desaliñados de México, donde viven los habitantes de la ciudad”, refiere.
En un segundo aspecto menciona la importancia de la infraestructura, y no sólo en las ciudades. “Muchos de los fundamentos de la economía mexicana moderna fueron colocados hace un siglo, en forma de carreteras y ferrocarriles que atan su corazón industrial con sus puertos y la frontera norte”.
Una tercera lección de México, dice The Economist, es la necesidad de llevar la economía informal a la luz. “Las pequeñas empresas no registradas, proporcionan empleo a la mayoría de la fuerza laboral, pero son rechazados por los bancos y están ansiosos de permanecer por debajo del radar de la recaudación de impuestos. Esto mina la economía nacional. En la última década y media, mientras que la productividad de las empresas más importantes de México creció un 5.8 por ciento al año, la de los más pequeños se sumió en un 6.5 por ciento”.