AMY WINEHOUSE CREÍA QUE MORIRÍA DE AMOR

23/07/2011 - 12:38 pm

Amy Winehouse: La Última Hija de Margaret Thatcher

Trataron de mandarla a rehabilitación y dijo: “no, no, no”. Intentan ponerle control con cárcel y privaciones, pero responde: “no, no, no“. Y mientras Amy Winehouse se entrega a los excesos, su música, su estilo y su vida han provocado un shock en la cultura pop. La rola “Rehab” parece el canto de una generación afectada por las drogas y en creciente crisis existencial, mientras el álbum Back to Black ha escalado al rango de “obra maestra”. Este es el retrato de una vida tormentosa en tiempos difíciles.

 

POR ALEJANDRO PÁEZ VARELA

Amy creía que iba morir de amor. En busca del olvido se tendía en el suelo y allí, perdida, pasaba los días. Se tiraba al alcohol y a las drogas; se abandonaba. Y cuando se reconciliaba con la sobriedad no paraba de llorar, cuentan los amigos más cercanos. Esto pasó entre 2004 y 2005. Estaba convencida de que nunca más volvería a ver a Blake Fielder-Civil, su niño. Entonces escribió:

El hombre dijo: ‘¿Por qué piensas que estás aquí?’

Le dije: ‘No tengo ni idea

Voy a perder a mi niño’

Así que siempre mantengo cerca una botella

Dijo: ‘Creo que estás deprimida’

Lo creo yo, baby , y todo el mundo…

Después vino la música: influencias de soul, notas de blues, raspones de otras corrientes algo lejanas para una mujer tan joven. En ese trance nació “Rehab” , uno de sus éxitos en Back to Black, el segundo álbum de Amy, el que la llevó a la fama y a vender millones de copias por todo el mundo. Y así vinieron, también, las otras rolas.

No es que Amy Jade Winehouse, una judía nacida en 1983 en un suburbio de Londres, fuera ajena a la música. Su sueño de niña era convertirse en una mesera en patines, famosas en los años 50; pero desde entonces cantaba. Desde su adolescencia procuró definir su vida, para bien o para mal: a los 13 la corrieron por primera vez de la escuela y ese mismo año tuvo su primera guitarra, regalo de su madre Janis, farmacéutica, y de su padre Mitchell, taxista. A los 14 hizo sus primeras composiciones, inspirada en Taylor James, Aretha Franklin, Frank Sinatra, Billy Hollyday, Dinah Washington, Sarah Vaughn y Ray Charles, músicos que la acompañan hasta la fecha. A los 15, tuvo su primer tatuaje (una Betty Boop en la espalda) y desde entonces, dicen, usa drogas y lleva una vida sexual “desordenada”, si se cree a sus biografías, que ya las hay. Fue entonces que fundó Sweet n’ Sour, su primer grupo.

“Desde niña iba por la casa cantando a Sinatra”, recordó Mitch, su padre, en una entrevista hace dos años. Su abuela Cynthia quería que estudiara actuación y con esfuerzos la metieron a la Susi Earnshaw Theatre School, según reseñan The Telegraph y The Independent, diarios británicos. De nada sirvió: la niña había nacido para cantar o eso cree el mundo que la rodea. Porque ella no piensa así: “Yo estaba con alguien más. Blake [Fielder-Civil, ahora su esposo] estaba con alguien más. Y nos reencontramos y recuerdo que muchas veces le dije: ‘Yo sólo quiero cuidar de ti’. No quiero ser malagradecida; sé que tengo talento, pero no llegué [al mundo] a cantar. Llegué para ser esposa y madre y cuidar de mi familia. Amo lo que hago, pero [mi profesión] no es en donde empiezan y terminan las cosas” (“The Diva and Her Demons”, The Rolling Stone, junio de 2007).

Los hechos no parecen dar soporte a su sueño de mujer de hogar. La vida extrema de Amy y Blake se cuenta en la prensa escandalosa, aunque también en la seria. El verano de 2007, por citar, protagonizaron un pleito en un hotel de Londres que llegó hasta las calles. Estaban cubiertos de sangre; Blake tenía en el rostro marcas de arañazos y heridas como de vidrio. Según The New York Magazine y el Daily Mail, el esposo encontró a la señorita Winehouse en un cuarto a punto de drogarse, acompañada por una prostituta. Se reclamaron y se dieron de golpes. Más ella a él. Aunque los escándalos son menos en estos días por el largo tiempo que Blake permaneció preso (12 meses), la adicción a la heroína, la coca, el crack y otras drogas duras no puede ocultarse. La artista tiene cuerpo de yonki. Su baby también. Los dos son explosivos e ingobernables.

Amy pertenece a la generación conocida “Los hijos de Thatcher”, los nacidos en Gran Bretaña durante el gobierno de la Dama de Hierro, Margaret Thatcher (de 1979 a 1990). La compositora y cantante nació en 1983; tenía 7 años cuando Maggie entregó el poder, dejando al país con una economía hecha pedazos y la moral bastante lastimada. Los altos impuestos y una inflación desmedida empobrecieron a la clase media. Millones se quedaron sin empleo a causa de las políticas de extremo liberalismo que la señora impuso a su pueblo; un liberalismo incluso religioso y político cuyo par, en Estados Unidos, lo encabezaba Ronald Reagan. Ambos, y el Papa Juan Pablo II, armaron la estrategia para demoler el Muro de Berlín y vencer a la URSS. Thatcher marcó una época en política internacional, pero cuánto daño hizo a Inglaterra.

(Políticas extremadamente liberales son las que tienen hoy al mundo postrado. Una discusión sobre esta corriente económica se mantiene en los foros internacionales, pero esa es otra historia. Tarde o temprano tendrán que afrontarse los resultados del periodo de George W. Bush en el poder. “Los hijos de Bush” han nacido).

El consumo de drogas se extendió por todo el reino. En los suburbios de Londres aumentó la criminalidad y la heroína alcanzó a los muy jóvenes y a sus padres, desempleados. ¿Recuerda la película The Full Monty? Mucho de eso, pero sin humor. El cine de Inglaterra se marcó con este periodo poco afortunado; así se dio origen a la corriente conocida como British Social Realism o Realismo Social Británico. En esas condiciones creció la niña Amy, hija de Thatcher: en un barrio post industrial de la Inglaterra menos halagadora.

 

No, no, no

“Suena afroamericana, pero es judía británica. Parece sexy, pero no juega a eso. Es joven, pero suena vieja. Canta con sofisticación, pero es vulgar cuando habla. Su música es melosa, pero sus letras son desagradables”, escribió Garry Mulholland, crítico de The Guardian y The Observer.

“Amy ha devuelto el espíritu rebelde del rock and roll a la música popular”, dijo Mark Ronson a Jenny Eliscu en una entrevista para la revista Rolling Stone. Dj y productor, Ronson fue el encargado de mezclar la mitad del álbum Back to Black, para muchos una obra maestra contemporánea, y para la artista británica con maquillaje de Cleopatra y cabello de chica pin-up de los 50 (conocido como ratty beehive), su orgullo.

Back to Black no tiene sobrante. Es una mezcla virtuosa de blues, soul, jazz e incluso algo de reggae, en la voz de una mezzo-soprano con habilidades impresionantes para brincar, en un suspiro, a los sonidos graves. Las letras se aplican a los amores rasposos, como el que ella ha llevado con Blake o como los que padecen millones: sus fans y sus fans potenciales.

La rola más famosa, “Rehab”, se volvió un éxito contundente, pero además el sello de la artista: habla de su negativa a acudir a las clínicas de rehabilitación que le han impuesto sus malos hábitos. “Rehab” está dedicada a su ex manager Simon Fuller, el primero en hacer un intento (fallido, como muchos otros) por rescatarla de su infierno personal.

“Trataron de obligarme a ir a rehabilitación, y dije: ‘no, no, no’ [...] Él ha tratado de mandarme a rehabilitación pero no iré, no iré, no iré [...]”, canta Amy moviendo el dedito índice, socarrona. Y la disquera tiembla. Sus padres también. La fábrica de libras y dólares en que se ha convertido está permanentemente en riesgo a causa de la droga.

A mediados de 2008, afuera de un hospital, su padre contó a la prensa que la niña tiene enfisema pulmonar; luego, su representante lo desmintió. Amy entra y sale de clínicas, y su marido, músico como ella, está igual o peor: en 2007 lo condenaron a 27 meses de prisión por haber agredido al dueño de un pub y por obstrucción de la justicia.

Estaban casi recién casados. Blake cumplió parte de la condena en una prisión preventiva y apenas este noviembre salió en libertad provisional.

El tipo se emborracha y pierde el control aunque, parece, quiere a Amy. Según los amigos, hace esfuerzos por ella para dejar la droga: de aquella condena le dieron oportunidad de salir antes y se negó. Quiso permanecer encerrado más tiempo. Quiso, dicen los amigos, regenerarse. En todo caso, lo del amor es cosa frágil: la neblina del éxito, las drogas y el dinero que llega en canastas no deja ver bien a ambos.

Destructora y creadora, escandalosa y mal portada, Amy se escondía con su marido en hoteles de quinta y de primera para darle vuelo a los placeres peligrosos. Nadie la controla. No sólo se pone violenta frente a Blake, sino hasta en las presentaciones.

Hace unos meses abofeteó a una fan que la llamó “flaca”. Cancela giras. Va a los programas de televisión borracha y tuvo la puntada de gritarle a Bono, de U2, durante una presentación: “¡Cállate! ¡Me vales madre!”. El santón no tuvo más remedio que callarse. A Amy no la gobierna el recato; la corrección simplemente no se le da.

YouTube difundió un video en el que fuma coca; el gobierno británico la encarceló. La agarraron con mariguana en un hotel de Noruega; la llevaron a juicio y le impusieron una multa. Fotos de ella deshecha por las drogas circulan en la red pero ya no sorprenden: Amy le lanza dedos a los paparazzi que la descubren. “No, no, no”, repite y canta. En enero de 2008, el gobierno de Estados Unidos le negó la entrada al país por abuso de narcóticos; la nominaron a seis premios Grammy y se llevó cinco por Back to Black. Tuvo que recibirlos vía satélite desde Londres.

Los reconocimientos y las celebraciones, los regaños o las amenazas parecen alimentar su ánimo de autodestrucción. Te dije que era problemática, su primer DVD, salió a finales de 2007 como una sentencia. Back to Black fue reeditado y se vende como pan caliente. Prince, Arctic Monkeys, MC, Jay-Z, Snoopy Dogg, Ghostface Killah y media docena de grupos y artistas consagrados han hecho sus propias versiones de sus canciones. Muchos otros se pelean la oportunidad de componerle, de cantar con ella. Amy dice no, no, no a casi todas las ofertas, mientras el mundo que la rodea espera, impaciente, un nuevo álbum.

Algunos críticos dicen que será su prueba de fuego.

Otros creen que la señorita Winehouse ya compró, con Back to Black, su pase al firmamento.

El problema es que la disquera ya se desesperó, según filtraciones a la prensa. La diva regresó en octubre pasado al hospital en medio de rumores por su estado de salud. “Winehouse tuvo que volver a ser internada debido a una infección de pecho”, dijo Music News. “Podría ser el retorno del enfisema pulmonar”.

También se supo que intentó suicidarse. El día en que Blake salió de prisión ella no estaba afuera para esperarlo. La prensa, que la persigue hasta el acoso, especuló con su salud otra vez.

“Amy está luchando. Ojalá y la espera valga la pena”, dijo una fuente de la discográfica a la prensa londinense. “El genio sigue dentro, pero resulta más difícil sacarlo estos días”.

La cantante y compositora parece bastante clara en las letras de sus canciones:

No quiero volver a beber

simplemente necesito un amigo

No voy a tirarme 10 semanas

y dejar que piensen que me estoy enmendando

No es sólo mi orgullo

Es simplemente que se me han secado las lágrimas.

La fuerza creadora de Amy proviene, parece, de la desesperanza. Así nació Back to Black. Nadie habla de esta condena en su vida, pero es claro que la toman en cuenta: la mayoría se inclina a pensar que, si Amy sobrevive a sus excesos, por su actual condición es probable que el siguiente álbum sea tan bueno o más que el anterior, de por sí una obra maestra.

Blake no está con ella. Las drogas y el alcohol la acosan. Aunque su marido salió de prisión, debe vivir con su madre en el mismo Londres, pero vigilado.

Mientras, Amy sufre rodeada de managers, amigos y familiares. Dicen que a finales de octubre mostró la cara y tiene unos 2 ó 3 kilos más. Nadie sabe qué tan cierto puede ser que se recupera.

Me engañé a mí misma

como sabía que lo haría

Te advertí que yo era un problema

Sabes que no soy buena…

Mientras ella sobrevive a sí misma y al mundo (dealers, abstinencias y atascones, prisión y separaciones), la escena internacional no puede recuperarse de su aparición. Su música ha provocado cambios en los gustos. Su look y hasta sus tatuajes (“entre 13 y 14”, ni ella misma sabe cuántos) se han popularizado al punto que iconos de la moda como Cindy Crawford oficialmente copian sus gustos. Alguien lanzó un video en YouTube para mostrar cómo peinarse a la Winehouse y en dos semanas acumuló dos millones de visitas. Eso, por contar algo.

Es muy temprano para medir el impacto que tendrá Amy en la cultura popular. La niña está llena de sorpresas que ni ella misma puede controlar.

Y esta historia, por supuesto, todavía no termina...

Alejandro Páez Varela
Periodista, escritor. Es autor de las novelas Corazón de Kaláshnikov (Alfaguara 2014, Planeta 2008), Música para Perros (Alfaguara 2013), El Reino de las Moscas (Alfaguara 2012) y Oriundo Laredo (Alfaguara 2017). También de los libros de relatos No Incluye Baterías (Cal y Arena 2009) y Paracaídas que no abre (2007). Escribió Presidente en Espera (Planeta 2011) y es coautor de otros libros de periodismo como La Guerra por Juárez (Planeta, 2008), Los Suspirantes 2006 (Planeta 2005) Los Suspirantes 2012 (Planeta 2011), Los Amos de México (2007), Los Intocables (2008) y Los Suspirantes 2018 (Planeta 2017). Fue subdirector editorial de El Universal, subdirector de la revista Día Siete y editor en Reforma y El Economista. Actualmente es director general de SinEmbargo.mx
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