Ciudad de México, 14 de agosto (SinEmbargo).- De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés) en todo el planeta se desperdicia al año alrededor de un tercio de los alimentos que son producidos. Esto equivale a alrededor de mil 300 millones de toneladas de desperdicios que, de contar con otras estrategias y políticas alimentarias, se salvarían para ser mejor aprovechados por personas que carecen de ellos. Sin embargo, lejos de tratarse de un asunto cuya solución está al alcance, se trata de uno de los temas más urgentes por resolver en el orbe.
Aunque el hambre sigue siendo uno de los desafíos de desarrollo más urgentes, el mundo está produciendo más que suficiente comida. Entonces, ¿existe una manera para evitar un desperdicio de esta magnitud?
En un esfuerzo por combatir esto, un grupo de estudiantes de postgrado en el programa de Innovación de Alimentos y Diseño de Productos en la Universidad de Lund, Suecia, dieron con una forma de utilizar los productos que están a punto de echarse a perder y, de esta manera, ayudar a las personas que tienen un acceso limitado a los alimentos, dio a conocer Smithsonian Magazine.
Los investigadores lo denominaron FoPo, contracción de Food Powder (polvo de comida), y es exactamente eso: frutas y vegetales secos, estables, hechos polvo, que pudieran ser colocados dentro de las provisiones que se envían a lugares que han sido víctimas de desastres naturales o, bien, distribuidos en áreas de bajos recursos en donde tanto los alimentos frescos como la refrigeración son recursos de difícil acceso.
"Cuando nos enteramos de que un tercio de los alimentos producidos iban a desperdiciarse, mientras que personas en el mundo se morían de hambre, no podíamos mantenernos ajenos", dijo Kent Ngo, uno de los estudiantes que desarrollaron esta técnica.
Ngo dice que no están produciendo algo revolucionario. El alimento en polvo ha estado presente desde que los viajes de humanos al espacio se incorporaron a la carrera espacial. Sin embargo, la diferencia de esta iniciativa es que se están repensando los canales de desperdicio y distribución.
Así, mientras que el equipo de desarrollo de FoPo se acercó a los agricultores y los minoristas como fuente de la materia prima, los científicos de alimentos experimentaron con diferentes técnicas de secado y pulverización. Una vez obtenido el producto, buscaron la manera de distribuirlo a través de espacios comerciales y gubernamentales.
Según un informe dado a conocer por la FAO en 2014, en promedio cada habitante de la Tierra desperdicia casi 300 kilos de alimentos al año, cuando al mismo tiempo más de 800 millones de personas pasan hambre. Si bien, es cierto que hacer productos alimenticios menos perecederos ayuda, lo cierto es que gran parte de la solución sí radica en disminuir la manera en la que se desperdicia la comida.
Por otra parte, en México, según el Grupo Técnico de Pérdidas y Mermas de Alimentos, se desperdician más de 10 millones de toneladas de alimentos anualmente, que representan el 37 por ciento de la producción agropecuaria en el país dio a conocer el sitio web del Banco Mundial.
“Este desperdicio de alimentos supone terribles pérdidas en la inversión en agricultura y en los insumos de energía necesarios para producir comida que después se pierde y de la que no se obtienen los retornos esperados”, dijo José Cuesta, experto en pobreza de este organismo.
VIGILANCIA Y RESPONSABILIDAD
Sin embargo, aunque hay muchas maneras de lidiar con los residuos de alimentos tanto en el ámbito comercial como el hogar, una idea en particular está ganando adeptos y atrayendo la atención de varios gobiernos en el mundo: enfocarse en la responsabilidad de manera individual.
Esta modalidad tiene como punta de lanza un barrio en Seúl, Corea del Sur, donde 145 mil personas están participando en un programa que les obliga a sopesar sus restos de comida en contenedores especiales, equipado con dispositivos de identificación por radiofrecuencia que transmiten para el gobierno local. De esta manera, cada ciudadano que se exceda al momento de tirar basura se verá obligado a pagar una multa.
La estatal Korea Enviroment Corp. desplegó botes automatizados en los edificios de apartamentos de todo el barrio. Los residentes abren la escotilla usando tarjetas de identificación y el bote pesa el desperdicio de alimentos que haya que dejar en él, lo cual se trata de una versión más simplificada de los programas anteriores que requerían que los residentes compraran bolsas de plástico especiales en las que recogían y desechaban los residuos de alimentos.
La idea funciona y los resultados son notorios, reduciéndose de esta manera los residuos de alimentos en el barrio hasta un 30 por ciento. Ahora la intención es extender el programa. No obstante, de llevarse a otras partes del mundo, también entrarían en conflicto ciertas cuestiones sobre la privacidad y las libertades individuales. Aún así, sigue siendo una alternativa viable para áreas urbanas densamente pobladas en donde miles de personas comparten un espacio reducido para reunir su basura.
Lo más importante es señalar el hecho de que cada país debe empezar a asumir este problema.
Un reporte publicado en 2013 por la Institución de Ingenieros Mecánicos en Londres dio a conocer que alrededor del 50 por ciento del total de alimentos que son producidos a nivel mundial "nunca llega a un estómago humano debido a cuestiones tan variadas como una inadecuada infraestructura y almacenamiento, hasta fechas de caducidad excesivamente estrictas y consumidores exigentes que piden alimentos cosméticamente perfectos". Sí, es cierto, las cadenas de suministro globales para los alimentos perecederos son increíblemente complejas, pero debe haber formas de construirlas con más eficiencia.
De acuerdo con la FAO, tan sólo la recuperación de la mitad de lo que se pierde o se desperdicia podría alimentar al mundo entero. Por tal motivo, la iniciativa Save Food dirigida por esta organización internacional se ha asociado con otras a nivel mundial, el sector privado y la sociedad civil, para permitir que los sistemas alimentarios reduzcan las pérdidas de alimentos y los residuos, tanto en los países en desarrollo y el mundo industrializado.