Saltillo.- “¡Móchame un dedo, pero no me mates!”, suplicó el dueño de un auto, cuando él y sus amigos fueron amagados por los miembros de la banda que operaba en sectores residenciales del norte de la ciudad, y que fueron capturados el lunes.
Este relato es publicado hoy por el periódico coahuilense Vanguardia.
—Yo quiero dinero— señaló el delincuente— además, el carro trae placas de aquí, así no podemos andar. Como ya no traen lana les vamos a tener que mochar algo, o nos los echamos, así no se puede quedar.
—¡...De la mano, del pie, córtame algo, pero no me mates!—, pedía su víctima.
Los 11 asaltantes capturados, incluyendo a cinco menores de edad, amagaban a sus víctimas en el interior de sus autos, y atrás de ellos viajaba una camioneta roja con varios integrantes de la banda.
Una de sus víctimas relató a Vanguardia que fueron dos hombres armados quienes los amenazaron a él y sus amigos, para robarles sus pertenencias.
“Cuando veían a más jóvenes en la calle se detenían, los amenazaban y les quitaban su dinero”, señala, “todo lo vimos desde el interior del auto. Nos dijeron que nos iban a mochar algo”.
La Coordinación de Robos reveló ayer que los delincuentes ya fueron reconocidos en dos atracos de esta modalidad que ocurrieron durante enero pasado en las colonias Latinoamericana y República, y que también asaltaban en fiestas privadas.
UNA HORA DE TERROR
Tres amigos estaban a segundos de ser secuestrados. Eran las 10:00 de la noche del 29 de enero, y se encontraban en Residencial San Agustín.
La banda de asaltantes que hacía pasarse como parte de una célula del crimen organizado, la cual fue detenida el lunes, amagó a estudiantes para quitarles su dinero, teléfonos y el auto en que viajaban; de paso, los tuvieron secuestrados durante una hora. Los jóvenes salían de la casa de un amigo; apenas habían subido al automóvil cuando un hombre toca a la ventanilla.
Este es un relato publicado también por Vanguardia de Saltillo.
“Amigo, ¿has visto militares rondando por aquí?”, cuestionó el individuo al joven conductor. “No se han visto, ha estado muy tranquilo”, contestó sin reparo en la razón de la pregunta. Entonces subió la ventanilla para iniciar el trayecto para dejar a sus amigos en sus casas..
De pronto, le tocan de nuevo al vidrio. “Amigo, ¿seguro que no han visto militares por la colonia?”. A lo que volvió a responder de forma negativa; “Bueno, entonces bájense que aquí, ya valieron”, dijo el desconocido al momento de sacar un arma.
Los tres jóvenes descendieron del auto y vieron que al asalto se unía otra persona con tal de amagarlos. “Cáiganse con todo lo que traen”, ordenó, y les entregaron carteras, celulares y demás artículos que traían consigo.
“Tócale a tu amigo, porque se va a ir con nosotros”, le exigió a uno de los jóvenes, el cual fue a la puerta de la casa para cumplirlo.
Tocó en repetidas ocasiones, nadie salió, nadie se percató de lo que sucedía al exterior.
“Súbanse (el auto) perros”, fue tajante. El hombre del arma tomó el control del volante, y el dueño del vehículo tuvo que sentarse en el lugar del copiloto; atrás, sus dos amigos eran vigilados por el otro asaltante, no les quedaba opción, incertidumbre y miedo los inundaron.
Entre amenazas
“Ya no traemos nada más, no tenemos tarjetas de crédito, llévate el auto”, fueron palabras del ahora copiloto para buscar su liberación inmediata.
“Si no traen más lana, entonces vamos a ir a sus casas para que saquen todo y vamos a agarrar a sus familias”, pronunció el hombre armado con tono amenazador.
En el camino, una camioneta color rojo se les unió, en ella viajaba el resto de la banda. Mientras decidían qué hacer con los tres secuestrados, se dieron el tiempo de asaltar a más gente.
“Cuando veían a más jóvenes en la calle se detenían, los amenazaban y les quitaban su dinero. Todo lo vimos desde el interior del auto”, comentó el joven copiloto secuestrado.
Contabilizaron tres asaltos más en la vía pública, dos de ellos a personas reunidas al exterior de casas, las cuales se vieron sorprendidas por los 13 asaltantes que viajaban entre los dos vehículos.
Paseo de pánico
El recorrido continuó, los tres no sabían qué pasaría con ellos, ¿los dejarían ir? Eso estaba en las manos del hombre armado.
“Te doy el auto, no hay bronca. Es más, no levantaré denuncia, la Policía no se va a enterar”, le propuso.
“Yo quiero dinero, además, el carro trae placas de aquí, así no podemos andar. Como ya no traen lana les vamos a tener que mochar algo, o nos los echamos, así no se puede quedar”. Esas palabras aceleraron el corazón de los tres, el destino más seguro en ese momento era la muerte.
“Móchame un dedo, pero no me mates”, dijo el dueño del auto, fue su primera reacción, apoyada por el resto de los secuestrados. “De la mano, del pie, córtame algo, pero no me mates”.
Pasaron 60 minutos desde que alguien tocó a la ventanilla del auto, una hora en la que recorrieron diversas calles de Residencial San Agustín, San Patricio, Los Pinos y Real de Peña. El auto era “escoltado” por la camioneta con sus 11 tripulantes, hasta que se detuvieron a la altura del Templo de San Pablo, en bulevar Pedro Figueroa.
“Bájense perros, y ni una palabra a la Policía porque se los carga a la chingada”, fue la orden. La banda dejó el sitio en los dos vehículos, con dirección a bulevar Venustiano Carranza. Los tres jóvenes víctimas de secuestro y asalto se echaron a correr a casa de un conocido para llamar a sus familias, el miedo los abrumaba.
Al ponerse a salvo, el factor psicológico comenzó a hacer estragos.
Uno de los afectados, originario del centro del estado, decidió regresar a su hogar, al lado de sus padres; los otros dos siguen con sus vidas, “no queda de otra”.
La banda fue detenida en una gasolinera en la colonia San Patricio, el lunes, cuando viajaban en el auto robado a los jóvenes. El hombre del arma cayó dos días antes, la cual resultó de gotcha, pero “no podía arriesgarme a averiguarlo”, dijo el dueño del auto.