Ciudad de México, 15 de julio (SinEmbargo).- Para la escritora española Anna Genovés, su novela reciente El legado de la rosa negra, es fruto de su “imaginación prolífica” y de la sincera convicción de que las historias de amor resultan esenciales en estos tiempos.
El libro cuenta la historia de una joven y bella arqueóloga que viaja a Marruecos y Egipto, un periplo que la deja atrapada en un triángulo amoroso, tras conocer un hombre atractivo que la seduce.
Del libro de Genovés se ha dicho que es un thriller apasionante, que juega entre el misterio y la historia antigua, sin abandonar la principal vena romántica que le da sustancia.
Es, definitivamente, una novela de amor que se sirve del pasado para sembrar un presente donde parecen resurgir las historias sentimentales, quizás como contrapunto a un individualismo feroz que amenaza con convertirnos cada vez más en hologramas inodoros, incoloros e insípidos.
Se trata del cuarto libro de la escritora valenciana, quien antes ha dado a conocer la novela corta de tendencia erótica titulada Los apetitos carnales de Almudena, el thriller erótico Tinta amarga y el conjunto de relatos La caja pública.
UN CROMATISMO NEGRO INTENSO
–El nombre de tu rosa se da en el color. La rosa de Umberto Eco, en el lenguaje. ¿Forma y lenguaje son tus destinos literarios?
–Rotundamente, Sí. El Legado de la Rosa Negra tiene un cromatismo negro intenso como el cabello y los ojos de los galanes de la misma, lleno de ambigüedad romántica. Evidentemente, Occidente tiene un prurito recurrente aL interpretar el color negro como algo negativo y fatalista. Tomando el ejemplo de la Rosa de Eco —que en su caso—, siempre dijo que fue una casualidad, se convierte en una polisemia de significados que contiene la propia “rosa” a lo largo de su historia. En el fondo, la rosa negra y la rosa medieval nos llevan a un contexto de inquietudes, sospechas y subtramas que generan parte del éxtasis del concepto de la novela. Marcando las distancias entre la grandeza del autor italiano y mi modesta obra, se observan pequeños rasgos compartidos. Y es la pasión por la reafirmación de uno de los grandes padres de la novela negra: Sir Arthur Conan Doyle. Los escenarios, ya sean prosa –como en este caso—, así como poesía o relato, siguen de la mano. Soy de las que piensan que en todos los estilos, existe un tornasol de lenguajes. No es la primera vez que me preguntan si me siento poeta o escritora. Lo cierto es que reivindico el concepto de “escribidora innata todoterreno”.
–¿Cómo crees que te ven tus lectores?
–Hay lectores que me ven como a una poeta realista y oscura. Otros me conocen como escritora erótica. Alguien capaz de imaginar lo inimaginable entre la dicotomía del día y la noche. Una introversión de la violencia; vida y muerte. El retrato del mal y la fascinación de la elegancia por lo exquisito. ¿Acaso existe algún animal más hermoso y deseado que una pantera negra? En fin, como permiso de Simone Simon y el maestro del terror de serie B, Jacques Tourneur, quiero seguir explorando itinerarios con la misma pasión del día que encontré, por primera vez, un lápiz y un papel e inicié mi diáspora por los senderos del negro sobre blanco.
–Una mujer sola, ¿es campo fértil para sembrar la utopía del amor?
–Las mujeres, por suerte, somos hoy algo más que un objeto: somos personas igual de solventes que los hombres. Solo hay que fijarse en la literatura a lo largo de la historia y del concepto de la mujer en ella. Desde los discursos científicos de determinados eruditos de turno, cuando se nos ha intentado reducir a una función reproductora y al ángel del hogar, donde todo está impoluto mientras nos dibujaban con cara de florero. Tuvieron que pasar muchos años para que aparecieran verdaderas luchadoras –y unos pocos luchadores intelectuales—, reivindicando nuestra capacidad de afrontar las situaciones de la vida y los diferentes roles en ella, en igualdad de condiciones. Por desgracia, pese a encontrarnos en el siglo XXI, todavía existen culturas que nos consideran meros entretenimientos. No obstante, el contexto de una mujer seductora, independiente y fuerte, está a la orden del día. Pensemos en el personaje del videojuego Lara Croft y quién es la actriz que le da réplica. Somos mujeres y todas tenemos gustos en el amor. Si una mujer tiene la fuerza necesaria para ser algo más que una mera utopía del amor, nos encontramos con el mítico personaje de Madame Bovary que sigue traspasando y ganando nuevos corazones. El amor más que una utopía, es la lindeza de un instante efímero de placer. Dura como el hechizo de lo platónico a los 15 años. Sin embargo, el tiempo hace de algunas mujeres auténticas artistas de la agricultura. Somos potencialmente campos magnéticos de un amor que sigue empujándonos a la búsqueda de los mejor de todos en esta complicada vida.
–¿Que el padre se muera antes de que freudianamente un hijo pueda “matarlo” constituye la primera traición existencial?
–Depende del enfoque y la posibilidad de entrega. Sería demasiado arrogante por parte de Eva Lagos –la protagonista de El Legado de la Rosa Negra—, no compartier el duelo o empatía por Ana Freud. Ambas, se sienten traicionadas por la muerte paterna, igual que cualquier hijo de vecino. Te voy a ser sincera. Mi primer gran guadañazo existencial fue la muerte de mi papá, recién cumplidos los cuatro años. Nunca lo olvidaré. A veces, le hago preguntas como si estuviera escuchándome… ¿Por qué ahora que me has comprado un cuatriciclo, te marchas? Por ejemplo. Siempre llevo su aroma a Celtas sin boquilla, carajillos y novelas de M. L. Estefanía, en lo más recóndito de mi persona. Eva Lagos recoge el testigo paterno del amor por Egipto; de lo contrario, nunca hubiera sido arqueóloga.
–¿Qué piensas de las novelas de amor?
–Son esenciales. No sé si será por deformación profesional o académica –a pesar de que no ejerzo— pero la historia de cualquier acontecimiento no se podría explicar sin una historia de amor detrás de la propia crónica. La literatura en prosa, anterior al siglo XV, tiene un fuerte predominio de influencia oriental, ejemplarizado en la fábula y el cuento de Don Juan Manuel el Conde de Lucanor (la existencia de dos mundos que convivían y se retroalimentaban entre la épica de la caballeresca y la pasión de oriente, para ser más precisos los cuentos bizantinos), pasando por obras maestras como Cárcel de amor de Diego de San Pedro; bajo mi punto de vista, el segundo best seller mundial tras la biblia. El tercero, Romeo y Julieta, de Shakespeare. ¡Qué libro sería que la Santa Inquisición acabó con él y sus libros fueron quemados! Siguiendo esa ruta de la literatura española en el Medievo, qué decir de esa gran maravilla de la lengua castellana: La Celestina. Desde este periodo, ¡qué ya ha llovido! Al realismo español, ruso o francés; el amor ha sido desencadenante, y/o ha convivido en guerras, dictaduras, hambrunas, magnicidios, infanticidios y otros momentos más dulces donde la pasión es acción. El amor —reitero— es el motor de nuestra existencia. Siempre me acuerdo de una frase que le dice James Corburn a Nick Nolte en el filme Affliction: “¡Yo estoy hecho de amor, hijo! ¿Y tú?”. Y esa secuencia puede que sea de las más demoledoras de la historia del cine contemporáneo… La belleza y la crueldad del propio amor están en nuestro ADN. Aunque lo manifestemos en registros difíciles de congeniar.
–¿Son las novelas de amor de hoy las de aventuras del pasado?
–Sin ninguna duda. Toda aventura del pasado desde la más convencional. Obviaremos la gran lista de escritores clásicos y actuales, pasando por los fustes estructurales del argumento: es inmensa. Nada ha cambiado ni siquiera una coma. Y es más, sólo hay que ver la cantidad de fantasía literaria que está alimentando a los nuevos canales de ficción del cable y en streaming made in USA. Amén de la BBC o el Channel 4 de UK, y las factorías latinoamericanas. Un buen ejemplo, es el caso de Poldark, del escritor Winston Graham. En su momento fue un éxito de crítica, y a fínales de los 70, Granada TV emitió la serie en televisión. El serial se convirtió, en algo así como un culebrón para gentlemen y ladies versus Europa con un exitoso remake actual. La estructura es idéntica a la de cualquier historia del otro lado del charco. Semejante a los folletines de Televisa que adaptaba la magnífica obra de la escritora Mimí Bechelani,y que llevaron a Salma Hayek hasta el estrellato.
–Es decir, ¿no será que a causa precisamente de su anacronismo las estamos rescatando?
–El pasado nunca es absurdo, nos enseña a comprender mejor nuestro presente y la novela romántica vive un auténtico boom con las mismas premisas de antaño. Eso sí, cuidando mucho los elementos estéticos de carácter editorial. Sus protagonistas siguen siendo mujeres fuertes, de gran carácter y enjundia. Los elementos soñadores se imponen en nuevas tramas donde la evolución de lo que llamamos nuevas tecnologías, han hecho más accesibles a segmentos de la población que parecía haberles dado la espalda. Es un buen momento para la reivindicación del género y en el caso de la novela romántica en español hay nuevas autoras, tanto en España como Latinoamérica, realmente fantásticas como Raquel Barco, Lorena Cabo, Florencia Bonelli, Estrella Rubilar o Beatriz Escalante.
–¿Oriente siempre es el misterio y Occidente la indagación del misterio?
–He viajado por diversos países orientales y puedo decirte que el choque entre Oriente y Occidente, es brutal. Y mucho me temo que, aunque nos pese, lo seguirá siendo. Lo desconocido es misterioso, siempre. Con la historia sucede lo mismo porque al no vivirla, todo son suposiciones. La arquitectura de aquellas civilizaciones, el arte, la religión o la gastronomía...son atrayentes. Y su encuentro es todavía fascinante. Por momentos, vemos a Marco Polo en la mismísima China, un veneciano en la corte de la dinastía Yuan. Especias y sedas, pólvora; los misterios en su relación con la vida espiritual de la humanidad, el fortalecimiento de las fuerzas interiores de la vida anímica. La fascinación de la eterna búsqueda del Santo Grial que en parte es la derivación de nuestra sociedad actual. Como bien has dicho, Oriente es aún un misterio y Occidente un empecinado sempiterno Dr. House a la búsqueda de patógenos; en nuestro caso, la imaginación de la experiencia entre lo tangible y lo espiritual.
–El legado de la rosa negra indaga también sobre el cuerpo, el cuerpo desnudo de una stripper de ocasión, ¿qué reflexión podrías hacer al respecto?
–¿Que a los humanos nos agrada ser bellos, deseados, provocativos…? A todos nos gustaría ser it girl o it boy. Eva Lagos es una stripper ocasional. A veces, se hacen cosas que no apetecen; pero que necesitamos sí o sí. Por vocación frustrada, por necesidad económica o por obligación. Por falta de afecto o por un desencuentro amoroso. Incluso por cualidades innatas o puro capricho ¿Nos preguntamos cuando un multimillonario se compra un Picasso para su colección privada, cuando lo ideal sería que estuviera en un museo para el disfrute de la sociedad? No. Es difícil evitar los prejuicios, lo políticamente incorrecto…
–Como el mundo stripper…
–Hoy leía con perplejidad la vida de un joven actor que me encanta, Channing Tatum. Hablaba de la necesidad económica y su adicción a las drogas. Cómo, él, un hombre, se buscaba la vida de stripper… Curiosamente, el actor se ha metido en el personaje de un stripper en los filmes Magic Mike y Magic Mike XXL. Otra coincidencia, de estas curiosas películas, es que uno de sus compañeros de reparto, Joe Manganiello, encajaría perfectamente como el egipcio que subyuga los sentidos de Eva Lagos en El legado de la rosa negra. El stripdance hace furor en los gimnasios occidentales: ¿Provocación o frivolidad? Podría decirte miles de motivos por los que, a diario, hacemos cosas que nos agradan y otras en las que sucede todo lo opuesto. La stripper de El legado de la rosa negra, Eva Lagos, es una joven necesitada de una ayuda financiera para lograr su propósito: viajar a Egipto. Es una mujer muy hermosa y demasiado ingenua, que desconoce su poder de seducción.–La narradora habla del sadomasoquismo como algo que tarde o temprano se da naturalmente en la vida de una persona ¿es lo que piensas tú también?
–Para mí, la vida es sufrimiento; nacemos por medio del dolor. Un parto es algo que marca a una madre. Conocemos a un montón de mujeres que narran el acontecimiento: esa mezcla de cataclismo espiritual y episodio mágico. Raro es el humano que no llore y/o haga sufrir a alguien, a propósito o inconscientemente, a lo largo de su vida. Había un entrenador que decía: “La victoria en la cancha con dolor sabe mejor”. Bromas aparte, el sadomasoquismo es un mundo muy complejo. Desde la patología clínica a la pulcritud de personas sui generis que hacen del mismo una manera de ver la vida.
–¿Es el deseo que convierte a la protagonista en esclava en una cárcel de oro o es el amor?
–Eva Lagos, es una damisela marcada desde la infancia, de fuerte carácter pero envuelta en una inseguridad permanente. Algo que la lleva a confundir el deseo físico con el amor. Sin embargo, en la vida no todo es lo que parece y el oro puede tornarse amargo como la hiel. Entonces, ahí es uno mismo el que decide: o mueres o sobrevives. Suele suceder que las personas sensibles e incluso fantasiosas, resultan más osadas que los guerreros bizarros. No utilizan catanas. Pueden usar sus encantos y modelar el acerbo a su antojo. Claro, cuando estás la borde de la muerte, la polilla se torna mariposa y vuela...
–Esta es tu tercera novela, ¿qué es escribir para ti?
–La escritura es vida. Soy una persona extremadamente tímida, nunca he despuntado en nada por ser callada y sumisa. Me enamoré de mi esposo porque, además de tener unos ojos azules preciosos, tenía algo de lo que yo carecía: el don de la oratoria. Mi lenguaje, ha sido y será, el escrito. Es mi armadura, mi alter ego. Me da el poder del que carezco porque tengo una imaginación prolífera. Puedo escribir sobre cualquier temática, soy bastante anárquica con mi producción literaria. Pero en el fondo, soy una romántica nata. Me despido de vosotros con la frase de Victoria Holt, a quien leía de jovencita, que he puesto al comienzo de la novela y que la define notablemente: “Se parecía a esas aventuras fantásticas que sólo los dioses y los héroes son dignos de protagonizar”. Pero, en El legado de la rosa negra, cualquiera de nosotros podemos sentirnos partícipes de sus magníficas aventuras.