Camilo Cienfuegos Gorriarán nació un 6 de febrero de 1932. El Comandante del Pueblo, El Señor de la Vanguardia, Héroe de Yaguajay o el héroe del sombrero alón es reconocido, como Fidel Castro, el Che Guevara, Raúl Castro y Juan Almeida, parte del grupo compacto que logró el triunfo de la Revolución Cubana.
Murió en condiciones todavía no aclaradas. Unos dicen que fue derribado por la defensa antiaérea cubanas; otros, que fue asesinado por la CIA. La versión oficial indica que cayó al mar en una avioneta.
Ni su cuerpo ni él fueron encontrados.
En recuerdo de este “barbón” que se volvió un icono de las revoluciones de la segunda mitad del Siglo XX, esta colección de frases de él, para él y sobre él.
1. Si nosotros inventáramos un nombre para un personaje de leyenda le podríamos poner el nombre de Camilo Cienfuegos. La misma muerte de Camilo, perdido en el mar, la manera de conmemorarla, echando una flor al agua y todas aquellas, sus hazañas, son acciones de leyenda.
–Vilma Espín, guerrillera
2. Un día llegué yo a caballo a donde ellos estaban: era el día que llevaba en animal para ensillárselo a Camilo, para que se trasladara de un lado a otro, y él coge y se pone mi sombrero y me dice que a mí no me lucía ese sombrero, que le lucía, por ejemplo, al capitán Camilo, y se lo pone, se miró en un espejito y me dice: - ¿Qué chico? Ponte la gorra esta. Le digo: - Bueno, me la llevaré para la casa y me pondré otro sombrero que tengo allá, que inclusive es mejor que este que tengo puesto, que tiene unos cuantos años ya. Él se quedó con el sombrero y yo lo miraba y me reía y él luego miraba que yo le estaba mirando el sombrero y él se reía y guiñaba un ojo y les hacía señas a los otros compañeros. Y él luego les hacía señas a ellos que yo estaba mirando el sombrero; parece que él pensaba que yo quería el sombrero, pero era mirando que le lucía bien. Ese sombrero que Camilo traía era mío. Era mío y a mí me era orgullo que a él le luciera bien, lo trajera, y que Camilo con ese sombrero luce más bonito todavía. Ese sombrero se lo regalé yo, se lo regalé yo en el sentido que él lo cogió y se lo puso y le quedó bien, me miró y me dijo que le lucía más a él que a mí y se quedó con él.
–Rafael Verdecía Lien, campesino de Sierra Maestra, colaborador del Ejército Rebelde
3. El viaje no es muy largo, pero el mulo en que pienso hacer el regreso es vago y bruto como no hay dos, cuando vine tuve que apearme tres veces a empujarlo, y eso que era loma abajo. Ahora que es loma arriba tendré que echármelo a cuesta, como si fuera la mochila.
–De una carta de Camilo a sus padres
4. Del día de mis cumpleaños les diré que tuve quien me hiciera mis regalitos, pues Rafael me regaló una corbata, la familia Téllez una camisa y unos calzoncillos y por otro lado un pasador y yugos. “Suerte que tiene el Cubano”
–De una carta de Camilo a su familia
5. Otra de sus cosas era con los perros, con los animales en general. Recuerdo ahora que, al poco tiempo del 10 de marzo de 1952, del golpe de Estado que diera el dictador Fulgencio Batista, se apareció en casa un perrito. Llegó por la madrugada, de eso estoy seguro, porque Camilo, asociando la llegada del animalito con la entrada de Batista por la posta 6 en una madrugada, le puso Fulgencio. Cuando se fue quisimos disimular y le decíamos Negrito. Una vez le escribimos mandándole una foto y él contestó: “Quedó muy bien Fulgencio.” Cuando nos hacen un registro, ven la carta y me preguntan por Fulgencio y cuando le digo que Fulgencio es el perro, ¡cómo se puso el guardia!
–Ramón Cienfuegos
6. Nosotros dormíamos siempre juntos. Camilo colgaba la hamaca en el segundo piso porque él era quien traía un nailon chiquitico y entonces amarraba arriba, bien arriba para que en el primer piso colgara Víctor Mora y también se beneficiara con el nailito y yo, como no tenía nada, me acurrucaba debajo del árbol, a la sombra de la hamaca como un lechoncito y así estábamos los tres tapados por el nailon de Camilo.
–Walfrido Pérez, guerrillero invasor de la Columna No. 2
7. Reconozco que alguna vez fui injusto. Por ejemplo, el día que me comunicaron que Camilo había mordido a una conserje de kindergarten. Lo llamé, Le expliqué lo que pasaba. Él no dijo ni esta boca es mía. Un mes lo tuve de penitencia. Después supe accidentalmente, que no había sido él sino un compañero al que quería mucho. Pero aguantó el castigo: yo, que sentía lástima cuando hizo dos o tres trastadas, le decía: “Te las perdono, a cuenta del castigo que cumpliste sin haberlo merecido.”
–Ramón Cienfuegos
8. Era el segundo domingo de mayo y en el campamento rebelde del comandante Camilo Cienfuegos se planificaban las próximas acciones en el llano para batir a la tiranía. Dos jóvenes se le acercan, son muchachos de la zona que se han unido al movimiento en los montes. - Comandante, ¿usted podría darnos un permiso para llegarnos a ver a nuestras madres? - Bien, pueden ir, pero no tarden… - Enseguida, Comandante… –y dieron la espalda para retirarse. Camilo, como un relámpago, volvió a detenerlos. - Un momento… ¿qué les llevan? Los jóvenes se miraron. - Nada… - ¿Y cómo piensan ustedes ver a sus madres sin llevarles nada… No, y no… cojan estos veinte pesos, repártanlo y llévenles algo.
-Antonio “Ñico” Cervantes, enlace de la columna con la ciudad
9. Cuando el ciclón del 44 era muy niño y nunca había visto un ciclón. Estaba loco por saciar su curiosidad. Yo le decía: “Niño, los ciclones son peligrosos, les tumban las casas a las personas y causan mucho daño.” Ni quien lo convenciera. Vino el ciclón y pasamos todo el tiempo con la puerta semiabierta. Cuando todo terminó y salimos a la calle, lo primero que vio fue la casa de un compañerito a quien quería mucho, o mejor dicho, lo que quedaba de la casa, que se había caído. A la familia no le pasó nada, pero Camilo se entristeció y prometió no volverse a alegrar por la llegada de un ciclón.
–Ramón Cienfuegos
10. Camilo ordenaba a algún compañero una misión en la ciudad, le facilitaba dinero con que poder comer durante el tiempo que demorara la encomienda. Ñico, uno de sus hombres, utilizado múltiples veces para entrar y salir de la ciudad de Bayamo, debía burlar el cerco de los guardias y sacar del pueblo alimentos, medicinas, y otros útiles necesarios para las tropas que operaban en los montes. El enlace, en la conciencia de que el dinero que le daban era necesario para otras cosas, escasas veces lo utilizaba y lo entregaba íntegro. Por otra parte, en varias ocasiones llegaban a casas de campesinos conocidos por él y solicitaba el plato de comida para continuar la misión. En una ocasión, Camilo, bastante contrariado, le llamó a su presencia. “Oye –le dijo– me parece que te estás comiendo la comida de los campesinos y eso no es bueno. Yo te doy dinero para que lo gastes y no para que me lo devuelvas y vayas a pegarles la ‘gorra. No quiero que se repita.”
–Antonio “Ñico” Cervantes
11. A ustedes me dirijo, puesto que ante ustedes, como principales gerentes de esa casa, empeñé mi la palabra, con respecto al pago de los $153.56 que desde esta ciudad haría, ya que en el momento de dejar esa casa, muy a pesar mío, me era imposible realizar esa liquidación. (…) Adjunto a estas líneas, les envío el importe de ciento cincuenta y tres pesos con cincuenta y seis centavos ($153.56) en esa casa, “Sastrería El Arte”, realicé en el tiempo que de ella fui empleado. (…) Ya realizada esta operación, podré sentirme verdaderamente tranquilo, sabiendo que esa mancha sobre mi apellido pesaba, materialmente está borrada(…)
–Carta a los dueños de su antiguo trabajo
12. Camilo tenía hambre y quería comer; tuvimos fuertes “broncas” con Camilo porque quería constantemente meterse en los bohíos para pedir algo y, dos veces, por seguir los consejos del “bando comelón” estuvimos a punto de caer en las manos de un ejército que había asesinado allí a decenas de nuestros compañeros. Al noveno día, la parte “glotona” triunfó; fuimos a un bohío, comimos y nos enfermamos todos, pero entre los más enfermos, naturalmente, estaba Camilo, que había engullido como un león un cabrito entero.
–Ernesto Che Guevara
13. El campamento rebelde es actividad. Los combatientes se disponen a marchar a un combate. El rebelde Horacio González Polanco, a quien Camilo había apodado cariñosamente el Mulato, pese a que la pigmentación de su piel no correspondía a la designación, se lamentaba junto al teniente de larga barbas. - Óyeme, ¡con qué gusto me tomaría un jarro de café con leche…! Camilo, que no participaría en la acción le sonrió y sin decir palabra alguna, se retiró lentamente, hacia el rincón del monte donde colgaba la hamaca. Polanco se disponía ya a partir junto con el resto de los combatientes seleccionados para la acción, cuando, desde lo alto de un promontorio, oyó una voz conocida, que gritaba: - Mulato, antes de irte, para por aquí… Polanco cruzó con sus descalzos pies el tramo que le separaba y se aproximó. Frente a él, extendiendo en la mano un jarro, le sonreía Camilo. - ¡Esto vale un tesoro!, ¿dónde lo conseguiste? - Nada, tenía una reservita de lata de leche, y la sangré…
–Horacio González Polanco, guerrillero
14. La comandancia general de la Columna 2 radicaba en el lugar conocido como montes de La Caridad, en Las Villas. Allí se encontraban además la planta de radio y el almacén y Puerto Gofio, nombre con el cual Camilo parodiaba al de la cárcel de Puerto Boniato. Los rebeldes batían al ejército de la tiranía, hostigándolo en los caminos, carreteras y pueblos de la costa norte, como Venegas, Iguará, Mayajigua, Meneses, Zulueta, General Carrillo y otros. Un día, en el campamento de La Caridad se suscitó un singular diálogo entre el jefe guerrillero y Lorenzo Pérez Pérez, conocido por Monino, carnicero de la zona y colaborador de los rebeldes. - Viejo –le dijo Camilo–, sáqueme un bistec bien grande para un hombre que va a combatir hoy. El viejo Monino, satisfaciendo la petición, lo preparó en la rústica cocina, acompañándolo con malanga. Al día siguiente, al ver nuevamente al viejo Monino, lo envolvió con su franca sonrisa, comentando. - Óigame, el bistec de ayer me dio muchas energías… ¿No se enteró de la paliza que les dimos a los casquitos en Zulueta?
–Lorenzo Pérez Pérez, colaborador del Ejército Rebelde
15. ¡Me encanta el sabotaje! Caminamos como uno y medio kilómetro y se detuvo la columna al pasar una línea de cables telefónicos que existe entre Bayamo y Martí, en la provincia de Camagüey. La línea en cuestión fue cortada frente al chucho ferroviario Pastor. Causaba admiración ver a Santiago Rosales subir al poste telefónico. ¡Qué rapidez! Cortó los alambres y estos en el suelo fueron hechos añicos con extraordinaria velocidad por el Capitán, quien a la vez daba a los alambres más cortes que un sastre a un traje. Exclamaba: ¡Me encanta el sabotaje!
–Osvaldo Herrera, capitán rebelde que al caer prisionero optó por privarse de la vida
16. Fuimos al panteón donde cayó el Apóstol y colocamos como él quería una bandera y un ramo de rosas, y se puso otra bandera, la del 26. Hicimos un minuto de silencio en memoria de los caídos y dos descargas de fusilería. De más está decirle que la aviación ametralló más tarde los alrededores. Aquello es una vergüenza como está de abandonado. Tenía planeado mandar a limpiarle y arreglar el lugar. Ya nos encargamos de hacerlo.
–Carta de Camilo a Fidel
17. El día de enero fui al Parque Central, aquello parecía un desfile policíaco, estaban por docenas, no permitían grupos ni entrar al parque, al rato logré entrar. Cuando me acerqué a la estatua del Apóstol rindiéndole homenaje silente y pensando cómo estaba la tierra por al cual murió, se me acercaron dos policías moviendo amenazadoramente los palos, me alejé, todos esperábamos la llegada de Echevarría, la orden era que cuando él apareciera unirse todo el mundo, él llegó por Prado en una máquina con otros portando una corona, acto seguido empezaron los palos a todo el que intentaba acercarse. Echeverría y los demás peleaban cuerpo a cuerpo con la policía, la corona para el Apóstol destrozada por el suelo. Yo estaba frente al Asturiano. Cuando corría hacia el lugar me cogieron tres “paisanos” y la emprendieron a golpes, me metieron en un carro “chapa particular”. Cuando lo llenaron (enseguida lo hicieron), nos llevaron a las oficinas del BRAC, Buró Represivo de Actividades Comunistas, según nos subían al carro nos daban golpes. Ya dentro me dieron una patada en la cara. En el BRAC nos tuvieron como seis horas, nos tomaron las huellas, mil preguntas y me retrataron con un cartelito que decía: “COMUNISTA”. Este fue el homenaje que le brindó la dictadura a MARTÍ en su natalicio.
–Carta de Camilo a José Antonio Pérez, amigo cubano que residía por entonces en Estados Unidos