Con su actitud, parece decir: “Soy mucho más que la esposa de López Obrador”. En Viejo siglo nuevo (Planeta, 2012), su segunda novela, la escritora habla de la vida, las creencias místicas y la muerte de Francisco I. Madero
Aunque no es cortante, ni mucho menos grosera, en un primer momento Beatriz Gutiérrez Müller es seca. Sonríe poco y se le siente tensa. Va vestida de negro. Discreta pero elegante, como la describieron las revistas de sociales y de moda durante la campaña presidencial. Su cabello rubio está recogido a la mitad de la cabeza, por la parte de atrás.
Al final de esta conversación con Sin Embargo MX, Beatriz dirá que no le gustan nada las entrevistas, que la hacen sentir incómoda. Pero en este momento parecería que es quizá su ascendencia alemana lo que sale a relucir en su trato, demasiado reservado; o que quizá simplemente está cansada de que los periodistas la entrevisten por su nuevo libro Viejo siglo nuevo (Planeta, 2012), y sólo le pregunten por su esposo, Andrés Manuel López Obrador.
Hija de Nora Beatriz Müller Bentjerodt, chilena de ascendencia alemana, y del mexicano Juan Gutiérrez Canet (quien falleció en Morelia, Michoacán, el 14 de febrero pasado), Beatriz es licenciada en Comunicación por la Universidad Iberoamericana de Puebla, maestra en Literatura Iberoamericana, por la misma escuela, y candidata al doctorado en Teoría Literaria.
Además de escribir cuentos y crónicas, casi siempre con temas históricos o filosóficos, como Un día de noche, Historia de un concilio y otros cuentos, Manuscrito de secretos y Filipo o Giordano Bruno, ejerció durante algunos años el Periodismo.
Su primer novela fue Larga vida al sol (Planeta, 2011).
Así que, sí, es muy probable que su actitud este medio día soleado de noviembre sea una suerte de escudo, de defensa, como queriendo decir: “Hey, acabo de publicar mi segunda novela; soy más que sólo la esposa de AMLO”.
ME VOLVÍ MADERISTA DE HUESO COLORADO
Y puede que tenga razón, porque al poco tiempo de hablar con ella es fácil darse cuenta de que se trata de una mujer que conoce a fondo y a la que le apasiona el tema de su libro: la Decena Trágica y la muerte de Madero:
“No es que un día amaneces y dices: hoy voy a comenzar a escribir sobre ciertas cosas. Yo pienso que tú vas creando en tu mente historias, muchas historias a lo largo de muchos años, y un día cuajan. Hay muchas historias que se van escribiendo, y lo que hace falta es ponerse a trabajar y darles cuerpo.
Y originalmente el papel de Madero era menos protagónico. Se iba a contar la Decena Trágica a partir de otros grupos y otras expresiones que no se cuentan normalmente. Y Madero se fue ganando su propio lugar. Y eso me dio mucho gusto porque una de mis luchas como escritora ha sido no ser una tirana con los personajes y hacerles decir lo que yo quiero, como ocurre muy a menudo en la Literatura contemporánea. Entonces Madero se ganó su lugar a pulso y pude, quizá, ser un mínimo vehículo que le diera voz a un personaje que todavía tiene mucho que decirnos”.
¿Acaso hay una intención de comparar a esta figura de la Revolución mexicana con su marido, Andrés Manuel López Obrador? Beatriz se niega a hablar de ello, pero el Madero que describe en Viejo siglo nuevo es un ser incorruptible, firme con sus convicciones; un hombre, ante todo, espiritual:
“Yo conocía de Madero lo que pueda saber cualquier persona medianamente informada sobre la Historia de México. Y conocerlo me impresionó mucho. Me convertí en una maderista sin duda y de hueso colorado, porque Madero es alguien casi impoluto en el mundo de la política, de cualquier época. La historia del político que tiene que matar para llegar al poder como ocurrió mucho en la Postrevolución, Madero no la encarna. Madero es alguien que, creo a pie juntillas, que debió haberse dedicado a otra cosa: a la evangelización, a la vida monacal, la purificación de las almas. Él estaba en contra de ello; optó por la vida política, por la participación política y democrática, y legal también, porque también pudo dedicarse a la ilegal. Bueno, al final lo hace porque llama a una Revolución.
Me conmovió mucho; alguien que dedicó toda su vida, hasta su fortuna personal, su prestigio, su prosapia, su alcurnia, toda la puso para un mejor país.
Para la historia nacional, en donde hemos tenido más bien asesinos, corruptos, vende patrias y demás, alguien como Madero es una especie de paraíso de gobierno”.
– Hay un rasgo de Madero que tú describes en la novela, y del que poco se sabe, que es el de su afición por el espiritismo. ¿Cómo te encontraste con esto en tu investigación?
– Madero espiritista es antes de Madero demócrata, Madero justiciero, Madero revolucionario, Madero Presidente. Y no te puedes explicar a Madero sin pasar por el espiritismo.
Eso me sorprendió mucho. Porque yo hubiese pensado que los mentores de Madero eran los grandes revolucionarios de la Revolución francesa del XVIII, o a la mejor los pensadores… Y no, resulta que su gran influencia es Allan Kardec, el fundador del espiritismo.
Entonces, si éste es el motivo de que Madero incursione en política y demás, el espiritismo, poniendo aparte el asunto de hablar con los muertos, quitemos eso, que a mucha gente le causa prurito y piensa que es una cosa mala, o de herejía, o yo no se que… Lo ponemos aparte y empiezas a descubrir en el espiritismo una corriente de pensamiento fundamentalmente libertaria. Si hay algo que el espiritismo pone por delante de todo pensamiento en la época en la que Kardec hace sus planteamientos, es la libertad del hombre.
Fíjate cómo Madero asocia la libertad del hombre espiritista o kardequiana con el pensamiento democrático. ¡Ah! Pues entonces no podemos estar gobernados por tiranos, ni por déspotas. La libertad del hombre es hasta para poner a sus propias autoridades, que es un principio, por lo demás, muy de la Revolución francesa, la libertad. Y de ahí vienen la igualdad y la fraternidad.
Él mismo escribió sus antecedentes espiritistas, sus propias sesiones con los espíritus con los que hablaba. No me las inventé. Claro, hay una parte ficcional y recreativa, pero tenemos la fortuna de contar con el propio testimonio del autor sobre esos contactos que tenía, y cómo estos espíritus, fundamentalmente dos de sus hermanos que fallecieron pequeños, Raúl y José, le fueron dictando cosas.
Por ejemplo, la sucesión presidencial ocurre porque los espíritus comienzan a decirle la importancia que tiene escribir y dejar sentado por escrito sus ideas sobre la democracia. Y hasta le recomiendan casarse con Sara. “Ya la tienes ahí, mano, ya deja el vicio, ya no bebas, levántate a tales horas.
Muchos miembros de su propia familia hicieron caso omiso a estas ideologías maderistas porque las consideraron una charada. A los historiadores no les ha gustado mucho tampoco descubrir en Madero a un Madero espiritista, homeópata, vegetariano, célibe. Tendemos a construir al prócer como alguien que tiene otra visión doctrinal más de tipo social, político, no de esa índole, espiritual.
– Igual de sorprendente fue, al menos para mí, encontrar su admiración por Benito Juárez…
– Claro, porque Juárez era también muy religioso. Lo que pasa es que Juárez cuando se enfunde de Presidente, deja la religión por la paz, y Madero andaba en las mismas. Le tenía una admiración muy grande.
Y además, como dice Madero, y lo dejó por escrito, Juárez no era ni anti religioso ni anti clerical; Madero tampoco. Madero es el primero que permite la llegada de judíos a México, en 1912. Y como era masón también, les presta un lugar de reunión de los masones por aquí en una colonia céntrica, no sé si la Doctores o la Juárez, para que los primeros judíos que llegan a México se puedan reunir ahí y tener sus ritos.
Madero era una persona muy, pero muy tolerante en ese aspecto de las creencias. Y a los revolucionarios se les asocia con el anticlericalismo, y es el iniciador de la Revolución; imagínate que interesante fenómeno.
“CREO EN LA LIBERTAD”
– Has dicho que, a excepción de contados ejemplos, entre ellos Madero, hemos tenido puros gobernantes corruptos. ¿La corrupción está en nuestros genes de mexicanos o qué sucede?
– Pues espero que no… (Mueve la cabeza con energía). “No, no, no. Espero que no. Yo creo que es condición humana, y además, como dice el dicho: el dinero que más rápido se gasta es el ajeno. Entonces si el poder está asociado a la corrupción, no creo que sea condición genética, es también una cuestión histórica.
La burocracia, por ejemplo, también es producto de 300 años de colonialismo. Yo no sé si los aztecas y los mayas eran tan corruptos como los españoles en La Conquista. Pero sí sé que desde que somos un país independiente, la constante ha sido Presidentes y gobiernos asesinos, corruptos, malos gobernantes, por lo común. Y ha habido destellos maravillosos con tipos como Benito Juárez, Madero sin duda, Lázaro Cárdenas, que ojalá se dieran con más frecuencia también. Personas más decencia para gobernar. Y que no se nos haga cotidiano encontrar que ya robaron aquí… Que fuese algo hasta místico ser un servidor público verdaderamente con ética.
Yo creo que, aunque sea de vez en cuando pero que aparezcan políticos honrados…
– Y que los dejen llegar… (Apunto, pensando también en López Obrador, pero Beatriz no da su brazo a torcer y vuelve al tema de Madero)
– Y que los dejen llegar y que no los maten, como a Madero. Porque pueden llegar y los matan. Lo que le pasó a tantos, no sólo en México, sino a tantos personajes en América Latina. Estaba pensando en este momento en Eliecer Gaitán, de Colombia, que lo mataron. Prácticamente era un candidato electo. Salvador Allende… Mucha gente.
– Sin embargo ha habido ejemplos en América Latina de que se puede tener otra opción de gobierno: Lula da Silva, Cristina Fernández, Evo Morales… (Una vez más, de manera tajante, Beatriz Gutiérrez Müller se niega a hablar de política con nombres y apellidos)
– No conozco para opinar. Pero mientras haya democracia, que es lo menos malo como forma de gobierno… Pero democracia real, no de Constitución y de Ley Electoral; esa está muy bonita. Democracia real, en la práctica, pues que gane el que sea.
Yo en eso también soy muy maderista: Madero no estaba a favor de un régimen de un corte económico, por ejemplo. Tiene una disputa muy interesante con los Flores Magón acerca del socialismo.
Porque yo sí creo que lo primero en el hombre no es un tipo de gobierno, sino el ejercicio de su libertad. Y hoy nos parece bien la democracia pero a la mejor dentro de 100 años alguien inventa un sistema mejor de convivencia comunitaria y nos vamos hacia eso que se invente.
Las doctrinas van y vienen, y en un tiempo la monarquía era lo mejor. En otro tiempo fue la dictadura, como en el siglo XX muchos países europeos. En otro tiempo fue, ¿qué te gusta? El Senado romano. Todo, en su momento ha funcionado. Pero creo que lo que tiene que funcionar, antes que un sistema de gobierno es la libertad del hombre al servicio de la justicia, de la paz, del amor, y de valores que ya no se encuentran así muy seguido.
– ¿Se ha confundido la noción de liberalismo con la de liberalismo económico?
– Un neoliberalismo de hace 20 o 30 años en América Latina no tiene nada que ver con el liberalismo. Es una libertad de mercado, y la libertad del hombre a condición de la libertad de mercado. Se producen esclavos como empleados, esclavos modernos.
LA COCINA Y LAS PALABRAS
Después de casi 40 minutos de conversación, Beatriz se ha ido relajando. Quizá no hasta el punto de sentirse cómoda con la entrevista, pero ahora su semblante se ve más suave. Con la luz del medio día que le da del lado izquierdo, sus ojos claros parecen serenos. Es poco lo que sabe de ella que no tenga que ver con su esposo o con su oficio de escritora. Casi siempre se ha mantenido lejos del ojo público.
– ¿Qué haces en tus ratos libres?
– Me encanta cocinar, muchísimo… (Parece que sólo pensar en esto la hace sonreír. Se le ilumina toda la cara). Ratos libres no tengo muchos, pero cuando los tengo, así como para decir, ahora estoy sola, y voy a hacer tal cosa: me gusta mucho cocinar, y me gusta sentarme a escuchar música…
Y otra cosa que me gusta que hace mucho tiempo que no hago, o no hago con la frecuencia que me gustaría, es leer poesía en voz alta. No es lo mismo leerla en silencio que leerla en voz alta. Es muy bonito.
Después de una apresurada sesión de fotos, en la que Beatriz no paraba de reír, quizá un poco de nervios, se despidió con un poco de prisa. Seguramente el pequeño Jesús Ernesto, el hijo que tuvo con Andrés Manuel López Obrador el 23 de abril de 2007, y que acompañó con paciencia a sus padres a varios mítines y actos de campaña hace sólo unos cuantos meses, la esperaba en casa.