Óscar de la Borbolla
14/10/2024 - 12:03 am
Radiografía del tiempo
“El tiempo es la gran incógnita que desde el origen de las civilizaciones nos rige, es lo que determina que seamos oportunos o impertinentes”.
Nunca he tenido una relación tersa con el tiempo. Mi vida ha sido un estar a deshoras: de niño deseaba que pasara cuanto antes y, ahora, mi mayor deseo es que pase lento. Así, las horas de la infancia se movían con la velocidad de los caracoles del bosque y hoy las semanas, los meses incluso, huyen como el agua de las manos. Sé que esto le pasa a todo el mundo, y sé también que hay muchos ángulos desde los que el tiempo puede abordarse: no son los mismos los plazos cuando se habla de eras geológicas que de sexenios, y que otra cosa es ese tiempo elástico de la psicología que casi no fluye en el aburrimiento y, en cambio, se escapa cuando uno se divierte.
Con todo, la Física es la ciencia que mejor lo comprende, aunque según se sabe, del tiempo aún no se tiene una comprensión cabal. Hay tres posturas principales: Aristóteles, Newton y Einstein, que vale la pena resumir: para el primero, el tiempo es equivalente al cambio de las cosas, de tal manera que si no hay cosas que cambien, tampoco hay tiempo: ¿cómo distinguir el estado A del estado B si son idénticos sea porque no hay nada o porque se mantienen de un momento al otro exactamente iguales? Esta idea aristotélica tuvo vigencia durante milenios. Luego vino Newton a proponer una idea que hoy todavía domina al sentido común: “El tiempo, dijo, es lo que pasa cuando no pasa nada”, lo que implica que no necesita de las cosas ni de que éstas cambien, sino que es un fluir absoluto que avanza inexorablemente y con la misma rapidez en todos los rincones del universo y, por ello, mi ahora coincide con lo que en este mismo momento están haciendo en cualquier lugar: según Newton existe la simultaneidad. La diferencia radical entre una y otra idea es que para Aristóteles solo hay tiempo si hay cambio, y para Newton el tiempo está aunque no pase nada, pasa él.
Con Einstein, la idea newtoniana se alteró diametralmente, pues al volverse una dimensión más y sumarse a las tres espaciales (alto, ancho y profundidad) dejó de existir la simultaneidad y, además, dependiendo de la velocidad del observador o del campo gravitatorio donde se encuentre, la velocidad del tiempo se modifica con respecto a la velocidad del tiempo de lo observado. Así como cada uno de nosotros y todas las cosas tienen su propio aquí, también tienen su propio ahora. Esta idea resultaba incomprensible hace cien años y, hoy en cambio, la mayoría entiende que si uno viaja a una velocidad próxima a la de la luz o pasa por un campo gravitatorio tan fuerte como el de un hoyo negro, su tiempo se ralentiza. Las mediciones experimentales lo han comprobado una y otra vez: el tiempo es relativo a la velocidad del observador o, lo que es lo mismo, no existe la simultaneidad de los distintos ahoras en el universo.
Las tres ideas principales sobre el tiempo que han propuesto los pensadores más señeros son, sin duda, geniales, pero nos siguen dejando con la incógnita ¿qué es el tiempo? Se ha llegado a medir con relojes de una precisión impresionante: los relojes de cesio se desajustan un segundo en todo lo que lleva la edad del universo; puede medirse la antigüedad de los fósiles con carbono 14 registrando su pérdida de radiactividad, se hacen todo tipo de cálculos de una exactitud que rebasa con mucho cualquier problema práctico y, sin embargo, no sabemos si el tiempo es algo en sí mismo o una propiedad emergente o una mera ilusión que produce nuestra conciencia, y tampoco sabemos por qué avanza, cuál es su motor. Solo sabemos que todos indefectiblemente nos moriremos un día de estos. Pero en rigor, mientras no se despeje su naturaleza no sabremos si pasa sin volver de nuevo, o si el pasado, el presente y el futuro forman un bloque en el que son simultáneos, o si es cíclico y nos encontraremos en la próxima vuelta.
El tiempo es la gran incógnita que desde el origen de las civilizaciones nos rige, es lo que determina que seamos oportunos o impertinentes, que tengamos prisa, que se nos vayan las oportunidades; pero sea lo que fuere es cuanto tenemos: nuestra única pertenencia realmente valiosa es nuestro tiempo: el que a cada quien le reste.
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@oscardelaborbol
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