Los resultados de esta revisión sistemática de 57 informes revelaron que los síntomas más comunes son la dificultad para respirar, cansancio, dolor en el pecho y articulaciones, así como pérdida del gusto y olfato.
Madrid, 14 de octubre (Europa Press).- Más de la mitad de las 236 millones de personas a las que se les ha diagnosticado la COVID-19 desde diciembre de 2019 experimentarán síntomas conocidos como “COVID prolongada”, hasta seis meses después de recuperarse, según un estudio de los investigadores del Penn State College of Medicine (Estados Unidos) publicado en la revista JAMA Network Open.
El equipo de investigadores ha advertido a los gobiernos y a las organización médicas para que estén preparados “para la gran cantidad de supervivientes que necesitarán atención para una variedad de síntomas psicológicos y físicos”.
“Estos hallazgos confirman lo que muchos trabajadores de la salud y sobrevivientes de COVID-19 han afirmado, que los efectos adversos para la salud de COVID-19 pueden persistir”, ha manifestado el co-investigador principal Vernon Chinchilli, presidente del Departamento de Ciencias de la Salud Pública.
🔴Short-term and Long-term Rates of Postacute Sequelae of SARS-CoV-2 Infection: A Systematic Review | Infectious Diseases https://t.co/8YLoisszQc
— Gabriel Hébert-Rouillier 💀 (@Gab_H_R) October 13, 2021
Los principales síntomas a los que se refieren los investigadores son el cansancio, dificultad para respirar, dolor en el pecho y en las articulaciones y la pérdida del gusto y olfato.
Este estudio ha evaluado la salud de los pacientes tras recuperarse del virus, para comprender mejor los efectos en la salud a corto y largo plazo participaron pacientes no vacunados que se sobrepusieron a la COVID-19. Según los hallazgos, estos problemas de salud se darán tanto las personas adultas como en los niños.
Así pues, los investigadores han realizado una revisión sistemática de 57 informes que incluían datos de 250 adultos y niños no vacunados hasta marzo de 2021. Entre los consultados, el 79 por ciento fueron hospitalizados y la mayoría de los pacientes (79 por ciento) vivían en países con una tasa alta de ingresos. La mayoría de los consultados eran hombres (56 por ciento) y la media de edad fue de 54 años
Para lograr los resultados, los investigadores analizaron a los pacientes en tres intervalos: el primer mes (a corto plazo), de dos a cinco meses (medio plazo) y de seis o más meses (a largo plazo). Los resultados han revelado una variedad de problemas de salud residuales asociados al virus.
En concreto, más de la mitad de los participantes informaron sobre la pérdida de peso, fatiga, fiebre o dolor; también uno de cada cinco reconoció una disminución en la movilidad; uno de cada cuatro afirmó que le costaba concentrarse; uno de cada tres pacientes fue diagnosticado con trastornos de ansiedad generalizada; seis de cada 10 tenían anomalías en el tórax y más de una cuarta parte dificultad para respirar; además, uno de cada cinco pacientes experimentó pérdida de cabello o erupciones cutáneas; y por último, el dolor de estómago, la falta de apetito, la diarrea y los vómitos se encuentran entre las afecciones más comunes.
“Nuestro estudio no fue diseñado para confirmar que COVID-19 sea la única causa de estos síntomas. Es plausible que los síntomas informados por los pacientes en algunos de los estudios examinados se debieran a otras causas”, ha explicado el co-investigador principal, Paddy Ssentongo, quien ha reivindicado la vacunación como “el mejor aliado” ante el virus y así reducir la posibilidad de “COVID prolongada”.
A pesar de los resultados, los investigadores han matizado que no comprenden completamente las razones de la “COVID prolongada” y añaden que puede ser el resultado de una sobrecarga del sistema inmunológico, una infección persistentes, una reinfección o un aumento de la producción de autoanticuerpos.
Los investigadores han recomendado la intervención temprana para mejorar la calidad de vida y lamentan que en los próximos años habrá muchos pacientes con problemas psiquiátricos y cognitivos que “abrumarán” los servicios médicos, especialmente aquellos países con ingresos bajos.