“Se fue acabando el cariño y la simpatía que sentían por ‘la Gaviota’. El enamoramiento popular con la princesa de México, la reina de la prensa del corazón, no duró ni cuatro años. Muy pronto se convirtió en villana”, escribe la periodista Sanjuana Martínez en su nuevo libro, que trata de Angélica Rivera, la Primera Dama de México que pasó a la oscuridad en poco tiempo, después de ser uno de los rostros de la campaña del PRI –el otro era su esposo, Enrique Peña Nieto– en 2012.
“Los errores de su marido, la corrupción y otros factores hicieron que los mensajes enviados a las cuentas que la Primera Dama tenía abiertas en las redes sociales fueran cada día más negativos. Ninguna dependencia dio información sobre el cierre de las cuentas. Angélica también cerró su cuenta de Twitter @staff_Angelica y su perfil en Instagram con 12 mil 337 seguidores, y fueron borrados todos sus posts”.
Se trata de un libro intenso, sin duda. Revisa todos los escándalos de presunta corrupción en los que se ha visto relacionado su esposo, y también ella.
A continuación publicamos el fragmento del libro Soy la dueña, una historia de poder y avaricia (Temas’dehoy), por cortesía otorgada bajo el permiso de Grupo Planeta México.
El glamour de la Primera Dama
El peso de la televisión privada fue decisivo para el triunfo de Enrique Peña Nieto en las elecciones del domingo 1 de julio de 2012. Por su parte, el sueño de la Gaviota se había cumplido. Por fin entraría a Los Pinos como Primera Dama. En la madrugada del lunes escribió en su página de Facebook: «Esta noche, México ganó. No tengo más que palabras de agradecimiento para los millones de mexicanos que este domingo salieron a votar y depositaron su confianza en Enrique Peña Nieto. Mi esposo está listo para escribir, de la mano de todos los mexicanos, una nueva historia para nuestro país, una historia de éxito para todos, y en la que recuperaremos todos los valores que se han perdido. Estoy muy orgullosa de estar a su lado. Servir a los mexicanos será un gran reto y un gran honor. De todo corazón, gracias. Esta es una de las mejores noches de nuestras vidas».
En la convulsionada toma de protesta de su marido debido a la sombra del fraude electoral, Angélica Rivera estaba más preocupada por el atuendo que luciría. Finalmente se decidió por un vestido Dolce & Gabbana gris con encaje. El diario Bild publicaría un artículo sobre ella titulado: «México cuenta con la primera dama más bella del mundo», mientras que Vanity Fair la incluiría en la lista de las primeras damas mejor vestidas, distinción que parecía darle más realce en la prensa rosa que en el ámbito político y social.
Una de las primeras apariciones de la pareja en plan espectacular tuvo lugar, por supuesto, en Televisa, en el Teletón, el 7 diciembre de 2012. Angélica fue la primera donadora del evento y confesó ahí que su hermana Carito padece síndrome de Turner. Poco antes habían asistido a la premiación de la Mujer del Año, el 3 de diciembre de 2012, donde se reconoció la trayectoria de la magistrada Carmen Alanís. El 21 de diciembre se presentaron en el anuncio del Proyecto del Tren Transpeninsular Mérida-Punta Venado en Yucatán, y el 21 de enero de 2013, en la Cruzada Nacional contra el Hambre en Las Margaritas, Chiapas.
En aquellos primeros meses, Angélica gozaba del cariño de los mexicanos. Fue un periodo de aceptación social y alegría. El 18 de febrero de 2013, una sonora oleada de aplausos la recibió en el concierto de la Orquesta Sinfónica del Ejército y Fuerza Aérea y la Filarmónica de la Armada de México. Su primer viaje como Primera Dama fue ese mismo mes, a Costa Rica, en gira de Estado, acompañando a su marido. La prensa destacó su vestuario y elegancia en los eventos. Acudió el 21 de febrero a hacer guardia de honor al fallecido actor Joaquín Cordero en el Palacio de Bellas Artes. Su sonrisa y soltura en los actos oficiales llamaron la atención lo mismo en las crónicas de la visita del primer ministro de Nueva Zelanda, John Key, que en la ceremonia de los primeros 100 días de gobierno de Enrique Peña Nieto en el Palacio Nacional.
Más que labor social, Angélica Rivera se dedicó a aparecer en actos oficiales, como la presentación del Seguro de Vida para Jefas de Familia, efectuada en Los Pinos el 13 de marzo de 2013, o el inicio de la colecta nacional de la Cruz Roja. Se ocupó en realizar viajes al extranjero, como su visita al Vaticano con motivo de la primera ceremonia del papa Francisco el 18 de marzo. El 4 de abril la recibieron como una rock star en Hong Kong, durante una gira oficial donde siguió al pie de la letra el protocolo en la reunión privada con el emperador de Japón, Akihito, y la emperatriz Michiko. Llamativa, Angélica no dejó de lucir los modelos de grandes diseñadores en las cenas oficiales con el primer ministro de Japón, Shinzo Abe, y con Rosa Leal de Pérez, primera dama de Guatemala. También participó en las giras nacionales junto a su esposo. Se veía radiante cuando en el Palacio Nacional se presentó el Plan Nacional de Desarrollo 2013-2018 y cuando acudió al Palacio de Bellas Artes el 21 de mayo al concierto de gala por el centenario de las Fuerzas Armadas, donde fue ovacionada.
En definitiva, en su primer año como Primera Dama Angélica Rivera conservaba su popularidad y era un gran apoyo para su esposo, pero siempre manejándose con discreción, sin protagonismos, ni siquiera en la asistencia social, actividad a la que prácticamente renunció.
—Ha estado dos pasos atrás de él —llegó a decir sin temor a equivocarse la socióloga e historiadora Sara Sefchovich, que ha estudiado a las primeras damas desde la era prehispánica hasta nuestros días.
La autora dice que el apoyo de Angélica Rivera ha tenido lugar en internet y las redes sociales. Las páginas web del gobierno de México y la Presidencia de la República, por ejemplo, han hecho lo suyo para explotar su imagen. Incluyeron una sección sobre la Primera Dama que borró parte de su historia, en particular la que tiene que ver con el padre de sus tres hijas, a quien ni siquiera mencionan.
El 6 de marzo de 2013, Peña Nieto le otorgó el nombramiento de presidenta honoraria del Consejo Consultivo del Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF). La Primera Dama dijo en la ceremonia solemne: «Soy una mujer que ha trabajado 25 años de manera formal y sé del enorme esfuerzo que realizamos por encontrar el balance y la armonía entre la familia y el trabajo. Con el objetivo de escuchar, de viva voz, las preocupaciones y propuestas de la población, quiero visitarlos en cada uno de los estados del país y tener una comunicación directa, un diálogo constructivo, un diálogo creativo, y así conocer las inquietudes y necesidades de las madres, los padres, los niños, los jóvenes y los abuelitos de México, para buscar soluciones en materia de asistencia social».
El 14 de marzo, en su primer evento como presidenta del Consejo, eligió a Televisa, por supuesto, y entregó apoyos a queretanos con discapacidad de los 18 municipios de la entidad y del Centro de Rehabilitación Integral de Querétaro (CRIQ) del Teletón, evento que ha sido criticado por el comité de expertos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) sobre los derechos de las personas con discapacidad, al grado que urgió al gobierno de México a no entregar al Teletón los recursos financieros que el Estado dedica a la rehabilitación. Los expertos han señalado que las campañas del Teletón promueven el estereotipo de que las personas con discapacidad dependen de la caridad. De hecho, el Teletón ha estado bajo sospecha por su método de recaudación y la poca transparencia en la utilización de los recursos.
A diferencia de la mayoría de las primeras damas, Angélica Rivera prefirió no hacerse cargo de las políticas de asistencia social a nivel federal. Quien dirige el DIF es Laura Vargas Carrillo, esposa del secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong. De esta forma Angélica rompió con la tradición. En un país con más de 53 millones de pobres, la asistencia social dejó de ser prioridad para la Primera Dama. Fue Carmen Romano, esposa del presidente José López Portillo, quien impulsó la fusión del Instituto Mexicano para la Infancia y la Familia (IMPI) con la Institución Mexicana de Asistencia a la Niñez (IMAN) para crear el DIF en 1977. Son pocos los eventos de esta institución que Angélica Rivera ha encabezado; por ejemplo, en septiembre de 2013 recorrió las zonas afectadas por el huracán Ingrid y la tormenta Manuel en Guerrero para entregar la ayuda recolectada por el DIF.
Sin tener lugar protagónico ni mucho menos político, la Primera Dama marcó una diferencia con otras esposas de presidentes como Marta Sahagún o Carmen Romano de López Portillo, y se ha dedicado sólo a «acompañar» a su esposo. Su principal herramienta de comunicación fue su cuenta oficial en Facebook, donde seguía compartiendo su lado público y privado como madre de familia.
Una de sus primeras acciones fue invitar a la primera dama de China, Pen Liyuan, a visitar Televisa. La actriz no presume con sus invitados los museos ni los grandiosos centros arqueológicos que tenemos en México. Para ella lo más importante es organizar recorridos por las instalaciones de Televisa San Ángel. Orgullosa, la Primera Dama le mostró a Pen Liyuan, quien se dedica al canto, la «fábrica de sueños», porque sabía que a la visitante le gustan las telenovelas mexicanas. Su primera parada fue en el foro donde se grababa la telenovela De que te quiero, te quiero. Allí saludaron a los actores. Luego se trasladaron al foro de la telenovela La Tempestad, donde Daniela Romo las recibió e interpretó a capela una canción para ellas. Angélica Rivera deseaba que la esposa del presidente chino conociera a fondo Televisa, que exporta telenovelas a más de 70 países.
«Resulta que a la primera dama china le gustan las telenovelas producidas por la empresa donde trabajaba la Gaviota —escribió Katia D’Artigues en su columna de El Universal—. Siendo así, no desaprovechará la oportunidad para hacer una visita a los foros. ¿Será tema de conversación en la cena que ofrecerá el presidente Peña a la delegación china?, ¿harán resumen telenovelero?».
Cuando cumplió seis meses en su nuevo papel, la Primera Dama agradeció en su página de Facebook el apoyo y cariño de los mexicanos: «Gracias a todos mis amigos en Facebook por sus comentarios y buenos deseos, me encanta leerlos todos los días. En estos primeros seis meses de Gobierno, con el apoyo incondicional de mi esposo, hemos demostrado nuestro compromiso de trabajo por los niños y niñas, hombres y mujeres de todo México. Seguiremos con este mismo ánimo y energía; gracias, sobre todo, por creer que es posible».
Angélica aprovechaba cualquier pretexto para difundir la supuesta unión que existe en su familia con sus hijas biológicas y las de su marido. Publicó las fotos de la presentación de su hija Sofía Castro, también actriz, en el Intercolegial de Baile en mayo de 2013, y además las de una presentación teatral de fin de cursos de Alejandro, hijo de Peña Nieto, y luego imágenes de una entrega de premios en Acapulco, a donde viajó con Nicole, hija de su esposo. Llegó a subir videos, como uno casero en el que le cantaba «Las mañanitas» al Presidente en su cumpleaños.
La transformación de actriz a Primera Dama le estaba funcionando de maravilla. La Gaviota transitó de las estridencias y la excentricidad de la farándula a la elegancia discreta y el lenguaje corporal de la esposa de un mandatario. Acostumbrada a los reflectores mucho antes de llegar a Los Pinos, su interpretación del papel de consorte estaba resultando impecable.
El declive
Hacia octubre de 2013 Angélica Rivera gozaba de una gran popularidad y aceptación social. Su cuenta de Facebook alcanzaba más de un millón de seguidores. Escribió: «¡Un millón de gracias! ¡Muchas gracias a todos mis amigos en Facebook, que en esta semana llegaron a más de un millón!… Me da mucho gusto estar en contacto con todos ustedes. Les agradezco cada uno de sus mensajes, comentarios y opiniones. Leerlos me ayuda a conocer lo que sienten y lo que les preocupa. Sigamos con esta misma comunicación, porque sus peticiones son muy importantes para mí y les aseguro que las estamos atendiendo. Gracias por permitirme estar cerca de ustedes».
La Primera Dama seguía con sus actividades cotidianas. En junio de 2014, la agencia de marketing digital Business Thinking colocó a Angélica Rivera en la posición número 3 en su lista de los 50 políticos mexicanos con mayor número de seguidores en Facebook; en primer lugar estaba Peña Nieto, y en segundo, el ex secretario de Desarrollo Social Heriberto Félix Guerra.
De repente la Primera Dama cerró su cuenta de Facebook en mayo de 2014, sin dar explicación alguna a sus cientos de miles de seguidores. Hasta entonces había compartido materiales de asuntos personales y familiares, en un intento por mostrar ese lado humano de los personajes públicos que tanto gusta a la gente. Algo pasó…
Los errores de su marido, la corrupción y otros factores hicieron que los mensajes enviados a las cuentas que la Primera Dama tenía abiertas en las redes sociales fueran cada día más negativos. Ninguna dependencia dio información sobre el cierre de las cuentas. Angélica también cerró su cuenta de Twitter @staff_Angelica y su perfil en Instagram con 12 mil 337 seguidores, y fueron borrados todos sus posts.
Su último comentario en Facebook fue a propósito del Día de las Madres: «A todas las mamás que entregan todo por amor: ¡felicidades! La vida me regaló a mis tres hijas, y mi esposo me dio la oportunidad de amar y cuidar a tres niños más. Hoy quiero dar las gracias, de manera muy especial, a mi madre, a quien le estoy eternamente agradecida por su guía, ejemplo y por todo el amor que nos ha dado siempre a mí y a mis hermanos. A mi esposo, por amarme y hacerme una mujer tan feliz, y a nuestros seis hijos, porque soy la persona más afortunada de tenerlos conmigo. Los amo Pau, Sof, Ale, Fer, Nicoluz y Regis».
Definitivamente, a la Primera Dama no le fue del todo bien en su segundo año. Su declive se hacía cada vez más abrupto. En un país donde el gobierno se ha convertido en la máquina de hacer pobres —más de la mitad de los mexicanos viven en condiciones de pobreza—, el hecho de tener una Primera Dama rodeada de lujos, con un estilo de vida ostentoso, y cuyos hijos hacían gala de riqueza, empezó a disgustar a los ciudadanos.
Si bien Angélica Rivera se había convertido en la Primera Dama del país, algo de su esencia la hacía reivindicar su papel de actriz. La frivolidad la acompañaba a pesar de sus esfuerzos por mostrarse como una Primera Dama dedicada a la labor social que francamente despreciaba.
La cobertura mediática en torno suyo se les salió de las manos a los operadores de la Presidencia. La señora De Peña constantemente ofrecía entrevistas sobre su felicidad y prosperidad. Los reportajes publicaban en decenas de páginas fotografías de su fastuosa vida.
Su gusto por la ropa de diseñador hacía que cada atuendo que luciera significara un costo de 200 mil a un millón de pesos, incluidas las joyas. En su costoso equipo de imagen se contaban un peluquero, un maquillista y varios especialistas en vestuario, los cuales la acompañaban a las giras internacionales con su marido, sin escatimar gastos.
El despilfarro de la Primera Dama empezó a resultar obsceno en un país con severos problemas económicos, donde a millones de trabajadores se les paga un salario mínimo diario de 73 pesos. Los carísimos gustos de la Primera Dama estaban exasperando a la población. Así que los comentarios que llegaban a sus cuentas en las redes sociales expresaban la indignación y el legítimo resentimiento de la gente.
A pesar de las señales de alerta, Angélica Rivera siguió instalada en su lujosa torre de marfil. No cambió de actitud, mucho menos disminuyó sus gastos en arreglo personal y estilo de vida. Sus hijas y las hijas de Peña Nieto usaban bolsos de 30 mil pesos, zapatos de 20 mil, vestidos de 200 mil; el hijo de Peña Nieto, Alejandro, es conocido por sus viajes a todo lujo. El derroche de la familia presidencial fue tal que la gente terminó por rechazarla abiertamente.
Se fue acabando el cariño y la simpatía que sentían por la Gaviota. El enamoramiento popular con la princesa de México, la reina de la prensa del corazón, no duró ni cuatro años. Muy pronto se convirtió en villana. En el imaginario popular se iba instalando la elegante Primera Dama capaz de usar un vestido diseñado por Óscar de la Renta en la noche del 15 de septiembre de 2014 con un costo de 83 mil pesos. En lugar de elegir un vestido mexicano adecuado para la fecha, optó por un vestido bicolor en rosa mexicano y azul marino corte sirena, confeccionado en tafetán de seda de 6 mil 290 dólares. El maquillaje y el peinado estuvieron a cargo de su maquillista de cabecera, el que la acompaña a las giras internacionales, Alfonso Waithsman, mientras que el styling fue de Karla Guindi y Nathaly Michan, todos ellos integrantes de su inseparable crew de imagen.
Con una actitud frívola e indiferente a los problemas económicos y sociales del país, Angélica Rivera desencantó a la gente.
Fue el principio de su caída.