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María Rivera

14/09/2023 - 12:01 am

Continuidad

“¿Qué país queremos? Habría que preguntarse ¿y para quién? Sobre todo. Yo lo pienso en relación con la cultura, por ejemplo”.

“No se salva ninguna de las dos fuerzas políticas de la crítica que los ciudadanos han hecho de ellos”. Foto: Graciela López, Cuartoscuro.

Pues sí, ya estamos en esa perspectiva cierta de que muy probablemente, el próximo presidente será mujer. Más allá de esto, de las particularidades de cada candidata, más o mayor simpatía, o si usan huipil o traje sastre o si dicen groserías o no, lo que se decidirá el año que entra es el proyecto de nación para los próximos años. Poco importan las particularidades personales, sino lo intereses que representan. Por un lado, el prian, que intenta regresar al poder, con su vieja estructura e idea de país, con sus muy consabidos problemas, y por el otro, la continuidad del proyecto morenista, con los suyos.

No se salva ninguna de las dos fuerzas políticas de la crítica que los ciudadanos han hecho de ellos. El regreso del PRIAN, sus contenidos, formas e ideas de país muy probablemente significaría la restitución de todo aquello que el gobierno de López Obrador echó para abajo estos años. El regreso de las élites políticas, económicas e intelectuales y sus privilegios está cantada, querido lector, y la ruta, también. No hace falta tener una bola de cristal para saber que son exactamente los mismos que la mayoría de los mexicanos echaron del poder, tampoco para saber cómo gobiernan, a quiénes privilegian, etc. Basta con la experiencia de los últimos lustros.

México cambió, ciertamente, o al menos muchos dieron la batalla, durante años, para desterrar las prácticas privatizadoras, y hasta virreinales en las que el país naufragaba, sumido en la corrupción y la violencia. No hace mal recordarlo con espanto, si pensamos que esa opción estará en la boleta en versión populachera, en el peor sentido del término. Esa batalla simbólica, de que el país es de todos, y en la que los pobres deben tener prioridad que el presidente ha dado todos estos años, es lo que se jugará en el 2024.

¿Qué país queremos? Habría que preguntarse ¿y para quién? Sobre todo. Yo lo pienso en relación con la cultura, por ejemplo. Los cambios en el sector cultural de la actual administración lejos de ser para bien, fueron catastróficos y las políticas equivocadas, porque se atacó a parte de la comunidad artística y cultural, se pauperizó y, al mismo tiempo, no se cambiaron de fondo los lastres que el sector arrastraba. De democratización, nada. De descentralización, mejor ni hablamos: el mega proyecto cultural del sexenio en el corazón del corazón del centro del país: Chapultepec. Una Cineteca a minutos de la otra Cineteca en el sur de la Ciudad de México. No, lo que se hizo fue reducir al sector al mínimo y ese mínimo dedicarlo a unos cuantos, nuevamente, pero que comulgaran con la 4T. No hubo una visión abarcadora y plural sobre lo que es la cultura y el arte, ni un programa para democratizar las instituciones culturales, ciertamente aquejadas por los cacicazgos. Los trabajadores de la cultura, como de costumbre, tuvieron que rascar donde ya no había nada o acaso migajas dadas al sector.

Es cierto que se sacaron del poder a la mayoría de quienes solían usar las instituciones culturales para beneficio de grupos y capillas, y que se suspendió el uso de recursos públicos que solían usar como su caja chica, cínica y desvergonzadamente, pero no se emprendió el camino para realmente reformarlas, ni se les democratizó. Finalmente, las mantuvieron con cambios meramente cosméticos que han posibilitado que se cuelen nuevamente los grupos de poder en sus estructuras para reproducir las mismas prácticas facciosas e indebidas. La destrucción del Fonca solo sirvió para empequeñecer al sector y tratar de peor manera a los artistas que lejos de ser privilegiados, suelen vivir al día, no tener ningún tipo de seguridad social, aportando obras que construyen una parte fundamental del patrimonio cultural del país.

La reducción fatal del presupuesto produjo que el horizonte cultural languideciera en su mínima expresión. Nada de ideas, ni planteamientos más allá de la demagogia, nada de vinculación de públicos, de promoción de la cultura mexicana; nada para volverla accesible al público en general.  Antes bien, se puso al sector cultural en hibernación o en franco maltrato para privilegiar programas que están muy lejos de ser una política cultural integral nacional. No, la cultura no se circunscribe a clases de macramé a adultos y de pintura y gimnasia a niños.

Lo mismo puede decirse del gobierno en la Ciudad de México, que gobernó la futura candidata presidencial, Claudia Sheinbaum. Nada de cultura, sino casas de cultura o Pilares, una versión expandida de la cultura priista de los años ochenta cuando existía Socicultur que lo mismo concebía como cultural las clases de karate que las de nutrición. Los artistas fueron convertidos en una clientela de mano de obra barata (denigrada, a la que ni siquiera se le pudo pagar en tiempo y forma) como maestros, talleristas o facilitadores de las urgencias políticas del gobierno.

Ahora que la ya casi candidata presidencial de la izquierda, Claudia Sheinbaum se comienza a acordar de la comunidad artística y cultural del país y hace un llamado a quienes nos dedicamos al arte y la cultura, habría que preguntarle qué pretende hacer. Sobre todo, quienes no queremos ni esperamos que el viejo orden, ciertamente elitista, pero sobre todo corrupto de las instituciones culturales, se restaure. Quienes no queremos que regresen o se perpetúen los funcionarios que con el presupuesto público suelen premiar a sus mafias con ediciones, galardones, homenajes; quienes creemos que el sistema de becas debería de ampliarse en lugar de empequeñecerse para que entren todos y no solo algunos; quienes creemos que el Estado debe tener una política editorial abierta y no centralista, definida por la pluralidad no por sesgos ideológicos de la naturaleza que sea.

No, no basta con haber sacado a quienes utilizaban las instituciones en su beneficio, sino acabar de reformarlas para que esto no ocurra, llegue el gobierno que llegue. Porque es un hecho que los gobiernos pasados trataban a la cultura como un botín de unos cuantos, un coto de grupos intelectuales que solían destinar gran parte del presupuesto a sus ideas y  a sus amigos: contratos y contratos para beneficiarlos, invitaciones, etc. No basta con que no regresen, porque este sexenio, la izquierda traicionó a quienes creíamos que un nuevo orden cultural –plural y democrático- era posible. A quienes imaginábamos que habría muchos más recursos, no menos y que este gobierno privilegiaría la cultura, la salud y la educación, no al ejército.

Ojalá que Sheinbaum aclare qué es lo que pretende en caso de ganar las elecciones ¿llenará al país de casa de cultura priistas pensando que su proyecto cultural es muy bueno? ¿dejará la conducción de la Secretaría de Cultura en los mismas manos que ya aborrecemos? ¿Sostendrá la política soberbia y autoritaria de las actuales funcionarias de no escuchar a críticos? ¿Creerá que esa es la república cultural que queremos? Ya nos enteraremos, querido lector.

María Rivera
María Rivera es poeta, ensayista, cocinera, polemista. Nació en la ciudad de México, en los años setenta, todavía bajo la dictadura perfecta. Defiende la causa feminista, la pacificación, y la libertad. También es promotora y maestra de poesía. Es autora de los libros de poesía Traslación de dominio (FETA 2000) Hay batallas (Joaquín Mortiz, 2005), Los muertos (Calygramma, 2011) Casa de los Heridos (Parentalia, 2017). Obtuvo en 2005 el Premio Nacional de Poesía Aguascalientes.

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