Jarabe para el resfriado para ayudarte a dormir, tu cocota y dos aspirinas (un clásico de la oficina) para curarte una desvelada o un dolor de cabeza intenso, cocteles de medicamentos para los cólicos; un ansiolítico para aguantar el mes, un Valium o dos porque no puedes dormir. Un analgésico que calme tus malestares físicos –y de paso te haga olvidar los mentales– todos recurrimos a los medicamentos con mayor o menor frecuencia, y aunque es una práctica usual que parece inofensiva, no está exenta de riesgos, entre ellos la adicción.
Según el Doctor Agustín Vélez Barajas, médico psiquiatra especialista en adicciones y asesor del secretario de Salud del Distrito Federal, desde el punto de vista de la salud pública, el consumo de medicamentos fuera de prescripción aún no es un problema mayor. México al igual que muchos otros países tiene más problemas con el alcohol y el tabaco, de hecho, refiere Vélez “si lo visualizas sólo en términos de perdidas de vidas, se muere más gente por el consumo de tabaco y alcohol que por el consumo de fármacos y drogas ilegales.
La cantidad de personas que consumen medicamentos de forma indebida, no se compara con el cinco por ciento que ha probado drogas ilegales o el 25 por ciento que fuma tabaco: 800 mil personas, el uno por ciento de la población mayor de 12 años en nuestro país ha consumido alguna vez en su vida una droga médica no prescrita, pero, como señala el psiquiatra: “Así fuera una persona no dejaría de ser un problema”.
LO TOMO PORQUE LO NECESITO… Y SI NO, TAMBIÉN
Un fármaco, por definición, es una sustancia que al entrar en el organismo lo modifica; cualquier medicamento tiene efectos adversos que en teoría, deberíamos conocer, pero no estamos habituados a leer las contraindicaciones, así que no advertimos las consecuencias que pueden tener y mucho menos los riesgos. Vélez explica: “Uno supone que la adicción sólo se da con sustancias que alteran la mente, pero hay quien no puede vivir sin su aspirina o antiácido y ni siquiera sabe si en verdad lo necesita, pues piensa “me lo tomo de una vez para que no me pase tal o cual cosa”.
Quienes toman medicamentos fuera de prescripción habitualmente, sin tener molestias, se hacen dependientes de manera psicológica, no física, lo que sí ocurre con los medicamentos que alteran la mente (antidepresivos, barbitúricos, ansiolíticos): modifican en las sensaciones de placer y dolor, entonces, la sustancia se vuelve parte del funcionamiento del organismo, volviéndose necesaria: una de las manifestaciones más claras de dependencia es que cuando dejas de usar la sustancia, el cuerpo entra en crisis y presente un síndrome de supresión.
Vélez expone que más del 50 por ciento de los adultos mexicanos tienden a automedicarse, incluidos los médicos, “una de las principales causas es la comodidad, es muy común preguntarle a la vecina, a la comadre, uno quiere evitar colas, para qué ir al doctor si es sólo un dolor de cabeza o diarrea y lo que me recomienda el amigo, mi familia o el vecino es suficiente”. La mayoría desconoce que al ejercer dicha práctica puede provocarse una intoxicación leve o severa: cualquier medicamento puede generar una reacción adversa en el organismo: “Hay personas que incluso pueden sufrir un choque anafiláctico y no lo saben hasta que ocurre. Cada organismo responde de manera diferente y lo que le cayó bien a la comadre puede que a mí no, puede haber consecuencias graves, dependencia; te vas acostumbrando, ni cuenta te das cuando ya estás necesitando –y usando– la sustancia para tal o cual cosa”.
USO INDISCRIMINADO
Los medicamentos preescritos más usados en México son los que ayudan a dormir: Dormicum, Valium, seguidos por los ansiolíticos y analgésicos; Ribotril, Tafil, Xanax, Lexotán, Vicodin, en el caso de las anfetaminas (Xelical y Reductil) éstas son más usadas por la mujeres para bajar de peso, cabe mencionar que todos los medicamentos empleados para perder kilos, incluso los que se anuncian como libres de anfetamínicos, contienen esta sustancia. Las complicaciones derivadas de su ingestión sin control médico, de forma excesiva y prolongada son cuadros de paranoia, intoxicaciones severas, palpitaciones e infartos, daños en riñones, hígado, y en casos extremos sobredosis y la muerte.
Además, el uso indiscriminado de medicamentos contribuye a la resistencia bacteriana y, principalmente, en el caso de los antibióticos, se ha generado un gran problema a nivel mundial “en muchas ocasiones se preescribe el antibiótico y el paciente no lo toma el tiempo señalado, lo único que provoca es “atarantar” a las bacterias, volviéndolas más resistentes, por eso cada año tenemos que estar cambiando de antibióticos, los anteriores no funcionan porque las bacterias ya son resistentes a ellos, eso es producto de la automedicación”, afirma el especialista.
DOSIS Y AYUDA PROFESIONAL
Uno de los principales problemas del consumo excesivo de fármacos es la idea de que tomarlos no implica ningún peligro debido a que su adquisición es legal. El médico lo receta y la sustancia se adquiere en cualquier farmacia, por lo que muchos no se asumen como dependientes. “El problema surge cuando te das cuenta de que ya no puedes dejar de consumir esa sustancia y que hagas lo que hagas, no puedes dejarlo; el cuerpo lo demanda, ya no puedes funcionar sin la sustancia y como con otras adicciones cuando menos te das cuenta ya estás atrapado”, expresa el doctor.
Vélez Barajas menciona que son muchos factores los que nos llevan a acercarnos a alguna sustancia: ¿Por qué alguien toma un medicamento para dormir? porque no puede hacerlo; está ansioso, preocupado. Quizá no le rinde el dinero, tiene problemas y eso genera insomnio, así como perder el trabajo o a algún familiar; al encontrar bienestar en ella, surge la preocupación: ¿Y si mañana no me lo tomo y me siento mal?, mejor lo consumo. Así, día tras día, hasta que alguien le señala al usuario sus cambios de humor, su necesidad y que cada vez consume medicamentos con mayor frecuencia. Como sucede con todas las adicciones, la persona tiende a negarlo a pesar de que sus familiares y amigos le hacen notarlo; “cuando alguien empieza a señalarlo es un indicador claro”, dice el entrevistado.
Lo que no quiere el adicto es experimentar malestar al no tener otra vez el efecto, este es el enganche psicológico en todas las sustancias. El doctor asegura: “Sí hay analgésicos derivados del opio muy fuertes y hay quienes lo usan para drogarse, es común, sobre todo, en médicos y anestesiólogos, pues están más a su alcance y son más proclives a usarlas pero no son los únicos”; además, actualmente pueden conseguirse vía Internet, sin importar que si se trata de un medicamento que necesita receta; su mal manejo constituye un delito contra la salud.
Lo que ocurre en la mayoría de los casos es que, por ejemplo, cuando uno acude al médico porque no puede dormir, el doctor les receta un medicamento y posteriormente ya no acuden a él, continúan tomándolo fuera de un régimen farmacológico, supervisado; se da un consumo progresivo y puede volverse dependiente de la sustancia. Hay quien puede pasar toda la vida tomando una pastilla para dormir por las noches, el problema viene cuando no la toma, si hay malestar y ansiedad, ese es un síntoma clínico de dependencia.
Asimismo, no hay que olvidar el uso recreativo de medicamentos en los jóvenes, pues es común que combinen alcohol con tranquilizantes o benzodiacepinas para provocar un efecto adicional al alcohol, para emborracharse más rápido.
La clave para prevenir la adicción, señala Vélez “es la importancia de la dosificación”, algo que parece obvio, pero no siempre se lleva a cabo. De esta forma se tiene un efecto benéfico, “cuando una persona no acata la dosis señalada y consume en exceso, el resultado no es el esperado médicamente, los riesgos son mayores de por sí con cualquier sustancia hay riesgo y cuando lo haces fuera de prescripción, éstos se incrementan”, añade.
PEDIR AYUDA
Por su parte, Juan Antonio Barrera Méndez director y terapeuta de Atención y Tratamiento Psicológico, refiere que el cerebro se vuelve adicto porque a través de la sustancia se genera dopamina, la persona que necesita algún medicamento, recurre al tabaco u otra sustancia, tiene el pensamiento obsesivo de requerir la sustancia; pues se alteran los niveles de serotonina y dopamina, creando un círculo vicioso, por ello “el adicto puede ser incluso, capaz de matar con tal de tener la dosis de la sustancia que le haga falta”.
El psicólogo afirma que –aunque los psiquiatras digan que no– quienes consumen medicamentos controlados con el objetivo de no sentir dolor, sí puede generar un cuadro de adicción: “La persona sigue tomando los medicamentos porque experimenta cierta dosis de placer”. En ocasiones, la adicción es tan fuerte que la ayuda profesional y un proceso de rehabilitación son necesarios, pues la vida social y familiar pierden balance, no sólo en la parte psicológica y física sino en la social, pues “el adicto enferma a los que están a su alrededor”.
Al igual que Agustín Vélez, Barrera señala que la posibilidad de engancharse a una sustancia es multifactorial, e influye lo genético, familiar (situaciones de maltrato o abandono), personal (falta de autoestima, mal manejo de estrés) así como conflictos laborales o familiares, “la sustancia es una ruta para amortiguar el dolor emocional”, y agrega “si crecí viendo que un familiar o alguien cercano tomaba medicamentos todo el tiempo, va formar parte de mi proceso de socialización y todo lo voy a querer resolver con medicina”.
Además de cumplir cabalmente con las indicaciones médicas y evitar la automedicación, si el hábito aún no constituye un problema, se recomienda realizar actividades deportivas y recreativas para eliminar el estrés. “Si el consumo es severo lo mejor es no intentar solucionar el problema por uno mismo y buscar ayuda profesional”, finaliza el experto.