En la revista de Artes de México. Los dos volcanes, Julio Glockner, en su artículo, “Revelación y ritual en el Popocatépetl”, desarrolla la tradición universal de las montañas y volcanes como aquel ente que vincula a la tierra con el cielo. Este tipo de asociaciones resultan poderosas también para la voz lírica: “Traigo las manos vacías / y el corazón derrotado”, cuando le habla directamente al cerro humeante en el poema Popocatépetl de Pellicer.
Por Gerardo Arteaga
Ciudad de México, 14 de julio (SinEmbargo).- Tan solo desde el 27 de junio de este año hasta el día de hoy, el volcán Popocatépetl ha emitido más de 1900 exhalaciones y generado 51 explosiones. Todos los días se editan noticias que hablan sobre la actividad del volcán. Apenas el 19 de marzo una explosión con lava hizo cimbrar la ciudad de Cholula y el semáforo de alerta volcánica está constantemente actualizándose. Parece que la presencia del volcán es parte de una cotidianidad de millones de personas que lo rodean en los estados de Morelos, Puebla y México, pero sólo bajo una consciencia de peligro y advertencia. Salvo por las comunidades aún muy cercanas al mito, la presencia general de los volcanes está rodeada de una asimilación que los reduce a fenómenos geológicos. Ahí están en el panorama de una ciudad gigantesca, con apariencias súbitas en los escasos días de aire limpio en el Valle de México, pero sólo apreciados a lo mucho como una postal instantánea de la memoria. Son acompañantes solitarios y callados de una cotidianidad demasiado estruendosa.
Recuerdo mucho una clase en la universidad sobre la Teoría de la interpretación de Ricoeur y el lenguaje como discurso. En el ensayo parecía haber una advertencia dentro de los problemas estructurales de la lingüística y su consciente relación con la verdad: los discursos moldean nuestra mirada y en su excedente de sentido puede llegar a marginar otras estructuras de pensamiento. De manera intuitiva pensé en la hegemonía del discurso científico, en sus formas asequibles de acercarnos a la realidad. Su excelente capacidad de discriminar lo que no cumple con lo comprobable o medible y la manera en que nos ayuda a determinar sólo lo fáctico y viable. Pensé que en esta reducción de la percepción cualquier otro lenguaje es ininteligible y hasta los símbolos pierden su capacidad de asombrarnos porque la primera reacción a ellos es de incomprensión. A la profesora le gustaba decir, justo por eso y de manera cómica, que la poesía era quien podía salvarnos de todo (lo hegemónico). Porque hasta las relaciones naturales con nuestro entorno en su significación personal pueden resultar extrañas y poco confiables si no nos atrevemos a ver a los ojos a un lenguaje metafórico que se nutre de símbolos.
En la revista de Artes de México. Los dos volcanes, Julio Glockner, en su artículo, “Revelación y ritual en el Popocatépetl”, desarrolla la tradición universal de las montañas y volcanes como aquel ente que vincula a la tierra con el cielo. Este tipo de asociaciones resultan poderosas también para la voz lírica: “Traigo las manos vacías / y el corazón derrotado”, cuando le habla directamente al cerro humeante en el poema Popocatépetl de Pellicer, justo con esa noción elemental de lo sagrado, y por ende, con esa humildad conmovedora. Como podemos percibir también en el verso de José Emilio Pacheco en Iztaccíhuatl : “Esta montaña inmersa se levanta / como advertencia de mi pequeñez / y mi autoengaño al darme importancia”.
La edición número 73 de la revista Artes de México, dedica sus páginas a la pareja de volcanes del paisaje mexicano. Su acercamiento es polimórfico y visualmente atractivo con una portada de Vicente Rojo que nos prepara para un “flujo de corrientes paralelas”. Con expresiones audaces en la edición respecto a la paleta de colores y los textos de autores como Carlos Pellicer, Gabriela Mistral, Pablo Soler Frost y Julio Glockner, que logran accionar los vínculos entre lenguajes para ensanchar los caminos de apreciación del mito y su pertenencia en las distintas voces que se han visto sobrellevadas por su experiencia con los volcanes.
Eso es editar con lava. Una búsqueda para reincidir en el pensamiento común un mito que hasta ahora parece haber perdido su singularidad cultural y artística y por ende, su capacidad de asombrar a simple vista una relación simbólica de la naturaleza con nuestra historia, tanto la antigua como la contemporánea. Y así como la lava, su expresión destella y arrasa. Refuerza los contrastes entre lo fulminante y lo acallado.
Entre cada pintura y texto la pregunta obligada en la lectura parece ser: ¿Cuánto tienen aún que decirnos los volcanes? ¿Cuántas palabras nos faltan por aprender de ellos? Su lenguaje es tal vez de los más peligrosos porque en el fondo sabe nombrar. Tiene el poder de reescribir la historia, de crear nuevas ciudades de la nada y destruir las viejas. Su respiración es polisémica y su sueño siempre parece estar por terminar.