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Antonio María Calera-Grobet

14/07/2018 - 12:00 am

Bodega de anécdotas, correrías y mojamas del ser

– Yo vengo de una especie de fuego cruzado: mi apellido Calera Grobet lo aclarará: yo soy hijo de una familia veracruzana, de San Andrés Tuxtla, por parte de mi madre. Franceses por parte de mi madre. Y por otro lado soy vasco. Mi abuelo era vasco. Yo tengo la doble nacionalidad. Entonces cuando yo digo fuego cruzado lo digo en realidad. Porque ellos se conocieron con una cuadra de distancia, mis padres. Entonces yo comía, en ocasiones, con uno y cenaba con el otro o cenaba con uno y comía con el otro y viajaba un poco. Entonces bueno, nuestra sapiencia o nuestro conocimiento delectativo de la cosa ya estaba ahí presente. Y por lo tanto fue una afición, una disciplina y una monserga al mismo tiempo de estar pensando qué comer de manera natural.

Anécdotas. Foto: Cuartoscuro.

Sobre familia y juventud

– Yo vengo de una especie de fuego cruzado: mi apellido Calera Grobet lo aclarará: yo soy hijo de una familia veracruzana, de San Andrés Tuxtla, por parte de mi madre. Franceses por parte de mi madre. Y por otro lado soy vasco. Mi abuelo era vasco. Yo tengo la doble nacionalidad. Entonces cuando yo digo fuego cruzado lo digo en realidad. Porque ellos se conocieron con una cuadra de distancia, mis padres. Entonces yo comía, en ocasiones, con uno y cenaba con el otro o cenaba con uno y comía con el otro y viajaba un poco. Entonces bueno, nuestra sapiencia o nuestro conocimiento delectativo de la cosa ya estaba ahí presente. Y por lo tanto fue una afición, una disciplina y una monserga al mismo tiempo de estar pensando qué comer de manera natural.

– Y es que una vez sobrepasado el suburbio, a uno le sienta bien. Es una forma satelital de entender la metrópoli, que a uno lo signa de cierta manera, peculiarmente, es posible que la gente inteligente de la zona de Tlalnepantla donde crecí -que es un entredicho del Estado de México, un paréntesis extraño entre la carretera hacia Querétaro y la ciudad- pueda distinguir, cuando regrese a su terruño, que la gente de Satélite se viste de manera distinta, habla de manera distinta, come de manera distinta, se organiza de manera distinta. Es más parecido a Nueva Jersey. No creo definitivamente que se junte Coapa con esa zona. Son bien distintos. Eso tiene un ritmo estadounidense. La arquitectura de Satélite es una arquitectura absolutamente californiana, las calles tienen un ancho californiano. Hay que recordar que aunque parezca cosa de nomenclatura no es lo mismo una delegación que un municipio. Los municipios guardan una cosa prehispánica ostensible. Era vivir en ambos mundos, porque yo de pronto llegaba a la fuente de Petróleos y empezaba el Paseo de la Reforma y me liberaba un tanto de ese universo absolutamente católico, conservador, radical. Es una población que no lee, que no se acerca a los museos, que casi no sale tampoco. El paseo es ir a Plaza Satélite y estar de peripatético al lado de las neverías. Bueno, estuvo ruda la salida pero al final logré reinventarme desde la universidad. Mi papá era un vendedor de cerveza, de la cervecería Cuauhtémoc, cuando se acababa de pegar con Moctezuma, en los años setenta. Luego mi madre trabajó mucho tiempo en diferentes cosas y al final se dedicó a la prensa, trabajó quince años en el Auditorio Nacional pero en realidad mi familia no tuvo una vocación del mundo de la cultura. Mi abuelo fue un escritor, un periodista de Novedades un tiempo. Me dio mucho gusto que después me contratara a mí Novedades porque sentía que podía estar en algún sitio que él hubiera recorrido. Un periodista de cultura, traductor del francés, tiene un libro sobre Botánica. Algunos registros sobre la Botánica que vino de Europa

– Mi preparatoria se llama Colegio Interamericano, un colegio bastante bueno en Tlalnepantla casi Valle Dorado. Muy fuerte, vamos, parecía el Conservatorio, me costó mucho trabajo. Me costó más trabajo pasar la preparatoria que pasar la universidad. Y bueno, yo huí al Claustro. Huí al Claustro porque si bien no me tocó a mí lo de la huelga en la UNAM ya se sentía que las cosas en la Universidad no estaban bien. Yo quería estudiar en la Universidad, Hispánicas. A mí me interesaba mucho caminar por ahí un rato y después quizás hacer una especialidad en Literatura Española. Y bueno, pues me quedé una oferta que me parecía interesante, en ese momento donde las universidades tenían cargas muy chonchas, digamos engordadas, carreras que competían si duraban cinco años. Ahora es al revés, tú puedes competir como universidad en cuanto tengas una carrera cortita que después te lleve a un posgrado. Entonces eran cinco años de saberes de las humanidades, de las ciencias sociales, y eso me brindó alguna especie de bastón. Había una carrera que se llamaba Ciencias Humanas y a la mía le pusieron primero Ciencias Humanas y de la Cultura y luego Ciencias de la Cultura y ahora se llama Gestión Cultural. Que es, sin menoscabar el ejercicio de esta universidad o de los estudiantes, una carrera que tiene un sesgo más técnico, lo cual, entendido como se debe, no está mal. Lo mío era absolutamente ridículo. En alguna ocasión yo platiqué con un profesor de Antropología y yo le decía que el profesor anterior nos había encargado leer el Capital y el anterior nos había dejado leer El Quijote y el anterior nos había dejado leer a Weber y el anterior a Julio Ramón Ribeyro. Y bueno, el tipo no me creyó, yo le puse los libros en el escritorio para que los viera de golpe y era un deseo de ser omnicultural que francamente nunca existirá. Hay que decir también que, aunque parezca ridículo, mis primeros trabajos en la universidad yo los entregué con máquina de escribir porque no tenía PC, la PC no era una cosa generalizada en el 93, muchas familias de la clase media no tenían PC. Y no tenían la facultad de llegar a la información como ahorita. Ir y venir era un via crucis, un periplo que me costaba mucho trabajo porque yo hacía cerca de tres horas. Llegué a hacer tres horas alguna vez entonces cuando había algún examen importante (yo entraba a las siete de la mañana) me quedaba a dormir en el centro. Conocí así muchos hoteles del centro. Algunos que tienen la ocasión muy interesante de recibir extranjeros desde que comenzaron. Así como es posible saber que los poblanos son los que migran a Nueva York y los michoacanos hacia Chicago, no sé, es posible que tú sepas qué país viaja a qué hoteles.

Sobre “Hostería la Bota”

– Yo tengo un restaurante que se llama Hostería la Bota y está en el Centro Histórico. En octubre de 2005 comenzó y me exigió, el lugar, su escritura Muchas veces me preguntan, a los dos o tres tragos, nunca al primero porque la vergüenza prevalece, que por qué la Hostería lleva tal nombre de La Bota y yo no he mentido nunca: todo viene del libro Juan de Mairena, de Machado aunque a algunos no les cuadre la cita. Nos dicen sus páginas que una vez le increpó un tal Cosme ‘a veces se ha dicho: las cabezas son malas, que gobiernen las botas’ Esto es muy español, amigo Mairena, a lo que este respondió ‘Eso es algo universal querido Cosme, lo específicamente español es que las botas no lo hagan siempre peor que las cabezas’ pues resulta que a menudo imagino yo esta historia, cambiada un poco por razones de conveniencia: en la mía no se hace referencia a las botas como calzado, metáfora de pensar con los pies en el relato original y tampoco se desarrolla en las Españas, sino en los Méxicos.

– Con respecto al surgimiento de Hostería la Bota, yo he escudriñado dentro de mí esa pregunta y la puedo más o menos justificar así: Yo fui invitado a fundar Casa Vecina, que está en la calle de Regina, para la Fundación del Centro Histórico. En algún momento se rentaba un lugar ahí abajo, tengo entendido que se le iba a rentar a unos japoneses que no llegaron a la primera cita y tampoco a la segunda, yo levanté la mano y le dije a esta gente de la empresa refinadísima del Centro Histórico que me dieran chance de tener ahí un lugar. Me dijeron que cómo era posible que un escritor se metiera a cocinero y, para no tardarme en explicarles que son ciencias concomitantes, que hay vasos comunicantes que las ligan, les pedí seis meses. Y me los dieron y ya vamos para trece años. Me imaginaba, dado que esta iba a ser una segunda casa de cultura, un centro cultural, que podíamos llamarle Hostería y nos quitábamos así también el término asqueroso de Bar. Yo quería hacer una especie de taberna, de restaurante para el restaure del cuerpo pero también para el espíritu, donde arriba se estén dando clases de batería, de métrica en la poesía española, de cualquier cosa. Y bueno, creo que me entregué totalmente, mi vida se transformó.

– Primero no me dejaban tener gas, había una legislación que no estaba liberada y el chiste era que yo no podía tener gas, entonces cocinaba con parrillas eléctricas. Perdimos como 20, todavía guardo en la Hostería una que fue la primera que ocupamos. Yo solamente hacía pizzas y tapas, cosas chiquitas, tortas. Era una cosa de seguridad, no había tanque estacionario, no me acuerdo cómo era. Al final ya lo logramos y pudimos cocinar bien. Era una cocina de 2×3, tú volteabas a tu alrededor y estaban la puerta, la alacena y el fregadero, todos mis cocineros acababan ensopados de sudor, todo estaba colgado en el techo para tener espacio abajo, todas las ollas se colgaban, y fue hermoso pero también absolutamente agotador. Fuimos experimentando con los sabores, la gente no sabía lo que era la chistorra en el centro, lo digo con todo cariño, la butifarra les daba miedo porque pensaban que era una víscera, que era como decir chanfaina, ese guiso de vísceras que se vende en Tepito, como las migas. Les daba miedo, y yo les decía “Es un choricito normal, no te preocupes”.

Sobre el Centro Histórico

– En fin, es cierto que el centro vive, y eso no depende de ninguna magnitud. El centro seguirá y nosotros nos quedaremos muertos. Alex Lora seguirá y nosotros estaremos muertos y el centro seguirá. Pero yo vengo diciendo desde hace un rato que la moneda está en el aire porque el Centro Histórico ha tenido cualquier cantidad de modificaciones, parece mentira que hayan intentado embonar como en juego de Fischer Price dos identidades que no son mezclables. Entonces bueno, el Centro ha sufrido un decaimiento muy veloz. Principalmente este tipo de comercio que se está permitiendo hacer, sí comprendo que hay libertad de mercado, que siempre y cuando uno cumpla las reglas digamos de bienestar social, de seguridad cívica entre otras cosas uno podrá tener un establecimiento en cualquier demarcación pero también es cierto que si uno viaja a Ginebra o a Brujas o a Barcelona o a cualquier lugar, incluso en Guatemala me parece que pudiera ser más claro que en México, hay centros que están encaminados a tener un cierto tipo de establecimientos, cuyas señas de identidad no solamente lo favorezcan sino que lo protejan. Creo que eso no sucede en el centro histórico de nuestra ciudad, es decir, imaginemos que un entorno naturalmente muda cada treinta, cuarenta años, por ejemplo la Zona Rosa, como cualquier otro, es susceptible de morir, de hecho creo que es necesario que muera para reintegrarse. O lo que ha pasado con la Roma tantas veces. La Roma de José Emilio Pacheco no es la Roma que existe ahorita, por supuesto que no, y tampoco la de Pacheco era la anterior. Pero creo que aquí se intentó hace no mucho tiempo, estamos hablando de una década, plantear un nuevo centro histórico. Se llamó incluso así, el nuevo Centro Histórico, por un lado con la presencia de Slim, con la Fundación del Centro Histórico y por otro lado con una especie de subdelegación que se llama la Autoridad Territorial del Centro Histórico por parte de Obrador. Se juntan Obrador y Slim y deciden, cada quien desde su territorio y desde sus posibilidades, apoyar al centro, y se logra, en muy buena medida. La calle de Regina, y debo decir sin petulancia que a mí me tocó mucho dirigir ese espacio, se cerró, parecía que estabas en Tlacoltalpan, una calle muy hermosa, y otras tantas que se pudieron cerrar al tránsito vehicular, que se limpiaron del hampa. Era un barrio canijo, muchísima violencia, asaltos, asesinatos, hay que decirlo como es, y creo que se está pauperizando a pasos agigantados otra vez. ¿Por qué? Porque las variables que permitieron que renaciera han sido sustraídas, muy silenciosamente. Por ejemplo, la calidad en la seguridad, el impulso turístico de alto nivel, creo que la cuestión de la estética arquitectónica, de la preservación del patrimonio en inmuebles también se ha visto deterioradísima. Y no tiene qué ver con esta cosa del rigor de la estampa nada más, no me refiero a ese remozamiento solamente estético, epidérmico. Sino también profundo, la profundidad del centro que se puede manejar desde altas esferas creo que es lo que se ha recortado. El primer gobierno electo de la ciudad, se consideró así. Y creo que Alejandro Aura tuvo que ver, aunque estamos hablando de un momento anterior, casi 10 años antes, tuvo que ver con el renacimiento del centro porque se decidieron muchas cosas en su gestión, por ejemplo, una que me viene bien pronto, si quieres podemos platicar de ello, es la FILZ. El primer concierto que se da públicamente en la Ciudad de México, en la era reciente digamos, creo que es Manu Chao, y lo hizo el equipo de Aura. A lo mejor a eso me refiero, grandes líneas. Digamos lo que dicen como cliché algunos analistas políticos “de calado profundo”.

– Y hablando de seguridad en el centro, una vez recibimos una llamada en 16 de septiembre diciendo que a nosotros gachupines nos iban a llenar de cohetes el restaurante. Alguna vez pasó que habían tirado un huevo y le había dado a una chica en el ojo y se había rasgado el epitelio. Deberían de garantizar la seguridad de la gente que recorre la Federación, es un derecho constitucional, transitar libre por la Federación. Yo tuve que cerrar cuatro años ese día pensando en que la violencia podía llegar. Este último ya abrimos, ya por decisión conjunta con el equipo dijimos “queremos abrir” y bueno, abrimos y no sucedió nada. Pero bueno, así habrá millones de casos, ¿no?

– Yo venía publicando ahora sobre el Centro Histórico, llegué a publicar cerca de ochenta entrevistas a diferentes personalidades del lugar de muy diversa índole: creadores, vecinos, restauranteros, trabajadores del servicio público etc. En editorial Mapas, era un blog oficial del centro. Quiero decir, apoyado por el Fideicomiso, por KmCero, por varias organizaciones gubernamentales y yo iba a hacerlo más como una especie de duelo o de decisión que llamara la atención, por supuesto no sucedió nada, sobre el tema. Nadie se está interesando en reflexionar al centro críticamente. Se reúnen para conversarlo como una anécdota en donde Jacobo Zabludovsky sigue siendo la persona que lo conoce más y en paz descanse el señor pero bueno, esta cosa petulante de pensar que la gente conoce el centro. El centro es irreductible, el centro nadie lo conoce. Nadie puede decir que lo conoce, no lo puede decir Guillermo Tovar, no lo puede decir Zabludovsky, y por supuesto no lo podría decir yo jamás, ninguna institución, ninguna persona lo conoce porque el centro se mueve, mínimamente se mueve, se te escapa, ese es su chiste. Tiene que ver más con un gas, de manera que si tú juntas a Matos Moctezuma pídele una cosa, si tú juntas a la señora que ha vivido 50 años atrás de Palacio Nacional, ellos son los que nunca están invitados a esas discusiones, a los que nunca se les pregunta. Yo tenía un ciclo que se llamaba el Altavoz que tenía justo ese objetivo. Y ahora lo que me da gusto, para hablar también de las cosas que suceden bien, es que haya nuevos grupos colectivos multidisciplinarios, interdisciplinarios, que están reflexionando el centro desde otra óptica, muy jovencitos, 25 años, que sí quieren ver esa otredad siempre olvidada que estamos diciendo. La gente que comercia en el centro, la gente que vive en el centro, la gente que tiene cuatro generaciones ahí, y eso es un viso de esperanza para que esto cambie. A ver. Todo mundo quiere cambiarlo cuando acaba de llegar al puesto político y todo mundo se harta de hacerlo al poco tiempo. Es un trabajo duro, difícil pero por supuesto digno culturalmente de realizarse. No veo por qué no.

– Hay que decir que el centro son muchos centros también. La gente puede estar en el centro sin darse cuenta de lo que está sucediendo en la cuadra de al lado. El centro vive los días festivos como cualquier otro. La gente piensa que porque cierran las calles del centro el centro no vive y sigue viviendo, sigue viviendo en las madrugadas, tiene muchos horarios, la gente regresa a trabajar en muy diferentes horarios, la gente come en diferentes horarios, diferentes grupos de personas lo habitan. El centro me doy cuenta también que ha cambiado por lo mismo, cuando tú salías en la madrugada del centro, hace no mucho tiempo, era un hervidero de gente que iba a cenar al Popular, a la Pagoda, que se iba a los puestos de Quesadillas que había en las escaleras, en los traspatios de las vecindades, y ahora ya no he visto ese ecosistema hervir como antes. Algo está sucediendo y le toca a los especialistas descubrir por qué.

Sobre “La Chula, Foro Móvil”

– ¿qué es La Chula Foro Móvil? surgió por el marco de la FILZ, yo pensé que era posible hacer una panadería móvil y rescatar lo artesanal de la panadería tradicional mexicana, que era posible ligar algunos textos sobre la panadería, que se entregaran con el mismo producto. Y luego fue aderezándose y por fin quedó en un proyecto, un experimento que se llama Chula porque es un acrónimo que significa Comunicación Humana, Literatura y Arte, es una combi del año 75 que intenta sacarnos a nosotros a la ciudad, ser promotores no que reciben a una población en un espacio determinado como hemos venido haciendo estos últimos doce años sino que nos ayude a experimentar el proceso inverso que es salir por ellos, descubrir que es posible buscar la otredad afuera y respirar nuevos aires, hacer vasos comunicantes con las delegaciones, llevar las delegaciones al centro y el centro a las delegaciones, esa es la idea de la Chula .Yo digo que es un espacio para el tráfico de ideas. Digamos que la Chula puede partirse en dos. Una parte de hardware, su parte física, la combi como la conocemos que es entrañable, tiene placas de auto antiguo por cierto, y tiene atrás parrillas y refrigeradores para poder cocinar si yo quisiera, lo hemos hecho ya muchas veces, y en el centro, que es la parte que hemos llamado el salón Versalles, tiene una biblioteca, una librería que transporta libros, que tú puedes comprar o puedes leer dependiendo en qué modalidad la llevemos, como biblioteca o como librería, y que hace las veces de un foro móvil, tal cual lo dice su apellido, es la Chula foro móvil porque contamos con computadoras, proyectores, cámaras de video, sillas, mesas, toldos que nos permiten llegar a algún lugar y sin necesidad incluso de energía eléctrica porque la podemos generar nosotros, llevar a cabo un pequeño concierto o la proyección de una película, una mesa redonda, una presentación, una lectura. La experiencia es muy enriquecedora. El estar yendo, esta circunstancia de estar en gerundio, dirigiéndote al otro, propicia cualquier cantidad de ideas y pasiones, uno siempre está prendido, esa es la palabra. No sabes qué te va a esperar, no sabes qué te vas a topar en el trayecto.

Sobre la gastronomía familiar y la cena navideña

– En fin, yo cocino mucho, cocino los fines de semana porque me da oportunidad de, con tiempo, por ejemplo los domingos, lo sábados por la mañana descubrir nuevos sabores, experimentar. No estudié gastronomía, aprendí eventualmente con mis abuelas, la veracruzana y la española. Mi madre cocina bastante bien, por el mismo fuego cruzado que yo decía. Y bueno, yo cociné al principio en la Bota casi todos los días. Tengo toda la panza quemada porque te pegas mucho el sartén. Me gusta que todos mis cocineros tienen quemaduras de los sartenes, es como un guiño que hay entre cocineros. Y bueno, yo hacía la paella, la fabada, las tapas, la carta la diseñamos mis hermanos y yo, cada quien tiene un expertise distinto, uno más a la comida tex-mex y lo ha conseguido bien, y esa es una cocina extrañísima para mí, no la comprendo del todo, francamente. Más cajun, la gastronomía de Nueva Orleans. Que por cierto hay por ahí un libro muy interesante de Paco Taibo sobre ese tipo de comida, la comida estadounidense que tendrá algunas florituras para descansarle. Yo me fui más a lo mediterráneo, me interesó mucho aprender de los embutidos y ahora estoy experimentando más con el pescado, que eso fue para mí un universo distinto, pese a mi familia veracruzana. Creo que la familia del altiplano, del valle no necesariamente sabe comer bien pescado. Estábamos reducidos a un filete sólo en tiempos de cuaresma. O al triste bacalao en Navidad, que por cierto decía Gómez de la Serna en una greguería que el bacalao era como una suela de zapato que tendría que venderse más bien en los rastros (hay que recordar que para ellos el rastro es el mercado de pulgas) que en un mercado de alimentos. Y tiene razón, nuestro bacalao está disecado, hay que darle vida, y las amas de casa, las cocineras se preocupan por estarle irrigando vida a ese bacalao que nos gusta, por cierto, que es bueno en tortas en un recalentado y que es apasionante pero que es una momia resucitada. Pienso por ejemplo que se podría hacer una estupenda cena mexicana con romeritos, caldos, arroz, pulque, atole. Y preservar íntegramente esos sabores, y no en una misma cena meterte bacalao, romeritos, pavo y pierna. Y pasta. Y luego las ensaladas, es una salvajada, cinco platillos tan diversos.

Sobre la escritura gastronómica

– Yo no he podido escribir poesía sobre comida, tengo mi columna cada semana en Letras Libres, ahora viene un libro nuevo que son como 300 páginas de rock and roll culinario en la editorial Bonobos para la FIL. Es una editorial de ensayo y literatura y el mío está en la colección de ensayo, son ensayos sobre gastronomía de diversos temas. En una óptica periscópica porque no hablo solamente de comida sino de los restaurantes, de la libertad que debe tener el comensal, de sus derechos como comensal, de diferentes elementos hasta llevarse al hartazgo, hablo por ejemplo del Cerdo hasta las últimas consecuencias, yo intento hacer una literatura de comida desde la literatura. De la comida y la bebida también, de los placeres que entran por la boca.

– Debo decir que muy extrañamente tengo una especie de ventriloquía extraña, cuando escribo sobre comida suelo ser muy abierto, muy inclusivo, me interesa hacer una fenomenología, una hermenéutica de las cosas, como si fuera yo un antropólogo participante. Y cuando escribo poesía suelo ser muchísimo más solemne, me interesa el amor, la revolución, una poética del amor un tanto más cerca de los surrealistas o de los últimos románticos. Pienso en la literatura como lo pensaba Rimbaud, la poesía quiero decir como una forma de cambiar la vida, de salvar al mundo, entonces en ese sentido puedo decir que soy menos solemne en la escritura sobre comida y muchísimo más solemne en la literatura.

– Lo que pasa es que también me he transformado con el paso del tiempo, yo era un bisonte que tenía a Hemingway, a Pavarotti, a Buñuel como paradigma. Físicamente era otro, también. Me interesaba torear, hacer box, la vida a galope. Toreé hace un mes, vaquillas solamente, con mis hermanos en algún rancho. Y luego uno también va transformándose, ya no puedo comer como comía, me gustaría mucho hacerlo pero lo reservo solamente a los fines de semana. También el hardware se va afectando, ya son demasiados kilómetros recorridos sin aceite. Estoy contento con la sedimentación que se va dando de esos viejos fuegos, no pierde intensidad: se mueve. Sigo pensando en que la cocina es un placer como pocas cosas. Hace poco aprendí que la palabra hogar viene de focal que viene de fuego. Nuestro hogar es donde está el fuego, y también donde está el relato, porque uno cuando está alrededor del fuego hace que surja el relato de nuestra propia vida, entonces para mí no hay mejor momento que sentarme a beber con mis amigos hasta perder la conciencia comiendo y bebiendo, contando historias.

– Tengo algunas recetas que están bien y que pueden competir en los paladares, y sobre todo desde la concepción de la comida como un derecho que nos pertenece y que la derecha nos quiere quitar, es decir, nos impiden que comamos ciertas cosas, que bebamos, que fumemos, que hagamos lo que nos gusta, y entonces de ahí un poco la rabieta de “come lo que te place” Si quieres hacer panza de puerco harás panza de puerco, si quieres comer vísceras comerás vísceras, yo tengo claro que en mi vida cotidiana yo alguna vez me descubrí comiendo vísceras toda una semana sin proponérmelo, es parte de mi vida. Entonces las recetas tienen qué ver con eso, si tú quieres juntar A con B cuando el cocinero en turno de tu universidad te dijo que no, pues eso es justo lo que vas a hacer.

– Sí siento ese celo de haberme metido en un área que no me correspondía, y también desmontar muchas cosas, por ejemplo, si quieres hacer un huachinango frito en manteca de cerdo, ¿por qué no lo vas a hacer? No me explico. Hay reglas que no tienen razón de ser. Por ejemplo, no puedes gratinar lo que quieras gratinar porque se supone que el gratín es de poca monta. Si fuera así entonces hay que decir que la cocina de los llamados Bistrós proviene de los pueblos más pobres del mundo, no podemos ni siquiera hablar de restaurantes sin la revolución francesa y sin que los pobres hubieran inventado platillos como antes se los hacían a los potentados. Lo hemos reinventado para nosotros, de manera que andar por el mundo diciendo que tú inventaste la morcilla con huevo me parece primero una mentira y luego una sandez.

– A mí me da la impresión de que si ahorita en el frío nos acercáramos a una persona de la tercera edad con un chocolate y un pedazo de rosca le podemos sacar unas lágrimas, porque lo que va a pasar ahí no es solamente que va a salivar sino que le va a acontecer toda su existencia y va a tener cerca los olores de los suyos.

Antonio María Calera-Grobet
(México, 1973). Escritor, editor y promotor cultural. Colaborador de diversos diarios y revistas de circulación nacional. Editor de Mantarraya Ediciones. Autor de Gula. De sesos y Lengua (2011). Propietario de “Hostería La Bota”.

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