“¿Cómo escribes la sangre?”, pregunta Fernando Del Collado. “¿Cómo lo haces sin dañar la dignidad de la persona?”, añade. Ciudad de odios, su libro, es una respuesta a la nota roja que no respeta a las víctimas, señala. Es, además, una radiografía del odio que termina con la vida de integrantes de la comunidad LGBT. Es un repaso por la oscuridad que fomentan, asegura, las autoridades.
Ciudad de México, 14 de junio (SinEmbargo).– “Cuando miras largo tiempo a un abismo, también éste mira dentro de ti”, escribió Friedrich Wilhelm Nietzsche, filósofo y filólogo alemán. Fernando Del Collado conoce las consecuencias de asomarse a las profundidades del odio, del abismo. Afecta, sin embargo, es necesario visibilizar el horror, dice.
En más de 100 instantáneas de furia, crimen e intolerancia, Fernando, conductor del programa Tragaluz [en Milenio] y maestro de periodismo de la Escuela Carlos Septién, muestra las vidas de integrantes de la comunidad LGBT que fueron segadas en la Ciudad de México.
“En medida en que logremos visibilizar la expresión del odio, probablemente nos podremos detener a preguntarnos qué está sucediendo y, a partir de ahí, intentar pararlo. Es urgente. Este libro es una radiografía coral del odio en contra de la comunidad LGTB”, señala Del Collado en entrevista para SinEmbargo.
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–¿Cómo realizar una buena entrevista?
–Lo primero es prepararla. No me gusta llegar sin saber mínimo a quién voy a entrevistar. Ya que se prepara la entrevista, pues tú ya vas midiendo, vas calculando, dependiendo de cómo te van dando respuestas. Yo tengo un espacio en el que se hacen preguntas a políticos y funcionarios, y el objetivo es siempre cuestionar. Me parece que los políticos en este país tienen ya muchos espacios como para que todos los demás espacios sean para que se les siga solapando. Eso es Tragaluz. Tiene un objetivo: interrogar a los políticos. La entrevista se prepara. Se revisa la literatura existente, los videos. En caso de que se trate de personajes que estén fuera de tu ámbito inmediato, es decir, en la Ciudad de México, yo llamo a colegas periodistas y les pregunto contexto para tratar de tener todos los hilos. Preparo un cuestionario, una base, y ya sobre eso vamos variando. No hay mayor secreto.
–Tú tienes un estilo muy particular para entrevistar.
–Tiene un formato que es pregunta directa-respuesta directa. Casi no me gusta hablar de mí y ahora que me interrogan…
–¿Cuál es la intención de repetir preguntas? Lo vimos en la entrevista que le hiciste a Kate Del Castillo.
–A veces me gana la idea de hacer un cuestionario o una entrevista de corte psicológico. Los humanos somos contradictorios. Personas que están acostumbradas a posicionar su mensaje, a dominar el escenario, pues tienen un esquema muy bien preparado de lo que quieren decir. Yo procuro sacarlos de ese contexto y preparo un cuestionario. Pienso que lo incisivo puede quebrar su troquel. Es la idea de quebrar su fortaleza. Con base en la insistencia, se pueden hallar esos momentos de contradicción. Esas preguntas [las que se repiten] sirven también como descanso. Sirven también… Si yo le pregunto a alguien: ‘¿eres feliz?’, ‘¿eres feliz?’, ‘¿eres feliz?’, podría preguntarse si es feliz. Eso le da una característica a la entrevista. Suelo armar una pregunta que repito. Es con el ánimo de buscar algo más allá.
–En Tragaluz se pone mucha atención a los movimientos que hacen los entrevistados con las manos.
–Sí. Hay muchas cosas que se dicen con el lenguaje corporal, sobre todo en actores políticos. En ese caso, quizá cómo contienen el cuerpo, cómo hacen los movimientos de manos, expresan lo que no están diciendo con la palabra. El formato de Tragaluz está pensado para el perfil humano-político. Es una caja negra en la que el personaje principal es el invitado. Yo salgo con la silueta. Esto tuvo dos objetivos. Uno: no somos protagonistas, pues uno va a preguntar, uno no va a llamar la atención, no somos la noticia. Hay muchos colegas que hablan más de ellos que de lo que se quiere saber. Las preguntas que en Tragaluz se hacen son las que todos nos hacemos en el café, con los amigos; son preguntas directas que podría realizar cualquiera. Por eso no se requiere personaje protagónico. Todo se focaliza al invitado. Me han dicho si es un examen de control de confianza o de psicólogo. Se volvió un estilo. He sido fiel a ese estilo.
–¿Cuál es la importancia de ponerle nombre y rostro a las víctimas de crímenes?
–Muchísima. Es un país totalmente violentado. Hay muchos odios. Hay que visibilizar el odio. Este trabajo aspira, se suma a que logremos visibilizar la saña con la que nos estamos eliminando. En México es común la eliminación, el asesinato. Aunque sea muy doloroso leerlo, aunque nos enchine la piel, aunque sea un proceso muy cruel, es importante tocarlo. En medida que logremos visibilizar la expresión del odio, probablemente nos podremos detener a preguntarnos qué está sucediendo y, a partir de ahí, intentar pararlo. Es urgente. Este libro es una radiografía coral del odio en contra de la comunidad LGTB. Este libro reúne más de 150 instantáneas de asesinatos contra la comunidad LGTB. Es real, ahí está. En este momento quizá están eliminando a otro. En las últimas cifras se habla de 7 asesinatos a la semana contra integrantes de la comunidad, y es un número que tiene otra proyección, pues se calcula que de cada uno que se documenta, hay 3 o 4 que no. La proyección mesurada es de 28, casi uno por día a nivel nacional. Y es más: si agregas los crímenes contra las mujeres, los crímenes por odio son una barbaridad. Se está matando por preferencias, por ser mujeres, por etnia, por diferencias religiosas y políticas. Hay otros crímenes, como lo ocurrido con Norberto Ronquillo, es un negocio: la extorsión. Hay crímenes por hambre. En fin, es un reflejo del país que somos. Es importante documentar los nombres. Hay asesinatos contra la comunidad LGTB en los que no se registra ni el nombre. Los dejan en calidad de desconocidos…
–Te ha tocado hablar con los protagonistas de la vida política de México. Ellos tienen responsabilidad. Nos han conducido al México que tenemos hoy.
–Claro. Son responsables directos. Hay que exigirles que trabajen. Ciudad de odios se suma también al gran debate sobre tipificar el crimen de odio. Que se demuestre el odio como móvil y que sea parte de los agravantes para enjuiciar, así tendrán más tiempo en la cárcel [los culpables]. A nivel nacional no se ha logrado tipificar el crimen de odio. Hay que exigirlo a las autoridades. Si se logra tipificar, se obligaría a las autoridades a investigar mejor, armar mejores expedientes para que el juez pueda hacer su trabajo. El alto nivel de impunidad que hay en el país hace que todos los días nos matemos. Parece que es un premio la impunidad. Los responsables forman parte del Estado, del Gobierno, de las autoridades. No hay que quitar el dedo del renglón. Pero, ¿cómo se va a lograr si las propias autoridades tienen prejuicios? ¿Qué hacen? ¿Qué sucede en los crímenes de odio contra homosexuales? Inmediatamente lo califican como pasional; buscan en el círculo cercano para culpar. Hay prejuicios que provocan que los casos se queden sin investigar. Es el Gobierno mismo el que fomenta la homofobia. Eso hay que desterrarlo. En este libro hay muchas historias. Hay agentes investigadores que sin ningún pudor expresan su homofobia y no investigan. En el libro vemos también instantáneas de familiares que han insistido en que se haga justicia… Vemos el viacrucis que viven lo que han perdido un familiar y que se encuentran con negligencia, prejuicios y odio.
–Es un libro que parte de una profunda investigación.
–Tiene varias trampas el libro. Si te gusta la investigación, si eres un lector que te apasione trascender un libro, sobre todo en la categoría de crónica-narrativa documentada, este libro te invita a ver cada una de estas instantáneas, a descubrir si cada una fue real. Es una de las cosas que me he propuesto: que el lector trascienda la lectura. Es como prolongar la investigación. Está hecho para que el lector se tope con el odio y revise cuánto odio tiene interiorizado. Si te gusta la investigación, estoy seguro de que cada una de las historias te puede llevar a seguir investigando. Hay un hilo que une a todas las historias: el Metro. En el libro los tiempos van y vienen. El odio está interiorizado en la cultura. Hay historias de asesinatos desde hace 20 años, y hoy. El libro se posiciona en un tiempo y a partir de ahí va hacia adelante y hacia atrás. Es un libro armado desde la provocación. El odio es atemporal y la impunidad está desde hace 30 años. Es más que periodístico. Aspira a trascender el trabajo periodístico, y toca lo narrativo.
–¿Cómo le hacemos para investigar estas cosas, escribirlas, y que esto no afecte al periodista?
–No hay forma, no hay forma. Es el segundo libro que hago del tema. El primero que hice se llama Homofobia (2007), que se centró a revelar el gran prejuicio que hay por parte de las autoridades cuando se investigan estos casos. Sigue el prejuicio y el libro tiene ya 12 años. No hay un trabajo profesional en la procuradurías para investigar crímenes de odio. Ellos mismos son herederos de la cultura de la homofobia. No se puede dejar. Por eso es este esfuerzo. Si lo dejamos, matamos toda esperanza. Este odio representa más de 150 vidas arrebatas. Con la mano en la cintura, se sale a matar y no pasa nada. Te puede pasar a ti, me puede pasar a mí. ¿Por qué? Por el rechazo. El rechazo es el motivo para eliminar. Nosotros comenzamos con chistes, con discriminación. Esta es una Ciudad muy violenta. Estos procesos de investigación te llevan a los familiares, a rastrear la vida que truncaron. Te afecta. Te vuelves más empático. Piensas que puedes ser tú el próximo.
–¿Cuál es tu opinión sobre Andrés Manuel López Obrador y la Cuarta Transformación?
–Ya se está tardando, ¿no? A mí me extraña que el político que llegó diciendo que ya sabía qué país iba a gobernar, hoy salga con un discurso de que está trabajando. Lo más urgente, por lo que muchos apostamos al cambio, es que se encaminara una verdadero tránsito de lo mal que estaban haciendo las cosas, principalmente en lo económico y en la seguridad. Entiendo que gobernar este país no es nada fácil. Entiendo que no estamos preparados y todos los problemas. Tengo el beneficio de la duda: no caeré en linchamientos. Creo que los medios estamos siendo histéricos. Creo que estamos, no sé si queriendo o no, contribuyendo en una gran polarización, y la polarización no va a ayudar en nada. Hay que ser responsables desde los medios frente a este tema: la polarización. Ese es uno de los puntos que más le critico a López Obrador: que sigue un discurso de polarización. Ojalá lo cambie pronto, ojalá se dé cuenta. ¿Sabe o no sabe el país que quiere gobernar? Y si sabe, y si vendió eso, que ya empiece a dar resultados.
–¿Qué opinas del periodismo de hoy? AMLO dice algo y esa es la nota del día.
–Lleva la agenda. Parece que le gusta a Andrés Manuel. Él está en su papel de perfilar un estilo propio de Gobierno, y me parece que cree que mientras más se presente ante los medios, tendrá más contacto con sus votantes. Me parece que lo está logrando. ¿Cuál es el riesgo? El desgaste. Si la credibilidad es una parte de su estilo de Gobierno, pues debería estarse preocupando por los riesgos de la exposición diaria, pues precisamente se está cayendo en la legitimidad de su mensaje porque se está contradiciendo. Son los riesgos. ¿Lo bueno? Pues el contacto que quiere tener todos los días con el país y el pueblo que lo eligió. Eso es lo rescatable. No es un personaje de televisión, es un político que sale a informar todos los días, desde su perspectiva. Creo que terminará en un desgaste. La credibilidad está hacia la baja. ¿Qué está hacia el alza? La manía que tenemos que crear deidades. La reproducción de lo que se hace en la mañanera… es otro nivel de análisis, que responde a los intereses de cada medio, a la falta de preparación de los periodistas. No se es riguroso. No se es objetivo. A partir de eso llevamos a nuestro riel y terminamos por desacreditar al periodismo.