Anayeli quería ser enfermera, ganar buen dinero para apoyar a sus padres y que superarán su condición de pobreza. Pero se lo truncaron. Hoy sus seres amados no saben por qué o quién fue la persona que le privó la vida.
Quiso estudiar medicina, pero sus padres la convencieron de que optara por enfermería ante la precaria situación en la que viven. Hasta antes de ser asesinada, buscaba ingresar a una escuela en el estado de Puebla para contar con una especialidad.
“Lleva en las venas el ánimo por el trabajo y superarse”, recuerda su familia.
Por Ignacio Carvajal
Coscomatepec, Veracruz, 14 de junio (SinEmbargo/BlogExpediente).– Anayeli Torres Morales, de 19 años de edad, pagaba sus estudios con el dinero que obtenía de la venta de tortas y antojitos que metía a escondidas al salón de clases donde cursaba el segundo semestre de Enfermería.
En su pueblo era conocida por el espíritu de superación que exaltaba en su vida diaria. Provenía de una familia de escasos recursos, pero hacía lo posible para no abandonar los estudios y ayudar con el gasto en su hogar.
Anayeli Torres se sumó el pasado viernes a la estadística de mujeres asesinadas en México. Originaria de Coscomatepec se convirtió en la víctima número cuatro de la semana pasada, las más negativa en el tema de la seguridad para las mujeres durante el Gobierno de Miguel Ángel Yunes Linares.
Esa misma semana, tres chicas de Tlapacoyan aparecieron sin vida. Dos con el tiro de gracia y una semisepultada. Entre las tres dejaron seis huérfanos.
Desde su hogar, los padres y tíos de la joven recuerdan que Anayeli estuvo desaparecida durante tres días. Al final, le encontraron en el fondo de una barranca de 85 metros de profundidad.
Su cadáver no presentaba señales de violencia sexual o golpes. Únicamente hematomas en los brazos.
Los padres de Anayeli Torres, poco en poco, van hilando su historia.
“Siempre se levantaba a las 5:30 de la mañana. Se ponía a hacer sus tortas para llevarlas a la escuela y venderlas, aunque el prefecto le había advertido que no vendiera, pues afectaba a las cooperativas escolares, ella se las ideaba para meterlas de contrabando en su mochila; sus amigas y compañeros le pedían de siete a 30”, recuerda su mamá.
Y añade: “Siempre las terminaba, a veces llevaba unos antojitos que también escondía en una bolsita y en unos trastecitos; cuando no le alcanzaba para las tortas vendía gelatinas o dulces, y si no, organizaba tandas entre sus compañeros, familiares y vecinos. Su idea era siempre contar con efectivo para sus gastos”.
La clave de su éxito, la disciplina y la honradez, dicen sus tíos: “Lleva en las venas el ánimo por el trabajo y superarse”.
Después de regresar de la escuela de Enfermería no descansaba. Sus familiares recuerdan que no ocupaba su tiempo viendo tele o revisando sus redes sociales.
Lo que sí la veían hacer regularmente era tomar su toalla y agua para irse una o dos horas al gimnasio. La recuerdan con figura atlética, largas y fuertes piernas. Era conocida por el contraste de su belleza y su sencillez de su persona.
De tres hermanos, ella era la de en medio.
Su familia sostiene que nada podía evitar que a diario abandonara la cama a las cinco de la mañana para cocinar, ir a la escuela, estudiar, trabajar y ejercitar el cuerpo.
POBREZA Y SUPERACIÓN
Su madre es ama de casa y los fines de semana monta un puesto de antojitos en la carretera y su padre es empleado.
“Actualmente gano mil 300 pesos a la semana con una empresa que le trabaja a la SCT en una carretera, pero cuando eso se acabe no habrá trabajo”, relata el hombre quien también prefiere omitiur su nombre.
El municipio de Coscomatepec tiene 15 mil 252 habitantes y es considerado por el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) como uno de los municipios de más alta marginación en Veracruz y concentra altos niveles de migración.
Enclavado en la región montañosa del distrito de Córdoba, es cuna de la artesanía en cuero y fue nombrado Pueblo Mágico desde el 2015, pero hay numerosas comunidades donde sus habitantes carecen de lo elemental, en este caso, el pueblo demanda justicia.
A las pocas horas de la noticia de la muerte de Anayeli, docenas de personas salieron a marchar, especialmente mujeres, lanzando consignas contra los tres niveles de gobierno.
Hasta el cierre de esta nota no se contaba con noticias sobre presunto o presuntos culpables. Y el Fiscal General del Estado, Jorge Wínckler Ortiz, no había dedicado ni un sólo comunicado a los cuatro probables feminicidios acontecidos la semana anterior.
A la casa de los papás de la difunta, cuenta la familia, arribó una alta funcionaria de la Fiscalía en Xalapa, lanzó unas cuantas promesas, se marchó y no se sabe de avances.
Cada año, desde hace cinco, marchaba con su hermano mayor en una peregrinación al municipio de Tlacotepec, en Puebla, a dar las gracias al Cristo Negro.
Durante tres días y dos noches caminaban desde Coscomatepec hasta puebla poco más de 100 kilómetros, entre cerros y laderas con el objetivo de venerar la imagen.
“Dormíamos donde nos tomara la noche, sin casas de campaña o hoteles, sólo con unas cobijas o unos plásticos para taparnos de la lluvia, a descansar un poco y después seguir la peregrinación. De día y de noche, iba por su quinto año, íbamos ir pronto pues ella quería dar gracias por sus estudios”, recuerda el hermano.
Antes de ir por la carrera de Enfermería, pensó en Medicina, y sus padres le pidieron no tomarla, pues resultaría muy costosa y estaba muy chica para marchar a otra ciudad para poder cursarla.
Entonces hizo un curso como fisioterapeuta. No le gustó y se decidió por la enfermería.
Hasta antes de ser asesinada, buscaba ingresar a una escuela en el estado de Puebla para contar con una especialidad.
Su gran sueño, recuerdan, era ser enfermera, ganar buen dinero para apoyar a sus padres y sacarlos de la pobreza, pero se lo truncaron. Hoy sus seres amados por qué o quién fue la persona persona que privó de la vida a la joven.