Rita Varela Mayorga
14/06/2016 - 12:00 am
¿Homofobia en Orlando? No, aquí mero
“¿Por qué miras la paja que hay en el ojo de tu hermano y no ves la viga que está en el tuyo? ¿Cómo puedes decir a tu hermano: “Hermano, deja que te saque la paja de tu ojo”, tú que no ves la viga que tienes en el tuyo? ¡Hipócrita!, saca primero la viga […]
“¿Por qué miras la paja que hay en el ojo de tu hermano y no ves la viga que está en el tuyo? ¿Cómo puedes decir a tu hermano: “Hermano, deja que te saque la paja de tu ojo”, tú que no ves la viga que tienes en el tuyo? ¡Hipócrita!, saca primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la paja del ojo de tu hermano”.
(Lucas 6, 41-42)
“No hay duda de que la sociedad, inconforme con esta imposición destructiva e inmoral ha reaccionado y ha emitido un voto de castigo al Presidente y a su partido político, el mismo que, cabe recordar, propuso en la Ciudad de México la ley criminal del aborto y que en varios estados, aun contra el sentir de la sociedad, ha aprobado los mal llamados matrimonios entre personas del mismo sexo”, expuso el domingo pasado la Iglesia católica en su editorial del semanario Desde la Fe.
El texto publicado en el semanario arquidiocesano se refería a la iniciativa presentada por Enrique Peña Nieto el 17 de mayo pasado, justo en el Día Internacional contra la Homofobia, para legalizar los matrimonios entre personas del mismo sexo y que éstos parejas, además, puedan adoptar hijos.
Esa propuesta del Ejecutivo federal pretende el reconocimiento del matrimonio homosexual en la Constitución mexicana y el Código Civil, lo que ampliaría los derechos del matrimonio entre iguales en todo el país, como ya se practica en la Ciudad de México, Coahuila y Quintana Roo.
Pero la que hasta ahora se considera como la propuesta más progre del Gobierno peñista –y que también, hay que decirlo, ha sido calificada por analistas como “un show político” y demagógico– ha generado, de entrada y aun sin presentarse en el Congreso, un aluvión de críticas y ofensas por parte de grupos de la Iglesia católica –más de mil organizaciones que componen el Frente Nacional de la Familia (FNF), por ejemplo– e incluso unas 2 mil iglesias evangélicas.
Los calificativos a la propuesta presidencial de parte de católicos y cristianos ultras han sido agresivas, pero nada comparado con lo que se ha dicho a las personas que componen la comunidad denominada Lesbianas, Gays, Transexuales, Bisexuales e Intersexuales (LGBTI), que al final son las importantes en esta historia y que sólo demandan un trato igualitario ante la Ley, tal y como está consignado en la Constitución Mexicana.
De personas “destructivas y perversas” no los bajan aquellos que pregonan el amor a su Dios y a sus semejantes. También, esos misioneros del aprecio, la bondad, la amistad y la paz, los tachan como “diabólicos enemigos” de los valores familiares y éticos, por decir realmente lo menos.
Las ofensas de los ultras católicos contra la comunidad LGBTI, sin embargo, sólo ven la paja en el ojo ajeno. No reconocen, por ejemplo, que su Iglesia tiene enorme deudas legales y éticas con la sociedad mexicana y, en especial, con miles de niños y adolescentes a los que sus curas han sometido a abusos sexuales… crímenes atroces que están pendientes de castigo.
Mientras tanto, y ahora además con el silencio del Gobierno federal, el encono crece lo mismo que una campaña que sólo ha logrado polarizar aún más a la sociedad, como si México necesitara de mayor odio.
Recientemente, Olivia Rubio, activista de la organización Familias Diversas, puso el dedo en la llaga y urgió ver lo que realmente como mexicanos debe importarnos. Pidió a los jerarcas católicos no llamar a sus feligreses a cometer actos violentos, incluyendo asesinatos, ni a promover el rechazo y el distanciamiento entre familias pues, dijo, “lo que terminará sucediendo es que pagaremos por el odio que promueven”.
El domingo, horas antes de que el semanario Desde la Fe hiciera público su polémico editorial contra Peña Nieto y su iniciativa del matrimonio igualitario, Omar Mateen, un joven de 29 años, homófobo e inestable, entró a un club gay en Orlando, Florida, y asesinó a tiros a 50 personas e hirió a otras 53, consumando así –por su odio a los homosexuales– la mayor matanza de la historia de Estados Unidos.
El Gobierno federal, en su calidad de autoridad máxima, debe garantizar el orden en la sociedad y proteger a sus ciudadanos en este que, se supone, es un Estado laico. Así que se hace tarde para que se pronuncie y frene una embestida que, más que dañar al Presidente, puede causar aún más dolor y sufrimiento a las familias de este país.
La intolerancia religiosa, la homofobia y la violencia no es privativa de un hecho desastroso y lamentable como el de Orlando. Aquí mero es también una enorme amenaza.
¡Buena semana, y nos vemos el próximo martes!
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