La brecha laboral de género a nivel nacional es superior al promedio mundial, que se sitúa en 26.7 puntos porcentuales, pese a que las mexicanas representan el 40 por ciento de la fuerza laboral del país. Al mismo tiempo, los pagos siguen siendo desiguales y las cifras revelan que las mujeres en México tendrían que laborar cinco horas adicionales para tener el mismo ingreso que los hombres, además de que el 60 por ciento de ellas es vulnerable por las condiciones de trabajo y la falta de protección social.
Ciudad de México, 14 de mayo (SinEmbargo).– México es uno de los 30 países a nivel mundial, y el cuarto lugar en Latinoamérica, con mayores brechas laborales por cuestión de género, situación que se agravó con la pandemia de COVID-19 y por la que cientos de mujeres tuvieron que confinarse únicamente al hogar y a los trabajos de cuidados no remunerados. D
De acuerdo con un reporte de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), hasta 2018 México tenía una diferencia porcentual de casi 35 puntos porcentuales en su brecha laboral por cuestiones de género –con sólo el 44.1 por ciento activo del total de mujeres en edad de trabajar, frente a un 79 por ciento de los hombres en la misma condición–.
Los datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) de marzo de 2022 mostraron que la tasa de participación laboral femenina en México fue de 44.2 por ciento, es decir sólo un punto porcentual por encima de la cifra de cuatro años antes y 2.3 por ciento arriba de la cifra de 2021, cuando fue de 41.9, y aún por debajo de lo reportado en el mismo periodo de 2019, cuando se colocó en 45.4 por ciento. De hecho, previo a la crisis sanitaria, México registró sus mejores números en participación laboral de mujeres: en noviembre del 2019 se reportó el mejor mes para la fuerza laboral femenina en la economía, con una tasa de 45.50 por ciento. Ese mismo año, el promedio de los cuatro trimestres fue de 44.72 por ciento, el más alto en la historia.
Además, un estudio del Instituto Nacional de las Mujeres (Inmujeres) reveló que entre 2005 y 2019, la tasa de participación económica en México experimentó un ligero incremento de 1.3 puntos porcentuales: por sexo hubo una disminución de 2.7 por ciento en la tasa de participación económica masculina, y un incremento de la Población Económicamente Activa (PEA) femenina de 4.3 puntos porcentuales.
A nivel continental, el país se ubicó sólo por detrás de Guatemala (que tiene una brecha de 44.4 por ciento), al mismo nivel que Honduras (aunque este país tiene una mayor participación laboral femenina, con 50.9 por ciento), y con niveles similares con países como Nicaragua (con una brecha de 33.7 por ciento), Guyana (con una brecha de 33.9 por ciento). En el resto de Centroamérica y América del Sur, los países se mantienen con brechas de entre 20 y 30 puntos porcentuales.
Según el registro de la OIT, a nivel mundial el índice de participación de las mujeres en la población activa en el mundo se aproxima al 49 por ciento, mientras que el de los hombres es del 75 por ciento, es decir, hay una diferencia de casi 26 puntos porcentuales en todo el mundo, pero esta cifra se recrudece en algunas regiones en las que la disparidad supera los 50 puntos porcentuales. En todo el continente americano, lo países con las menores brechas de trabajo por razón de género son Canadá, Estados Unidos, Perú, Uruguay y Brasil.
“Encontrar trabajo es mucho más difícil para la mujer que para el hombre en todo el mundo. Cuando la mujer trabaja, suele hacerlo en puestos de baja categoría y en condiciones de vulnerabilidad, y se prevé pocos avances a corto plazo. Si bien el empleo vulnerable es generalizado tanto para la mujer como para el hombre, la mujer tiende a tener una presencia excesiva en determinadas clases de empleo vulnerable: hay más probabilidades de que el hombre trabaje por cuenta propia, en tanto que la mujer suele ayudar en tareas del hogar o negocios de familiares”, expone el informe de la Organización, que resaltó que este problema caracteriza en especial a los países de África del Norte y los Estados Árabes, en los que el índice de desempleo femenino supera el 16 por ciento.
En ese sentido, México y el resto de los países latinoamericanos (a excepción de Guyana y Suranime) tienen brechas de género en las tasas de desempleo menores a los 5 puntos de diferencia. Hasta el momento del reporte, en la República Mexicana la tasa de desempleo para las mujeres era de 3.6 por ciento, mientras que para los hombres es de 3.5 por ciento.
Hoy, #10DeMayo, es un día que nos invita a celebrar pero también a reflexionar sobre los desafíos que las mujeres que ejercen la maternidad enfrentan en el mundo del trabajo.
Trabajemos juntas y juntos por mundo del trabajo justo y equitativo.https://t.co/1FaAkgH0cn
— OIT México y Cuba (@OITMexico) May 10, 2022
El hecho de que las oportunidades de trabajo para las mujeres apenas tengan un mínimo incremento en comparación con las cifras de 2018 ha desvelado que muchas de ellas aún se ven confinadas a realizar trabajos de limpieza en el hogar y cuidados no remunerados. De acuerdo con el Inegi, hasta 2021 las mujeres representaron el 52 por ciento de la población en México, con un total de 66.2 millones, pero sólo 45 de cada 100 mujeres en edad de trabajar en México fueron económicamente activas.
En ese sentido, los resultados más recientes de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) arrojaron que del total de la Población Económicamente Activa (PEA) -que fue de 58.8 millones de personas hasta el cuarto trimestre el 2021–, 23.2 millones eran mujeres, pero la encuesta contabilizó un total de 51.7 millones de mujeres de 15 años o más edad de trabajar, es decir que sólo 4 de cada 10 mujeres trabajan.
En comparación, 75 de cada 100 hombres eran económicamente activos hasta finales del año anterior, lo que es un total de 34.2 millones de personas de dicho género. Según la Población No Económicamente Activa (PNEA) –que agrupa a las personas que no participan en la actividad económica ni como ocupados ni como desocupados–, la tasa de hombres en este sector se ubicó en 11 millones (23.6 por ciento), en el caso de las la mujeres fue de 28.7 millones (55.3 por ciento), de las cuales sólo 4 millones 641 mil 897 mujeres dijeron estar disponibles (no buscan trabajo, pero si se les ofrece uno lo tomarían), lo cual refleja el comportamiento de la participación laboral y del confinamiento de las mujeres a las labores domésticas y de cuidado de las hijas e hijos.
En ese sentido, la organización Acción Ciudadana Frente a la Pobreza recalcó que la recuperación no es pareja, y que las mujeres mexicanas tienen aún un déficit de más de un millón de trabajos respecto a la tendencia previa a la pandemia. La agrupación agregó que México tiene una de las tasas de participación laboral femenina más bajas, no sólo de los países miembros de la OCDE (sólo por debajo de México se ubica Turquía), sino de toda América Latina.
Hasta 2020, la brecha salarial en México se mantenía en un 14 por ciento, frente al promedio de 13.2 por ciento de los países de la zona de la OCDE. El dato concreto muestra que las mujeres ganan un 34 por ciento menos que los hombres aún cuando empleo y educación son similares. Sin embargo, al representar más del 40 por ciento de la fuerza laboral, el trabajo de las mujeres en México mueve alrededor de 37 mil millones de pesos al día (mil 850 millones de dólares).
La OIT preguntó a mujeres y hombres de 142 países si preferían que la mujer tuviera un trabajo remunerado, cuidar a sus familiares y sus hogares, o realizar ambas cosas. El promedio mundial señaló que un 41 por ciento de las mujeres y un 38 por ciento de los hombres encuestados preferirían que las mujeres puedan hacer ambas actividades. Sólo un 29 por ciento de mujeres y un 28 por ciento de hombres quieren que las mujeres sólo tengan un trabajo remunerado, y un 27 por ciento y 29 por ciento, respectivamente, quieren que el sexo femenino sólo se dedique a los cuidados y trabajos del hogar.
En México, la perspectiva con mayor votación fue que las mujeres tengan un trabajo remunerado (34 por ciento mujeres y 46 por ciento hombres), frente a un 30 y 25 por ciento sobre realizar tanto labores remuneradas como trabajos de cuidados, y un 32 por ciento (mujeres) y 26 por ciento (hombres) que votó por sólo confinar a las mujeres a lo trabajos del hogar.
Esta preferencia a quedarse o no en casa, y en realizar o no los trabajos de cuidados y del hogar está muy influida por las restricciones socioeconómicas y la presión para adaptarse a los roles tradicionales en función del sexo, destacó la OIT. Algunas de las más comunes son: estar casada o tiene pareja, cree que es difícil conciliar la vida laboral y familiar, no cuenta con dinero para pagar el cuidado de los niños ni acceso a un medio de transporte y/o tiene familiares que no aprueban que las mujeres trabajen. En esa línea, un 36 por ciento de las mujeres mexicanas se dedicaron al trabajo del hogar no remunerado –cuando su lengua vehicular es indígena, el porcentaje se eleva a 46 por ciento.
“Los roles en función del sexo y las presiones a la mujer para adaptarse a esos roles varía en función de las regiones, las religiones y los hogares. Una de las formas de presión para cumplir los roles se manifiesta a través del estado civil. Por ejemplo, en las economías emergentes y desarrolladas, hay menos probabilidad de que la mujer con cónyuge o pareja tenga un trabajo remunerado o busque uno intensamente”, se lee en el reporte de la Organización Internacional del Trabajo.
De acuerdo con una encuesta del InMujeres, realizada en septiembre de 2021, la mayor carga del trabajo en el hogar es para las mujeres con respecto a los hombres: de una a 1.8 horas diarias más a las horas que ya le dedicaban a estas actividades. En el promedio nacional, 33 por ciento de los hogares son encabezados por mujeres, pero el Instituto detalló que esto se debe a que la razón histórica sobre los roles y estereotipos de género han atribuido al hombre en el rol de autoridad familiar, y que en los la mayoría de los hogares donde se reconoce a una mujer como jefa de hogar se debe a que hay un estatus de divorcio, separación o ser viuda.
Acción Ciudadana Frente a la Pobreza dijo a SinEmbargo que hay casi 14 millones de mujeres que están en edad disponibles para trabajar, pero que ni siquiera pueden salir a buscar trabajo debido a que se encuentran confinadas a labores domésticas y trabajos de cuidado, y que de hecho, el 95 por ciento de quienes no se encuentran disponibles para trabajar por estar realizando dichas tareas son mujeres.
LOS BENEFICIOS DE REDUCIR LA BRECHA
La OIT ha estimado que reducir la brecha de género existente en la PEA en un 25 por ciento para 2025 –el cual es un compromiso del G20, grupo del que México forma parte– generaría una ganancia económica de 148 mil millones de dólares. Esto supondría un incremento de 8.5 puntos porcentuales en la tasa de actividad femenina, lo que a su vez significaría que 4.6 millones de mujeres entrarían en la mano de obra, con el consiguiente impulso del PIB. Y aunque el panorama de la crisis sanitaria representó un retroceso en los pocos logros obtenidos anteriormente, la organización alentó a duplicar los esfuerzos en materia laboral y aprovechar la creación de empleos y la vuelta a los centros de trabajo para otorgar trabajo a las mujeres.
A nivel regional, romper la brecha laboral de género ayudaría a incrementar le PIB de Latinoamérica y el Caribe hasta un 4 por ciento.
Según la organización, para mejorar la tasa de actividad de las mujeres es necesario aplicar un enfoque multidimensional. Lo anterior implica instrumentar políticas que mejoren el equilibro entre el trabajo y la vida familiar; prevengan y eliminen la discriminación de género; y creen y protejan empleos de calidad en el sector del cuidado de terceros.
La OIT ya había informado que parte de los logros que se tienen que alcanzar para reducir y eliminar la brecha es invertir en un sistema de cuidados que permita a las mujeres tener una vida laboral activa y remunerada, con lo cual se incrementaría la calidad de vida de las mismas, ya que podrían volverse independientes económicamente, no confinarse a relaciones violentas fisicoemocionales, y tener hábitos de esparcimiento que les permitan la realización personal.
-Con información de EFE