Hasta finales de 2023 se verán los niveles de empleo del año pasado, pero desde 2021, tras la caída de hasta 10 por ciento del PIB este año, empezaremos a discutir sobre la reconstrucción económica y social en México, muestran datos oficiales. Lo peor que puede pasar es retomar el mismo “modelo depredador” en vez de encaminarnos hacia un desarrollo sustentable, plantea el CeIBA.
Ciudad de México, 14 de mayo (SinEmbargo).– Ante esta “Gran Disrupción” mundial, aunque la economía mexicana comenzará a reanimarse en 2021, el país alcanzará los niveles de empleo de 2019 hasta noviembre de 2023 (en 48 meses), en comparación con la crisis financiera de 1994-95 que tardó 30 meses y la crisis internacional de 2008-09 que se recuperó en 19 meses, de acuerdo con estimaciones de BBVA. Sin embargo, la reconstrucción debe ser sustentable, plantea el Centro Interdisciplinario de Biodiversidad y Ambiente (CeIBA).
“Y para los próximos 10 años la perspectiva es muy mala de muy baja inversión y por ende poco crecimiento del empleo (sin contar las menores fuentes de empleo por la robotización y automatización). De aquí a 2030 México estará creciendo un 2 por ciento anual; muy poco. Y el crecimiento sí importa”, dijo Enrique Provencio Durazo, presidente del CeIba y especialista en economía ambiental.
Pero a mediano plazo, en 2021, empezaremos a hablar de la reconstrucción de la economía y la sociedad. “¿Qué tipo de desarrollo, forma de producir, consumir y vivir va a salir de esta crisis? La normalidad ya no va a regresar y por fortuna. Lo peor que nos puede pasar es que regresemos iguales a lo que éramos”, aseguró.
Durante una ponencia virtual del Colegio Nacional, el investigador en medio ambiente y sustentabilidad llamó a aprovechar la época post-aislamiento para dejar atrás “al viejo modelo depredador” y adaptarnos a la crisis climática.
“No hay que posponer cambios hacia el desarrollo sustentable. Hay que cambiar los modos de producción y de consumo, y sobre todo hay que orientarnos a una sociedad más resiliente de sustentabilidad ambiental. No hay que posponer la transición energética, no sigamos castigando a la energía solar y eólica ni sigamos posponiendo la salida del modo de producción basado en el petróleo; no demos marcha atrás con lo que hemos conseguido”, enfatizó.
Para ello planteó tres urgencias: el Plan Nacional de Desarrollo (2019-2024), dijo, quedó desfasado por lo que debe reeplantearse; se debe dejar de “castigar” con el presupuesto a las instituciones ambientales; y en definitiva debe activarse y priorizarse la política ambiental hasta ahora “pasiva”.
“No podemos aspirar a un país más sustentable manteniendo al sector ambiental en la supervivencia presupuestal”, recriminó Provencio.
EL PANORAMA ANTES DE LA RECONSTRUCCIÓN
Con cifras oficiales, el economista Enrique Provencio Durazo, presidente del Centro Interdisciplinario de Biodiversidad y Ambiente, dimensionó en una ponencia virtual lo que denomina la “Gran Disrupción” que, a diferencia de la crisis financiera de 2008-09 que fue recesión, se trata de una fractura global e inédita, donde “se rompió un cierto orden que en muchos sentidos era un desorden” y las respuestas van “a tientas” mientras se entiende su magnitud.
“La combinación de crisis sanitaria, económica, social y humanitaria está poco a poco desbordando la capacidad de entendimiento”, aseguró sobre un fenómeno que brotó desde finales de diciembre en Wuhan, China, y ahora está en casi todos los continentes y países.
Desde finales de enero comenzó en China a provocar cortes en los procesos productivos en cadenas globales por los cierres en plantas proveedoras de productos e insumos indispensables y en febrero la incertidumbre alteró los mercados financieros y cambiarios. En principios de marzo, los ajustes en las empresas globales y nacionales impactó en los planes de inversión, en la planta de trabajadores y con ello en restricciones de ingreso y consumo de los hogares, recapituló el investigador.
A finales de marzo e inicios de abril, la repercusión empezó a darse en los ingresos públicos, en los presupuestos gubernamentales y desde entonces impactó al bienestar y esquemas de distribución social. Pero desde abril la economía de China empezó a abrir, por lo que hay efectos por el cierre en una parte del mundo (América Latina y África) y reapertura de economías en otra parte (Europa y Asia) que se calculan en una caída de la economía mundial al menos de 3 por ciento.
“La actual generación, pasada y antepasada no habían visto una crisis tan abrupta. No solo es una crisis sui generis, sino interpestiva y global en toda regla. La mayor parte de los países en el mundo van a ver un crecimiento cercano por debajo de cero, menos 3, menos 4 y muchos otros de 6 o 7 por ciento”, afirmó Provencio.
“Y la paradoja de paradojas es que China, el epicentro de la pandemia, tendrá un crecimiento positivo. Su caída en el primer trimestre del año fue muy importante, pero como su economía se reactivó desde abril tendrá un crecimiento de cerca de 3 por ciento, lo cual va a consolidar el papel de China en el mundo puesto que mientras la mayor parte del mundo pasará por esta Gran Disrupción, ellos estarán creciendo, así como India, Vietnam y otros países del sureste asiático”.
¿CUÁNTO CAERÁN LOS ESTADOS DE MÉXICO?
La Comisión Económica para América y el Caribe (CEPAL) calcula una caída de la región de 5.3 por ciento en 2020, mayor que la de la Gran Depresión de 1929-32, y mayor que la de la Primera Guerra Mundial. Es, entonces, la caída económica más profunda de los últimos 100 años en América Latina.
Las últimas previsiones del Fondo Monetario Internacional (FMI), consultoras y analistas consultados por el Banco de México (Banxico) calculan que la economía mexicana pueda caer entre 7 y 10 por ciento durante 2020, es decir, más que la economía mundial y más que la de Estados Unidos, igual que en la crisis de 2008, porque en México pesa mucho la caída de las exportaciones, planteó el economista.
“Puede darse por un hecho que en 2020 el ingreso por habitante en México caerá un 10 por ciento, por lo que será la caída más fuerte desde la Gran Depresión de 1929-32. Eso está ocurriendo en estos momentos. En este trimestre está cayendo entre 14 y 15 por ciento”, lamentó el economista ambiental Eduardo Provencio. Ya para el primer trimestre de este año el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) dio a conocer que la economía mexicana cayó más de 6 por ciento anual.
El problema adicional, añadió, es que desde 2019 (antes del coronavirus) la economía mexicana ya venía mal. Se discutía si estábamos en recesión o solo en desaceleración. Pero el hecho es que no crecimos el año pasado y el empleo creció menos de la mitad que en 2018.
Las actividades que más están resintiendo son la de turismo y servicios asociados, transporte aéreo (las aerolíneas están al 20 por ciento de su capacidad), construcción (que ha caído desde 2015, sobre todo en obra civil por menor inversión pública), e industria (textil, autopartes, manufactura…). A las que no les está llendo tan mal es al comercio al por menor, al comercio electrónico y ciertas actividades de telecomunicaciones.
A nivel local, todos los estados tendrán una caída profunda. Los que menos caerán, tendrán un desplome de 7 por ciento y otros hasta de 13 por ciento, sobre todo en los que tiene más peso la actividad turística como Quintana Roo, Guerrero y Baja California Sur; en los que tiene más peso la actividad petrolera como Campeche y Tabasco (que ya llevan muchos años con problemas); y en donde pesa la exportación como Chihuahua y Coahuila. El año pasado, además, al menos 11 estados ya habían tenido una recesión, e incluso algunos llevaban dos años así, desglosó
Desde la tercera semana de marzo se registraron muchos cierres o suspensiones de actividades económicas, esto es, fuentes de trabajo, aunque las turísticas se vieron afectadas desde finales de febrero.
“Ya empezamos a sentir los efectos. Solamente durante el mes de abril, lo informó el IMSS, se perdieron más de 555 mil empleos formales con seguridad social. Si se suman los perdidos en marzo, más de 750 mil empleos se han perdido solo en los dos primeros meses de la pandemia solo en el sector formal. No hay nada que se le parezca en las últimas dos décadas desde que existe esta estadística”, dimensionó el ponente sin poder contar aún los afectados en el sector informal, esto es, la mitad de la población económicamente activa.
Pero es peor en Estados Unidos, donde las tasas de desempleo desde 1948 se movían en rangos de entre 4 y 5 por ciento, pero alcanza ya el 14.7 por ciento en mes y medio, es decir, se triplicó.
“El desempleo en el mundo viene creciendo sobre todo en la población joven (menores de 29). Ha ocurrido desde hace años, pero se ha agudizado con la crisis, por lo que puede ser un impacto generacional. Las personas que están iniciándose en el trabajo o formando un hogar les está impactando muy intensamente”, abundó.
Respecto a la desigualdad con que los mexicanos están sufriendo la pandemia, con datos del economista del Colegio de México y City College de Nueva York, Luis Monroy-Gómez Franco, expuso que solo el 20 por ciento de trabajadores está en ocupaciones que les permiten home office: en el primer decil, con menores ingresos, menos del 10 por ciento y en el décimo decil, con más ingresos, un 60 por ciento, es decir, los trabajadores de mayor ingreso tienen más probabilidad de aislarse.
“La mayor parte de la población está teniendo que salir, por estar en agricultura, comercio, servicios de hostelería, construcción… y se exponen más. Es una realidad muy cruda. La población más pobre es la más expuesta a los contagios”, reiteró el presidente del Centro Interdisciplinario de Biodiversidad y Ambiente.
En este marco de desempleo, desigualdad y caída de crecimiento, el Consejo Nacional de Evaluación de Política de Desarrollo Social (Coneval) publicó que en el segundo trimestre del año el índice de pobreza laboral subirá ocho puntos porcentuales, por lo que llegará al 45.8 por ciento de la población activa. También estimó que bajo el supuesto de que el ingreso caiga un 5 por ciento durante el año –y puede ser muy optimista– 10 millones de personas caerán en situación de pobreza por ingreso en 2020.
“Lo que estamos haciendo como país en lo económico y social no está siendo suficiente”, observó el economista ambiental. “¿Quién está padeciendo más? Por supuesto, quienes están en el trabajo informal, quienes dependen de su comercio y quienes trabajan por su cuenta propia; quienes son la mitad más pobre de la población”.
¿MEDIR FELICIDAD O CRECIMIENTO?
El economista Eduardo Porvencio también abordó en su ponencia de dos horas el comentario reiterativo del Presidente Andrés Manuel López Obrador sobre fijarse más en el bienestar y felicidad de las personas más que en el PIB. En primera instancia, acentuó, es un debate desde la década de los 50 y los indicadores son distintos.
“Si ese debate es una coartada para hacernos dejar de lado el hecho de la profunda caída del crecimiento, estamos equivocados. Y también estamos equivocados si creemos que todo es distribución o que todo es la búsqueda de la felicidad a través de medios espirituales. ¡No es así! Toda sociedad requiere creación de empleo, inversión en desarrollo tecnológico. Y requerimos un modo de vida más amigable, equitativo y que ataque las desigualdades”, aseveró.
Luego de criticar al PIB en los 50, desde los 60 hay un análisis sistemático de cómo generar nuevas medidas y desde los 70 se señala la medición del PIB por no considerar los efectos ambientales, por lo que, consideró, ya hay madurez para enfrentar esta discusión.
“Al Presidente de la República quiero decir que una cosa es discutir la diferencia entre indicadores (desarrollo, bienestar y crecimiento) y otra es desentendernos de la necesidad de una medición de la producción. Hay que fijarnos en la distribución, la desigualdad, el bienestar, medir el impacto ambiental y también la producción; van de la mano”, pidió.
Ante la oportunidad de la reconstrucción económica y social, llamó, hagamos un desarrollo centrado en la salud, en la protección ambiental, en la educación, en la infraestructura, la cultura y los medios de vida que nos permitan una vida más sobria, pero que a la mayoría de la población del país les garantice los medios de vida creando un mecanismo de seguro de desempleo y un sistema tributario para financiar el sistema de salud universal y la inversión a la ciencia y tecnología.