Sandra Lorenzano
14/03/2021 - 12:03 am
Nunca más un mundo sin nosotras
Aunque yo me quedé en casa, sí hubo centenares de chavas dolidas y furiosas que salieron a las calles. Tampoco ellas quieren volver a ser marginadas o acalladas.
1.
Este año en que no me atreví a salir a las calles, y extrañé sentir en el cuerpo la fuerza de la sororidad y de la lucha de las mujeres, hice mi pequeña e íntima conmemoración del 8 de marzo, sumergiéndome en una lectura maravillosa: Vindictas. Cuentistas latinoamericanas, una antología realizadas por Socorro Venegas y Juan Casamayor, y publicada en coedición por la UNAM y la editorial española Páginas de espuma.
Después de la lectura fascinada de los veinte cuentos seleccionados, me emocionó encontrar esta frase a modo de colofón:
“Vindictas. Cuentistas latinoamericanas (…) se terminó de imprimir el 5 de septiembre de 2020, Día Internacional de la Mujer Indígena, en recuerdo a Bartolina Sisa, dirigente indígena aymara, que fue asesinada ese mismo día del año 1782 tras liderar una sublevación contra la corona española”.
Quedaba clara así la voluntad memoriosa de la colección Vindictas. Una voluntad que une generosidad y justicia, memoria y género, lucha y reivindicación.
Cuentistas latinoamericanas es el título más reciente de esta colección nacida de la pasión y la intuición literarias de Socorro Venegas como Directora de Libros UNAM, y del entusiasmo por el proyecto de Jorge Volpi, Coordinador de Difusión Cultural.
El nombre de la colección devela su objetivo. Dice el Diccionario de la Lengua que “vindicar” es sinónimo de “vengar”, y agrega: “Dicho de una persona: Recuperar lo que le pertenece”. Y de eso se trata, de recuperar el lugar que pertenece a las mujeres en la historia de la literatura. Vengar tantos siglos de silenciamientos y borramientos. No se trata de olvido, porque, como dice Juan Casamayor: “Para olvidar tiene que haber una voluntad de querer recordar. Y aquí no se ha querido recordar. Estamos frente a la invsibilidad. Estamos sin memoria.” (Cuentistas latinoamericanas, p. 11) El campo literario se ha construido históricamente según parámetros masculinos y misóginos, y en él las autoras han sido marginadas tanto social como literariamente. Busquen las más conocidas antologías latinoamericanas o piensen en los nombres canónicos del tan sonado y sonoro “Boom”, y verán que las mujeres son los grandes ausentes. Algo similar sucede en las colecciones de los museos, en las programaciones de cine o de conciertos, en las historias del pensamiento y de la ciencia. Es momento de recuperar, de reivindicar a quienes han creado, pensado, producido, imaginado, inventado, a lo largo de los siglos, desde todas las ramas del saber.
Vindictas nace con ese propósito, en noviembre de 2019, con una colección de novelas y memorias que retoma nombres ya clásicos, pero que han sido en general poco leídos y muy poco reeditados. Ya cuenta con siete títulos a los que se suma la antología. Allí se dan cita escritoras tales como: Luisa Josefina Hernández, Tita Valencia, María Luisa ‘La China’ Mendoza, Tununa Mercado, Marcela del Río, Vlady Kociancich y Yolanda Oreamuno.
Pero no se detiene ahí el trabajo en torno a la memoria, sino que busca cumplir un deseo siempre vigente del feminismo: vincular a las ancestras con las que apenas están entrando en la lucha. Cada uno de los libros de la colección tiene por ello un estupendo estudio introductorio hecho de una escritora joven (Claudina Domingo, Jazmina Barrera, Lola Horner, Natalia García Freire, Gabriela Damián Miravete, Nora de la Cruz y Ave Barrera). Así se va creando un lazo que une pasado y presente a través de la palabra literaria.
Vuelvo a mi antología -salvavidas y conmemoración de este 8M pandémico- y a los relatos de las veinte escritoras aquí reunidas, todas nacidas en los años 30, 40 o 50 del siglo pasado en América Latina. Comparten, por lo tanto, una historia no idéntica, pero sí similar en cuanto al vínculo con su sociedad y con el mundo de la cultura.
Mención aparte hago de María Luisa Elío (una escritora que amo, dicho entre paréntesis, desde que hace ya varias décadas vi esa joya del cine que se llama El balcón vacío), la única de las autoras que nació en España. Llegó a México con el exilio republicano con sólo 14 años y aquí vivió toda su vida.
Cuentistas latinoamericanas reúne, entre otras, a la mexicana María Luisa Puga, la hondureña Mimí Lozano, la cubana Mirta Yáñez, la ecuatoriana Gilda Host, la colombiana Marvel Moreno, la uruguaya Armonía Somers, la nicaragüense Mercedes Gordillo, la chilena Marta Brunet, la panameña Bertalicia Peralta. Aunque varias de ellas fueron medianamente leídas en su tiempo, no son aún conocidas como merecen. Sin duda los temas y estilos son tan diversos como ellas mismas, pero las une el altísimo valor literario de sus obras, lo que obligará a repensar nuestras historias literarias. Un nuevo mapa de las letras latinoamericanas se dibuja con sus nombres. Son las abuelas y las madres de las jóvenes que con tanta fuerza están pisando en el panorama actual: Gabriela Alemán, Mónica Ojeda, Pilar Quintana, Selva Almada, Valeria Luiselli, y tantas más.
¿También los críticos y lectores hombres sentirán que tienen que repensar la historia literaria? Ojalá así sea. Todas y todos nos enriqueceremos escuchando las voces tanto tiempo silenciadas. Ese silenciamiento es una forma de violencia.
2.
Aunque yo me quedé en casa, sí hubo centenares de chavas dolidas y furiosas que salieron a las calles. Tampoco ellas quieren volver a ser marginadas o acalladas.
Entre ellas estaba Helen “G”, también conocida como Lila Cizas o “La Reinota”: la chica cuya imagen se volvió viral a partir de la manifestación frente a Palacio Nacional, en la Ciudad de México.
Protegida por una valla, la casa de Gobierno y su habitante no invitaban precisamente al diálogo. Las jóvenes feministas transformaron ese muro en un memorial en el que escribieron los nombres de mujeres víctimas de feminicidio y proyectaron lucen con consignas sobre las paredes “protegidas”: “México feminicida”, “Ni una más”. El Zócalo fue convertido así en un gran escenario de indignación y sororidad.
Y allí apareció Helen, corriendo para alcanzar una de las bombas de humo tiradas por la policía y devolverla al otro lado del cerco.
Por supuesto su gesto fue vitoreado por todas y ella se volvió la heroína del momento; aquella que le dio cuerpo a la consigna “No me cuida la policía, me cuidan mis amigas”.
“Esto es cero punto cero cero uno por ciento de esta marcha, ¿no? O sea, esa acción, porque hay muchísimo detrás, esto viene de muchos años atrás, y les agradezco a todas las que estuvieron antes de nosotras y a todas las que vienen”.
Retomo esta frase de una entrevista a Lila Cizas, por lo que significa como gesto de reconocimiento y memoria, como vínculo entre el presente y las luchas feministas del pasado. Vindictas hace el mismo reclamo que las feministas más jóvenes, el mismo que hacemos todas: NUNCA MÁS UN MUNDO SIN NOSOTRAS.
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