Violeta Vázquez-Rojas Maldonado
14/02/2022 - 12:04 am
“Todos somos” los que no son como nosotros
No hace falta un veredicto más acerca de si lo que hizo el presidente en su conferencia estuvo bien o estuvo mal. Ya hay suficientes voces de un lado y de otro y, en mi opinión, ese derrotero de la discusión es un callejón de salidas predecibles.
A estas alturas ya es agua pasada que el 11 de febrero el presidente Andrés Manuel López Obrador hizo pública una tabla en la que figuraban los ingresos que presuntamente recibe Carlos Loret de Mola por parte de distintos medios corporativos. La tabla la pudo haber hecho cualquier persona y mostraba información no sustentada más que por la palabra del presidente, que al tiempo que la comentaba anunció que solicitaría al SAT que le certificara los datos.
Estos dos minutos de la “mañanera” suscitaron, como es sabido, una oleada de juicios, reprimendas y extrañamientos que calificaban el acto del presidente como un exceso y un abuso de autoridad. A la vez, miles de reacciones justificaban la acción del presidente bajo la premisa de que es correcto desenmascarar a quienes, llamándose periodistas, lo golpean a él y a su proyecto por consigna.
Para las siete de la tarde, la plana mayor de ese grupo disgregado y sin proyecto que llamamos, a falta de un mejor nombre, “la oposición”, se había reunido en un espacio de Twitter al que lograron convocar decenas de miles de personas.
No hace falta un veredicto más acerca de si lo que hizo el presidente en su conferencia estuvo bien o estuvo mal. Ya hay suficientes voces de un lado y de otro y, en mi opinión, ese derrotero de la discusión es un callejón de salidas predecibles. Lo que me interesa observar es cómo creció, en cuestión de horas, la adhesión a la causa de Loret de Mola, condensada en esa línea con que se suscribe el apoyo al comunicador al grado de la amalgama ontológica: “Todos somos Loret”.
Llama la atención porque, de manera independiente a lo sucedido en la “mañanera”, la carrera de Loret de Mola está caracterizada por actos indignos del oficio de un periodista, frescos aún en la memoria de los mexicanos: desde el montaje que todavía tiene a Israel Vallarta en la cárcel sin sentencia, hasta la entrevista arreglada con Javier Duarte unas horas antes de su huída, pasando por el infame momento en que, abusando del desasosiego que reinaba después del terremoto de 2017, mantuvo a su audiencia en vilo, atenta al destino de una niña atrapada entre escombros que no existía.
Unas horas después de la conferencia del 11 de febrero, Carlos Loret había publicado su respuesta al presidente. Después de acusarlo de haberlo puesto a él y a su familia “a merced de la delincuencia”, le espeta: “¿Qué sigue? ¿Quién sigue? Porque yo puedo tener más visibilidad, pero ¿qué hay de otros periodistas en el momento de la historia en que más colegas están siendo asesinados? ¿Qué está haciendo el presidente y hasta dónde está dispuesto a llegar para acallarnos?”.
Y aquí es donde se revela un patrón discursivo en el que los miembros de élite de un gremio desigual se atrincheran tras las tribulaciones, las amenazas y las aflicciones que sufren los más desfavorecidos de su mismo oficio. En este juego narrativo, los que siempre fueron poderosos se presentan como si fueran uno más de los comunes.
Esa misma jugada discursiva la emplearon los miembros del extinto Foro Consultivo A.C., tras las acusaciones desproporcionadas de la Fiscalía General de la República que los denunciaba por delincuencia organizada. Las acusaciones probaron ser un despropósito, pero la narrativa prevaleciente en los medios era que el Gobierno de la llamada Cuarta Transformación estaba emprendiendo una embestida contra la ciencia y la academia en general. Para concitar el apoyo en torno de las figuras de autoridad de este sector, se presentaba como homogénea a una comunidad acusadamente jerarquizada, donde imperan fuertes desigualdades salariales, y en la que quienes sostienen la mayor parte de la carga laboral son quienes ganan menos. Las demandas de los miembros menos favorecidos de la comunidad académica nunca han sido abiertamente apoyadas por las élites, pero en cuanto ellas se vieron amenazadas (con o sin razón), se arrogaron la facultad de hablar en nombre de quienes ahora sí consideraron “sus colegas”.
Y como último ejemplo pondré la reacción que tuvieron hace unas semanas los consejeros del Instituto Nacional Electoral ante el plan de austeridad propuesto por el Gobierno federal, que sugiere una serie de reacomodos presupuestales para permitirle al Instituto llevar a cabo la consulta de Revocación de Mandato. En una entrevista con Héctor Zamarrón y Paola Barquet en Milenio, el consejero Uuc-Kib Espadas aduce que ese plan de austeridad “significa precarización del trabajo. Las principales medidas que se proponen allá afectan los derechos laborales del conjunto de los trabajadores”. Así, los gastos onerosos de los miembros de élite del INE se defienden argumentando que recortarlos implicaría precarizar a todos los trabajadores, que en la realidad ganan hasta quince veces menos que los mandos superiores.
Ya sea que se trate de un potentado como Loret de Mola identificándose con el reportero de ras de tierra, amenazado por la delincuencia organizada y sin protección suficiente del Estado, ya sea un académico de élite arguyendo la persecución intelectual a los miembros de una comunidad con la que nunca ha sido solidario, o un consejero electoral defendiendo sus percepciones millonarias con el pretexto de no afectar a los trabajadores de la base, hay un patrón ideológico que trata de dibujar a López Obrador como el único y total detentador del poder, como si el poder fuera uno solo y fuera todo de él, y para eso les es menester borrar del panorama la acusada desigualdad de la que se han favorecido durante décadas.
Afortunadamente, tanto en la opinión pública como en esos mismos gremios hay quienes no han dejado de ver esas desigualdades y, separando el juicio de si les parece bien o mal lo que haga en sus conferencias el presidente, no desconocen que lo que hay de fondo es una estrategia deslegitimadora cuyas causas y motivos deben encontrarse más allá de la nota de la semana.
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