Con un padrón de 10 millones de priistas, el Partido Revolucionario Institucional posee una maquinaria que aunque vieja, tiene capacidad para ser aceitada. Llegará a las elecciones del próximo 7 de junio como "el partido más repudiado" por la ciudadanía, según recientes encuestas; aún así, sus líderes pronuncian un discurso triunfalista en el que auguran el carro completo para las elecciones intermedias, como en los viejos tiempos.
Desde 2014 alistó su estrategia para avanzar en la geopolítica de las votaciones mexicanas. Preparó un Plan Nacional de Elecciones a través del cual pudo identificar cuáles eran sus “focos rojos” y “amarillos”. Los primeros los reconoció en Guerrero, Michoacán, Baja California Sur y San Luis Potosí. Los otros, en Nuevo León, Querétaro, Sonora y Campeche, de acuerdo con un documento de circulación interna.
El domingo de las elecciones, el tricolor no sólo podría pagar el repudio de la ciudadanía, sino también la caída en la popularidad del Presidente Enrique Peña Nieto.
Ciudad de México, 25 de mayo (SinEmbargo).– Con crisis de credibilidad, pero latiente aún su voto corporativo. Sobre sus espaldas, una factura social por la controvertida alianza con el Partido Verde Ecologista de México (PVEM), pero gracias a ello a la vanguardia. Ochenta y seis años de pasado y los ánimos por lo alto. El Partido Revolucionario Institucional (PRI) se posiciona así en el mapa de las elecciones intermedias de 2015 en las que se renovarán 2 mil cargos, entre ellos nueve gubernaturas estatales y las 500 curules de la Cámara de Diputados.
Concluido lo que en el Congreso de la Unión se llamó “ciclo reformador”, es decir la aprobación de las reformas estructurales enviadas por el Ejecutivo en los ámbitos fiscal, energético, financiero, educativo y de telecomunicaciones, entre otros, el PRI está desafiado a lograr la mayoría en la Cámara de Diputados para allanar el camino del Presidente Enrique Peña en sus últimos tres años de Gobierno federal. Desde 2014, alistó su estrategia para avanzar en la geopolítica de las votaciones mexicanas. Preparó un Plan Nacional de Elecciones a través del cual, pudo identificar cuáles eran sus “focos rojos” y “amarillos”. Los primeros los reconoció en Guerrero, Michoacán, Baja California Sur y San Luis Potosí. Los otros, en Nuevo León, Querétaro, Sonora y Campeche, según ese documento de circulación interna.
Con todo, si al partido fundado por Plutarco Elías Calles en 1929, se le viera en un diván, podría decirse que su autoestima está fuerte, con un ánimo triunfal, casi imperturbable. En gira por la capital del país el pasado 18 de mayo, su dirigente nacional, César Camacho Quiroz, en la plaza Lázaro Cárdenas de la colonia Doctores de la Delegación Cuauhtémoc, dijo que el PRI es un “optimista razonable”. El dirigente abrió los brazos y sonrió. El reloj empezaba a girar en contra, las elecciones estaban cada vez más cerca.
Son las primeras elecciones federales en las que el partido contiende después de la renovación de sus estatutos, en la XXI Asamblea Nacional. Uno de los cambios trascendentes en ese evento fue la facultad que se le dio al Presidente de la República, Enrique Peña Nieto, para asistir a las reuniones del partido, no sólo en calidad de “priista destacado”; sino como un integrante del Consejo Político Nacional. “Una sana cercanía” que sepultó la impronta del ex Presidente Ernesto Zedillo Ponce de León (1994-2000) de “la sana distancia”.
REPUDIADO PERO GANADOR
Pero visto en el mismo diván, el PRI se desapega de la realidad inmediata. El verdadero foco rojo del tricolor se encuentra en esos números que le indican una palabra de espanto: repudio.
El PRI lleva más de una década estancado en el desprecio social. En la Encuesta Mitofsky de “Rechazo” se ha mantenido en primer lugar desde 2000. En los resultados de marzo de 2015 apareció con el 44.3 por ciento, después del Partido Acción Nacional (PAN) que tuvo el 36.5 por ciento y el Partido de la Revolución Democrática (PRD), con 35.9 por ciento. Morena tiene el cuarto lugar con el 31.2 por ciento y el Partido del Trabajo (PT), el quinto con el 29.1 por ciento. El PVEM ocupó el octavo sitio con el 8 por ciento.
A este nivel de rechazo, se añade la crisis en que cayó la aprobación del Presidente Enrique Peña Nieto en el segundo año de Gobierno, según Parametría. Se trata de un porcentaje menor al que tuvo Vicente Fox Quesada (2000-2006) y al de Felipe Calderón (2006-2012) para el mismo momento político.
Pero las elecciones suelen ser rompecabezas armados desde muchas manos y muchas perspectivas y la que se presiente al principio puede no ser la pieza que encaje. No obstante el repudio, hoy el tricolor va adelante en la geopolítica de las elecciones. Y según el analista político del Instituto Tecnológico de Estudios Superiores (ITESM), Gustavo López Montiel, en mucho se debe a su estructura interna, pero también a la alianza estratégica con el Partido Verde. El 32 por ciento de los encuestados por Grupo Reforma votaría por el PRI, mientras que el ocho por ciento lo hará por su aliado, el Verde. En conjunto, es un porcentaje que al final, los pone adelante.
El pasado 14 de mayo, César Camacho Quiroz, dirigente nacional del tricolor sostuvo que esta alianza es solamente electoral; de modo que el tricolor nada tiene que ver con las millonarias multas impuestas al Verde. “Esto es un asunto, un resorte judicial, nosotros vamos a las elecciones con ellos porque somos aliados electorales y aliados programáticos, seguramente ellos echarán mano de los recursos legales que tienen a su alcance, para hacer valer sus argumentos y sus derechos”, dijo ante reporteros que le insistían en si el PVEM se había convertido en un aliado incómodo del PRI.
Las cosas no solían ser así. Si bien el PRI ha coleccionado historias de desacato e indisciplina, salía a pagar o por lo menos a hacer acuse de recibo de sus multas. De hecho, hasta ahora es el protagonista de la mayor sanción emitida hasta el momento por la autoridad electoral. Mil millones de pesos en marzo de 2003 por el episodio llamado Pemexgate, que consistió en desviar recursos de Petróleos Mexicanos (Pemex) a través del Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana (STPRM) a la campaña de Francisco Labastida Ochoa, candidato priista a la Presidencia de la República en 2000.
En los comicios de 2012, el PRI incurrió en desacato, pero libró todos los extrañamientos. El 12 de noviembre de 2011, el boxeador Juan Manuel Márquez exhibió en su calzoncillo el logotipo del partido durante una pelea en contra del filipino Manny Pacquiao. La respuesta del entonces llamado Instituto Federal Electoral (IFE) fue una multa de 698 mil 900 pesos por “aportación en especie” del short del pugilista. Pero ese apenas era un aperitivo de cómo pensaba competir en las elecciones presidenciales de ese año. En una sinergia con la financiera Monex, a la que le pagó 50.5 millones de pesos, distribuyó tarjetas entre los electores. Y aunque el asunto le significó meses de debates, el Consejo General del Instituto Federal Electoral (IFE) lo exoneró.
Este año, en la alianza PRI-PVEM, es el Verde el que ha puesto la cara. Y la ha puesto no sólo para hacer proselitismo; sino para recibir las multas y señalamientos tanto del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación como de la misma sociedad. En estos momentos, las multas impuestas a este instituto político rebasan los 500 millones de pesos y las firmas para que el registro le sea retirado son ya casi 200 mil en la plataforma Change.org. El PRI desplegó algunos mensajes en los que expuso sus logros respecto a las instituciones, en tanto que la imagen del partido del Tucán apareció en paraderos de autobuses; la radio, televisión y cine, en tarjetas de descuento y hasta en papel para envolver tortillas.
Al final, politólogos vaticinan muy poca participación en las elecciones del 7 de junio. Y en prospectiva, indican que ello favorecerá al PRI aunque los números en general no le sonrían. ¿Por qué? “Históricamente, el PRI ha ganado con voto duro. Es decir con el que surge de sus afiliados”, abunda López Montiel, del ITESM. Para Enrique Toussaint, politólogo formado en la Universidad de Guadalajara (UdeG), el tricolor posee una maquinaria que aunque vieja, tiene capacidad para ser aceitada.
El especialista en el sistema electoral mexicano, Eduardo Huchim May, coincide en que más allá de la crisis de confianza y credibilidad, el PRI se encuentra estable por el voto duro de su estructura partidista, unificada con el padrón de beneficiarios de programas sociales y obra pública en los estados y municipios priistas.
¿Quién votaría por el PRI en estos momentos? Hay 10 millones de priistas, de acuerdo con la Subsecretaría de Afiliación y Registro Partidario del Comité Ejecutivo Nacional (CEN) del partido. Esta misma instancia admite que hasta septiembre de 2014, cuando el INE validó los cinco millones 44 mil afiliados, el padrón tricolor había crecido 215 por ciento; pero si se toman en cuenta los millones en el sistema, el crecimiento fue de 330 por ciento en los últimos dos años.
Cuatro centrales obreras (CTM; CROC, CROM y FSTSE) cuyos afiliados suman más de 1 millón 657 mil 891 trabajadores subsisten en la entraña partidista, según una revisión de este medio digital en las organizaciones y la Secretaría del Trabajo.
VOTAR O NO VOTAR
En febrero, figuras conocidas como el poeta Javier Sicilia, así como los sacerdotes Alejandro Solalinde y Miguel Concha llamaron a la ciudadanía a no votar en las elecciones de este año con el argumento de que el sufragio sería avalar a institutos corruptos o incluso ligados al crimen organizado. Esta convocatoria se inició en el seno de la manifestación de los padres de los 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa, desaparecidos la noche del 26 de septiembre pasado, en Iguala, Guerrero. Ante el dicho del entonces Procurador General de la República, Jesús Murillo Karam, de que era “verdad histórica” que los estudiantes para maestros fueron asesinados, los padres que los han buscado sin descanso, empezaron a hacer esa petición.
Guillermina Baena Paz, coordinadora de un equipo de Prospectiva en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), establece respecto a los escenarios factibles y no factibles del PRI: “La fórmula es simple: quienes sí votarán lo favorecerán. Y no se trata de un voto acompañado con la esperanza de un cambio. Es el mismo voto de siempre. El antiguo. El que se da a sí mismo, casi por inercia”.