Ciudad de México, 29 de abril (SinEmbargo).-El dolor no es siempre es dolor. A veces se puede sentir realmente bien. Parece una idea contradictoria por sí sola, sobre todo tomando en cuenta de que la idea de que podemos alcanzar la felicidad llevando al máximo el placer y minimizando el dolor es, a la vez, intuitiva y popular.
Sin embargo, de acuerdo con un estudio reciente, las personas pueden llegar a experimentar el placer durante un estímulo doloroso si el estímulo resulta ser menos malo de lo que esperaban de antemano.
"No es difícil entender que el dolor se puede interpretar como menos grave cuando un individuo es consciente de que podría haber sido mucho más doloroso", dijo Siri Leknes, psicóloga de la Universidad de Oslo en Noruega y coautora del estudio. Sin embargo, es menos esperado el descubrimiento de que el dolor pueda ser experimentado como agradable si algo peor se ha evitado, publicó el sitio Live Science.
No obstante esto pone sobre la mesa una discusión que lleva años dándose: la relación –a menudo demasiado cercana– que existe entre el dolor y el placer. Para para muchos intelectuales a lo largo de la historia, una existencia colmada exclusivamente de placeres no sólo resulta ilógica, sino que ni siquiera está considerada como un ideal. Un ejemplo de esto es la novela de Aldous Huxley, Un mundo feliz, en la que plantea que esta posibilidad puede conducir a una sociedad distópica. Así, aunque la idea de placer sin fin parezca idílica de inicio, la realidad es a menudo muy diferente.
Así, necesitamos dolor para tener algo que contraste con el placer. Sin dolor la vida se vuelve opaca, aburrida e indeseable. Por ello, nuevas evidencias sugieren que el dolor puede en realidad aumentar el placer y la felicidad que obtenemos de la vida. En pocas palabras, el dolor promueve el placer y nos mantiene conectados con el mundo que nos rodea, publicó la revista Personality and Social Psychology Review.
Un excelente ejemplo de cómo el dolor puede aumentar el placer es la euforia comúnmente experimentada por los corredores. Después de un intenso esfuerzo físico, los corredores experimentan una sensación de euforia que se ha relacionado con la producción de opiáceos, un neuroquímico que también se libera en respuesta al dolor.
Otros trabajos como el realizado por el Departamento de Fisiología, Anatomía y Genética de la Universidad de Oxford han demostrado que experimentar alivio luego del dolor no sólo aumenta nuestra sensación de felicidad, sino que también reduce los sentimientos de tristeza. El dolor podrá ser una experiencia poco placentera en sí, pero en él se basa nuestro placer, de una manera en que éste por sí solo simplemente no puede lograr.
El dolor también puede hacer que nos sintamos más justificados para recompensarnos con experiencias agradables. Basta pensar cuántas personas se complacen a sí mismas luego de una ida al gimnasio o el placer que puede proporcionar una cerveza fría luego de una jornada de trabajo duro.
CUESTIÓN DE ENFOQUE
Sin embargo, también hay que tener en cuenta las diferentes interpretaciones que el dolor tiene entre cada individuo, como el caso del masoquismo, en donde el dolor es percibido como placentero en sí mismo.
Otros trabajos realizados recientemente Leknes y un equipo de colaboradores de las universidades de Oxford y Oslo ha expuesto la importancia del contexto en lo que al dolor se refiere. Los investigadores demostraron que el cerebro se comporta de forma distinta cuando se realiza un comparativo de la intensidad. Así, los participantes del experimento interpretaron un dolor moderado como placentero al momento de equipararlo con otro más intenso. En este caso, se observó a nivel cerebral una menor actividad en la ínsula y el cíngulo anterior y una mayor activación en el circuito de recompensa que incluye las cortezas prefrontal orbital y ventromedial.
Por otra parte, también hay que tener en cuenta que la tolerancia al dolor es un asunto bastante personal y lo que a unos duele, a otros les resulta tolerable. En este caso, también es necesario diferenciar entre el dolor agudo (que se siente de forma intensa y durante un corto periodo de tiempo) y el crónico, común en personas con enfermedades como diabetes o fibromialgia, por ejemplo, dijo el neuropsicólogo Francisco Rivero.
De acuerdo con Rivero, a veces se piensa que el dolor físico es una cosa y el emocional otra pero para las estructuras cerebrales que se ponen en funcionamiento no hay tal diferencia. De esta manera, una depresión (cuyo origen es psicológico) puede derivar también en dolor físico.
Finalmente, el dolor –como dice el proverbio budista– es inevitable, mientras que el sufrimiento es opcional. Parece sencillo sin la práctica de por medio, pero puede ser posible. Si se hace caso a los descubrimientos de Leknes, nada se pierde si se está preparado para lo peor.