Ciudad de México, 21 de abril (SinEmbargo).- La noticia de que el asesino y torturador del cantautor chileno Víctor Jara (1932-1973), Pedro Pablo Barrientos, será finalmente juzgado en Florida, Estados Unidos, luego de una lucha de 42 años por justicia para uno de los artistas más emblemáticos de la canción popular latinoamericana, alivió a su familia y satisfizo a las organizaciones de derechos humanos del continente.
Una satisfacción a medias, puesto que el homicida no rendirá cuentas por crímenes de lesa humanidad –lo que le aligerará la pena-, sino por torturas y ejecución extrajudicial en contra del autor de “Te recuerdo, Amanda”, a quien el 16 de septiembre de 1973 le descerrajó un tiro en la nuca, luego de torturarlo salvajemente junto a otros seis ex militares que ya fueron procesados por el mismo crimen.
El juicio a Barrientos tiene una gran carga simbólica, pues se trata del asesino material del artista que fuera detenido el 11 de septiembre de 1973, junto a otros 200 militantes del Partido Comunista, cuando un Golpe Militar encabezado por el general Augusto Pinochet (1915-2006) derrocó al gobierno democrático de Salvador Allende (1908-1973) e inició una cruenta dictadura en Chile que terminó recién en 1990.
La leyenda cuenta que entre las muchas torturas que fueron infligidas al también actor, dramaturgo y director teatral se destacó el corte de sus manos para que no pudiera tocar más la guitarra, además de tratos humillantes destinados a doblegar su entereza, algo que no consiguieron los torturadores, según cuentan los testigos de su martirio en el siniestro Estadio Nacional de Santiago de Chile, devenido en improvisado campo de concentración.
“Allá donde todo aquel septiembre no alcanzó para llevarse la tempestad, cuando le cortaron al poeta sus manos”, canta el argentino León Gieco en “Chacareros de dragones”, la canción escrita para Jara, uno de los tantos homenajes póstumos recibidos por el músico que recibió 44 disparos de fusil de parte de dos jóvenes soldados y el tiro de gracia propinado por Pedro Pablo Barrientos, quien abandonó el cadáver en las inmediaciones de un cementerio capitalino, junto a otros asesinados.
Joan Turner, la viuda de Víctor y una de las dos hijas de ambos, Amanda, protagonizaron una lucha de más de cuatro décadas en búsqueda de justicia, un peregrinaje aciago y para el que se necesitó una tenacidad casi inhumana, no sólo para lograr que los tribunales internacionales se hicieran eco del caso, sino también para en una primera etapa lograr identificar a los homicidas.
Como en muchos otros casos de militares, agentes de seguridad y colaboradores rasos de las dictaduras latinoamericanas, Barrientos vive tranquilamente en los Estados Unidos, donde consiguió la ciudadanía y donde finalmente será juzgado, luego de que dicho país negara la extradición solicitada por la justicia chilena.
¿ESTAMOS CONDENADOS A LA IMPUNIDAD?
“¿Estamos condenados a la impunidad? ¿Existe una solución a este grave problema que destruye los lazos de convivencia social?”, se pregunta la historiadora peruana Carmen McEvoy en una columna publicada en el periódico El Comercio, donde al hacer referencia al caso de Víctor Jara, califica de “esperanzadora” la noticia del enjuiciamiento al asesino material del músico.
“La perseverancia de la familia y de un puñado de organizaciones de derechos humanos ha permitido iniciar el proceso contra Barrientos Núñez, mostrando que la justicia tarda pero llega”, apunta McEvoy, haciéndose eco de un sentimiento colectivo que recorre todo el continente y que tiene especial resonancia en México, donde casos como la desaparición y presunto asesinato de 43 estudiantes de la Normal de Ayotzinapa, en Iguala, Guerrero, corren el riesgo de quedar impunes y no esclarecidos.
El ejemplo de Joan Turner de Jara, la viuda de Víctor, quien en la capital chilena mostró su satisfacción por el juicio al asesino de su marido, es emblema para todos aquellos que han tenido la desgracia de perder a un ser querido en las garras de la represión institucionalizada y es lo que otorga fuerza para seguir en la lucha por la justicia y la verdad para tantos mártires latinoamericanos, acallados por un poder que no está dispuesto a dejar respirar a los disidentes y osados que se atreven a cuestionarlo.
"Tenía la ropa hecha jirones, los pantalones alrededor de los tobillos, el pecho acribillado y una herida abierta en el abdomen, las manos parecían colgarle de los brazos... pero era Víctor, mi marido, mi amor", contó Joan, una bailarina inglesa que llegó a Chile en 1954, en la biografía titulada Víctor Jara, un canto inconcluso.
Su demanda de justicia fue apoyada por el Centro de Justicia y Responsabilidad (CJA), con sede en San Francisco, dedicada a prevenir la tortura y otros abusos, promoviendo los derechos de sobrevivientes que buscan verdad, justicia y reparación.
El 4 de septiembre de 2013, cuando se interpuso la demanda ante los tribunales estadounidenses, Almudena Bernabeu, titular de CJA, firmó un comunicado de prensa donde entre otras cosas decía: “Es un honor poder contribuir desde EEUU con esta demanda al incansable esfuerzo de la familia de Víctor Jara así como al trabajo de los jueces y fiscales chilenos”.
“Saber de la presencia de Barrientos en Estados Unidos y en conjunción con mis colegas chilenos poder interponer esta demanda en nombre de su viuda y su hija demuestra lo importante que la justicia internacional es para los procesos nacionales por violaciones de derechos humanos y en definitiva, para conseguir una completa y verdadera justicia para las víctimas”, agregó.
El sábado, en una entrevista televisiva, Bernabeu, oriunda de Valencia, España, manifestó que tanto la viuda como la hija de Víctor Jara “se muestran ansiosas y con muchas expectativas frente a la noticia del juicio al asesino de su familiar, pero están plenamente preparadas para enfrentar el proceso y la condena” a Pedro Pablo Barrientos.
LA INMORTALIDAD DE VÍCTOR JARA
La crueldad con la que fue torturado y luego asesinado el cantautor chileno ha logrado el efecto contrario al dispuesto por sus asesinos, quienes al infligirle semejante martirio no hicieron más que reforzar su figura haciéndola prácticamente inmortal.
Desde Roger Waters –ex líder de Pink Floyd- hasta Bruce Springsteen, desde Simple Minds al citado León Gieco, son innumerables los homenajes póstumos que recibe aún en nuestros días, cuando obras de teatro, conciertos, documentales, notas periodísticas, buscan honrar la memoria de Jara, el hombre que escribió en plena agonía y martirio sus últimos versos: “Canto, qué mal me sabes/cuando tengo que cantar/ espanto/ Espanto como el que vivo/como el que muero/ espanto”.