Óscar de la Borbolla
13/12/2021 - 12:04 am
Diálogo de los centauros
Mientras los centauros buscaban una explicación, Moisés se reía y se frotaba las manos en su tienda.
Este es el primero de los 5 cuentos en los que dialogo con los 5 grabados del pintor Kijano. Forma parte de la carpeta “Cuentos de centauros, carabelas y fantasmas, de irrealidades y otras delicias”:
-Te dije que sólo nos robáramos el mandamiento No Fornicarás. Entre tantas prohibiciones ni lo habrían notado.
-Sí, pero a mí no me importaban las reglas, sino las Tablas. Míralas qué bonitas: son unas esmeraldas en forma de prisma que colorean todo de verde. Somos ricos.
-Ricos, pero andaremos a cuatro patas como siempre.
Un hombre y una mujer habían robado las Tablas a Moisés y llevaban dos noches en su nueva condición de centauros. El cambio mismo no les desagradaba, pero, por primera vez, se sentían insatisfechos y no atinaban a saber la causa.
-¿Te molesta ser un centauro?
-No, no es eso, al contrario, me gusta ser mi propio caballo. Antes no podía correr de una loma a otra sin cansarme; creo que estamos mejor hechos, somos más veloces y más estables. Sin embargo…
-Yo tampoco estoy contento, y eso que anoche descubrí las ventajas que tienen para el amor nuestros nuevos cuerpos. ¿Te acuerdas de anoche?
-Sí: pesabas mucho.
-¿Cómo que pesaba mucho? Pues si hasta relinchaste.
-Bueno, sí, pero…
-Te está creciendo una florecita azul.
-Una florecita azul, ¿en dónde?
-Pues una aquí y otra acá…
-Ay… espérate, no empieces, no me toques. ¿Qué no ves que con el cuerpo duplicado siento más?
-Yo también siento más. ¿Tú crees que esta transformación haya sido castigo?
-No, para nada. Es que Moisés tenía que aparentar.
-Pues, parecía muy enojado.
-Pura farsa, estaba feliz. ¿Por qué crees que no se despertó cuando le sacamos las Tablas de la almohada? Quería perderlas; por eso se las enseñaba a todo el mundo y no se cansaba de elogiarlas: “que eran maravillosas”, “que eran valiosas”, “que eran divinas”.
-Sí, tienes razón. Si las cacareaba tanto era para que se nos antojaran. Pero y entonces, ¿por qué nos transformó en centauros?
-Pues ya te dije, fue para guardar las apariencias… acuérdate que allá arriba… y, además, ¿qué de malo tiene ser centauro?
-De malo… de malo… no, pues, la verdad, no le encuentro lo malo; pero…
-Yo tampoco se lo encuentro, pero hay algo que no me gusta…
-¿Será que no vamos a poder sentarnos?, ¿que gastaremos el doble en zapatos?
-No, a mí eso no me importa.
-Pues a mí tampoco, pero, ¿entonces?
Mientras los centauros buscaban una explicación, Moisés se reía y se frotaba las manos en su tienda; ya no se sentía en falta por ser tartamudo, ya no se sentía insatisfecho con su persona ni envidiaba las dotes de líder de su hermano: Me robaron los deberes, desde ahora sólo haré lo que me plazca. Pobres tontos, no saben lo que se robaron: sentirán la necesidad de parecerse a Dios y nunca tendrán la capacidad para lograrlo. Moisés se fue quedando dormido con un patriarcal gesto de satisfacción vacuna.
@oscardelaborbol
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