Artes de México

Avistamientos del asombro y el sabor. Bestiario culinario de México

13/12/2020 - 12:01 am

Las maravillas que se contaban en los libros de Plinio y las que contenían los bestiarios medievales y renacentistas pronto fueron derrotadas por una fauna jamás imaginada: ajolotes que menstruaban, jabalís con el ombligo en el lomo, serpientes bicéfalas y víboras que mataban con su mirada, por tan sólo mencionar unos cuantos ejemplos.

Por José Luis Trueba

Ciudad de México, 13 de diciembre (SinEmbargo).- El primer avistamiento del que se tiene noticia ocurrió a principios de enero de 1493: en la mañana del día nueve, Cristóbal Colón se topó con tres sirenas bastante voluminosas, de un color sobradamente raro y una piel que se negaba a la tersura. Contra lo que pudiera creerse, no queda más remedio que aceptar que esas criaturas no eran tan hermosas como se creía: sus bigotes les “daban forma de hombre en la cara” y sus cuerpos resultaban infinitamente menos tentadores de lo que podría pensarse. El hecho de que el Almirante se encontrara con estos seres no es sorprendente: es muy probable que él, antes de emprender su navegación, revisara el mapamundi catalán que fue trazado en 1375, donde —con toda la claridad posible— se señalaba que en las costas de Tapróbana vivían las sirenas. En el fondo, Colón encontró lo que ya esperaba.

El hambre y la curiosidad son redes de las que pocos pueden escapar. Foto: Artes de México

Aquellas sirenas —que pronto se transformaron en manatís— nos revelan una mirada que sólo podía deslumbrarse ante los animales que habitaban en las tierras recién halladas. Las maravillas que se contaban en los libros de Plinio y las que contenían los bestiarios medievales y renacentistas pronto fueron derrotadas por una fauna jamás imaginada: ajolotes que menstruaban, jabalís con el ombligo en el lomo, serpientes bicéfalas y víboras que mataban con su mirada, por tan sólo mencionar unos cuantos ejemplos. Las noticias de estos seres no tardaron en llegar al Viejo Mundo y ahí despertaron el asombro y las ansias de entender. En las relaciones geográficas que Felipe II mandó escribir sobre sus dominios había una pregunta sobre los animales y otra más sobre la manera como se alimentaban los naturales, en las obras de los cronistas de Indias también se mencionan los seres recién hallados y se describen con ansias de comprender; por si esto no bastara, en los reportes de la expedición de Francisco Hernández, éstos ocuparon una buena cantidad de páginas. No hay duda, describir a los animales era más que imperioso.

Aquellas sirenas —que pronto se transformaron en manatís— nos revelan una mirada que sólo podía deslumbrarse ante los animales que habitaban en las tierras recién halladas. Foto: Artes de México

Sin embargo, a los recién llegados y a los que vinieron después, aún les estaba reservada otra sorpresa: los naturales del Nuevo Mundo se alimentaban de estos animales; a los europeos —en más de una ocasión— no les quedó más remedio que probarlos. El hambre y la curiosidad son redes de las que pocos pueden escapar. En algunas ocasiones, su sabor fue muy bien recibido y aplaudido, pero en otras (como les ocurrió cuando se encontraron con “la gente más bárbara del orbe”) sólo pudieron horrorizarse ante los hábitos alimenticios de los indígenas. La idea de comer gusanos, ratones, culebras y otros bichos que les resultaban repugnantes era una prueba que no estaban dispuestos a enfrentar.

No queda más remedio que aceptar que esas criaturas no eran tan hermosas como se creía. Foto: Artes de México

Sea como fuere, muchos de aquellos hombres —y otros más que llegaron tarde— tomaron la pluma para dar cuenta de los placeres y los “horrores” carnívoros, insectívoros y gusaniles que ocurrían en esta parte del mundo. Recorrer sus palabras es una posibilidad para adentrarse en los otros ingredientes de la comida mexicana, aquellos, a diferencia del chile, el maíz, el cacao, la calabaza y los otros vegetales, pocas veces son vistos como parte de nuestra identidad, aunque su presencia estuvo y está tatuada en nuestra comida. Así, adentrémonos en “los placeres de la carne” y juntos recorramos más de quinientos años de historias culinarias.

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