Tercera causa de muerte, en nuestro país no es considerado problema de salud pública y el presupuesto para paliarlo es ínfimo. Ello contradice a la OMS que lo califica como prevenible. Diciembre es cuando más ocurre
La depresión blanca o melancolía navideña ocurre cuando en diciembre, por estos días, se hace una revisión y se comienza a sacar lo que se ha guardado en el año. La revisión es de las emociones.
“En este mes, se acumulan muchas cosas. Ciclos no cerrados, conflictos, crisis, insatisfacción; además, la mercadotecnia nos dice que la gente debe estar feliz”, expresa el director del Instituto Hispanoamericano de Suicidología, Alejandro Águila.
Este centro de atención y estudio ha encontrado que en diciembre hay más intentos de suicidio, pero en enero es cuando ocurre el mayor número, “en enero ya nadie te pela, no hay abrazos, ni regalos, entonces llega el sentimiento de soledad, la cuesta de enero, y si te endeudaste, peor. Muchos decidirán quitarse la vida por esos motivos y por la depresión navideña no atendida.
No se trata de un mal extraño. Ni de una afectación para determinadas personas. Ni es para los débiles o los fuertes. Todos, en algún momento, hemos estado insatisfechos con la vida; una mala racha, sueños rotos, planes no cumplidos pueden frustrar a cualquiera. A veces nos sentimos rebasados por los problemas y pensamos que más valdría no habernos levantado o sobreviene un deseo de desaparecer.
Albert Camus escribió: “Todo hombre sano ha pensado en suicidarse, y probablemente, todos en algún momento lo hemos hecho, pero la diferencia entre quienes cruzan la línea y lo materializan, es grande y llena de interrogantes que aún no han sido plenamente respondidas”.
UN MILLÓN DE MUERTES VOLUNTARIAS
En este momento, por lo menos una persona intenta quitarse la vida, en 40 segundos otra lo habrá conseguido; los que no lo logren quedarán lesionados y continuarán en su intento. Cuando termine el día, tres mil personas habrán muerto por su propia mano. Al final del año, el suicidio cobrará un millón de vidas en el mundo, cantidad superior a todos los decesos por guerras, homicidios y conflictos armados.
En México, reportes del Instituto Nacional de Estadística Geografía e Informática (INEGI) arrojan que en 2010 ocurrieron cinco mil 12 de estas muertes. Además de ser la tercera causa de muerte en México, el suicidio se duplicó en tan sólo una década; de 2.3 a 4.5 por cada 100 mil habitantes.
Destaca un dato: cuatro de cada 10 mexicanos que atentaron contra su vida tenían de 15 a 29 años. Los cálculos del instituto también mostraron que las mujeres que consumaron el acto, fueron las de la población de 15 a 19 años.
La cifra es avalada por Alejandro Águila Tejeda, el director del Instituto Hispanoamericano de Suicidología. “Estamos hablando de una población que debería estar preparándose, culminando una carrera, a punto de ingresar, o ya colocada en el plano laboral”. Lo que se ha encontrado, expone el psicólogo, es que las dificultades para ingresar a la escuela, concluir una carrera y después no encontrar trabajo, abruman a los jóvenes, además la competencia para obtener un trabajo y desarrollarse en él es cada vez más fuerte.
Ingrid Vargas Huicochea, del departamento de Psiquiatría de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) abunda que por lo menos en los últimos 40 años, el suicidio ha aumentado en la población joven, por factores culturales, sociales o del entorno. Hay una cifra paradójica: el índice es más elevado en el sureste del país, en Yucatán y Campeche, que son los estados con promedios más bajos de enfermedades mentales, por lo que ahí deben considerarse los elementos sociales.
ESA SOLUCIÓN QUE TANTO DUELE
El suicidio constituye un evento trágico en sí mismo y es aun más doloroso cuando quienes están al comienzo y cuentan con la mayor capacidad productiva terminan con su vida. La juventud brilla en los discursos oficiales y siempre es señalada como el futuro: un futuro que cada vez y con mayor frecuencia decide aniquilarse a sí mismo.
Algunas de las principales causas que conducen a adolescentes y jóvenes al suicidio son la soledad, la desesperanza, la carencia de vínculos —sobre todo al interior de la familia— la incertidumbre y el desempleo.
De acuerdo con datos de la Encuesta Nacional de la Juventud (Enjuve) 2010 en México hay 36.2 millones de jóvenes; sin embargo, 7.8 millones de ellos no tiene acceso a sistemas de educación, salud ni a espacios recreativos. Afectados por el desempleo, una situación económica desfavorable y cada vez más polarizada, la juventud carece de opciones; dicha situación no sólo los convierte en blanco fácil de las adicciones o el crimen organizado, sino que influye de manera definitiva para que el suicidio sea visto como la única solución.
Y A PESAR DE TODO, NO ES PRIORIDAD
Aunque la Organización Mundial de la Salud (OMS) lo define como un problema de salud pública, México invierte de manera insuficiente en salud mental y carece de cualquier tipo de plan o sistema de prevención.
Si el organismo internacional establece que debe destinarse más o menos el 10 por ciento del presupuesto a cuestiones de salud mental, en nuestro país ni siquiera estamos cerca de ese porcentaje pues se le destina menos del 1 por ciento, según los Presupuestos de Egresos de la Federación del último sexenio.
Respecto a la prevención en salud mental — que también serviría para evitar suicidios— Ingrid Vargas dice que ha habido recortes presupuestales en áreas básicas para el desarrollo de la sociedad como: salud y educación por prioridades que tienen las autoridades. “Como no son enfermedades que en realidad provoquen que la gente se muera pronto, —sino que vivan muy mal—, la rebanada de pastel que queda para la parte de salud es muy pequeña, dejan el tema de lado”.
Por otro lado, no hay profesionales. La OMS recomienda que de manera ideal, debe haber cuatro psiquiatras por cada 100 mil habitantes. Ingrid Vargas asegura que en México hay tres psiquiatras por cada 100 mil habitantes, concentrados en el Distrito Federal, Guadalajara y Nuevo León; en el primero hay 19 psiquiatras por cada 100 mil, pero en estados como Zacatecas (.47), no hay ni un psiquiatra por cada 100 mil habitantes.
UNA LÍNEA MUY FRÁGIL
Ingrid Vargas Huicochea, académica del departamento de Psiquiatría de la Facultad de Medicina de la UNAM, explica que una salud mental óptima, permite al individuo tener estabilidad, funcionar con su entorno, desarrollarse en diferentes actividades y estar satisfecho con las mismas.
A pesar de que la mente resiste bastante, y en general está preparada para afrontar problemas, cuando se enferma es más difícil que se recupere, ya que según la especialista, esto ocurre de manera más grave que un malestar físico, de ahí la importancia de cuidarla.
Múltiples factores contribuyen con las alteraciones mentales. Las condiciones físicas pueden ser determinantes para que la mente se vea afectada. “A veces algo tan sencillo como un resfriado puede afectar el estado mental; sentimos que no rendimos al 100 por ciento, no disfrutamos las actividades del día, esto empeora con un padecimiento más grave”, señala la investigadora, quien añade que las condiciones de violencia, inseguridad, desempleo e incertidumbre que vivimos en México impactan la salud mental.
Vargas afirma que la línea entre lo que es normal y patológico es muy frágil; sin embargo, lo que marca la diferencia es la duración: si el malestar lleva más de dos semanas, algunos meses, o si persiste; si existe irritabilidad aumentada, conflictos con la familia, amigos o mal funcionamiento, nos enfrentamos a una patología que requiere atención especial.
La experta señala que el mexicano invierte poco en su bienestar, no sabe detectar qué está mal y no busca atención, “nuestra cultura de la salud mental es muy mala, acostumbramos a reaccionar de manera estoica frente a alguna alteración emocional o de pensamiento: échale ganas, yo puedo, tengo que salir solo, y lo único que hacemos es prolongar el sufrimiento”, detalla.
La académica señala que la última encuesta de epidemiología psiquiátrica, realizada en el país, se encontró que casi 15 por ciento de la población mexicana ha padecido en algún momento de la vida algún trastorno de este tipo; no obstante, el 2.5 por ciento de esa población recibe atención; el resto, “vive funcionando mal, no dan el máximo en sus actividades, o al nivel que se espera y sobre todo sufren, pues son patologías que generan mucho sufrimiento”.
De acuerdo con la experta, el padecimiento más frecuente en los mexicanos es la depresión; asimismo, los trastornos de ansiedad son tan frecuentes que incluso podría rebasar a la depresión, en especial las fobias y el trastorno de pánico. Ello complica más la detección y la solicitud de ayuda por parte del paciente. Otras perturbaciones son: Trastorno Bipolar, Esquizofrenia, Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC), así como las adicciones.
PERO NO ESTOY LOCO, ¿VERDAD?
Además del estoicismo mencionado, la especialista señala que lo que más frena a las personas es la falta de información: “Si la persona desconoce lo que sucede, si ni siquiera sospecha que hay un problema de salud mental, no acudirá con la persona específica; asimismo, el estigma persiste; la gente se resiste mucho a buscar atención especializada con psicólogos o psiquiatras, porque se tiene la percepción de que si vas, es porque estás loco y como no estoy loco, entonces prefiero no ir, eso detiene muchísimo la búsqueda de atención”, advierte.
En el último de los casos, la falta de atención de estas enfermedades podría llevar al suicidio. En México, los padecimientos más asociados a la conducta suicida son, en los hombres, el trastorno de control de impulsos, mientras que en las mujeres son los de ansiedad, depresión y bipolaridad. Vargas refiere que pese al crecimiento del número de suicidios, la tasa es menor al 6.5 por ciento por cada 100 mil habitantes, “una tasa alta, desde luego, pero comparada con países como Estonia (36 por cada 100 mil habitantes) es bastante baja. La especialista hace un matiz: “Nuestros sistemas de registro no son muy buenos, no sabemos si todas las muertes por suicidio se llegan a detectar, no tenemos certeza de que la cifra sea real o un subregistro”.
NO HAY INMUNIDAD
Constituido este año para dar atención y capacitación especializadas en la autoaniquilación, el Instituto Hispanoamericano de Suicidología cuenta con instalaciones impecables. Calma y silencio se respiran al entrar al lugar. Alejandro Águila Tejeda, psicólogo y director del organismo, expresa: “En todo suicida hay desesperanza, es el elemento más común. Podemos tener un entorno difícil, problemas, crisis. La diferencia es cómo decidimos”.
Según el psicólogo, el suicida lo hace con una visión en túnel; sólo ve sus problemas sin salidas, soluciones, ni la cantidad de respuestas que existen. Se le deben ofrecer las salidas que no ve, por eso requiere ayuda. “El psicólogo no es alguien a quien vas a contarle tus problemas, se hace un equipo de trabajo y se le dan herramientas al individuo para que salga adelante”.
Asimismo, explica que no hay un solo patrón o población. “No hay inmunidad respecto al suicidio, “ataca a ricos, pobres, enfermos, sanos, niños, adultos, personas con y sin fe religiosa”.
El conocedor de este fenómeno también señala que una persona equilibrada con buenos vínculos y relaciones sanas, puede enfrentar crisis, resolverlas y seguir adelante: “El adolescente, o joven adulto que se aísla, que no se vincula, que no tiene pareja, actividades, no hace deporte y no tiene proyecto de vida; que está triste, apático, enojado, muestra síntomas de alto riesgo suicida, al igual que el adulto que está muy frustrado, en crisis económica, con vínculos rotos, sin satisfacción por la vida y adicciones. Asimismo, el anciano con una enfermedad, que está solo, que sus contemporáneos se han ido muriendo, o el niño que pone en riesgo su vida, destruye sus juguetes o lastima animales, también muestran señales de riesgo.
CONSTANTE LUCHA
El suicidólogo declara que algunas de las causas para la consumación del acto suicida son las cuestiones familiares (desvinculación, abandono, problemas afectivos y adicciones al interior de la familia); causas amorosas (rompimientos, separaciones, duelos, soledad) y por causa desconocida.
El psicólogo también hace énfasis en el entorno. “Hay muchos problemas sociales, falta de oportunidades; para lograr cualquier meta el joven debe permanecer en una lucha constante, además están las conductas adictivas: tabaquismo, alcoholismo, consumo de drogas ilegales. Todo ello merma la salud y capacidades para responder a las dificultades de la vida”.
Otro factor relevante, expresa Águila, es la sociedad en la que vivimos, que desea evitar el dolor y la frustración a toda costa, “se busca el placer inmediato, bienes materiales, pues se está cubriendo una necesidad que el ser humano no está llenando a nivel emocional: la incapacidad de crear lazos. Y lo que salva a una suicida es el vínculo que logremos rescatar con él. Hoy en día no hay vínculos profundos, muchos jóvenes se relacionan de manera casual, como amigovios, free; no hay entrega, ni compromiso, cómo que son, cómo que están pero no son nada y esto dificulta que se llene esta necesidad de relacionarse, de afecto, de ser y pertenecer”.
Esta situación se extiende a la familia. “Hay casas que parecen hotel, cada quien en su cuarto, apenas se hablan”, declara Águila. Por su parte, Blanca Gil, otra experta miembro de la institución, manifiesta que “padres e hijos están generando pocos vínculos, a los papás les preocupa mucho que el hijo tenga escuela, vivienda; nos estamos olvidando de lo más simple: cómo estás, eres importante, te quiero, el contacto físico, también se está dando valor a lo negativo: el año pasado en Aguascalientes nos comentaron que los niños salieron a pedir dulces, disfrazados de narcotraficantes, sicarios y los papás decidían disfrazarlos de esa manera”.
ESTA ES LA ÚNICA MUERTE EVITABLE
Águila asegura que el suicidio es la única forma de muerte evitable pero no se previene:
El Instituto Hispanoamericano de Suicidología proporciona servicios psicológicos de la situación económica del paciente, a quien se le realiza un estudio socioeconómico y paga lo que puede, además están vinculados con distintas instituciones, asociaciones, hospitales y organizaciones para que los pacientes eviten traslados largos pues los tratamientos son a largo plazo.
El trabajo que se realiza es multidisciplinario: hay psicólogos, psicoterapeutas, psiquiatras, si existe la necesidad de internamiento, también se trabaja con la familia, al egresar el periodo de prevención y recuperación varía, “hay pacientes a los que les toma seis meses y a otros, años”.
A pesar de tener acercamiento e insistir con las autoridades, el instituto da asesorías clínicas sólo en tres estados: Aguascalientes, Puebla y Chihuahua, incluso en el último, ya tienen un programa establecido para 2013. Como ya se mencionó, la patología más asociada al suicidio es la depresión, 65 por ciento de los suicidas la padecieron en algún grado. El suicidólogo agrega que el paciente debe saber cumplir su tratamiento, “el paciente depresivo apenas se siente bien y se va; deja todo, recae y piensa “haga lo que haga nada me cura”, es importante que cumpla a cabalidad, explica.
Vargas añade que si un individuo está mal, la familia también y será una reacción en cadena que provocará que la sociedad no progrese.
“Una buena opción sería favorecer actividades de esparcimiento sano y espacios que favorezcan la convivencia”, dice la experta quien pone como modelo a Brasil. El país sudamericano cuenta con programas de prevención que favorecen actividades artísticas y deportivas para la población sin implicar costos extra. “Podrían ser espacios para el yoga, espacios de lectura, de teatro, eso les ha dado buen resultado. Aquí, cuesta trabajo acceder a ello y puede ser muy caro”, opina la experta.
Abunda que se puede hacer bastante en materia de prevención con brindar información veraz que elimine los mitos sobre salud y enfermedad mental; “lo poco que sabe la gente al respecto es través de las novelas o de películas, se debe invertir en programas para que la gente sepa en qué consisten los padecimientos y cómo buscar ayuda temprana, ese es un gran paso y sería más barato para la sociedad”, enfatiza.
UNA SOCIEDAD ENFERMA FRACASA
Para ambos especialistas es claro que como sociedad hay algo que no estamos haciendo bien y el pronóstico no es favorable: el gran riesgo de no invertir en salud mental es el fracaso de la sociedad, afirma la académica, “ya nos estamos dando cuenta de ello: una sociedad que se está enfermando mentalmente, como la nuestra, con grados de violencia máxima, con esta falta de respeto y consideración al prójimo; una sociedad progresa gracias a que sus individuos avanzan, si éstos enferman, si la parte más importante de su cuerpo se enferma, nunca van a prosperar y la sociedad se verá estancada”.
Se supone que la población joven es la base productiva de la sociedad, si empieza a disminuir por fenómenos como el suicidio, va a llegar un momento en que la sociedad no tendrá cómo continuar, dado que los menores no tienen la capacidad para dar solución y los mayores tampoco podrán tener la misma productividad.
Por su parte, el experto en suicidio reafirma el elevado costo de la falta de prevención, “la pérdida es enorme, el suicidio es un monstruo social, es una problemática de salud pública y mental que no está siendo atendida, si la población más fuerte está enferma, disminuye si no tiene un proyecto y sentido de vida, nos espera un futuro complicado”.
La fuerza económica y social son los jóvenes, además los que no intentan suicidarse, pero tampoco se atienden, continúan con depresión y problemas de salud mental, por lo que la capacidad de crecimiento económico y desarrollo se reducirá.
Un primer paso es aprender a pedir ayuda, despertar en los médicos jóvenes el interés por el asunto y, sobre todo, recuperar los vínculos. Alejandro Águila, cuyo día transcurre de cara a este mal, sostiene: “Hay mayor satisfacción a través de buenos vínculos que en posesiones materiales”.