“Esos lugares están diseñados para destruir el espíritu de las personas, la mayoría de los migrantes se refugian en Dios, pero he visto personas perder su fe, me cuentan que están cansados de pedir el milagro de ser liberados”, dijo a Efe Margaret Brown, quien es miembro de Advocate Visitors with Immigrants in Detention (AVID), una organización que se dedica a visitar a los migrantes detenidos.
Por Beatriz Limón
Phoenix (EU), 13 noviembre (EFE).- La estadounidense Margaret Brown, que visita desde hace dos años el centro de detención de migrantes de Otero (Nuevo México, EU) para escuchar a los internos, afirma que son lugares “llenos de tristeza” y hechos para “destruir el espíritu” de personas que ni siquiera deben estar detenidas.
“Lamentablemente no todos aguantan tanto abuso y aunque tengan razones sustentables para pelear su casos deciden aceptar la deportación. Estos lugares están diseñados para que dejen de pelear”, expresó en una entrevista con la Agencia EFE.
Brown quedó impactada hace años durante una visita como traductora al centro de Eloy (Arizona) y decidió hacer algo.
En Otero, que está administrado por la empresa privada Management Training Corp., se sienta junto a los detenidos para escuchar sus historias y así ha sabido de intentos de suicidio, de las huelgas y protestas que realizan, de la falta de atención médica, de la explotación laboral y de los castigos en aislamiento.
“Esos lugares están diseñados para destruir el espíritu de las personas, la mayoría de los migrantes se refugian en Dios, pero he visto personas perder su fe, me cuentan que están cansados de pedir el milagro de ser liberados”, dijo a Efe Margaret Brown, quien es miembro de Advocate Visitors with Immigrants in Detention (AVID), una organización que se dedica a visitar a los migrantes detenidos.
Durante una de sus visitas rutinarias en junio pasado se enteró de que había muerto en Otero por una enfermedad Johana Medina, una mujer salvadoreña transgénero de 25 años, que esperaba en esa cárcel una respuesta a su petición de asilo político.
“Cuando me enteré de su muerte sentí que fallamos al no levantar la voz sobre su condición. La falta de medicamentos y el sufrimiento dentro de ese lugar acabaron con su vida, ahora estamos al pendiente y tratamos de hacernos escuchar para que no se repitan estos tristes casos”, dice Brown, de 44 años.
También le ha tocado hablar con los migrantes cubanos que en octubre pasado empezaron a cortarse las muñecas con sus tarjetas de identificación en señal de protesta.
“La realidad es que el sistema migratorio está diseñado para negarles cualquier posibilidad de dejarlos en libertad, aunque cuenten con patrocinadores y lleven sus procesos fuera, y la única manera de llamar la atención es protestando”, explicó.
Otero alberga a más de mil internos y Brown dice que cada uno de ellos “tiene un historia triste, empezando porque no existe una razón para tenerlos detenidos”.
Además, añadió, no reciben comida suficiente, sufren abusos diarios, son agredidos verbalmente y los privan de cualquier información sobre su proceso de detención y sus fechas de salida.
“Es desesperante porque son personas sin récord criminal, no tienen experiencia en las cárceles. La mayoría sufre depresión, ansiedad, angustia, enojo por el trato diario que reciben, les quitan la libertad y la vida”, expresó.
Hace dos meses, después de 75 días de huelga de hambre en el centro de detención de Otero, que derivó en semanas de alimentación forzada por parte de ICE, dos hombres de la India fueron liberados y ahora esperan una decisión sobre sus casos de asilo.
“Por eso hacen protestas pacíficas, huelgas de hambre, se sientan afuera pidiendo justicia, es la manera de llamar la atención y de acuerdo a la situación actual vamos a ver mucho más de este tipo de protestas”, afirmó.
Brown relató el duro día a día de los internos e hizo hincapié en que solo tienen derecho a salir al patio dos horas, pero cuando les toca el turno de las mañanas prefieren quedarse dentro por el frío.
“Hemos conversado con personas que no salen en meses, permanecen dentro del edificio sin ventanas, no les dan clases, ni recreación, la mayoría prefieren trabajar 8 horas por un dólar solo para pasar el tiempo. Trabajan en la cocina, limpieza, lavandería en el mismo centro de detención, es una situación horrible”, aseguró.
Recordó a un migrante venezolano que estuvo detenido por 27 meses y se sentía “ultrajado” en ese centro de detención.
“Perdió su caso de asilo y lo deportaron. Fue muy triste, era una persona que creía en la justicia, estaba muy informado y él me enseñó bastante lo que son los derechos humanos”.
Brown agrega que hay cientos de casos de separación de padres e hijos, por periodos de ocho meses o más.
Algunas veces Brown se imagina que pudiera estar en la situación de los migrantes y asegura que para ella “sería bastante difícil”.
“La mayoría de los que vivimos aquí -dice- no aguantaríamos, requieres bastante fuerza para resistir, la razón porque ellos lo logran es que ya han sufrido bastante en sus países y solo piensan en sus familias”.
Brown asegura que seguirá visitando el centro de Otero para escuchar las voces de los migrantes.
“Siento mucha tristeza y no puedo creer que permitimos que esto pase, pero cuando veo que ellos están dispuestos a aguantar, yo también sacó fuerza para seguir apoyándolos”, dijo.