El cineasta iraní cae preso cada vez que hace una película. No lo dejan salir de su país; con Taxi, obtuvo el Oso de Oro en La Berlinale 2015
Ciudad de México, 13 de octubre (SinEmbargo).- Jafar Panahi (Mianeh, Irán, 1960), sufre una condena de 20 años sin poder hacer cine en su tierra natal. Tiene prohibido, además, salir de su país desde que las autoridades lo consideraran peligroso para un modelo de país donde la libertad de expresión es un objeto de lujo y perseguido.
Bien nos decían nuestras madres en la adolescencia: la mejor manera de sacarte el amor por alguien es no prohibir que lo veas o que estés con él.
Así es el cine de Panahi, una voluntad férrea, una vocación desbordada como potros salvajes en su corazón. “Si no hago cine me muero”, ha declarado en varias ocasiones.
Pero si hace cine, en Irán lo encarcelan y podría decirse en consecuencia, que además de las calles de Teherán, donde se las ingenió para hacer su reciente filme, Taxi, con el que ganó el Oso de Oro en La Berlinale 2015, Jafar conoce las prisiones que visita con frecuencia.
El asunto es así: desde que en 2010 el Gobierno iraní le prohibiera filmar, la historia de este cineasta de rostro amable y sonrisa fácil, profundos ojos negros, se cuenta por la manera un tanto absurda, siempre arriesgada, con que construye su aclamada filmografía.
Para Taxi usó la imaginación y la osadía. Se sentó al comando de un vehículo de alquiler al que le adosó una cámara en el techo, escondida en la caja de pañuelos de papel, y se dedicó a grabar a los pasajeros.
No son actores profesionales, comparten el taxi, hablan, ríen y dan un panorama privilegiado de la Teherán del siglo XXI.
El resultado fue una película que ganó en La Berlinale y que conmueve en todos los países donde se ha estrenado. Hana, su sobrina, fue la encargada de viajar a Alemania a recibir el premio, luego de participar en la película de su tío, un tratado sobre la libertad de expresión en una nación donde la censura es reina.
Panahi escucha, observa y los temas se desgranan con la virtud de la espontaneidad y sobre todo en la honestidad para expresar pensamientos que se contraponen los unos a los otros.
En el taxi, el hombre que vende copias de las películas que se prohíben en Irán es el testimonio de cómo aquello que se niega a la larga se convierte en un objeto del deseo y de la necesidad que tarde o temprano llegará a las manos del destinatario adecuado.
Los que discuten sobre los derechos de la mujer, el pasajero que confiesa ser un ladrón, la sobrina de Panahi y sus criterios sobre la educación: el cine clandestino que se abre paso en el sendero de la ignominia y que pone otra vez en riesgo al director, quien en 2010 fue condenado a seis años de cárcel y a una inhabilitación profesional de 20 años.
En 2011, puso una cámara en su casa, donde cumplía arresto domiciliario, invitó a un amigo para que lo filmara y contó a los espectadores cómo hubiera sido el filme que hubiera hecho sin las prohibiciones. El resultado fue Esto no es una película.
El primer Oso de Oro lo recibió en la categoría de guión por Pardé, en 2012. Un filme que en inglés se titulo Closed Curtain, también hecho en forma “claustrofóbica”, desde su casa, para contar la historia de un hombre que esconde a su perro de las autoridades islámicas. Una chica llega a la casa de este huyendo precisamente de las autoridades.
“No salimos de la casa y el exterior parece una amenaza. Un arranque contundente para una película crítica y tensa, en la que hay espacio para lo autorreferencial, para la aparición de un Jafar Panahi que, aunque recluso en su casa, sigue haciendo cine”, reseña la página especializada filmaffinity.
GANADOR EN LA BERLINALE
El cine clandestino de Jafar Panahi tiene aliados en los grandes festivales. En 2010 fue invitado a formar parte del jurado en Cannes, pero no pudo asistir por la prohibición que pesa sobre él.
Por eso la prensa especializada vio en el reciente galardón a Taxi un gesto no sólo de reconocimiento a su película, sino también un abrazo solidario a un creador que se las ingenia para seguir emitiendo su voz clara en el mar de silencio a que pretenden confinarlo las autoridades iraníes.
“La discriminación es un problema que afecta a toda la sociedad. No me gusta la idea de la división hombre-mujer. Lógicamente en una sociedad machista, en un gobierno de hombres, las limitaciones para las mujeres son mayores. Eso no quiere decir que el hombre sea libre ni que pueda hacer lo que quiera”, dijo Panahi en una entrevista otorgada en 2008 a la periodista argentina Cynthia Sabat y que se puede leer completa en su blog.
“A diferencia del cine de Hollywood, yo no quiero decir: “miren, esto es un problema político” o “este es un tema religioso”, sino que quiero que el público tenga el pensamiento libre y saque sus propias conclusiones acerca del origen del problema. Lo que pretendo es que el espectador se quede pensando; si se queda con inquietudes para mí es suficiente. No soy un idealista que piensa que con una película va a surgir una revolución o van a cambiar las leyes. Para mí las películas que dan directivas, que “bajan línea”, que transmiten ese tipo de ideas son películas muertas, que no sirven. El ser humano, esté donde esté, está en un círculo, y yo estoy tratando de abrir el radio de ese círculo; no importa si el radio se amplía o no, lo importante es cuánto lo intentó el individuo, yo trato de transmitir la imagen de ese intento”, expresó Panahi.