El camino que una mujer tiene que recorrer para obtener medidas de protección, justicia y reparación integral del daño es largo, sinuoso y muy tormentoso porque las autoridades, más allá de brindar una atención y dar un acompañamiento adecuado, hacen que el proceso sea más pesado, narró Karla García, víctima de violencia.
Ciudad de México, 13 de septiembre (SinEmbargo).– Karla Diana García tiene cinco carpetas de investigación abiertas en la Fiscalía General de Justicia de la Ciudad de México (FGJ-CdMx) contra su expareja, quien la golpeó, amenazó e intentó asesinarla. Pero a más de un año de la última agresión, ella sigue sin obtener justicia.
El camino que una mujer tiene que recorrer para obtener medidas de protección, justicia y reparación del daño es largo, sinuoso y muy tormentoso porque las autoridades, más allá de brindar una atención integral y dar un acompañamiento adecuado, hacen que el proceso sea más tedioso y pesado por la apatía, insensibilidad, ineficacia y la revictimización hacia las víctimas de violencia, compartió Karla Diana en entrevista con SinEmbargo.
García, de 36 años de edad, es una de las mujeres víctimas de violencia que se encuentra en las instalaciones de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), en la capital del país, que las colectivas adaptaron como refugio para mujeres víctimas de violencia al que denominaron “Ocupa Casa Refugio Ni Una Más”.
“Mi agresor me violentó emocional y físicamente: me mordió, intentó asfixiarme, intentó atropellarme y se quiso llevar a la fuerza a mi hijo. El hecho de sentir ese miedo constante y que las autoridades no han hecho nada es lo que me tiene aquí (en la “Ocupa Feminista”), dijo a este diario digital.
El hartazgo por la inseguridad, la violencia de género, las malas investigaciones en los casos y la deficiente atención a las víctimas ha desatado, desde el año pasado, múltiples manifestaciones feministas. Sin embargo, la impunidad que persiste en la violencia de género movió a feministas y madres de víctimas a tomar las instalaciones de la sede de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH).
LA HISTORIA
Karla conoció a su expareja en 2017 cuando ingresó a un equipo de futbol americano. Luego de salir por un tiempo, se hicieron novios y decidieron vivir juntos.
“Los dos teníamos una edad necesaria, estabilidad económica y los mismos gustos, eso fue lo que me hizo creer que había encontrado al hombre perfecto, al amor de mi vida y me fui a vivir con él”, narró la joven.
Al inicio de la relación todo parecía marchar bien, pero al poco tiempo del concubinato el agresor celópata comenzó a violentarla. “Él revisaba mi celular y me insultaba. Al principio sólo eran agresiones verbales, me decía que era una india, una puta; siempre me decía que era una puta”, recordó.
Los episodios de violencia aumentaban con el paso del tiempo; cada vez eran más frecuentes y más agresivos. “Cuando yo me embaracé fue el parteaguas de todo, porque me dijo que el niño no era su hijo, que yo era una puta”, platicó.
El embarazo de Karla fue de alto riesgo debido a una agresión del hombre, quien la empujó y lastimó cuando ella estaba en los primeros meses de gestación. Karla intentó alejarse de su agresor y se mudó con sus padres, pero su expareja la buscó con la promesa de cambiar y la chantajeaba diciéndole que el niño merecía una familia y a su padre cerca, hasta que finalmente la convenció y ella regresó.
“Por la idea de querer darle una familia a mi hijo y que tuviera un padre, por eso aguanté muchas cosas, no tenía por qué haber llegado a tanto, pude haber puesto un alto al principio, pero el creer que mi hijo necesitaba una familia me hacía resistir”, compartió la madre.
Pasaron dos semanas y él volvió agredirla físicamente para poder registrar su teléfono. “Íbamos en el auto y él quería revisar mi celular que estaba sonando con insistencia. Era mi mamá, pero como yo en ese momento traía al bebé en brazos, no le podía contestar, pero él insistía en que yo estaba hablando con alguien”, narró.
El hombre le pidió el teléfono a Karla para verificar con quien hablaba y ella se negó. “Al no darle el celular, se acercó a mi mano y me mordió, pero al ver que yo ni así solté el aparato, con su mano estampó mi cabeza contra el parabrisas y ¡yo traía a mi bebé en brazos!”, platicó la mujer, quien resaltó que todo ocurrió mientras él conducía el vehículo.
Karla explicó que las agresiones emocionales para destruir la autoestima de la víctima son un elemento constante en la relación para evitar que la persona se aleje. “Me decía que nadie me iba a volver a querer, que no iba a volver a encontrar a un hombre, o me decía: ‘esta es la vida que te tocó y pues te chingas’”.
NADIE ESCUCHA
Karla decidió acudir al Ministerio Público a levantar la denuncia a raíz de esa agresión, pero el trato que recibió de los servidores públicos fue muy desagradable. “Aunado a la violencia, también hay que soportar el trato de algunos ministerios públicos y a veces te encuentras con unos comentarios tan desagradables… te dicen cosas como: ‘¿qué le hiciste para que él te hiciera eso?’, ‘a ver, ¿para qué denuncia si luego va a regresar con él?'”, relató.
La entrevistada comentó que, al compartir su historia con otras víctimas, se ha percatado que “es muy común que las autoridades hagan preguntas o comentarios que revictimizan, lo cual provoca que las mujeres ya no denuncien. “Les da miedo, ya no denuncian y siguen siendo agredidas”, comentó.
Después de la primera denuncia, el hombre volvió a buscar a Karla y la amenazó con quitarle a su hijo si no regresaba. “Hay hombres que te manipulan de una forma muy cañona y regresé con él. En el ciclo de violencia te meten mucho miedo, te dicen que vas a estar sola, que nadie va a volver a quererte y por eso regresas”, explicó.
Karla fue víctima de más agresiones, entre ellas un intento de feminicidio. “En una ocasión trató de asfixiarme: me hizo una llave china; yo me desmayé y, cuando me desperté espantada, le pregunté: ‘¿por qué me hiciste eso?’, pero él súper cínico me contestó: ‘¿qué?, a ver, demuéstramelo’, recordó la joven.
García se separó definitivamente del hombre cuando él intentó llevarse a su hijo y atropellarla, después de una discusión.
“Él agarró al niño y se salió. Yo sabía que si se lo llevaba ya no lo volvería a ver hasta obtener la orden de un juez. Entonces, bajé corriendo las escaleras, vi que el niño ya estaba dentro del carro y me puse delante del auto porque no iba a permitir que se lo llevara. Pero a él no le importó, arrancó el auto y yo, por inercia, me aventé al cofre”, dijo.
El hombre avanzó unos metros con ella sobre el cofre, salió del estacionamiento y, ya en la calle, la madre comenzó a gritar para pedir ayuda. Su agresor detuvo el auto, hizo una llamada por teléfono y ella recuperó al niño. “Fue como una película de terror todo el tiempo”, destacó. Desde entonces, se salió de casa y no volvió a ver a su agresor, hasta una audiencia en un juzgado familiar.
Karla explicó que las agresiones se encuentran en cinco carpetas de investigación abiertas por violencia familiar y no en una carpeta que concentrara todo el caso, porque las autoridades no hacen un estudio de contexto.
La mujer lamentó que, a pesar de sostener audiencias con funcionarios de alto nivel y de exigir justicia, las autoridades no mejoran en su atención a las víctimas de violencia. “Yo ya estuve en audiencia con la Jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, ya estuve en audiencia con la Fiscal Ernestina Godoy, y te hacen creer que te ayudan, pero con el tiempo no hay algo tangible o real que te dé seguridad.”
El sufrimiento que pasan las mujeres que han sido violentadas, dijo la entrevistada, aumenta cuando buscan justicia.
“Las autoridades te marean, te hacen dar vueltas, te traen en trámites, te mandan a hacer papeleos. Si de por sí ya pasamos por la agresión y el sufrimiento, pues todo eso aumenta porque luego vienen los problemas en el trabajo cuando tienes que salir a tantas gestiones; vienen los problemas económicos porque hay que gastar en abogados, en traslados, en papeleo. Buscar justicia es un proceso pesadísimo y las autoridades no ayudan”, destacó.
El pasado 14 de julio, siete expertas de la Organización de Naciones Unidas (ONU), entre ellas la Relatora de la ONU sobre violencia contra mujeres, Dubravka Simonovic, denunciaron que los confinamientos ordenados durante la pandemia de COVID-19 han producido dramáticos aumentos en las agresiones en los domicilios, incluyendo feminicidios y ataques sexuales.
“La menor intervención policial, el cierre de juzgados, refugios y servicios esenciales para las víctimas han protegido a los perpetradores y han agravado los riesgos que afrontan mujeres y niñas”, se expuso un comunicado conjunto.
Las estimaciones más recientes de la Oficina del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos señalan que en México se cometen 10.5 asesinatos de mujeres al día, es decir, cada 2 horas y 29 minutos una de ellas es asesinada.
Con información de EFE