A sus 23 años de edad, Karina, la hija menor de una familia estable de cinco miembros, lleva ya algunos meses trabajando. Después de realizar su servicio social y prácticas profesionales durante un buen tiempo, su carisma, responsabilidad, disciplina y buen trato rindieron frutos: hoy es asistente de producción para un programa de televisión, y aunque no tiene un gran salario, esto le permite ser más independiente que cuando sólo estudiaba.
Es una chica alegre, de sonrisa amplia. No tiene ningún problema en responder que bebe alcohol una o dos veces por semana, y que en cada ocasión toma desde un litro hasta dos y medio de cerveza, porque es la bebida que prefiere.
Según el informe “El consumo de bebidas alcohólicas entre los jóvenes mexicanos”, del Instituto Mexicano de la Juventud (IMJUVE), “un consumo de cuatro copas puede producir un nivel de alcoholemia de hasta 1.25 mg/L en hombres, y de 1.85 mg/L en mujeres, lo que produce pérdida de conocimiento, balance, equilibrio y lentitud en el razonamiento”.
Claro que sería importante matizar esta información, tomando en cuenta la estatura, el peso y la edad de los hombres y mujeres en cuestión, así como sus hábitos de consumo.
Sin embargo, y según este mismo informe, publicado en agosto de 2012, y elaborado con datos de las Encuestas Nacionales de Juventud 2005 y 2010, aunque los hombres siguen bebiendo más que las mujeres (o al menos así lo declaran), el incremento en el consumo que se observó entre 2005 y 2010 fue de casi el doble en ellas que en ellos.
El número de mujeres encuestadas que dijo haber consumido alcohol por lo menos una vez en su vida pasó de 32.1 por ciento en 2005 a 45.6 por ciento en 2010, mientras que en los hombres, la proporción fue de 52.6 por ciento en 2005 a 58.7 por ciento en 2010.
Karina sigue sonriendo aunque, de pronto, su risa parece nerviosa.
-¿Tomas cuando estás contenta o triste, preocupada o presionada?
– Contenta. La mayoría de las veces. Ha coincidido también con momentos de tristeza, pero son menos frecuentes. Yo lo hago por un gusto propio, o sea, que sí me gusta, que estoy como de ánimo para hacerlo.
– ¿Actualmente tienes pareja?
– No. Estoy sola.
-¿Crees que las chicas que no tienen pareja tienen más libertad para tomar?
– Yo creo que sí. Como que el hecho de que no tengas novio ya dices: “Ay, pues voy con mis amigos”, y tus amigos no te van a limitar tanto, más bien ellos se pondrían a tomar contigo y demás… Y sí, no hay quien te diga: “No lo hagas, o toma menos o ya no tomes”.
“NO ES QUE ANTES NO LO HICIERAN, LO NEGABAN”
En entrevista para Sin Embargo MX, la antropóloga María Eugenia Módena Allegroni, del CIESAS DF, afirma que: “El consumo de alcohol, así como de cualquier droga, está articulado con la función social y cultural que esta droga tiene en el contexto específico en que se consume, y en relación a los conjuntos sociales que significan o pautan lo que se considera normal o excesivo respecto a ese consumo. Por eso, no podemos hablar de que las mujeres se sienten más libres para beber o más deprimidas y ansiosas para hacerlo.
La respuesta afirmativa respecto al consumo no necesariamente indica que hay un aumento en el mismo, sino una mayor permisividad social para que una mujer de un determinado sector sociocultural reconozca que ingiere bebidas alcohólicas. No es que antes no lo hiciera, sino que lo negaba”.
Laura tiene 27 años y desde hace unos meses vive con su pareja. Dice que bebe una o dos veces al mes y que en cada ocasión se toma tres tequilas. No le sorprenden los datos del informe del IMJUVE, según los cuales, las mujeres aumentaron su ingesta de alcohol en mayor proporción que los hombres en los últimos cinco años. No lo piensa mucho antes de decir que: “Ya ahorita en este tiempo, creo que bebemos igual. A la par. Anteriormente creo que eran más ellos, por lo que se decía, por todos los mitos, que la mujer no debía beber, que era mal para ella, era mal visto. Pero ahora creo que ya ambos son, tanto el 50 como el 50 por ciento en que beben al mismo tiempo hombres y mujeres”.
Por su parte, la antropóloga Módena afirma que “es problemático generalizar respuestas respecto a las mujeres y los hombres: ¿Cuáles mujeres y cuáles hombres? Existen conjuntos sociales en los que las mujeres tienen espacios, situaciones, etapas de la vida en las que la indicación cultural es la ingesta de ciertos tipos de bebidas alcohólicas, y ese consumo es familiar y laboral, no solitario. En otros conjuntos esa indicación es diferente”.
¿POR QUÉ BEBO?
Al principio de la entrevista, Laura ha dicho que suele beber en reuniones familiares y casi nunca lo hace sola; siempre prefiere tener compañía.
– ¿Sueles beber más en reuniones que en bares y antros?
– Sí voy a bares y a antros. Pero casi cuando salgo no tomo tanto en los bares o en los antros. A menos de que uno vea cuando te sirven la copa, pues si lo hacemos, pero mientras no. Prefiero hacerlo en reuniones, con familiares o con amigos, que son más conocidos o allegados a uno.
Conforme avanza la conversación, las respuestas de Laura son más extensas. Parece que ha entrado en confianza. En este momento, le pregunto si cree que beber tiene consecuencias en su estado de ánimo. “Depende de la ocasión o con las personas que esté. A veces entras en un ambiente, o a veces bebes con tristeza, o dependiendo del estado de ánimo que uno traiga también. El estrés del trabajo, muchas veces, o la carga de la casa también. Todo esto influye cuando uno empieza a beber”.
Además, no se siente más limitada para beber ahora que tiene pareja que cuando no la tenía; dice que él toma menos que ella. “Él es más esporádico que yo. Todavía él así como que toma una o dos copas a lo mucho”.
Según el Informe del IMJUVE, algunos factores que influyen en el consumo de bebidas alcohólicas son el grado de urbanización y las condiciones socioeconómicas de la localidad donde habitan los jóvenes, así como la figura de autoridad que ejercen los padres. Sus datos indican que los que provienen de hogares en donde ambos padres viven juntos, beben menos que aquellos en donde hay uno solo.
Pero si esto es así, Perla parece ser la excepción a esta regla.
Tiene 22 años. Es periodista recién egresada de la UNAM, y ya encontró trabajo. Detrás de unas enormes pestañas negras, responde que comenzó a beber a los 19 años, que toma de tres a cuatro cervezas, pero que sólo lo hace una o dos veces al mes.
Bajita, delgada y morena, con voz casi de niña, habla mucho y muy rápido. Cuenta que vive sólo con su mamá, y explica así la manera en que ha negociado con ella los límites de lo que es permisible.
“Mi mamá me ha dicho: no confundas la libertad con el libertinaje. Entonces ha sido, creo… desde el primer momento que me dejó salir a una fiesta, me dijo: tú sabes lo que haces; tú eres responsable, si tienes algún problema después, que salgas embarazada o no sé, tú sabes cuáles son tus límites. Yo te doy permiso y te doy toda la confianza del universo para que vayas a fiestas y te diviertas. Estás en la etapa en que no te puedo prohibir las cosas, porque a veces sale peor. Creo que sí ha sido como permisiva en ese aspecto. Me ha dado como que la libertad de darme a escoger qué es lo que yo quiero hacer. Y ella también, cuando estamos en fiestas familiares o así, me dice: si quieres tómate una cerveza, tómate una cuba, tómate una cubita, lo que tú quieras, pero tú sabes tus límites, igual”.
Perla suelta una carcajada cuando le pregunto si suele beber sola o acompañada. “Nooooo. Estando acompañada. Sola no. Todavía no llego a un grado de alcoholismo tan grande”, dice, entre risas.
También dice que el tener ingresos propios y la confianza que su mamá le ha dado para beber según su propio criterio, influye en que ahora se sienta más responsable de sus actos. “Al momento de que ya te vuelves más grande vas adoptando ciertos caracteres que son: a ver, tengo que cuidarme un poquito más, tengo que se ser más respetuosa en esto, tengo que ser más lineal en ciertas cosas. Creo que ahorita me voy centrando un poquito más. Ya no salgo tanto a fiestas como antes”.
Alizbeth tiene 24 años y es estudiante. Dice que bebe una o dos veces por semana y que prefiere el whisky y la cerveza. En cada ocasión, “según el ánimo que tenga”, puede tomar desde una o dos cervezas hasta un litro de esta bebida. La pausa más larga que hace antes de responder llega con la pregunta de:
–¿A qué edad empezaste a beber con esta frecuencia?
– Mmm… Como a los 17, en mi último año de la Preparatoria, más o menos.
De acuerdo con el informe “El consumo de bebidas alcohólicas entre los jóvenes mexicanos” del IMJUVE, “entre los 17 y los 25 años los jóvenes tienen más acceso al alcohol y experimentan más con esta bebida.
Pregunto entonces a Alizbeth:
– ¿Ya te dejaban entrar a los lugares en donde se vende alcohol?
– Es que en realidad cuando tenía 17 no iba a esos lugares. Iba a reuniones con amigos, donde no se necesitaba ser mayor de edad.
– ¿Quién has observado que bebe más, los hombres o las mujeres?
– En cantidad, sí, los hombres beben más, pero hay veces que las mujeres los igualamos. Algunas sí se ponen muy mal y no pueden seguir ese ritmo (el de ellos).
“ESTÁ BIEN, EL COCHE LO LLEVA ÉL”
La campaña 0 = 100 (0 alcohol, 100% vida) del IMJUVE tiene como propósito desalentar el consumo de este tipo de bebidas en los jóvenes. Se basa en datos de la Secretaría de Salud y el INEGI para afirmar que la primera causa de muerte en este segmento de la población (de 15 a 24 años) son los accidentes automovilísticos, y que 52% de estos ocurren cuando por lo menos uno de los conductores involucrados se encuentra bajo la influencia del alcohol.
Le pregunto a Perla si no le da miedo salir por las noches, circular por las calles oscuras cuando probablemente también lo hacen otras personas que han bebido igual o más que ella. Responde que cuando lo hace, siempre está acompañada de su novio.
“Se ha tornado en una cosa de: te cuido, me cuidas. Como por lo general él siempre lleva coche es así de: bueno, yo voy a manejar, me voy a tomar sólo una o dos porque tampoco quiero hacer el gran oso o que te pase algo, exponerte cuando se que te tengo que llevar a tu casa”. Entonces, en ese aspecto sí ha sido así de: “si ya te sientes mal, mejor vámonos”. Como que nos cuidamos entre ambos.
Los padres de Karina también tienen sus temores. No la dejan regresar a casa de madrugada. “Yo creo que no están en contra de que tome, pero de que me regrese sola sí, y pues es que las calles ya están como muy peligrosas”.
Laura coincide en que la inseguridad la hace pensarlo dos veces antes de ir a un bar o a un antro en la noche. “Uno a veces sale en la noche, ya en la madrugada, y a veces a uno lo van viendo que ya va tomado, aunque no vayas realmente cayéndote de borracho, pero si ven que llevas unas copas de más a mucha gente se le hace fácil acercarse a esas personas porque saben que están vulnerables a cualquier cosa”.
EL MONSTRUO EN UNA BOTELLA
La introducción del informe del IMJUVE incluye este párrafo:
“En la literatura sobre el tema se relaciona el consumo de alcohol con los efectos que las personas esperan tendrá este consumo. Estas expectativas ven al consumo de alcohol como facilitador de la integración grupal, promotor del incremento de prácticas sexuales y de la predisposición a realizar actos violentos”.
Pero en el resto del texto no hay un solo dato o una cifra que soporte esta última afirmación.
Para tratar de encontrar una muestra cuantificable de la relación entre consumo de alcohol y conductas violentas en mujeres en nuestra ciudad, Sin Embargo MX buscó a la Subsecretaria del Sistema Penitenciario del DF, Celina Oseguera. El objetivo era indagar la cifra (o por lo menos el porcentaje) de internas en penales de la capital que tuvieron y/o tienen problemas de alcoholismo, y si se les da algún tratamiento en especial.
La funcionaria aceptó, de palabra, la entrevista, pero advirtió que ésta se debía solicitar, por escrito, a través de su equipo de comunicación social, el cual nunca dio una respuesta a la petición, a pesar de esta reportera envió varios correos electrónicos y llamó por teléfono en varias ocasiones.
A pesar de que esta instancia desarrolla programas de rehabilitación en el penal de Santa Martha Acatitla, en la página web no hay estadísticas de cuántos internos e internas son dependientes de drogas y/o alcohol.
Lo que sí se puede encontrar es un link a las Estadísticas de ingreso por alcoholímetro de enero a diciembre de 2011, que más que medir conductas agresivas, como sabemos, cuantifica el número de arrestos por conducir en estado de ebriedad.
Según la tabla que se puede encontrar en este apartado, de enero a diciembre del año pasado ingresaron al Centro de Sanciones Administrativas, mejor conocido como El Torito, 14 mil 651 hombres y sólo mil 44 mujeres.
Bajo una primera mirada, estas cifras parecen indicar que todavía son mucho menos las mujeres que se atreven a tomar el volante con unas copas encima, o que quizá son detectadas con menos frecuencia en los alcoholímetros.
En la revista para jóvenes, “¿Cómo ves?”, de la UNAM, dedicada a la divulgación de la ciencia, Gabriel Nagore cita el trabajo de Esther García-Castells, doctora en ciencias fisiológicas del Instituto de Investigaciones Biomédicas de la máxima casa de estudios, que se centra en la relación entre el consumo del alcohol y la agresividad.
Utilizando monos verdes, a los cuales dio de beber una solución de agua azucarada y 15 por ciento de ron, García-Castells concluyó que: “Con el alcohol, las conductas afiliativas, base de la cohesión social, se truncan por el juego compulsivo y rudo, así como por las conductas agresivas asociadas, lo cual eleva las probabilidades de que aparezcan conductas violentas debido a que la escalada agresiva no se frena”.
Por otra parte, según el Dr. Juan E. Sandoval Ferrer, presidente de la Sección de Alcoholismo y otras Drogadicciones de la Sociedad Cubana de Psiquiatría:
“La proclividad a la violencia influenciada por la ingestión de bebidas alcohólicas se puede producir tanto en un bebedor ocasional en estado de embriaguez como en el estado habitual de un dependiente alcohólico”.
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TRATAMIENTO DE ADICCIONES A MUJERES INTERNAS EN SANTA MARTHA ACATITLA
En la página electrónica de la Subsecretaría del Sistema Penitenciario del Distrito Federal, se encuentra la siguiente información respecto a un convenio firmado entre esta instancia, Monte Fénix y Clínicas Claider, para el tratamiento de adicciones a mujeres internas en Santa. Martha Acatitla: