Damien Hirst, Gabriel Orozco, Eduardo Abaroa, Carlos Amorales, Francis Alÿs, Melanie Smith, Abraham Cruzvillegas, Tatiana Trouvé, Rivane Neuenschwander, Terence Koh, Diane Arbus, Richard Avedon, John Baldessari, Hilla y Bernd Becher, Louise Bourgeois, Dan Flavin, Nan Goldin, Douglas Gordon, Dan Graham, Donald Judd, Barbara Kruger, Ana Mendieta, Lázzló Moholy-Nagy, Thomas Ruff, Cindy Sherman, Jesús Rafael Soto, Bill Viola, Gordon Matta Clark, Baldessari, Lygia Clark, Ed Ruscha, Jimmie Durham, José Dávila, Olafur Eliasson, Luis Felipe Ortega, Anri Sala, Andrea Zitte.
Artistas de entre un largo listado.
(Utilice las flechas de su teclado para avanzar o retroceder)México resguarda un número importante de piezas significativas de arte contemporáneo al que ninguno de los museos modernos del mundo le haría el feo. Las cifras de inversión son apabullantes. Millones de millones en dólares.
Pero, ¿dónde están esas obras de arte, que no las vemos?
La historia nos cuenta que el arte, una vez creado, pasa a manos de los industriales y a la gente de altas finanzas –con banqueros: Rothschild, Unión de Bancos Suizos (UBS), Deutsche Bank, Lehman Brothers; con petroleros: Rockefeller, Getty, y con mineros: Guggenheim–. En México, el arte contemporáneo internacional cuelga en los muros de empresarios en el ramo de las bebidas y alimentos y tiendas departamentales. La inversión del Estado en arte es casi nula. La razón es el mínimo presupuesto destinado a adquisición de obra. El coleccionismo institucional incluso proviene del sector privado, es el caso del Museo de Arte Contemporáneo de Monterrey, dirigido por Nina Zambrano y financiado por Cemex, o Muros en Cuernavaca, financiado por Costco y Comercial Mexicana.
El arte contemporáneo en el país, como objeto de grandes colecciones y mercado pujante, apenas es un adolescente en formación. Es un mercado joven en cuanto al tiempo y a sus principales actuantes: galeristas, coleccionistas y artistas. Un mercado que se distingue por cierta estabilidad económica en el plano local y, en lo global, por la tendencia a adquirir obra a precios todavía no estratosféricos de jóvenes artistas que prometen.
La familia Garza Lagüera de Monterrey, Nuevo León, industriales de la cervecería Cuauhtémoc Moctezuma, dueños de jugos Del Valle, Agua Ciel y la tercera embotelladora de refrescos (Coca-Cola) más grande del mundo, gestiona uno de los principales acervos de arte moderno y contemporáneo latinoamericano: la Colección FEMSA, de la que se desprende la Bienal de arte mejor catalogada en México.
El único heredero de la bebida de frutas Jumex, Eugenio López Alonso, de 44 años, posee una colección de 2 mil obras de arte moderno y contemporáneo de los cinco continentes. La colección de López Alonso es una de las piezas clave que ha hecho que México esté en la mirilla del mercado de arte actual, y que valga el viaje a Ecatepec, Estado de México, donde La Colección se resguarda anexa a las naves industriales de Jumex.
Agustín Coppel, de la cadena de zapaterías Canadá y las tiendas de electrodomésticos, muebles, ropa y servicios financieros para la clase media baja, mantiene junto a Isabel, su esposa, otra de las fundaciones de arte contemporáneo más destacadas del país y, de acuerdo con el galerista Mauricio Galguera, una colección coherente, rigurosa, que está repartida entre Sinaloa –estado de donde es oriunda la familia–, la Ciudad de México y California.
El negocio del Taco Inn ha permitido a César Cervantes ingresar al círculo de empresarios coleccionistas. Es el vecino nuevo. Su acervo no rebasa las mil piezas, pero su incorporación al mercado del arte es reciente y, si hacemos caso de la hoja de ruta seguida por la cadena Taco Inn, todo indica que va de menos a más.
Cervantes comenzó su colección sin asesoría y hoy es su principal crítico a la hora de desembolsar. Esta colección privada ilustra lo que Galguera expresa: “Las mejores obras de arte contemporáneo están en las casas”. Dice por ejemplo, hablando en términos de calidad, que la colección más valiosa de López Alonso es la que guarda en su casa, y no la que conforma La Colección Jumex.
El mercado del arte
Es famosa la frase del petrolero estadounidense J. Paul Getty: “he ganado más dinero con las obras de arte que con el petróleo”.
Muchas veces, el arte puede ser más rentable que la inversión en mercados bursátiles, y se le toma como un factor al mover inversiones con retornos que sobrepasan la inversión financiera.
La coordinadora de exposiciones y comunicación de la Colección FEMSA, Marcela Torres Ibarra, reconoce que hay quien compra “por chifladura”, pero el Comité de la Colección, encabezado por Bárbara Garza Lagüera, suele tener asesores externos para la adquisición de obra y el buen uso del presupuesto designado por la empresa, que incluye las cadenas de tiendas Oxxo, la embotelladora de Coca-Cola y la cervecería Cuauhtémoc Moctezuma.
Que el índice de precios en el mercado del arte les pueda marcar “el deceso de un determinado artista, el premio obtenido por un determinado artista o su exposición en un determinado museo o galería”, son elementos dados, establece Torres Ibarra, y agrega: “Buscamos lo que una colección como la nuestra (arte moderno y contemporáneo latinoamericano” debe tener, así llegamos a “Mi vestido cuelga”, de Frida Khalo, el único collage que realizó y que además lo hizo en Nueva York utilizando periódicos de la época, la gran depresión norteamericana, mientras Diego Rivera pintaba el mural Rockefeller”.
Por su parte, César Cervantes considera que el mercado del arte es perverso, manipulador y especulativo, para luego matizar con el argumento de que todo mercado lo es. La oferta y la demanda lo rige; pero la demanda es muy mayor que la oferta y eso hace subir los precios de una manera escandalosa. “En el mercado hay mucha seducción; cuanto más crece la colección más ambicioso se vuelve el coleccionista… hay una ansiedad… una inquietud de búsqueda”, confiesa y adapta a su tarea una frase de Truman Capote:
“Un día comencé a coleccionar sin saber que me había encadenado de por vida a un noble pero implacable amo: al principio fue sólo muy divertido. Dejó de serlo cuando averigüé la diferencia entre coleccionar bien y mal; luego hice otro descubrimiento más alarmante todavía: la diferencia entre coleccionar bien y ser un verdadero coleccionista, es sutil pero brutal”.
La colección Cervantes se mantiene privada, a diferencia de las colecciones Jumex, Coppel, y FEMSA, de las que aun siendo particulares es posible conocer una pequeña parte de su acervo debido a exhibiciones esporádicas o itinerantes. La Cervantes permanece de puertas adentro en “un laberinto en línea recta”, como Cervantes resume la trayectoria de su colección, esta vez tomando una línea de Borges.
Sobre el tema, Sin embargo conversó con Mauricio Galguera, de la Galería Hilario Galguera. Estos “galeros” se han encargado de dinamizar la escena del arte contemporáneo en el país, capitalizando el respaldo de su socio, Damien Hirst, el artista británico hipercotizado y uno de los coleccionistas top cinco de arte contemporáneo, quien tiene casa de descanso en Ixtapa Zihuatanejo.
Hirst, ampliamente conocido porque la casa de subastas Sotheby’s de Londres vendió su obra “El becerro de oro” en 14 millones de euros, es representado en México por la Galería Hilario Galguera, propiciando que otros artistas extranjeros hayan volteado hacia la casona de la colonia San Rafael donde se localiza.
En la actualidad Galguera es el marchante de arte que está colocando entre los coleccionistas del ámbito local a artistas nacionales y extranjeros, y haciendo el trabajo de vuelta pues la galería tiene sucursal en Leipzig, la tercera ciudad más poblada de Alemania, y está a un paso de mudarse a Berlín. Y es que varios de los artistas mexicanos bien cotizados y reconocidos radican en el extranjero. Mauricio Galguera cuenta que son artistas que tuvieron que hacer carrera en el extranjero dado que acá nadie los consideraba: Gabriel Orozco en París, Carlos Amorales en Holanda, y Abraham Cruzvillegas en Berlín, por ejemplo.
Galguera habla de la especulación inherente al mercado del arte contemporáneo y pone como ejemplo el del artista Takashi Murakami, del que se podía comprar en una galería una obra por 100 dólares y, después ,sólo a partir de 3 millones de dólares. También refiere que el mercado no está exento de burbujas como las inmobiliarias. En 2008 estalló una en México que sirvió, dice, para depurar modas, galeristas, artistas y coleccionistas que no mostraron solidez. Opina que ser un coleccionista serio es una profesión que demanda desarrollo y no una mera distracción para millonarios.
Ejercicio personal e íntimo
Eugenio López, dueño de la Colección Jumex, expresa a SinEmbargo.mx que el ejercicio del coleccionismo privado es una cuestión eminentemente personal e íntima, y que la principal motivación que ha dado impulso al trabajo en La Colección después de sus primeros años ha sido el anhelo de convertirla en un acervo que lo trascienda a él: “Me encantaría que La Colección Jumex se volviera un referente en la historia del arte contemporáneo en Latinoamérica y el mundo. Sin embargo, trato siempre de mantener claras las dimensiones de nuestro proyecto en comparación con otras iniciativas. El apoyo por parte de la empresa para ello ha sido invaluable, y si continúan trabajando por nosotros espero que haya Colección para muchos años más”.
Aunque Mauricio Galguera reconoce la labor de los empresarios coleccionistas, quienes estarían cubriendo en buena medida una labor de Estado, como es la adquisición y exposición de obra contemporánea, a sus ojos sólo la Colección Coppel tiene obra seleccionada con rigor: “Jumex ha perdido calidad, es una revoltura… Eugenio López ya no ve lo que compra; no es él quien selecciona qué comprar… La obra importante que tiene Eugenio está en su casa”. En esto coincide Cervantes, de Taco Inn: “¿Qué es la Colección Jumex?”, pregunta con impaciencia. “No lo sé, no podría describirla, ya ni siquiera entiendo si es privada en realidad”, se responde.
Lo anterior, como es natural, no impide que para los artistas, los empresarios coleccionistas mexicanos sean una fuente de ingresos y escaparate. “Vivimos en un país capitalista, ¿y qué nos queda esperar del gobierno?”, se pregunta el artista plástico emergente Patrick Pettersson, para quien el hecho de que la Colección FEMSA haya adquirido obra suya a través de la Bienal, aparte de un gusto y una estrella añadida a su trayectoria, significó un aliento a su desarrollo ya que parte del reconocimiento que otorga FEMSA es una residencia artística en la Ecole de Beaux Arts, de St. Etienne, Francia. “Esto no tiene que ver con marcas”, puntualiza Pettersson; “el personal de la Colección realiza su trabajo de manera muy respetuosa y personalizada con el artista”, añade.
Así que detrás de esas grandes colecciones y fortunas hay mucha tela por cortar. Y es que si las paredes donde cuelgan las obras adquiridas por los empresarios mexicanos hablaran…