Susan Crowley
13/07/2024 - 12:04 am
Esa otra educación
Hoy, el futuro de México se juega en términos de educación, llevamos años tratando de parchar un sistema que parece creado para homogeneizar las capacidades y obsesionado con una visión material del éxito. Ha sido ineficaz e injusto.
El nombramiento de Mario Delgado como Secretario de Educación ha causado todo tipo de reacciones. Conociendo sus habilidades como estratega y operador político, que en mucho habrán influido en el triunfo de Morena en las pasadas elecciones, hace pensar que ¿tendrá que ver con la ya inmanejable crisis del sindicato de maestros? Los vicios, corrupción e intereses del magisterio se convirtieron en un lastre nacional. Uno de los retos para el gobierno entrante es la educación. La ciencia, la investigación y la técnica son prioridades para una presidenta científica egresada de la UNAM.
Aún falta el nombramiento del o de la titular de la Secretaría de Cultura. En la página se lee que este ministerio fue creado en 2015 como responsable de la “promoción y difusión de las expresiones artísticas y culturales de México. Impulsor de la educación e investigación artística y cultural. Preserva el patrimonio y la diversidad cultural. Apoya la creación artística y el desarrollo de las industrias creativas”.
En más de un sentido, el gobierno saliente volteó la mirada hacia los que menos tienen y la cultura se enfocó a valorar a los pueblos originarios, su sabiduría, sus costumbres, sus lenguas. La cultura es viva, no se otorga como un bien, se cuida y se propaga con respeto. Tiempo sumergido en el mito se actualiza como un presente eterno que se traduce en magia, religión, relatos, leyendas. Se expresa a través del arte. En las cosmogonías de los pueblos originarios educación y cultura son una.
El arte es la voz que emana de lo más profundo del ser humano. Ananda Coomaraswamy, metafísico e historiador del arte, habla de que en cada uno de nosotros existen todos los cuadros que se han pintado en la historia y es al artista a quien le toca revelarlos, por eso, no los vemos por primera vez, simplemente los reconocemos. Un buen guía, lejos de educar al artista, logra encontrar en él los caminos que lo llevarán a descubrir su esencia y después expresarla libremente. No es domesticando al niño y cuartando sus instintos, sino estimulando su creatividad e imaginación como llegará a desarrollar su verdadero potencial.
Hoy, el futuro de México se juega en términos de educación, llevamos años tratando de parchar un sistema que parece creado para homogeneizar las capacidades y obsesionado con una visión material del éxito. Ha sido ineficaz e injusto. La preparación es posible para quien cuenta con recursos económicos y el sistema no alcanza a cubrir las necesidades de los dejados atrás. Pero, si en lugar de ver hacia ese horizonte, fuéramos capaces de voltear a ver a los muchos que consideramos rezagados, los “otros”, aprenderíamos de una forma más amplia e incluyente, de lo que hoy estamos haciendo.
En el ensayo Turning, la curadora y teórica inglesa Irit Rogoff, habla sobre las condiciones de América Latina y en específico de México en materia de educación y cultura: “Dentro del discurso mexicano el cambio va a ser político y social. No vendrá de la cultura y tampoco del conocimiento”. Una aseveración que duele pero que también ayuda a enfrentar la realidad. Desde la perspectiva de Rogoff, nuestro país ha sufrido una precarización en la educación y la cultura se ha visto diezmada porque la prioridad es la lucha contra la pobreza, la desigualdad, el rezago y la falta de oportunidades. La educación y la cultura parecen un bien secundario: “Atender una realidad mayor: 40 millones de personas hambrientas o 40 millones de personas analfabetas”. ¿Qué es más urgente?
Desde la perspectiva de Rogoff, los ideales dejan de tener sentido ante la ingente necesidad de las mayorías. Ella habla de una realidad mayor: “las urgencias políticas son tales que la gente ya no mira hacia otros lados para buscar modelos de pensamiento e interacción”. La novedad en términos de avance se convierte en el camino. Para Rogoff la imposición de novedosos modelos es un riesgo: “A partir del lenguaje escrito hubo un progreso cultural aparente, pero se fueron perdiendo las capas de otros lenguajes, voces que se fueron perdiendo por no ser escritas”.
¿Hasta dónde hemos tenido que olvidar nuestra riqueza ancestral por subirnos al tren de la modernidad? Hemos dejado a un lado nuestra esencia para entrar en las vanguardias, nos olvidamos de lo que realmente somos. Dejamos a nuestra matria y abrazamos al patriarcado como una medida de autoridad y formación de las nuevas generaciones. Fuimos empobreciendo nuestras lenguas para aceptar una única manera de comunicarnos y así entrar a la comodidad y el bienestar que ofrece nuestra contemporaneidad. Agradecemos que la educación nos convierta en seres funcionales y estandarizados. El consumo masivo requiere homogenizar a los individuos. Una cultura unívoca es una condición para lo anterior.
Dejar nuestra cultura para abrazar lo nuevo y fascinarnos con ello ha traído como consecuencia olvidar también los anhelos y el poder de nuestros imaginarios. Una vasija de barro negro, un sarape de Saltillo, un tejido mixe, un bordado de Chiapas, una máscara huichol, un canto zapoteco, el son del mariachi, la música de banda, la comida, la poesía, el sonido de un caracol y muchas cosas más. Todas ellas son prácticas que invocan al ritual. El arte vernáculo que surge de distintas capas, otras culturas asimiladas, encuentros, del rico y complejo fenómeno de mestizaje que conforma el corazón de lo que somos. El rito es una necesidad, es la forma en la que provocamos a los dioses, es nuestra manera de atraerlos. Hemos sustituido la necesidad de creer y entonces crear, por otras urgencias. La necesidad de imaginar, de soñar, de anhelar y desear la hemos llenado con los satisfactores inmediatos del consumo.
Pero si nos detenemos un momento y somos capaces de cambiar de perspectiva, tal vez nos descubramos ávidos de recuperar eso que se nos fue de las manos y que vive y habita en nuestras tradiciones más antiguas y profundas, lo que realmente somos y lo que nuestra cultura nos ofrece. Esa otra educación que nos viene de nuestros orígenes y que ha sido golpeada, empobrecida y explotada; que se ha usado como objeto exótico o como moda pasajera. Tal vez la necesitamos más de lo que nos imaginamos y debemos adentrarnos en ella antes de que sea demasiado tarde.
Finalmente, para Rogoff, la necesidad es la fuente de un buen investigador, ese curioso eterno que ha de volver su apetito de saber en ciencia, en tecnología, pero también en arte: “mientras peores sean tus condiciones, más sabes sobre investigación, dado que debes encontrar soluciones para todo: debes encontrar agua, comida, debes encontrar educación y tantas otras cosas”. Y yo diría, el arte es una necesidad, no debemos olvidarlo. @Suscrowley
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