Para los astrónomos las ciudades y los grandes centros productores de luz son una pesadilla puesto que impiden visualizar el universo. Es por esto que los grandes y potentes telescopios han tenido que instalarse en las regiones más remotas del planeta donde aún es posible observar un cielo estrellado sin interferencia. Los astrónomos hablan de la “Contaminación lumínica astronómica” para describir este triste fenómeno en el que una gran parte de la humanidad, ya no conoce los cielos estrellados.
Sin embargo las “maravillas” de la electricidad y la contaminación lumínica no se restringen a un problema astronómico, recientemente se acuñó el término de “Contaminación lumínica ecológica” para evidenciar el impacto que tiene el exceso de luces nocturnas sobre la biodiversidad de la Tierra.
En una revisión sobre los efectos de la contaminación lumínica para la fauna, Longocore y Rich (1) reconocen que las especies afectadas son o bien las que tienen particular atracción por la luz (fototropismo positivo) o las que en sentido opuesto, evitan la luz (fototropismo negativo), de tal manera que las especies que gustan de la luz se acercan a ella y son más vulnerables a la depredación, mientras que las que le huyen casi no salen y disminuyen su actividad cotidiana perjudicando su alimentación o reproducción.
Los efectos negativos de la luz nocturna artificial se han detectado en diferentes aspectos del comportamiento de los animales como son el fenómeno migratorio de las aves, el cortejo de apareamiento de los anfibios, la orientación hacia el mar de la tortugas recién nacidas así como una disminución en la comunicación entre individuos de la misma especie.
En el caso de los insectos nocturnos muchos son atraídos por la luz, seguramente todos han observado a las palomillas revoloteando alrededor de los faroles o a los mayates chocando sin parar contra los focos de las habitaciones. Esta atracción ha permitido que los científicos puedan entender un poco de estos bichos nocturnos elusivos, pero también ha implicado la mortalidad de un número importante de palomillas, escarabajos, luciérnagas y demás bichos atraídos por la luz.
El porqué de la atracción de ciertos insectos hacia la luz artificial no está del todo esclarecido, antes de la invención del foco, los bichos solamente habían tenido experiencias luminosas nocturnas con la luna llena, los incendios o con las fogatas humanas, por lo que los comportamientos que observamos hacia los focos tienen que ver con estas exposiciones previas. Sin embargo, el espectro luminoso de los focos es mucho más amplio que el rango de luz que emite la luna o los fuegos, y por lo tanto los bichos están expuestos a situaciones muy novedosas con los focos artificiales. Dentro de los focos artificiales también hay un rango amplio de la luz que emite, por ejemplo los focos blancos emiten luz con alta frecuencia (460 nm o menores) mientras que los focos amarillos o naranjas emiten luz de baja frecuencia (500 nm o mayores).
Algunos de los investigaciones que han explorado este fenómeno han encontrado que hay una gran variación entre la capacidad visual de los insectos, algunas especies detectan longitudes de onda en ultra violeta mientras que otras no, y por lo tanto dependiendo del tipo de foco artificial serán o no atraídas. Aún queda mucho por investigar para esclarecer el porqué de este fenómeno.
Lo que sí se sabe son las consecuencias negativas que tiene la luz artificial para algunas especies, por ejemplo las mariposas nocturnas de la especie Heliotis zea no se aparean cuando hay luz artificial mientras que otras especies en experimentos de laboratorio no producen las feromonas para atraer pareja cuando hay iluminación nocturna y por lo tanto no tienen descendencia. Por otro lado se han observado modificaciones significativas al ritmo circadiano de algunas especies, es decir, la alteración de la duración de los periodos de luz y obscuridad, repercuten en comportamientos fuera de lo normal, por ejemplo se ha observado que algunas polillas se acercan a la fuente de luz en las noches y se quedan quietas como si fuera de día, en lugar de alimentarse, aparearse y seguir con su vida nocturna, lo cual a la larga puede impedirles la descendencia.
También se ha observado que los murciélagos insectívoros se dan vuelo comiendo de los insectos atraídos a los faroles, por lo que muchos bichos no mueren por el impacto con la lámpara, pero tienen sus minutos contados por los depredadores que acechan.
Queda claro que hay mucha investigación por hacer en relación a las causas de los comportamientos extraordinarios de algunos insectos hacia las fuentes de luz artificial, y también por experiencia cotidiana sabemos que son un matadero para muchas especies, por lo que valdría la pena tomar acciones para disminuir el impacto de las luces nocturnas sobre la biodiversidad. Estoy consciente que esto no es una labor fácil puesto que involucra los dineros de los contribuyentes así como la seguridad de los vecindarios, pero con acciones como cambiar los focos blancos por amarillos estaríamos reduciendo en mucho la mortalidad de los bichos norteados que son atraídos fatídicamente por la luz artificial.
(1) Longcore, T. y C. Rich. 2004. Ecological light pollution. Frontiers in Ecology and the Environment 2(4): 191–198