Cuando Oliver Stone se propuso contar la historia de The Doors y su líder, Jim Morrison, a quien conoció en UCLA, cuando sólo era un estudiante de cine, fue capaz de transformar a Meg Ryan, the girl next door, en Pam, la novia de Morrison, auto destructiva y adicta al LSD, y al tipo duro de películas de acción, poco conocido, Val Kilmer, en el mismo Rey Lagarto, el Dios del Rock, la poesía, el sexo y la auto inmolación.
Con JFK, un thriller algo enredado sobre el asesinato de John Fitzgerald Kennedy, recordó a la sociedad norteamericana que el magnicidio nunca se resolvió satisfactoriamente.
En Natural born killers hizo que el público se enamorara de sus Bonnie and Klyde de finales de los noventa: Mickey y Mallory Knox, tiernos, brutales, ácidos, simpatiquísimos, nuevos ídolos del rock, interpretados por Juliette Lewis y Woody Harrelson. A la acertada elección de los protagonistas se sumó una historia trepidante, una especie de thriller road movie filmado como si fuera un video de MTV, con una música, por supuesto, completamente and hoc.
Eso suele hacer Oliver Stone: sabe elegir las mejores historias. A menudo “mete mano en el guión”, transforma a los actores en los personajes que necesita, los vuelve inolvidables. Sus películas pueden gustar o no, pero no pasan inadvertidas.
Y además, por si fuera poco, no duda en expresar sus opiniones políticas en voz alta, así sean completamente críticas hacia el gobierno del país al que asiste como invitado para presentar su nueva película, porque sabe que él, Oliver Stone, puede hacerlo.
Y ahora está en México. Con la película Salvajes (Savages), basada en la novela del mismo nombre de Don Winslow, que cuenta la historia de cómo dos productores independientes de mariguana hidropónica de California, resisten el embate de un poderoso cártel mexicano, Oliver Stone tiene el pretexto ideal para hablar de México, de su presidente y de su política contra las drogas.
ENCUENTRO LIGHT CON MEDIOS MEXICANOS
La cita es en el Hotel St. Regis de Reforma, en el corazón de la Ciudad de México. Es martes, y este día se han citado a todos los medios a los que no se les concedieron entrevistas individuales con el director ni con los actores, porque “el estudio no los aprobó”… Así las cosas, el salón elegido para la conferencia de prensa se encuentra lleno; hay muchos reporteros de pie.
Se rumora que a quienes tuvieron entrevistas individuales el día anterior se les pidió no preguntar “cosas personales ni nada que tuviera que ver con política”; a estas alturas, cuando ya Oliver Stone ha comparado varias veces a Calderón con Bush en voz más que alta, quizá la segunda advertencia ya no sea necesaria. El caso es que a esta reportera sólo se le pide lo primero: “no hacer preguntas personales.”
Después de una sesión de fotografías en un pequeño salón adjunto, Oliver Stone, Demián Bichir, Joaquín Cosío, Diego Cataño y Sandra Echeverría (dicen las malas lenguas que no quisieron exponer a John Travolta a las preguntas indiscretas de los reporteros de espectáculos mexicanos, que probablemente le preguntarían acerca de sus últimas preferencias sexuales) suben a la mesa-set que el estudio ha preparado para el efecto.
La presentadora-moderadora lanza la primera pregunta:
No se si quiera iniciar, Sr. Stone, con alguna reflexión en torno a la película y que sea México el primer país en donde se estrena fuera de Estados Unidos…
–Es verdad. En México, el viernes 13, pero me han dicho que en México el martes es el día de la superstición, y no hay problema con el viernes 13.
Mira el set: una especie de enrejado metálico, a manera de jaula que rodea la mesa en la que están sentados, y continúa, sonriente:
“Es un set encantador. Nunca había estado en una conferencia de prensa tan bien diseñada. Gracias”.
Calla la moderadora. Se limita a dar la palabra a quienes la piden, levantando una paleta de plástico con un número lo suficientemente grande para que se vea desde lejos. Comienzan las preguntas de los medios.
–Oliver Stone, usted ha dicho muchas veces que usted está a favor de la legalización de la mariguana, así que me pregunto si usted cree que esto resolvería algunos problemas relacionados con el narcotráfico…
–La película no es sobre la legalización de la mariguana. Dejemos eso muy en claro. Podemos hablar de política el día entero, no me importa, porque ya hablé de eso ayer en televisión.
Personalmente sí estoy a favor de la legalización, sí, desde el punto de vista médico y de la regulación de los impuestos, y de la regulación del Estado, sí, absolutamente, porque mantiene un elemento verdaderamente criminal… La prohibición nunca funciona. Nunca sirvió en Estados Unidos para el caso del alcohol durante 12 años y nunca servirá. Desde 1971 van casi 40 años desde que empezó la guerra contra las drogas y es un desastre: hay más drogas, mejores drogas, drogas más baratas y eso incluye la cocaína, y eso incluye, por supuesto, la mariguana, que es la misma mariguana que cultivaban en los sesenta. La mejor mariguana del mundo, ahora, es la de California.
Así que la película se basa en la idea loca, pero es una idea hipotética, de que uno de los cárteles, quizá uno de los más pequeños cárteles, quiere irrumpir en el negocio de California, y está dispuesto a arriesgarse, porque es muy peligroso.
Ustedes saben lo que pasa, ya vieron la película, pero quiero enfatizar que es una situación hipotética. Los cárteles grandes hacen mucho más dinero de la distribución masiva de mariguana más barata por todos los Estados Unidos, y de cocaína por todo el mundo. Y sabemos qué tan sofisticados pueden ser los cárteles, y qué tan ricos.
Ése es un problema mexicano pero también es un problema creado en los Estados Unidos. Pero para mí es una guerra por el dinero. Yo no la llamo una guerra contra las drogas, es una guerra por dinero.
Los norteamericanos se vuelven ricos juzgando y encarcelando gente y los mexicanos se vuelven ricos diciendo: “No nos pueden atrapar”, y son muy buenos para eso. Así que esto sigue y sigue y los precios aumentan. Es el típico juego del gato y el ratón.
Y la guerra contra las drogas es como la guerra de Irak y la guerra de Afganistán, y la guerra de Vietnam: nunca, nunca, nunca va a funcionar y la gente estúpida va a seguir haciéndola.
–Del 95 que rodaste aquí en la Ciudad de México, ¿Qué te parece la ciudad?, ¿Y que tan cierto es que vienes con un operativo especial cuidándote de los cárteles de la droga del país?
No lo se. Quizá tengo a mucha gente a mi alrededor que se ve muy confiada, a la que he visto en los pasillos. No hablan mucho, y se ven muy fuertes…
A Oliver Stone le gusta jugar con estas cosas. Sabe que es encantador, una especie de mago que tiene cautivo a su auditorio, que no atina a pestañear, en lo que averigua si habla en serio o en broma.
“Francamente, tengo guardaespaldas en cualquiera parte del mundo a donde voy, pero no he sentido que estoy en peligro aquí. Estuve en la calle anoche, mirando…
“Diría que, para mí en los ochenta se sentía mucha más prosperidad… La economía mexicana ha sido golpeada, y mal manejada desde la época de Ronald Reagan.
“La economía es parte de la causa de la escalada en la guerra contra las drogas y es una pena que ustedes no puedan tener mejores liderazgos.
“En 1988 me reuní con Cárdenas aquí en la Ciudad de México y quedé muy impresionado con el hombre, y siempre pensé que él ganó la elección del 88, y sé que Salinas nunca ganó esa elección, así que…
“Creo que su economía ha ido de mal en peor desde entonces, y lo veo en la Ciudad, lo siento. Pero no se… No he estado en todas partes. Así que, es triste. Es una historia triste”.
Quizá porque nadie ha preguntado nada a los actores, la moderadora se siente en la obligación de incluirlos en el diálogo: ¿Qué significó para ellos trabajar con Oliver Stone?
Joaquín Cosío, con su rostro de piedra y su voz gruesa, es el primero que responde:
“Yo he sido un espectador de sus películas por mucho tiempo, y bueno, participar con él, un hombre que es un crítico de la cultura norteamericana con una acidez y con un vigor poco vistos, fue una noticia estupenda para mí, desde luego.
“Siempre he visto actores extraordinarios en sus elencos; jamás pensé estar yo en una de sus películas, por lo tanto haber sido invitado a participar en este breve papel ha sido una de las mejores experiencias de mi vida y de mi carrera”, dice.
Después toma el micrófono Demián Bichir:
“A mi me invitaron a una entrevista con Oliver meses antes de que tuviera siquiera un guión listo. Yo lo conocí en sus oficinas allá en Los Angeles, y ya iba yo feliz, sólo con la idea de conocerlo y de sentarme a charlar con la leyenda, y la verdad es quedo pensaba que si había alguna oportunidad para mí en la película sería una celebración extra. Pero yo estaba muy contento nada más de encontrarme con él.
“Y justo cuando esperaba ahí en su oficina vi todos los pósters de la mayoría de las películas que me han marcado en mi vida, no sólo como actor y como espectador.
“Y me encontré con un Oliver muy cariñoso, muy generoso.
“Yo ya conocía la novela de Don Winslow y hablamos una buen rato sobre ella y ahí mismo me habló de Alex, de la posibilidad de hacer Alex.
“Después en el set todo lo que has escuchado de Oliver Stone es cierto. Es completamente cierto y más. Y todas las anécdotas que escuchas por ahí del rigor que tiene como artista… Únicamente puedes entender que el cine que ha hecho sea de ese nivel por el rigor que siempre imprime a su trabajo.
“Y sí, sí es estricto. Pero como buen padre también quiere mucho a sus hijos y corre los riegos contigo. No te abandona o te lanza a la selva con el fusil a que te maten. Cualquier cosa que te pide, él te acompaña.
“Para mí fue una experiencia inolvidable pertenecer ya a la historia de este hombre”.
Stone no se quiere quedar atrás; también quiere dar su impresión acerca de sus actores. Sonríe cuando voltea a ver a Joaquín Cosío, sentado a su extremo derecho:
“Primero Joaquín. Seré honesto: no había visto su trabajo, pero alguien tenía que ser El Azul en esta película, porque escuchamos sobre él pero no lo vemos tanto. Ni siquiera estaba en la novela; no había un Azul en la novela…
“Pero tenía que tenerlo en la película. Tú no puedes hablar de El Azul y no mostrarlo. Así que yo necesitaba a alguien que apareciera dos veces en la película, dos veces, y por periodos cortos. Y necesitaba, como podrán ver, un rostro; el cine es rostros.
“Y vi el rostro de este hombre en El infierno… Es dos veces más grande que mi cara. Y no sabía que iba a pasar, no sabía si su inglés era bueno. Entró en medio de la filmación; teníamos un equipo de 100 personas, y simplemente hizo su trabajo y ahora ni lo reconozco con esa barba… Pero me acaba de decir anoche, que conocí a su adorable esposa, con la que se acaba de casar, que tiene un bebé en camino.
“Y Demián llegó a mi oficina… Y Benicio del Toro me había dicho: ‘Hombre, si puedes conseguir que Demián haga Alex eso estará muy bien’.
“Y cuando Benicio dice algo así, es porque sabe de lo que está hablando.
“Y Demián es el hombre más humilde, y en el set es una delicia trabajar con él. Y lo que puedo decir es que le encanta gritar y puede gritar y gritar durante dos días y volverme loco, así que tuve que ponerle una cinta en la boca para que se callara…”.
–¿Qué escena fue más difícil filmar?
Después de hablar de las condiciones climáticas del desierto en California en verano, Stone no duda su respuesta:
“La escena de la tortura con Demián, Benicio y los muchachos fue muy dura, por el dolor. Fue muy dolorosa. Porque es muy doloroso ver el dolor. Pero no puedes hacer una película como ésta, acerca de los cárteles y la brutalidad…”.
(Oliver Stone se interrumpe una vez más. Las ideas se atropellan en su cabeza y pasa a la siguiente sin haber terminado de formular la anterior).
“¿Sabes? Como dije ayer: esto tiene mucho que ver con la guerra de Irak. Creo que cuando Bush Jr. invadió Irak le dio al mundo un nuevo rostro de violencia y crueldad y brutalidad. Y todos estos métodos se han mostrado aquí en México. Es como si Bagdag hubiera llegado. La guerra ha llegado a casa.
“En un punto, en 2006 o 7, escuché que la tasa de homicidios era más alta en Ciudad Juárez de lo que fue en Bagdag. Así que debemos de tener mucho cuidado”.
SIN LA REINA
Una de las grandes ausencias de esta conferencia de prensa es Salma Hayek. Y es quizá, su personaje de Elena, la Reina del cártel de Baja, el más logrado, el más complejo, el más rico en matices en este thriller que en momentos parece rayar en la farsa.
Es como si Salma Hayek se hubiera encontrado, a sus casi 46 años de edad, y después de muchos personajes intrascendentes (excepto Frida, que ella misma produjo), con uno de esos por los que se recuerdan carreras enteras: Elena Sánchez Lauter, esta mujer con un enorme poder pero muy solitaria, con una casa gigantesca, un palacio, en el que vive sola, con la única compañía de sirvientes y guardaespaldas, a la que le han matado casi todo lo que amaba y los dos hijos que le sobreviven no la soportan, que disfruta con igual intensidad de ver en su pantalla de plasma una película cursi de Pedro Infante que, a través del monitor de la computadora, las torturas y ejecuciones que ella misma ordena.
Así que una reportera pregunta acerca del trabajo de la estrella ausente:
–Oliver Stone: ¿Cómo logró los contrastes en el personaje de Salma Hayek?
–Salma Hayek… ¿Saben? Siempre cuento esta historia. La conocí a finales de los años noventa, cuando era una joven actriz, acababa de llegar de México, y ella me dijo después que tenía una lista de directores con los que quería trabajar, y no había tenido éxito. Todos la habían rechazado. Y ella se había hecho sola en Hollywood. Produjo Frida, como ustedes saben. Es una luchadora.
Así que nos encontramos en una fiesta. Yo no la conocía. Y me dijo: “Ey, ¡hijo de puta! Ni siquiera me viste para U Turn. Escogiste a Jennifer Lopez”… Yo me sorprendí mucho porque los actores no suelen decirte esas cosas; al contrario, te hacen cumplidos de mierda. Así que recordé eso. No me gustó pero lo recordé.
Yo quería a Jennifer López para U Turn. Simplemente la quería. Y con ésta, leí el guión, y quise a Salma Hayek. Y le escribí a Europa, ella vive en París, y le dije: “Por favor, sal en mi película”.
Y la gente de Universal Pictures me dijo: “¿Estás seguro?, ¿Es suficientemente dura?”, porque de alguna manera creían que era, no se, otra cosa.
Les dije: “¿Están locos? Esta mujer obtiene lo que quiere. Sabe lo que quiere”.
Y le decía a todo el mundo en el set: “Quiero un vestido azul, y quiero verme de este modo”, y “no entraré al set si mi vestido no está bien”. Y era dura. Y a veces teníamos que esperar en el sol, pero ella tenía que tener ese vestido bien, con la peluca… La maldita peluca, sí, esa pinche peluca, era como una cadena de diamantes o algo así…
Y como se ve en la película: es una ama de casa católica, conservadora, vive sola porque su marido y varios de sus hijos están muertos, asesinados. Ella es la jefa del cártel sólo por sus dos hijos que sobreviven. Dice: “Me alegra que mi hija se avergüence de mí”.
–Usted tiene una simpatía hacia los gobiernos de izquierda, ¿Nos podría hablar un poco de eso?, ¿Y cree usted que la crítica que realizó al gobierno de nuestro país le pueda servir en algo para contrarrestar este gran problema que vivimos?
–¿Me estás bromeando?
Escucha: somos artistas, hacemos películas, pero tenemos derecho a tener sentimientos y expresiones. Cuando me preguntan no quiero evadirme, pero mi impacto es limitado: la película habla por sí misma. Hice una película sobre Vietnam, más bien tres, y en Estados Unidos amaron las películas pero de todos modos fueron a Irak y a Afganistán, así que el impacto es limitado.
Haces una película en El Salvador, sobre los abusos en Centroamérica y nadie va a verla en Estados Unidos.
Así que puedes huir y cambiar de estilo o decir: “voy a seguir haciendo lo que creo que está bien” y tomar lo que venga.
Y su gobierno, lo he dicho… En 1988 la gente estaba demandando un cambio, pedían a Cárdenas pero ustedes se fueron hacia la derecha y se quedaron en ese camino. Y como resultado la economía está muy atrás de la del resto de Latinoamérica, que tomó el otro camino, y eso es triste pero México está en deuda con Estados Unidos. Se ha quedado tan cerca de Estados Unidos.
Su Calderón es como Bush: quiere una guerra. Así que no hay esperanza para México a menos que ustedes cambien como muchos países de Latinoamérica lo hicieron: como Brasil, como Argentina, como Bolivia, como Venezuela, como Nicaragua, como Honduras… Como Paraguay. Usen esos modelos para el cambio en México.
–¿Usted se considera de izquierda?, ¿Cómo ve a la izquierda en el mundo?… Y para los actores: ¿Cómo logran reflejar esta violencia tan inhumana en la película que estamos viviendo en México?
Stone se apresura a pedir que Demián Bichir responda primero la segunda pregunta. El actor mexicano tartamudea un poco, antes de hacerlo.
“¿Qué opino de esa violencia respecto a la que nosotros mostramos en la película? Mira, yo siempre he pensado que lo ideal sería que la violencia existiera únicamente en la ficción. Ojalá nosotros estuviéramos relatando en esta película cosas que pasaron el siglo pasado y que son parte de un anecdotario terrible, pero estando tan presente, el cine se convierte en una especie de cronista de tus propios tiempos, de todo lo que estás viviendo, y si Hollywood está haciendo estas historias y Don Winslow la escribe es que nosotros les hemos dado material para que lo hagan.
“Ojalá todo esto sea parte del pasado. Ahora mismo estamos en este conflicto post electoral. Hasta hoy en la mañana parece que incluso el PAN dijo ‘no, pues sí es cierto, hay que impugnar’, cuando hace una semana todo el mundo celebraba.
“Y eso es un reflejo muy caro de cómo funcionan las cosas aquí. Y creo que a quien sea que vaya a quedar como gobernante le conviene que se aclare hasta la última duda, precisamente para que el país pueda seguir su camino.
“Yo creo que esta película llega muy a tiempo porque el cine también sirve para refrescarte la memoria. Colosio está afuera, en las salas todavía, hay una generación completa de chavos, nuevos votantes que no saben qué pasó hace 18 o 20 años, y por eso está esa película ahí para recordárselos.
“Y no lo hace solamente Hollywood, porque también está El infierno, también está Miss Bala, porque seguimos contando ese tipo de historias.
“Y esta película no es sólo un reflejo de la realidad de México, sino de alguna manera te habla de que este problema es un problema de dos países. Es tiempo de parar ya de culpar solamente a México: las corruptelas existen en los dos lados y antes que otra cosa es una obra de arte, es una pieza artística que te puede gustar o no pero es una pieza artística por uno de los artistas más connotados de este siglo, del siglo pasado y de éste. “Y como tal, es una película hermosa. Yo así la veo, yo pienso que es como una poesía tremendamente dura”.
¿Joaquín, quieres decir algo?, pregunta Stone a Cosío.
“Sí. Me parece importante la película. Me parece urgente y necesaria, y sobre todo porque hace un retrato no solamente de una violencia literal, sino de una violencia que proviene de otros niveles, que son los niveles de las instituciones en ambos países, y esa es una violencia que encarna y que se manifiesta a través de los fusiles y de la sangre. Me parece muy importante que la película plantee la corrupción en esos niveles porque la guerra que vive México tiene responsables, y si en algún momento los cárteles pueden ser quienes ejecutan y quienes disparan las armas, hay también instituciones y hay un Presidente de la República que decidió confrontar la violencia con violencia; una de las decisiones más brutales de las cuales haya sido testigo este país. La violencia tiene responsables y me parece importante que la película lo registre”.
El director quiere agregar algo; Stone levanta la mano para pedir su turno para hablar, y se acerca al micrófono.
“Quiero apuntar que en un momento el personaje de Joaquín en la película dice la siguiente línea (y esto fue hace un año, cuando la filmamos): ‘Elena está muerta: el PRI está de regreso, el PAN está fuera’, lo que indica que hay conexiones entre los cárteles y la política. Y escucho eso constantemente cuando viajo a México.
“Y respondí tu pregunta antes: no soy un político; hago películas. Y la violencia, que es horrible en México, no podemos ni siquiera acercarnos en la película. Podemos sugerirla. Podemos mostrar lo que sucede de verdad…
“Repetiré lo que he dicho antes: la guerra de Irak tiene algo que ver, creo, con la nueva violencia en México y da visos, hacia el mundo, de volverse más brutal. Y es el resultado de la violencia. Porque la violencia crea sólo violencia más grande. Hasta que la gente esté tan harta de la muerte que tire sus armas. Y es lo que vimos en la Primera Guerra mundial. La Primera Guerra Mundial fue justo como esta situación: terminó cuando todo el mundo se hartó de los asesinatos, pero fue cuatro años después. Creyeron que iba a ser una guerra corta, y excepto por la Segunda Guerra Mundial, fue la más fatal en la historia del mundo”.
–Se han escrito muchas novelas y muy buenas con el tema de la guerra contra el narco, de la violencia que ha generado, ¿Por qué escogió la novela de Don Winslow?
–Es un magnífico thriller. Se lee rápido. Don había escrito una novela maravillosa acerca de México llamada The power Of the dog, que trata de la historia de los cárteles, desde Félix Gallardo en los sesenta, setenta, ochenta, noventa, y los rastrea todos. Es un libro poderoso. Pero ese libro hubiera dado para hacer una serie de televisión, en cambio Savages era una historia contenida, con seis personajes y quería hacer una película sobre el sur de California para celebrar las playas, el surf, ese tipo de gente que vive en la playa… Y siempre quise hacer una especie de western contemporáneo acerca de la guerra en México, un poco con las máscaras de la Santa Muerte.
Sentí que era lo correcto. Quería hacer una película de verano.
UNOS SALVAJES BELLOS, BELLÍSIMOS…
Quizá porque tenía en mente una “película de verano”, Oliver Stone (o él y el estudio) eligieron a Blake Lively para el personaje de O, el objeto del amor y la pasión de Ben y Chon, los dos productores de mariguana de California a quienes el Cártel de Baja quiere obligar a vender su producto.
Porque Blake Lively es eso: la perfecta rubia bronceada por el sol de California, y parece que esta vez a Oliver Stone no le importó tanto que la estrella de Gossip girl carezca de las habilidades dramáticas para interpretar uno de los personajes centrales en la trama.
En contraste, las actuaciones de Benicio del Toro como el cruel, vulgar, cochino y simpático sicario Lado, John Travolta como Dennis, el agente de la DEA que al mismo tiempo trabaja para Ben y Chon y para el cártel de El Azul, y Demián Bichir, como Alex, el abogado, miembro de esa nueva generación de narcos educados en universidades gringas, que visten Armani y parecen tener todo en control, equilibra el resultado, y una vez más, Stone sale bien librado de ésta.
Pero más allá de apreciaciones subjetivas, Salvajes, la película y la novela, intentan plantear una cuestión fundamental pero no lo hacen de manera muy clara, y quizá por ello uno se queda con la sensación de no haber entendido bien: ¿Quiénes son los salvajes: los del cártel, que cortan cabezas y queman vivo a un “traidor”, o los niños ricos de California, que iniciaron un negocio de manera casi artesanal y terminan, también, ejecutando al que se atraviese en el camino?
Porque al final, la redención llegará solamente para unos… No es difícil adivinar para quienes.