Su éxito es tal que los más pequeños de la casa —que aún no van a la escuela— pelean por la pantalla de la lap top con sus hermanos para ver a Spiderman, Flash, Linterna Verde y otros personajes del cómic que enmascaran al ingenioso profesor de artes.
LA PAZ, Bolivia (AP) — Desde su pequeña habitación, un profesor boliviano vive su sueño de la infancia y ha logrado transformar la vida de sus pequeños alumnos —encerrados debido al confinamiento por el coronavirus— con clases virtuales que imparte vestido de superhéroe desde un barrio populoso de La Paz.
Su éxito es tal que los más pequeños de la casa —que aún no van a la escuela— pelean por la pantalla de la lap top con sus hermanos para ver a Spiderman, Flash, Linterna Verde y otros personajes del cómic que enmascaran al ingenioso profesor de artes.
“Llegan antes que yo a la clase virtual y la primera sorpresa es adivinar qué superhéroe aparecerá en la pantalla”, dice Jorge Manolo Villarroel.
A sus 33 años, Villarroel habla con la pasión de un niño. Su pequeña y modesta habitación parece un microcosmos. Cerca están las máscaras y ropas de los personajes; más allá, una imagen de Cristo, el Apóstol Santiago y otros santos católicos de su devoción. En otro rincón oculto aparece el Che Guevara. Retratos de sus padres ocupan el centro de paredes atiborradas de objetos, recuerdos y camisetas de su club favorito.
Villarroel es maestro de artes del colegio católico San Ignacio, en un acomodado barrio de La Paz, y tiene mil 200 alumnos de entre 9 y 14 años, pero también es traumatólogo e instructor de zumba.
“Por años, ellos han ingresado a nuestro mundo de adultos. Ahora toca que nos abramos a su mundo, que es el chat. Cuando hablan son cortos, pero en el chat se explayan. Son maestros y me enseñan aplicaciones en la clase”, dice.
“Oiga profe, tienes que anclar la imagen... Anda a la pantalla de tu celular y busca un parlamente pequeño”, se escucha decir a un alumno mientras Flash —Villarroel disfrazado—- explica a sus alumnos más pequeños cómo armar un mosaico de figuras geométricas con hojas de colores.
La clase comienza con un calentamiento de manos al estilo zumba, luego sigue una oración y música de superhéroes para crear ambiente.
“Tienes que bajar la aplicación Dance Monkey”, le dice otro más tarde.
Cuarenta cinco alumnos siguen la clase. A ratos se escucha a un hermano pequeño pelear la pantalla para ver a uno de los nueve personajes que hace Villarroel para educar y entretener.
Él mismo confecciona sus ropas. “Tuve que improvisar, ya que con la cuarentena no se podía salir”, dice.
A ratos parece un disc-jockey frente al computador. Los lentes lo hacen parecer menos a un superhéroe. Sobre sus piernas duerme su diminuto perro Coquito, ajeno a todo.
Villarroel aprovecha cada clase e imparte reglas básicas de higiene para evitar contagios de COVID-19. Los alumnos preguntan por qué dura tanto el encierro por un virus invisible. A ratos la conexión falla, pero nadie se aleja de la pantalla.
“Las clases virtuales me han dado la oportunidad de seguir enseñando desde el encierro de mi casa. La educación se estancó en moldes tradicionales. Después de la pandemia todo cambiará, incluyendo la educación”.
“Las plantas y animales han podido hacer su vida normal, pero nosotros vivimos encerrados por causa de la pandemia. Hay que cuidar mejor la casa de todos que es el planeta”, dice.
En Bolivia, el país más pobre de Sudamérica y con 11 millones de habitantes, el internet es lento, caro y sólo hay en la ciudades y pueblos grandes. Muchos colegios —sobre todo privados, como el de Villarroel— debieron seguir la enseñanza vía remota desde marzo, cuando cerraron escuelas, colegios y universidades y aún no se conoce cuando regresarán con la pandemia ingresando a su fase crítica.
En muchas regiones pobres del área rural, recién está llegando la electricidad y la televisión todavía es una novedad.
El Gobierno legalizó la semana pasada las clases virtuales y estudia un plan para seguir la enseñanza en tres modalidades: presencial, semipresencial, virtual y a distancia (radio y televisión).
“Es un salto gigantesco para la educación”, dijo el ministro del ramo Víctor Hugo Cárdenas, pero reconoció que todavía es un proyecto.
“La educación dejará se de ser gratuita como obliga la constitución porque sólo los que tienen dinero podrán comprar una computadora, un teléfono móvil para seguir las clases virtuales”, opina José Luis Alvarez, exdirigente de los maestros.
Para Pablo Diez Jiménez, presidente de la Junta Nacional de Padres de Familia, por ese camino la educación se hará más liberal y menos inclusiva en un país de marcada desigualdad.
“Incluso en mi colegio privado hay niños que no tienen un buen teléfono móvil, pero estamos en un momento de cambio”, sostiene Villarroel.