“La memoria es fuente riquísima para mí. Todo lo que he escrito siempre ha comenzado con experiencia vivida, punto de partida de un tema que luego desarrollo en cuento, novela o obra de teatro”, dijo Mario Vargas Llosa.
Praga, 13 de mayo (EFE).- El escritor Mario Vargas Llosa considera a sus 83 años, tras haber abordado las más diversas temáticas en sus dieciocho novelas, que “queda todo” por explorar y que “las historias que se pueden contar son infinitas“.
Así lo afirmó este viernes el Premio Nobel de Literatura en el recinto ferial de Holesovice de Praga, durante una charla moderada por la hispanista Anezka Charvatova, traductora al checo de sus libros.
En sintonía con el lema “Recuerdo y Memoria” de la feria “El Mundo del Libro”, donde se organizó este evento, Vargas Llosa resaltó la importancia de la memoria e hizo un recorrido por su obra.
“La memoria es fuente riquísima para mí. Todo lo que he escrito siempre ha comenzado con experiencia vivida, punto de partida de un tema que luego desarrollo en cuento, novela o obra de teatro”, explicó el autor de La tía Julia y el escribidor.
Vargas Llosa vaticinó que será uno de los últimos escritores que dejará un legado en forma de manuscritos: “Yo escribo a mano y con tinta”, reveló.
“Necesito el olor de la tinta y el desgarro del papel con la pluma. Me gusta el ritmo de la mano, que es el ritmo del pensamiento”, añadió.
Al recordar su juventud, achacó al existencialista francés Jean-Paul Sartre un impacto tan fuerte que frenó en él el cultivo del humor.
“La influencia de Sartre fue muy grande en mi adolescencia. Fue buena y mala en mi vida. Me hizo creer que el humor era incompatible con la novela seria. (Sartre) Está vacunado contra el humor”, dijo el autor oriundo de Arequipa (Perú).
Pese a ello, sí exploró la senda del humor con Pantaleón y las visitadoras (1973), una sátira en la que al protagonista, Pantaleón Pantoja, un capitán del Ejército peruano, le encargan en secreto organizar y administrar un servicio de prostitutas (visitadoras) para las tropas peruanas en la Amazonía.
Puesto a quedarse con una de sus novelas, Vargas Llosa señaló que sería aquella que más sudor le causó.
“Si tengo que elegir , seguramente sería Conversación en la catedral porque fue la que más trabajo me costó: todas las canas las saqué con esa novela”, apostilló al referirse al libro publicado en 1969 y considerado mundialmente su obra maestra.