Sandra Lorenzano
13/05/2018 - 12:00 am
¿Me dejan contarles una de amor?
El jueves pasado, día de las madres, el país todo se cubrió de mujeres: era la VII Marcha de la Dignidad Nacional “Madres buscando a sus hijos, hijas, verdad y justicia”, convocada bajo la consigna “Nada que celebrar”. Las datos son aterradores y no es la primera vez que los escribo en este espacio: las cifras oficiales hablan de más de 35 mil desaparecidos. Tienen razón, no hay nada que celebrar. A esta realidad atroz se suman, en estos días, la violencia y la intolerancia en las campañas políticas; la disputa por la presidencia es tensa, agresiva, incluso grosera.
El jueves pasado, día de las madres, el país todo se cubrió de mujeres: era la VII Marcha de la Dignidad Nacional “Madres buscando a sus hijos, hijas, verdad y justicia”, convocada bajo la consigna “Nada que celebrar”. Las datos son aterradores y no es la primera vez que los escribo en este espacio: las cifras oficiales hablan de más de 35 mil desaparecidos. Tienen razón, no hay nada que celebrar. A esta realidad atroz se suman, en estos días, la violencia y la intolerancia en las campañas políticas; la disputa por la presidencia es tensa, agresiva, incluso grosera.
No sé ustedes, pero yo necesito parar un cachito y respirar.
¿Me dejan olvidarme un poco de todo y contarles hoy una historia de amor? ¿O dos historias de amor? ¿O tres?
1.
Había una vez un joven y bello príncipe al que su madre quería casar con una princesa igual de joven y bella. Para ello hizo que todas las princesas solteras, aun las de los reinos más lejanos, fueran a palacio para que el príncipe eligiera esposa. Pero él las miraba con terrible aburrimiento. “Mamá, no me interesan estas princesas”, decía. Ellas seguían desfilando, y él seguía ignorándolas. Hasta que llegó la princesa Magdalena acompañada por su hermano, el Príncipe Azul, y entonces sí –todo el reino fue testigo- a nuestro joven casadero se le iluminaron los ojitos. “¡Qué príncipe tan guapo!”, exclamó uno. “¡Qué príncipe tan guapo!”, exclamó el otro al mismo tiempo. Y esta historia de amor terminó como terminan siempre en los cuentos de hadas: con una hermosa boda y la frase “y fueron felices y comieron perdices”.
El cuento se llama Rey y rey y fue escrito por las holandesas Linda de Haan y Stern Nijland, y publicado holandés en 2000, y en español en 2004. Está pensado para niños de seis años en adelante.
Pero… ¡momentito! No todo es tan fácil para los príncipes enamoradizos de los reinos del arcoíris. Si bien en varios países europeos se recomienda como una obra que “rompe con los clichés sexistas presentes en los cuentos de hadas”[1], y que promueve actitudes de respeto y apertura en los niños, en otras regiones del globo lo han cuestionado, y en algunos incluso censurado.
Ya lo sabemos, un fantasma recorre el mundo: el fantasma de la intolerancia.
2.
Diecisiete años después de que se publicara Rey y rey en Holanda, el Fondo de Cultura Económica publicó un libro precursor en México: Sombras en el arcoíris, de Mónica Brozon. En él, Constanza, una niña de diez años, nos habla de su hermano Jero, un chico diferente a los demás, que se ha enamorado de otro chico. Ella adora a Jero y aprenderá con él que ser diferente no es algo malo; lo malo es no respetar o no aceptar a quienes lo son. Las ilustraciones de Guridi acompañan el texto haciendo más ligera una historia bella pero difícil.
Nada mal el mensaje en un país como el nuestro que ocupa el segundo lugar a nivel mundial, después de Brasil, en crímenes por homofobia.[2]
3.
¿Y las chicas? Hay muy pocos libros para niños y jóvenes que cuenten historias de amor entre chicas. Les pregunté a algunos especialistas sobre los escritos en México, y las respuestas fueron del “No recuerdo ninguno” a “Hay uno, lo escribió Melissa Cardoza, que es hondureña pero vivió acá mucho tiempo”. El título es Tengo una tía que no es monjita, y se publicó en Guadalajara en 2004 en Ediciones Patlatonalli, con ilustraciones de Margarita Sada. ¡Es absolutamente delicioso! En él, Meli, de ocho años, descubre que su tía adorada que no está casada ni tiene hijos, tampoco es monja.
Les dejo el enlace para que puedan disfrutarlo:
http://patlatonalli.org.mx/portfolio/tengo-una-tia-que-no-es-monjita/
Y hablando de chicas, quiero cerrar con una hermosa novela para adolescentes: Me enamoré de una vegetariana, de Patricia Kolesnikov (Ed. Norma, 2017). De Patricia conocía sus dos libros “para adultos”: Biografía de mi cáncer y No es amor. Ahora, con esta novela clasificada como “juvenil” (aunque creo que tiene razón María Teresa Andruetto cuando habla de “literatura sin adjetivos”) vuelve a crear una historia entrañable: la de Martina y Aldana, dos chicas de quince años que se enamoran casi sin darse cuenta (o prefiriendo, en un comienzo, no darse cuenta). Aldana es hija de argentinos pero creció en España; está furiosa de que la hayan llevado a vivir a Buenos Aires dejando a sus amigos, el colegio, el novio, y mira con displicencia y rencor todo lo que encuentra en la ciudad de sus padres. Lo único que quiere es juntar dinero para regresar.
Martina es quien nos va contando: la llegada de Aldana a la escuela, sus intentos por acercarse a “la nueva”, las complicidades con las amigas –una percusionista, otra militante y la tercera “linda y fatal”-. Pero también la incomodidad con su cuerpo, con los chicos, con los padres… ¿Quién no se sentía incómoda consigo misma y con el mundo a los quince años? Sólo cuando Aldana la besa, Martina se da cuenta de que eso era lo único que verdaderamente estaba esperando en la vida.
“El título es un desplazamiento. Si EL conflicto era enamorarse de una chica, acá lo corremos, elegimos otra característica, que de alguna manera se acerca a ella. Es una ligera desviación de la norma. ¿Está mal ser vegetariana? No, pero hay que avisar: voy con fulana, que es vegetariana. ¿Está mal salir con alguien del mismo género? No (depende dónde una se mueva, pero pongamos), pero hay que avisar: voy con fulana que es mi novia.”[3]
Se trata de un libro que cuestiona las definiciones, los límites, las etiquetas, la obligación de encasillar el deseo.
Dice Patricia, “escribir una novela de amor lésbico feliz es político”. Aldana y Martina viven un amor feliz, un amor transgresoramente feliz. Hermosa manera de hacer política.
Ojalá sea cada vez más fácil, más gozoso, más abierto, menos peligroso, amar a quien cada uno desee amar, sin importar etiquetas, ni barreras, ni convenciones. Ojalá sea cada vez más natural para nuestros chicos.
Por cierto, el 17 de mayo de 1990, la Organización Mundial de la Saludo eliminó la homosexualidad de la lista de enfermedades mentales. Es por eso que cada 17 de mayo se festeja el Día Internacional contra la Homofobia, la Transfobia y la Bifobia.
Festejemos –esto sí- de la mano de los dos príncipes, de Constanza y Jero, de Meli y la tía que no es monjita, de Aldana y de Martina, y de todos aquellos que crean que el mundo es mucho más bello y justo cuando ondea orgullosa la bandera del arcoíris.
[1] Yolanda Reyes, “Rey y Rey, un cuento en el que los príncipes no se casan con princesas”, en Educación en valores, educación para el desarrollo. 28 de septiembre de 2009.
[2] Ver, entre otros artículos sobre el tema: http://www.sinembargo.mx/17-05-2014/994214
[3] “Patricia Kolesnikov: Me encanta haber abierto esa puerta”, entrevista de Cristina Aizpeolea, en
http://www.lavoz.com.ar/numero-cero/patricia-kolesnicov-me-encanta-haber-abierto-esa-puerta
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