Peniley Ramírez Fernández
13/04/2016 - 12:04 am
¿Y si fue la CIA?
Creo que el gran impacto que ha tenido Panama Papers ha sido precisamente que no se han publicado listas, sino historias. Cada una de ellas ha sido medida con la vara del “interés periodístico” ese término que no hace sentido para muchos políticos ni empresarios y que pasa por tratar de comprender, en cada caso, hasta dónde un dato en una historia es de interés público, hasta donde es muestra del comportamiento de una colectividad y hasta dónde se convertiría simplemente en la divulgación de pistas para el morbo.
En los últimos días hemos escuchado y leído todo tipo de hipótesis conspirativas sobre el origen y los intereses detrás la investigación periodística de Panama Papers. La mejor de todas en el caso de México, sin duda, se publicó en el Portal de Texcoco y versó acerca de la fecha mundial de lanzamiento del trabajo para el que colaboraron casi cuatro centenas de periodistas durante un año.
“Como si hubiera sido acuciosamente programada- ¿o si fue?- se hizo simultáneamente la difusión de los mentados ’Papeles de Panamá’ aquí en México, con el arranque de las campañas electorales en 14 Entidades donde en 12 de ellas se elegirán nuevas gubernaturas”, escribió el 6 de abril Abraham Mohamed.
En el mismo ánimo conspirativo, el autor de la columna “infiere” (así lo escribe, literal) que la publicación simultánea en 109 medios en 78 países de reportajes sobre las sociedades en paraísos fiscales de políticos, sus familiares y allegados -entre ellos el rey de Arabia Saudita, el futbolista argentino Lionel Messi o el Presidente de Islandia- fueron un mero pretexto para que no luciera “tan obvio el virulento ataque periodístico contra quienes conforman la poderosa élite del PRI-Gobierno”.
Las teorías acerca de los intereses que movieron la investigación periodística de mayor tamaño en la historia en cuanto a número de periodistas participantes, medios y número de documentos revisados, despertaron incluso en los lectores de SinEmbargo comentarios como que no se trataba de una investigación, sino de una “minería de datos” y que haber tenido acceso a la base de correos electrónicos y documentos de 40 años del despacho panameño Mossack Fonseca hacía que los reportajes estuvieran dados “en bandeja de plata”.
Diez días después del lanzamiento de las primeras historias de Panama Papers, expertos y autoridades tributarias de todo el mundo se reúnen este miércoles 13 en París para analizar las implicaciones del caso. La convocatoria proviene de un mexicano, el Secretario general de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico José Ángel Gurría. Hasta ahora el cuestionamiento que más han repetido los analistas ha sido si la CIA, o alguna agencia del gobierno de Estados Unidos, fue el autor oculto del hackeo al servidor del despacho Mossack Fonseca.
En esta versión los periodistas investigativos del Süddeutsche Zeitung que obtuvieron los 11.5 millones de documentos de una fuente anónima, fueron elegidos porque la nula relación aparente del periódico con base en Múnich con los intereses de la CIA podría disipar dudas sobre este oscuro origen que tenía como pretexto final, esta vez no desequilibrar las elecciones a gobernadores en México, sino el gobierno de Vladimir Putin en Rusia.
Bastian Obermaier, de 38 años, y Frederik Obermayer, de 32, son dos de los periodistas investigativos alemanes más importantes de su generación. Ambos tienen experiencia en investigaciones de largo alcance, han cubierto temas de fascismo, abuso sexual, guerras antiterroristas, guerrillas latinoamericanas e industrias de armamento de su país. Ambos tenían experiencia previa en investigaciones sobre sociedades de personajes políticamente expuestos en paraísos fiscales y trabajaron en Offshore Leaks, un proyecto previo del Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ, por sus siglas en inglés) acerca de los usos de las sociedades offshore, entre otros para ocultar dinero de corrupción e impuestos.
La explicación de que una fuente interesada en revelar información sobre estos temas buscó a dos reporteros que estaban siguiendo el tema y lo entendían, no encaja en esta teoría de la conspiración. No encaja porque, otra vez, los periodistas son concebidos por gran parte de las audiencias como meros instrumentos de poderes mayores, que funcionan como portavoces de otras guerras en las que el término “interés periodístico” debe ser eliminado de la ecuación.
Varias fuentes, familiares y amigos me han preguntado en los últimos días “¿quién más está en la lista de Panama Papers”. No ha sido fácil explicarle a cada uno que no existe tal “lista” y que la base de datos que ICIJ hizo accesible para trabajar a los participantes del proyecto funciona como una herramienta que permite búsquedas para explorar, establecer conexiones en indagar en un sentido para los datos y los correos electrónicos que no tienen una lógica narrativa, porque no se registraron en el servidor de Mossack Fonseca con el objetivo de que un reportero los comprendiera.
Una parte vital en esta “minería” ha sido conciliar qué nombres deben buscarse y para ello ha sido indispensable el contacto con las fuentes que conocen de primera mano cómo se llama el novio, la amante, el primo, el amigo de la infancia, el socio de aquellos personajes de interés público que por obvias razones no abrieron las sociedades para sí mismos.
Uno puede llegar a un caso por el nombre de una compañía, una dirección, un socio o un correo electrónico, pero son la metodología de seguimiento periodístico y las increíbles herramientas electrónicas provistas por ICIJ las que hacen que ese dato se convierta en una historia.
Las metodologías básicas con las que funciona el periodismo de datos, una disciplina aún incomprendida pero que va ganando espacios de respeto entre los colegas y las audiencias, son las que han permitido establecer cruces temporales que hacen que esos datos cobren ese sentido.
Dos buenos ejemplos de las historias ya publicadas son el ejercicio de cuándo el empresario Juan Armando Hinojosa Cantú daba cada paso en su intento de mover 100 millones de dólares fuera de sus cuentas en bancos, mientras avanzaba una investigación en su contra sobre posible conflicto de interés en la venta de las casa del presidente mexicano y el secretario de Hacienda. Otro cruce similar fue utilizado por los reporteros de ICIJ para determinar qué sucedía con la investigación contra Lionel Messi en España por evasión fiscal, mientras se registraba como beneficiario de una sociedad en Panamá.
Creo que el gran impacto que ha tenido Panama Papers ha sido precisamente que no se han publicado listas, sino historias. Cada una de ellas ha sido medida con la vara del “interés periodístico” ese término que no hace sentido para muchos políticos ni empresarios y que pasa por tratar de comprender, en cada caso, hasta dónde un dato en una historia es de interés público, hasta donde es muestra del comportamiento de una colectividad y hasta dónde se convertiría simplemente en la divulgación de pistas para el morbo.
“Esto sucede cuando el perro guardián trabaja en equipo”, escribió hace pocos días un colega que consideró las revelaciones de Panama Papers como una buena muestra de que el interés periodístico puede poner en su dimensión un asunto que de otra manera sería considerado simplemente una violación a la privacidad de los clientes de Mossack Fonseca.
Si el ejercicio a partir de la base de datos no hubiera tenido esta investigación fuera de la base, esta revisión de las leyes, las circunstancias en que el dinero se movió y el papel determinante de Mossack Fonseca en el ocultamiento de miles de dueños reales de las empresas que registraban, aún tendría eco la explicación que la firma divulgó en escándalos previos: ellos solamente hacían los trámites legales y nunca sabían quiénes eran los verdaderos dueños o qué hacían con los instrumentos societarios que creaban en todo el mundo.
Fue una decisión de cada medio participante cuáles historias en ese mar de documentos serían interesantes para su público. ICIJ no tuvo ninguna injerencia en qué temas abordaría cada medio, en qué alcance darían a la investigación de cada tema o qué personajes dejarían para publicar en el primer día de las revelaciones o en las semanas siguientes. Las condiciones del Consorcio eran que los temas tuvieran interés público y que los involucrados recibieran de los periodistas participantes las preguntas sobre el contenido de las piezas periodísticas antes de la publicación.
Por esto no creo en la teoría de que el gobierno de Estados Unidos utilizó a los periodistas alemanes, a ICIJ y todos los reporteros en el proyecto como armas contra Putin. Y no lo creo, porque hacerlo sería negar que el periodismo de investigación existe para que las sociedades puedan mirar de frente sus miserias, esas verdades que nadie quiere encontrar porque el camino hacia esa inmundicia es demasiado complicado, demasiado aburrido, demasiado largo y en lugares como México, demasiado peligroso.
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