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Gisela Pérez de Acha

13/04/2014 - 12:00 am

Con cariño, al 132

Eran las 5:50 y estábamos frente a Televisa Chapultepec para protestar contra la Ley Telecom. La gente llegaba mientras del otro lado de la banqueta, los no-tan-mal-pedo-polis resguardaban al gigante político. “Por lo menos no nos mandaron granaderos,” me dijo Valeria cuando la saludé. Se veía un poco nerviosa. Y tenía razón: todas las marchas […]

Eran las 5:50 y estábamos frente a Televisa Chapultepec para protestar contra la Ley Telecom. La gente llegaba mientras del otro lado de la banqueta, los no-tan-mal-pedo-polis resguardaban al gigante político. “Por lo menos no nos mandaron granaderos,” me dijo Valeria cuando la saludé. Se veía un poco nerviosa.

Y tenía razón: todas las marchas y protestas desde que Peña Nieto tomó posesión han sido brutalmente reprimidas. Nadie se entera. Todo se silencia. El Régimen le tiene miedo al disenso. Eso fue lo que pasó aquel 1º de diciembre:

Pero el jueves había mejores augurios. A lo lejos escuché el ritmo de los pies de un colectivo grande. Como si fuera un déjà vu, un sueño nostálgico o una especie de glitch, vi ondear las banderas blancas que decían #YoSoy132 pintado con esténcil de diferentes colores. Hasta enfrente venía Mariana. Por un segundo cruzamos miradas: siempre me impresiona que la fuerza y la guerrilla se le ven en los ojos.

Me quedé paralizada ante la vista que tenía. Televisa atrás. Aquel lugar donde algún día grabé y del que me salí al día siguiente con el corazón en la mano y un pésimo sabor en la boca. Es muy fuerte conocer por dentro las entrañas podridas del gigante, y por eso vale toda la pena volver a protestar. Delante de mí, las caras pintadas de colores que se conocen y tienen dos años protestando por lo mismo: libertad de expresión y muerte del PRI.

Ese día, ante la amenaza de la Ley Telecom, democratizar los medios adquiría un sentido renovado. “¡¡Vamos enfrente banda, hay que empezar a armar la punta,” gritó Brito a través del megáfono. En el 2012 le decían comandante. Así, en minúsculas y con toda la horizontalidad que implica el no decirle general. Fuimos al frente. Tumbolian, el abogado cuyo apodo viene de twitter, le puso play a las bocinas. Qué mejor inicio que  la parodia a un discurso pronunciado por Reyes Heroles en su momento:

Amables amigos,

Vamos a Palacio Nacional,

Y vamos a escuchar el sonido local.

El sonido local. Local.

La unidad democrática supone,

Medios encaminados a constreñir a las minorías

e impedirles que puedan convertirse en mayorías …

A este ritmo empezamos a marchar. Sonrisas. Consignas. Banderas. Colectivos. La policía dijo que éramos 600, pero Brito asegura que el número era más de 1,500.

“¡¡Aleeeeeerta!!” gritó Mariana desde el altavoz. “¡¡¡Aleeeeerta!!!”, contestó la banda. “Alerta, alerta, alerta que camina, la lucha estudiantil por América Latina…”

Es de las consignas que más me gustan. Al parecer se dice en las marchas de Colombia, Cuba, Venezuela y Chile. Es una consigna comunista. El decir lucha estudiantil es una incorporación reciente (probablemente después del ’68). Antes de decía ‘la espada de Bolívar’, y luego ‘el antiimperialismo’ por América Latina.

Encontré esta canción chilena, un poco pop, pero recoge lo que digo:

Son gritos pacíficos, pero de guerra. Como en el estadio de fútbol o los conciertos de rock, la masa de gente se consolida con las consignas de protesta. Las desigualdades se diluyen, los cuerpos se empiezan a estrechar y el ritmo de los pasos se sincroniza. Catarsis. Todos somos uno.

Sonaba ya la canción de Molotov, el eco generacional desde que se convocó la marcha en redes sociales: #NoMásPoderAlPoder. Todos nos sabemos la letra, y cantábamos a coro:

Es la gente de arriba te detesta

hay más gente que quiere que caigan sus cabezas.

Si le das mas poder al poder,

más duro te van a venir a coger.

Porque fuimos potencia mundial

somos pobres, nos manejan mal.

“¡¡Me la estoy pasando muy bien!! Ojalá no nos peguen”, gritó una chava detrás de mí cuando terminó la canción. Todo iba bien, pero los nervios no se disipan hasta llegar al Senado.

Se escucha otra consigna: “Zapaaaata viveeee, interneeeet es libre.” La original es Zapata vive, la lucha sigue. Esta vez la modernizaron. Me recuerda al EZLN y la carta del subcomandante Marcos a Zapata: el caudillo de la revolución de izquierda que nunca tuvimos; símbolo de transformación y de construcción de otro mundo; de antiimperialismo y libertad.

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Seguíamos marchando por Reforma como si fuéramos uno mismo. Podía sentir mis espaldas bien cuidadas por el colectivo de personas que gritaban lo mismo que yo. Cada quien ahí por razones distintas, desde activismos distintos, pero protestando por lo mismo.

Sin darme cuenta ya habíamos llegado al Senado. La banda del 132 sabe lo que hace. Tienen protocolos de seguridad y liderazgos que se adelantan a informar y a darle tips a los demás. Las mantas íbamos pegadas a la reja del edificio blanco. Otro maldito gigante, pero nosotros seguíamos sonriendo porque no hubo represión. Así se siente la libertad.

Un par de compañeros celebraron cantando un Son Jarocho de la Protesta y la Censura:

Vaya contraste con el Frente por la Comunicación Democrática, organizado al día siguiente con Cuauhtémoc Cárdenas sentado al centro de una mesa cuasi-religiosa compuesta por un Club de Toby cuyo promedio de edades rondaba los sesenta años. Sermoneaban sobre los peligros de la Telecom, y denunciaban la “falsa” oposición.

Para mí los falsos también son ellos. Brito es más moderado, me decía: “Es una brecha generacional. Nosotros nos manejamos sin la necesidad de figuras morales o de autoridad que dicten misas o si bien les va, discursos incluyentes.” Una crítica muy atinada. Tenía toda la razón. El jueves expresamos y denunciamos sin necesidad de foros aburridos y repetitivos.

Por eso se equivocan los que dicen que el 132 ha muerto. Es una idea, y las ideas nunca mueren. Así lo vi ese día, y de ahí que la censura sea tan importante para el Régimen. De la explosión electoral del 132 salieron activistas que ahora toman caminos distintos y hacen cosas diferentes.

Me acordé de lo que algún día me dijo Vladimir, que al caer el sol ondeaba una bandera de esas cargadas de nostalgia: “Extraño esas épocas. Nunca vamos a volver a tomar las calles así. Fue muy fuerte.”

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Me quedo con la última consigna: No que no, si que sí. Ya volvimos a salir.

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