Ciudad de México, 13 de abril (SinEmbargo).– Los grupos de autodefensa que han emergido en Mexico ante la incapacidad del Estado de proporcionar seguridad a las comunidades se han convertido en una tercera fuerza en la guerra contra el narco que libra el país, dice un reportaje publicado por la revista norteamericana Time.
“Pero está claro que amenazan el monopolio del gobierno mexicano sobre el uso de la fuerza”, agrega.
“Las milicias constituyen una tercera fuerza de la guerra contra las drogas en México, que se ha estado librando intensamente desde 2006 y ha cobrado la vida de más de 60,000 personas”, señala el reportaje firmado por Ioan Grillo y fechado en Tierra Colorada, Guerrero.
“En la actualidad hay escuadrones de pistoleros del cártel, están las fuerzas de seguridad del Estado y los grupos de ciudadanos armados. Todavía está por verse si los vigilantes (guardias de autodefensa) van a ayudar o a dificultar el trabajo del recién inaugurado Presidente Enrique Peña Nieto y su promesa de reducir el nivel de violencia y la delincuencia”.
“Esto podría ser un cóctel Molotov muy desagradable”, dijo a Time el diputado Francisco Arroyo, presidente de la Cámara de Diputados. “Un estado que permite a los ciudadanos armarse para hacer justicia por sus propias manos es un estado fallido”.
Ernesto López Portillo, del Instituto de México para la Seguridad y la Democracia, está de acuerdo en que las milicias deben ser desarmadas, pero dice que se debe hacer a través del acuerdo y no por la fuerza.
“El gobierno tiene que comprometerse a hacer un esfuerzo sin precedentes para invertir en estas comunidades y reducir el crimen”, dijo López Portillo. “Tenemos que entender que estos grupos de autodefensa no son la causa de la violencia en México, sino una consecuencia. Son una respuesta a la incapacidad del gobierno para administrar justicia y detener el crecimiento de la delincuencia organizada”.
De acuerdo con la revista, el gobierno mexicano ha adoptado un enfoque mixto de los vigilantes. En Tierra Colorada, un autobús lleno de policías estatales se sentó en las afueras de la ciudad a beber refrescos mientras los milicianos llevaron a cabo sus operaciones. El Gobernador de Guerrero, Ángel Aguirre, ha dicho que los grupos han reducido la inseguridad y se comprometió a proponer un proyecto de ley en la legislatura del estado para dar a las milicias de un marco legal. Tal regulación podría permitir que se conviertan en una fuerza de policía comunitaria más, similar a los que existen en algunos pueblos de Guerrero en virtud de una ley indígena.
Sin embargo, legisladores en la capital mexicana han pedido una represión más severa. En marzo, el Ejército mexicano detuvo 34 vigilantes en el estado de Michoacán. Se les acusó de trabajar para el narcotraficante Joaquín “El Chapo” Guzmán. En una gira por Japón, Peña Nieto se comprometió a respetar la ley en contra de todas las milicias.
Sin embargo, los grupos de autodefensa dicen que ahora tienen una mayor seguridad. “Muchos de los delincuentes han huido de la ciudad desde que llegamos”, explicó a la publicación el líder de uno de los grupos en Guerrero, Esteban Ramos. “Tienen miedo de estar cometiendo delitos con nosotros aquí. Hemos logrado en las últimas semanas lo que la policía y los soldados no pudieron hacer en años”, agregó.
Ramos, de 51 años, conduce un taxi por lo general, pero desde enero lo alquila porque se unió a las milicias... que no pagan, narra Time. Otro miliciano, Ramón Díaz, cultiva maíz y frijol, pero ha dejado que otros miembros de la familia atienda los cultivos, ya que se unió a la lucha.
“El regresar nuestra seguridad es pago suficiente”, dijo Díaz.
Los vigilantes –dice Time–, no obstante, disfrutan de bebidas gratis y de la comida de los comerciantes, que parecen estar satisfechos de su presencia.
“Estábamos acostumbrados a tener miedo de salir a la calle por los criminales. Ahora nos sentimos mucho más seguros”, dijo María Castillo, quien en presencia de la revista entregaba pasteles de su panadería a los milicianos.
“Pero tales sentimientos no son compartidos por todos, sin embargo. En febrero, los vigilantes mataron a un hombre durante un tiroteo en la ciudad de Refugio. Dicen que era un traficante de drogas que disparaba contra ellos, pero los miembros de la familia protestan por su inocencia. Este mes, decenas de vigilantes tenían un prolongado tiroteo con hombres armados (presuntos criminales) en la localidad de Xaltianguis, cerca del balneario de Acapulco. Los milicianos han prometido que eventualmente impulsará un modelo similar en los barrios pobres de Acapulco, que han sido golpeado por la violencia del narcotráfico en una de las ciudades más mortíferas del mundo”.
“No tenemos miedo de los cárteles”, dijo Díaz, blandiendo su arma. “Ellos tienen armas, pero tenemos demasiadas armas. Y somos muchos”.