Gonzalo Suárez está en México como uno de los invitados especiales al Festival Internacional de Cine de Guadalajara, donde también se exhibe una retrospectiva de su trabajo cinematográfico, además del estreno de su película más reciente, El sueño de la Malinche (2018).
Por Mariana González
Guadalajara (México), 13 de marzo (EFE).- El cineasta y escritor español Gonzalo Suárez afirmó este martes en México que disfruta más los libros que no entiende que los que sí, porque le exigen un ejercicio mayor de imaginación.
"Es maravilloso leer los libros cuando no entiendes nada; es maravilloso porque vas ejerciendo la imaginación mucho más que cuando entiendes lo que lees", aseguró durante una charla en la Cátedra Latinoamericana Julio Cortázar, de la Universidad de Guadalajara (oeste de México), durante su primera visita a México.
El realizador nacido en Oviedo exploró las razones que lo hicieron "un escritor que hace cine" y recordó que de niño estuvo rodeado de libros en el pasillo de su casa, en donde su padre le daba clases, además de la biblioteca de este, cuyos ejemplares Suárez solía explorar con "avidez y prematuramente".
Ese escenario sembró en él el amor por la literatura, su más grande pasión antes de dedicarse al cine, una profesión que nunca imaginó que desarrollaría y que ha logrado combinar con la escritura, que inició con su novela De cuerpo presente (Plaza & Janes, 1963).
"Nunca había pensado llegar a hacer cine; ni siquiera me lo había propuesto. Había hecho teatro como actor, había escrito obras de teatro que luego quemé, afortunadamente, y había sido un espectador de cine normal pero no tenía idea de hacer cine", reveló.
Suárez está en México como uno de los invitados especiales al Festival Internacional de Cine de Guadalajara, donde también se exhibe una retrospectiva de su trabajo cinematográfico, además del estreno de su película más reciente, El sueño de la Malinche (2018).
El autor de películas como Mi nombre es sombra (1996), Oviedo express (2007) y Remando al viento (1988) confesó que comenzó a interesarse en el séptimo arte al entender que la posibilidad de traducir en imágenes el lenguaje escrito que tanto conocía tenía "algo sexual".
"De repente la sensación, además de que lo que es una ficción escrita podría trasladarse, materializarse en la pantalla, era como liberarse, era como proyectarse fuera de sí, y cuando hice el primer corto con una cámara de 16 milímetros me impresionó ver que algo interior podía proyectarse afuera", aseguró.
Bajo los murales del pintor mexicano José Clemente Orozco del paraninfo de la Universidad de Guadalajara, el director charló con jóvenes apasionados del cine y con conocedores de su obra y aseguró que el lenguaje no es obstáculo para poder escribir y dirigir una película.
El también productor y guionista se dio tiempo de hablar de fútbol y de la obra del escritor argentino Julio Cortázar, a quien conoció algunos años antes de su muerte en 1984.
En su conferencia titulada "Queremos tanto a Julio", Suárez contó que conoció al autor de Rayuela en los años 60 en una visita que este realizó a su casa para hablar de literatura y que consolidó una amistad en la que ambos compartían el gusto por el cine, los libros y por el humor.
"Eran tiempos en los que el naturalismo predominaba en la literatura española y, en palabras de Cortázar, 'la imaginación y el humor eran un coto anglosajón'. Pues bien, el humor y la imaginación fueron el nexo de nuestra recíproca afinidad", recordó.
"A diferencia de (el escritor colombiano Gabriel) García Márquez, a quien también conocí, Julio Cortázar hablaba poco y sopesaba lo que iba a decir antes de hablar", añadió.
Las charlas que sostuvieron en diferentes ocasiones en Barcelona, Madrid y París influenciaron las obras de ambos sin que lo sospecharan en ese momento, aseguró el director.
Relató cómo una noche ambos daban un paseo por las calles de la Ciudad Luz y al pasar por la plaza del Centro Pompidou, Cortázar le mostró las ventanas pintadas en una fachada y le dijo "Mira, eso es lo que hacemos nosotros, pintar falsas ventanas tras las que no vive nadie".
"La última vez que nos vimos fue en la Plaza de la Encarnación, (Madrid) y ante otras ventanas pintadas en otra fachada. En mi película 'Epílogo' les hice un homenaje. Senté a los actores Pepe Sacristán, Charo López y Paco Rabal ante las mismas ventanas pintadas de la plaza y les hice preguntarse quién podría vivir al otro lado", narró.
"Lamento que Julio no haya podido verla. Estoy seguro de que este duelo entre escritores que se enfrentan a través de sus relatos le hubiera gustado. A Cortázar le apasionaba el cine, es cosa sabida", concluyó.
El Festival Internacional de Cine de Guadalajara se desarrolla hasta el 15 de marzo con la exhibición de 295 películas de todo el mundo, entre ellas 113 filmes en la sección oficial que competirán por el premio Mezcal a las mejores producciones mexicanas, y al premio Mayahuel a los largometrajes y cortometrajes iberoamericanos de ficción y documental.