Entre 1993 y 1995, México vivió una cadena de horrores. Cada seis meses, ocurrió un asesinato en la escena pública. Fueron acribillados el Cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo; el candidato del Partido Revolucionario Institucional (PRI), Luis Donaldo Colosio Murrieta y el secretario general priista, José Francisco Ruiz Massieu. Luego, la noche del 19 de diciembre de 1994, el Gobierno mexicano decidió devaluar la moneda nacional frente al dólar. Las reservas federales habían caído en un máximo histórico porque, se explicó oficialmente, “la economía estaba sostenida con alfileres”.
Tras esa decisión, México pasó a “la mayor crisis económica del XXI (aun cuando el siglo no había cambiado)”, como la llamó el ex Secretario del Tesoro estadounidense, Robert Rubin. Cientos de empresarios tuvieron que cerrar, miles de estudiantes vieron truncados sus sueños y millones de familias renunciaron a un estatus para cruzar el umbral hacia la pobreza, a la par que la economía mexicana se paralizaba.
En los muchos análisis que se han hecho de aquella crisis social y económica se asoman como causas las políticas económicas fallidas, la corrupción en la cúpula gubernamental, la ausencia de transparencia y el sometimiento de las instituciones al poder. En general, esa época es una herida abierta en la sensibilidad de muchos mexicanos. Pocos hablan de sus recuerdos, como si se tratara de un trauma insuperable. Y a la hora de repartir responsabilidades, los ex presidentes Carlos Salinas de Gortari y Ernesto Zedillo Ponce de León se colman de reproches mutuos, pero sin mostrar conclusiones de qué pasó.
Todos los países cometen errores, pero no todos aprenden las lecciones. Esa es la coincidencia de algunos protagonistas de aquella época y expertos que ven que la tragedia parece repetirse (o hay un dejà vu) ahora cuando el promedio de aprobación para el Presidente de la República, Enrique Peña Nieto, no supera el 40 por ciento, cifra muy parecida a la que tuvieron Carlos Salinas y Ernesto Zedillo. Uno al concluir el sexenio y el otro al arrancarlo.
Ciudad de México, 23 de marzo (SinEmbargo).– Lo cuenta porque lo vivió. Inclinado sobre el techo de su taxi, Adrián Chávez, en el Distrito Federal, señala el despacho de Arquitectos en Polanco donde trabajaba hace poco más de 20 años. Ese sitio de donde salió en 1995, cuando una crisis financiera atravesó de punta a punta a México y él protagonizcó a la mala, la historia de un despido. Este año cumple 45, es un tipo delgado, le va al Necaxa, estudia Leyes, está casado y tiene dos hijos: uno de 20 y el otro de 17. Su vehículo rosa forma parte de la flotilla recién inaugurada y acreditada para circular en el Distrito Federal. Mucho tiempo, el auto que condujo fue verde: un Wolksvaguen, un Nissan.“¿Alguna pregunta de por qué me hice taxista?”.
Choque con el pasado. Era 1993 y se iniciaba el último año de gobierno de Carlos Salinas de Gortari quien dos años atrás había firmado el Tratado de Libre Comercio con América del Norte (TLCAN). Muy pocas cosas le enturbiaban el futuro a Adrián Chávez, quien egresaba de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
“No queremos un cambio que sea a costa de las libertades", había expresado el Presidente Carlos Salinas de Gortari al rendir su Quinto Informe de Gobierno en el Congreso de la Unión. "Porque entonces el progreso no sería valioso ni respetaría la dignidad de los mexicanos. No queremos un cambio que concentre las oportunidades, sino que incorpore a todos a las tareas de la nación, y más a los que menos tienen. No queremos un cambio que perjudique nuestro medio ambiente, porque estaríamos sacrificando nuestro propio esfuerzo, estaríamos negando el porvenir a nuestros hijos”.
“Agárrense de las manos” , interpretada por José Luis Rodríguez “El Puma”, era una melodía ya vieja –de 1985–, pero el Presidente Salinas la bailó en una reunión con vecinos a finales de diciembre de 1993 a ras de la banqueta. Era un líder. Casi todos le creían y lo celebraban. Cuando apenas tenía un mes en el Gobierno, había hecho lo impensable: el 10 de enero de 1989, envió al Ejército a detener en su casa de Ciudad Madero, Tamaulipas, al acaudalado y poderoso líder del Sindicato de Trabajadores de Petróleos Mexicanos (Pemex), Joaquín Hernández Galicia, “La Quina”. Las autoridades federales acusaron al líder sindical de homicidio y acopio de armas. Luego, Salinas se empeñó en firmar el TLCAN. Y desde que estampó su firma como Primer Mandatario en ese convenio comercial su discurso no cambió: México había ingresado al primer mundo y así se tenía que vivir.
Y Salinas bailó aquella tarde, bailó mucho; agarrado de las manos de los integrantes de grupos vecinales que pedían una mejora en el servicio de agua.
“Yo compré un departamento en 1993. Banamex me cobró como unos 20 mil pesos de ahora de enganche. Era una cosa maravillosa. Saqué mi carro también, cómo no, un chevrolet. Y pues me casé. En serio, no estaba nada mal vivir en México”, es el relato de Adrián Chávez de esa época.
Arrancó 1994. Y todo avanzó. Pero hacia el horror. La política fiscal de México estaba en manos de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP) y por supuesto, de la Presidencia de la República. La verdad era que el crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) había sido sólo 0.7 por ciento en 1993; en otras palabras, de casi nada. Carlos Salinas de Gortari había prometido un presupuesto gubernamental equilibrado y cumplió. Apenas si incluyó un ligero superávit. Una decisión que muchos años después los analistas se explicaron en el hecho de que aquel era un año electoral y el PRI no tenía garantizada la victoria como antes.
El primero de enero, cuando entró en vigor el TLCAN, estalló en Chiapas la rebelión del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN). El acontecimiento se convirtió en un gran símbolo porque la guerrilla hizo evidente ante el mundo una profunda desigualdad entre las regiones mexicanas y la marcada injusticia histórica con los fundadores del pueblo, los indígenas. Pero la economía siguió su curso. Ya estaba en vigente el TLCAN, el primer mundo no estaba tan lejos para algunos.
Tres meses después –el 23 de marzo de 1994–, Luis Donaldo Colosio, el candidato a la Presidencia de la República por el PRI, fue asesinado en la colonia Lomas Taurinas de Tijuana. A diferencia de lo que había ocurrido con la rebelión zapatista, ese horror sí tuvo repercusiones financieras importantes: las reservas extranjeras de México, que eran de 28 mil 300 millones de dólares el día del asesinato cayeron a 17 mil 300 millones para finales de abril. Pero estos capitales se fueron de México en silencio. Así que los tesobonos –títulos denominados en dólares, pero pagaderos en pesos– empezaron a circular con intensidad.
El 21 de agosto hubo elecciones. Por el PRI contendió Ernesto Zedillo Ponce de León –en sustitución de Luis Donaldo Colosio Murrieta– y ganó.
Habían pasado seis meses del asesinato de Luis Donaldo Colosio Murrieta y nueve del levantamiento del EZLN en Chiapas (y casi un año del acribillamiento del cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo, el 24 de mayo de 1993) cuando el 28 de septiembre de 1994, a las 9:28 horas, el entonces secretario general del PRI, representante de su partido ante el Instituto Federal Electoral (IFE) –hoy transformado en INE- y Diputado federal electo para la LVI Legislatura, José Francisco Ruiz Massieu, salió del Hotel Casa Blanca, caminó por la calle Lafragua y abordó su automóvil. Él apenas emprendía la marcha cuando un sujeto le disparó con una calibre 9 milímetros. El agresor quiso hacer otro disparo, pero se le trabó el arma. Ruiz Massieu murió ahí mismo, sobre el volante, frente a los transeúntes y su chofer.
Los problemas económicos de 1994 se intrincaron. El Gobernador del Banco Central y el Secretario de Hacienda se inclinaban por dejar al peso flotar con libertad hasta encontrar su propio nivel. Los empresarios no estaban de acuerdo y argumentaban que sólo se requería una corrección. Discutían. Debatían. Y una noche, la del 19 de diciembre, el Gobierno Federal devaluó la moneda mexicana en 15 por ciento. Veinte días después de esa decisión, el saldo de las reservas internacionales de México era de tres mil 483 millones de dólares cuando 11 meses antes, ese mismo saldo había reportado 29 mil 155 millones de dólares. En 330 días se habían esfumado de México casi 26 mil millones de dólares. También con un profundo silencio.
México fue capaz de hacer frente a sus obligaciones por tesobonos sólo gracias al paquete de rescate de mas de 50 mil millones de dólares que absorbió el Tesoro de Estados Unidos, el Fondo Monetario Internacional (FMI) y varios bancos centrales que operaban en su mayoría a través del Bank for Internacional Settlements.
El inicio del Gobierno de Ernesto Zedillo estuvo marcado por la crisis económica desatada aquella negra noche. Inició con una aprobación cercana a 76 por ciento. Para enero, esa cifra era menor de 50 por ciento y en febrero de 1995, sólo 23 por ciento de los mexicanos aprobaba su forma de gobernar, la cifra más baja jamás observada.
Las decisiones de la noche del 19 de diciembre fueron pagadas muy caras. Ernesto Zedillo ha responsabilizado a Salinas. Y Salinas ha responsabilizado a Zedillo, al grado que bautizó el momento como “el error de diciembre”. En poco más de veinte años se han acumulado los reproches, la culpas, pero jamás las cuentas rendidas. En los muchos análisis sobre la crisis que han elaborado reconocidos estudiosos se asoman como posibles causas las políticas económicas fallidas, las disputas políticas intestinas, la corrupción en el Gobierno Federal, la ausencia de Transparencia y el sometimiento de las instituciones al poder político.
Y todo lo empezó a sentir Adrián Chávez cuando fue despedido de su empleo en el despacho de Arquitectos. Sobre todo porque, cuando fue a cambiar sus ahorros en dólares, notó que fue menos de lo que esperaba, y así iba a ser muy difícil emprender el viaje que planeaba para estudiar en España. Los años pasados había estado concentrado en la carrera de Arquitectura y en hacer planes para ese futuro luminoso que traían las promesas de Salinas de Gortari. Pero una tarde se convirtió en protagonista de una noticia mundial: la crisis financiera de México era llamada “efecto Tequila” en el planeta. Los países se protegían para no percibir siquiera el olor.
A veces, los números sólo traen frialdad. Pero esa crisis –tan medida a través de las reservas financieras– avanzaba en México con víctimas mortales (el registro de suicidios a la fecha no es claro), negocios truncos, casas perdidas, despidos, lágrimas. Adrián Chávez dice: “Los que nos dimos cita en eso vivimos días que no vamos a olvidar. Fue ahí que me hice taxista. Desde entonces, lo juro, vivo cada día para recuperarme poco a poco. Ahí la llevo. No digo que no. Pero que se sepa que perdí aquel departamento, que se sepa que mucho tiempo ya no tuve carro particular, y que me ha costado mucho. Hoy estudio Leyes y seré abogado muy pronto. Al extranjero, yo ya no me fui. En serio. Me ha costado mucho”.
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“Las estampas mexicanas que se encuentran entre 1994 y 1995 son repetibles en el escenario actual”, expresa Humberto Hernández Hadad quien era cónsul de México en San Antonio, Texas en 1995. Y la razón de su dicho la encuentra en que el comportamiento de los políticos mexicanos muestra no haber aprendido del pasado. Para el hombre que alertó a la cancillería mexicana sobre el paradero del Diputado Manuel Muñoz Rocha, un presunto copartícipe en el homicidio de José Francisco Ruiz Massieu, México ha vuelto a ser un país en el que se contrapone un discurso triunfalista desde el Gobierno federal y el aniquilamiento de la economía de los ciudadanos. “Es no es poca cosa –exclama– porque es la pérdida, día con día, de los sueños”.
Autor del libro “Colosio y Ruiz Massieu, 20 años después”, Hernández Hadad expone que lejos de aprender la lección, “México vive una tragedia cíclica porque el Gobierno se empeña en repetir fórmulas que en el pasado funcionaron de manera parcial pero, aplicadas ahora, ya explotaron en los núcleos sociales, con más personas pobres y más afrentas que con dificultad van a olvidarse como las de Ayotzinapa o Tlatlaya”.
Como en 1994 –el último año de Carlos Salinas de Gortari– hoy la economía se vive con espasmo: la continua caída en el precio del petróleo ha provocado pérdidas de divisas y persiste la expectativa de que Estados Unidos eleve a mitad de año su tasa de interés. Y por eso, explican analistas, el peso se llegó a cotizar en ventanillas bancarias arriba de 15.90 pesos por dólar.
Cuando arrancó el Gobierno de Peña Nieto –como el de Salinas–, todo eran ilusiones. Incluso, ese inicio de Gobierno era un augurio maravilloso en materia económica y paz social. El 24 de noviembre de 2012, el semanario británico The Economist consideró que la predicción maya sobre el fin del mundo había sido muy mal entendida porque no era un apocalipsis; sino un amanecer luminoso. Cuando a Peña Nieto le fue colocada la banda presidencial, el semanario reprodujo la imagen en su portada como “The Mexican Moment”. Financial Times, por su parte, publicó el mismo año que “el amor” de los inversionistas no serían los países BRIC (Brasil, Rusia, India y China); sino México porque el nuevo gobierno impulsaría un andamiaje de reformas estructurales.
La tarde del martes 26 de febrero, Elba Esther Gordillo Morales, líder del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) durante 24 años, fue detenida. La Procuraduría General de la República (PGR) obtuvo la orden de aprehensión de un juez, por su presunta responsabilidad en dos delitos de operaciones con recursos de procedencia ilícita. Esta aprehensión, apenas a 88 días del inicio de la Presidencia de Enrique Peña Nieto, fue similar a la del ex dirigente petrolero, Joaquín Hernández Galicia “La Quina”. Aquella vez, fueron 41 días de diferencia.
Era el “Mexican moment” al que se refería la revista británica The Economist. Han transcurrido dos años de gobierno y ese momento ya se esfumó de las editoriales del mundo. Y de la esperanza de todos. Como la del 19 de diciembre de 1994, cuando el peso fue devaluado, ya hay una noche negra marcada: la del 26 de septiembre cuando un grupo de 120 estudiantes de la Escuela Normal Rural “Raúl Isidro Burgos”, de Tixtla, Guerrero, salió a bordo de dos autobuses de la empresa Estrella de Oro, que tenían en su poder desde hacía un mes en el interior de las instalaciones de la escuela, para recolectar dinero en las calles de Iguala. Un comando policiaco los detuvo. Luego, no se ha vuelto a saber nada de 43 de ellos.
En los meses posteriores, sus padres los han buscado sin descanso. En Guerrero han abierto fosas donde se encuentran cuerpos o huesos inconexos que no corresponden con la genética de los estudiantes. Es la hora en que el Gobierno Federal no tiene respuestas. Y The Washington Post acuñó otra frase que rompió con el “Mexican Moment”: “Ante la proliferación de fosas, el gobierno peñista vive The Mexico Murder (El asesinato de México)”.
En noviembre de 2014, un grupo de periodistas de investigación dio con el hecho de que el Presidente y su familia habitaban una casa valuada en 86 millones de pesos y la había adquirido de manos de Juan Armando Hinojosa Cantú, dueño de Grupo Higa, contratista beneficiado con licitaciones directas del Gobierno. El hallazgo fue bautizado como “casa blanca” y ensombreció a la administración del Presidente Peña Nieto al grado de llevarlo a un nivel de aprobación de 40 por ciento, según promedian las encuestas de Ulises Beltrán para El Universal, Reforma y Mitofsky.
El especialista en el sistema electoral mexicano, Eduardo Huchim May, vivió de manera intensa aquellos años de la crisis de 1995. Lo documentó en el libro “Engaño mayor”. Con esa expresión denominó quien fuera presidente de la Comisión de Fiscalización del Instituto Electoral del Distrito Federal (IEDF), al conjunto de decisiones del último tramo de la administración de Carlos Salinas, porque creó en la sociedad falsas expectativas. Dos décadas después, expresa que México ha explotado en lo social y lo económico; pero pese a todo, el Gobierno federal no logra darse cuenta o hace que no se da cuenta. “En el escenario mexicano se actúa a conveniencia como si 1994 no hubiera significado nada”, dice.
Para Huchim, el pasado es un libro abierto que debe leerse “con mucha concentración” porque el dejà vu que deja el Gobierno de Enrique Peña Nieto del de Salinas ha ocurrido muy pronto, apenas transcurridos dos años. Para el analista político Enrique Toussaint, formado en la Universidad de Guadalajara, “la tragedia se está cumpliendo demasiado pronto. Dos años es apenas la tercera parte de un Gobierno en México. Ello debería llamara la atención en la toma de decisiones”.
Guillermina Baena Paz es experta de Prospectiva y Administración Pública por la UNAM. Acepta hacer un escenario en el corto plazo: “Hay un regreso a la política de control. No entienden que no entienden que ya México cambió y estamos en una situación de turbulencia y de crisis constantes. Esta parte es la severa. Porque el gobierno no reconsidera. Están totalmente miopes. Están buscando salidas, no soluciones. El futuro cercano es que el país estará incontrolable”.
La especialista en prospectiva indica que los elementos para ese escenario son que en 2015 explotarán los errores acumulados, tal como ocurrió en diciembre de 1994. “El sistema de salud ya colapsó con la quiebra del IMSS y el ISSSTE. La reforma en ese sector es imposible. La Educación ya tocó fondo. Y en general, no sabemos cuál es el proyecto de Nación porque nadie quiere ejercer la Transparencia”.
Tim Padgett, ex corresponsal en México para publicaciones líderes –en su momento–, como Newsweek, recordó en un artículo de Business Week las preocupaciones que había cuando Salinas de Gortari acordaba el TLCAN y terminaba de aplicar sus reformas. “Con el tiempo, las preocupaciones públicas sobre México se disiparon, y el convenio se alcanzó con Estados Unidos y Canadá dos años más tarde. Pero en el momento en que entró en vigor, en 1994, la ilusión del Primer Mundo de México, que Salinas y Estados Unidos habían tan finamente elaborado, fue destrozada”.
Para Baena Paz, la comparación en el presente se encuentra en las reformas estructurales promulgadas por el Presidente Enrique Peña Nieto. “La modernización no avanzará en un país donde el principal problema es la corrupción. Lo primero que tuvo que hacerse fue crear la Comisión Nacional Anticorrupción, antes que cualquier otra decisión”, indica.
En una encuesta realizada por Gallup, levantada entre el 10 y 14 de diciembre de 1994, 5.4 por ciento de los 1,004 encuestados opinó que 1995 sería un año mucho mejor, aunque no fue así. Tim Padgett escribió en su artículo de The Business Week que “la caída de Enrique Peña Nieto es un dejà vu del de Salinas”, una hipérbola en la que los acontecimientos y sensaciones se asemejan. Quienes hablan para este texto coinciden en que el gobierno del Presidente Peña Nieto fue un vértigo muy rápido y el problema es mayor porque esta vez, las esperanzas en el futuro son menores.