En el cine del mundo, si no existiera Wes Anderson, habría que inventarlo

13/01/2015 - 12:00 am
Un director con un universo particular e infinito. Foto: Facebook
Wes Anderson, un director con un universo particular e infinito. Foto: Facebook

Ciudad de México, 13 de enero (SinEmbargo).– Cuando el rubio texano nacido en Houston hace 45 años, subió a recibir el Globo de Oro por su película El gran hotel Budapest, elegida mejor comedia en los premios que otorga anualmente la prensa extranjera acreditada en Hollywood, nació entre los amantes del cine una ola de calor que abrigó los corazones en las redes sociales.

Hay un punto en el que a muchos cinéfilos nos dan ganas de decir “todos somos Anderson”, por esa virtud que tienen sus películas de crear comunidades de adeptos, tipos como él, apilados al costado de la vida con la pasión de un protagonista.

El cineasta junto al actor inglés Jude Law, quien forma parte del fantástico elenco de El gran hotel Budapest. Foto: Facebook
El cineasta junto al actor inglés Jude Law, quien forma parte del fantástico elenco de El gran hotel Budapest. Foto: Facebook

Podemos ser insignificantes para un contexto social que privilegia el éxito material y las apariencias rutilantes, pero con nuestras canciones y nuestros mitos, allí en ese universo íntimo y personal que se cuece en nuestros espíritus cuando las ventanas y las puertas de casa están cerradas, somos reyes, tiranos que ladran pero no muerden en la rueda mágica de nuestros sueños.

Es esa empatía lo que nos permite pensar que si no existieran Wes Anderson y sus películas habría que inventarlos.

A ver, ¿qué dirías de las películas de Wes Anderson?

Ese humor inocente, esas situaciones desplegadas en un contexto absurdo y demencial, aun cuando cada uno de los episodios acontecidos en sus filmes tienen ese sabor a lo cotidiano y casi parecen normales; esos personajes inolvidables, entrañables, cada uno de los miembros de la familia Teneumban, por ejemplo, incluido –y sobre todo- Gene Hackman, el papá imposible.

COMO TIM BURTON SÍ, PERO NO…

En ese sentido, podría decir que junto con el veterano Tim Burton, el cineasta texano levanta la voz de la originalidad en un cine adocenado y condenado por la acción y la espectacularidad visual a menudo hueca y efímera.

Como el creador de Edward Scissorhands Y Batman returns, entre tantas otras películas que con o sin Johnny Depp llenaron de imágenes poderosas y fantásticas la pantalla grande contemporánea, Anderson ha ido construyendo un universo fílmico particular donde lo artístico en clave poética estimula y desafía al espectador.

Wes Anderson y Bill Murray 1. Foto: Facebook
Wes Anderson y Bill Murray 1. Foto: Facebook

A diferencia del cineasta californiano, sin embargo, quien a menudo presenta mundos formidables y fascinantes frente a los que uno suele quedar sin palabras, Anderson no se olvida de esa emoción compartida que une a los alejados de las modas y las tendencias a la hora de disfrutar un texto, una canción, una película.

El poder de comunicación que tienen las películas del cineasta ganador del Globo de Oro constituye el mayor tesoro para quienes aman cada una de sus ocho películas, expresión de una obra que debe ser valorada en su conjunto y eso es también muy interesante alrededor del director texano: tienes que vislumbrarlo en su totalidad, como si le dieras un ancho abrazo de amigo, de hermano en la creación.

Bottle Rocket (Ladrón que roba a un ladrón), Academia Rushmore, Los Tenenbaums, Life Aquatic, Viaje a Darjeeling, Fantástico Sr. Fox, Moonrise Kingdom y El gran hotel Budapest son los frutos de una hiperactividad expresada también en un corto realizado para la marca Prada llamado Castelo Cavalcanti y de Wes Anderson Collection, libro escrito por Matt Zoller Seitz que analiza su obra fílmica con largas entrevistas y fotografías inéditas.

LO VISUAL Y LO EMOCIONANTE

La dirección artística sofisticada que crea contextos extraordinarios, los planos cenitales para mostrar diversos objetos, el uso de zooms rápidos, las secuencias a cámara lenta y la saturación cromática son dibujos que posibilitan la expresión de un sentimentalismo a veces cursi y siempre más allá del ridículo, un estado que no evita sino que más bien incita y despliega.

Todo eso claro, ayudado por actores que parecen por momentos criaturas salidas de la cabeza del cineasta. “Intérpretes Anderson” que merecen el cielo toda vez que descifran en forma cabal los códigos peculiares del magnífico director de orquesta.

A la cabeza de sus elencos prodigiosos, por supuesto Bill Murray, claro que Adrien Brody, siempre el chico Coppola Jason Schwartzman, la tensa Cate Blanchett…muchos actores que han dado a las órdenes de Anderson papeles inolvidables, por caso la lánguida y extraviada Gwyneth Paltrow en The Royal Tenenbaums o el pusilánime y cariñoso Bruce Willis en Moonrise Kingdom.

Wes Anderson y Bill Murray 2. Foto: Facebook
Wes Anderson y Bill Murray. Foto: Facebook

Ojo, nunca olvidarse de Edward Norton, siempre adorable cuando se pone en manos de su amigo Wes. Ni de Owen y Luc Wilson, fundamentales para el director, tanto en el set como fuera de él.

El pop de los 60 y 70, con artistas como The Kinks, The Rolling Stones, Cat Stevens, The Who, The Beach Boys, Paul Simon, Nick Drake y Bob Dylan, es la sustancia de un soundtrack “andersiano” que pesa tanto como las escenas.

Sus trajes aterciopelados, sus camisas a cuadros, el pelo largo, los dientes frontales y esa eterna cara de niño que antes de hablar prefiere sonreír y bajar la vista lo pintan como si fuera un personaje salido de algunas de sus películas. Y a lo mejor, efectivamente, es un holograma inventado por nuestros sueños y nuestras ganas de que el mundo sea, después de todo, un lugar distinto, más colorido y menos hostil. Un mundo Anderson.

Mónica Maristain
Es editora, periodista y escritora. Nació en Argentina y desde el 2000 reside en México. Ha escrito para distintos medios nacionales e internacionales, entre ellos la revista Playboy, de la que fue editora en jefe para Latinoamérica. Actualmente es editora de Cultura y Espectáculos en SinEmbargo.mx. Tiene 12 libros publicados.
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