El último poemario de la autora argentina Valeria Correa Fiz se puede leer como una geografía del mal, un tratado filosófico sobre el cuerpo en todas sus dimensiones, así como una remembranza del exilio y la reivindicación de la poesía de los sentidos.
"El título es intencionadamente paradojal porque las ausencias no pueden exhibirse, salvo mediante las palabras. Como digo en el prólogo del libro: me gusta pensar, como Hölderlin, que lo único permanente de nuestras vidas y de nuestro mundo lo instaura la poesía”, expresa en entrevista la escritora.
Por Mario Alberto Medrano
Ciudad de México, 12 de diciembre (SinEmbargo).- Museo de pérdidas (Ediciones La palma, 2020), el más reciente libro de poesía de Valeria Correa Fiz (Rosario, Argentina, 1971), se puede leer como una geografía del mal, un tratado del cuerpo en todas sus dimensiones y extremidades, la elegía al exilio, así como una contemplación de las ruinas de un mundo habitado por la el polvo y el olvido.
En charla vía correo electrónico, la cuentista y poeta da los pormenores de este muestrario poético, poemario que combina el verso largo (a veces prosa poética) y el corto: “La pregunta con la que trabajé para armar y estructurar este poemario me la proveyó el subtítulo del Ecce Uomo, de Nietzsche: "cómo se llega a ser lo que se es". Me respondí que contemplar las pérdidas, los fracasos, las renuncias, los deseos frustrados es uno de los modos de conocerse individualmente, pero también como sociedad.
Por eso, más que con un mapa trabajé con la idea de un museo. El título es intencionadamente paradojal porque las ausencias no pueden exhibirse, salvo mediante las palabras. Como digo en el prólogo del libro, me gusta pensar, como Hölderlin, que lo único permanente de nuestras vidas y de nuestro mundo lo instaura la poesía.
Por otra parte, es probable que este libro vuelva a rozar la geografía del mal, como ya lo hice en mi libro de cuentos La condición animal. Ya se sabe que es difícil desprenderse de las obsesiones. Sin embargo, intenté poner el foco no tanto en los males en sí mismos, sino en sus consecuencias: las ausencias, las pérdidas, los deseos incumplidos o frustrados. Comprendí que todo ese bagaje negativo es tan constitutivo de lo que somos como nuestros aciertos, deseos cumplidos y éxitos. El título del libro deriva de esa idea: si también somos nuestras pérdidas, entonces merecen ser exhibidas como objetos valiosos del pasado en un museo”, afirma Correa Fiz.
REIVINDICACIÓN DEL CUERPO, POESÍA DE LOS SENTIDOS
Dividido en tres estaciones poéticas, los 38 poemas que componen esta colección van de las escenas donde el cuerpo es un tejido sensorial hasta las cavilaciones más hondas sobre la vida y la muerte. Esta instalación pictórica que es Museo de pérdidas irrumpe con una mirada muy decidida sobre el objeto que quiere observar. En cuanto al cuerpo, como una primera sala de exhibición, la poeta afirma que ha sido tema de desprecio, pero también de estudio por la filosofía y la religión, por lo que ella decide hablar de él mediante una poesía sencilla, a veces casi oral: “como no duele/ la noche de la carne ni el cardo/en las heridas./ Duele en los tendones el saber/que no hay/adonde regresar./No hay cuerpo que aguante la distancia”.
“Durante siglos el cuerpo ha sido despreciado y considerado por la Filosofía y la Religión occidentales como una tumba del pensamiento o del alma y también, ocasión de pecado. Durante siglos, fuimos seres escindidos en espíritu y materia. Tuvimos que esperar hasta el siglo XX para que el cuerpo fuera reivindicado filosófica y socialmente. Y sin embargo, hay (siempre hubo) una retórica de los cuerpos; el cuerpo habla: la carne se deforma, se libera, goza, se corta y cicatriza, se enferma, se silencia. También el cuerpo real del autor se mete en la literatura y es el que interviene en su manera de mirar y sentir el mundo. Me interesan mucho más los autores que trabajan con una poética de los sentidos que los que se inclinan por una escritura más cerebral, y yo intento trabajar del mismo modo. En ese sentido, considero que el cuerpo es un tema medular en mi escritura y en mí. Brevemente, como dijo Marguerite Duras: No se puede escribir sin la fuerza del cuerpo. Arriesgo que, en cierto sentido, tampoco se puede leer sin él.
En todos mis libros, la cuestión filosófica, reflexiva es fundamental, pero lo que gobierna mi trabajo es la vocación por contar, también en la poesía. No todos los poemas son autobiográficos en sentido lato, pero sí confesionales, en tanto registran mis estados de ánimo, sentimientos y visión del mundo. No obstante, algunos poemas de Museo de pérdidas son más abiertamente revelatorios, más detallados en su exposición analítica del dolor, la pena, la alegría o la melancolía”, considera la escritora argentina.
EL EXILIO, HUELLA LATINOAMERICANA
A lo largo de los poemas de este libro, la poeta hace referencia continua sobre el éxodo, condición, a decir de ella, constante en su vida y en el territorio de latinoamericano.
“El exilio es un tema central, lamentablemente, en la historia de América Latina y del mundo. En mi caso, hace dieciocho años que me fui de Argentina por cuestiones económicas. Viví en EE.UU., Italia y ahora resido en España. La extranjería no es una condición fácil, pero al menos podés regresar a tu país; no puedo imaginarme lo doloroso que será verte obligado a partir y no poder regresar. Eso le sucedió a mis abuelos españoles que emigraron a Argentina durante la dictadura franquista. Como ves, la extranjería es un tema que me recorre las venas como otra sangre y lo siento constitutivo de mi escritura, porque te otorga una sensación de extrañeza y una distancia que te permite ver el mundo desde otro lugar. Hay unos versos del poeta palestino Mahmud Darwish que dicen: ¿Qué haremos sin exilio y sin una larga noche/ que escrute el agua? Es una excelente manera de enunciar lo paradojal de esa experiencia, negativa y positiva a la vez, que te constituye forzosamente en un ser diferente del que eras”, asegura.
MUSEO DE LO INTERTEXTUAL
Una de las cualidades de Museo de pérdidas es el diálogo constante que propone Valeria con otros poetas, ya sea como epígrafe o como un guiño dentro de poema o como una traducción. Desde Juana Bignozzi, José Lezama Lima, Elizabeth Bishop hasta José Àngel Valente, Safo y Hölderlin.
“La literatura nace de la literatura. No niego la existencia de cuestiones vivenciales que me impulsan a escribir, pero las lecturas tienen más importancia para mí en este oficio. Este poemario es un museo de ausencias, de pérdidas, de deseos incumplidos, pero también un sentido homenaje a algunos poetas que fueron fundamentales en mi formación artística.
Intenté que la voz poética de Museo de pérdidas hablara con certeza de la duda y del misterio que gobiernan nuestras vidas, el amor, etc. Y para ello trabajé la paradoja, que es una forma sutil de renunciar a la lógica de la explicación racional, sin renunciar por ello al pensamiento intuitivo. Puedo decir que intento trabajar con una poética despojada y que acerque el poema al habla cotidiano. Esa aparente sencillez no es fácil; implica buscar la palabra exacta y supone también un trabajo exhaustivo hasta quitar lo que sobra, abrir un espacio en el que resuenen la sugerencia y el silencio. Escribir es en mi caso un trabajo muy obsesivo”.
POESÍA: INDÓMITA POR NATURALEZA
A mitad entre el verso largo y el corto, Museo de pérdidas impone su propio ritmo, su tono conversacional: “Yo no puedo escribir poesía como escribo cuentos: con un plan de trabajo, esquemas, esfuerzo, horarios. La poesía es lejana e indómita, como los gatos. Viene cuando le apetece y hay largos períodos en los que me abandona. Mi modo de trabajo es por acumulación. Cuando aparece un poema, lo escribo y cuando tengo muchos, digamos unos cien, busco un libro dentro de los papeles de trabajo. Suelo descartar más de la mitad de ellos.
Respecto de la versificación, como digo en uno de los poemas, forma es fondo sedimentado. Es decir, la forma debe estar al servicio del contenido siempre (de ahí que en mis poemarios puedas encontrar versos cortos y poemas en los que trabajo el versículo), y eso intento: que los versos tomen la forma de lo que expresan, sin descuidar la música y el ritmo del poema”, concluye.
Mario Alberto Medrano González es narrador, poeta y periodista. Su poesía formó parte de la antología Después del viento, trece homenajes a Jesús Gardea, en el Encuentro Nacional de Escritores Jóvenes, Chihuahua. Ganó el Concurso Literario sobre la salud y Cultura de la Prevención 2013, convocado por la Secretaría de Salud. Actualmente es jefe de corrección en el diario Excélsior, donde también es periodista cultural y crítico literario. Colabora en las revistasEste País y Periódico de Poesía de la UNAM. Es autor de libro Nebde (Ediciones del Lirio, 2019).