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General Gallardo

12/12/2020 - 12:01 am

La Cofradía Militar que dobló al Presidente y quebrantó el sistema de justicia (Parte III)

Si México es, o pretende llegar a ser un país democrático, pero el Ejército por su actitud, no concuerda con las leyes que el poder político investido por el voto va promulgando, la vida democrática está peligrosamente amenazada.

Ceremonia de Otorgamiento de las Condecoraciones Servicios Distinguidos y a la Distinción Naval 1.
“Los alumnos que desertan de la Escuela Superior de Guerra son los que rehúsan a subordinarse a los instructores o rechazan ciertas normas por inaceptables”. Foto: Ilse Huesca, Cuartoscuro

TERCERA PARTE

IV. LEY Y DOCTRINA, LA CONCORDANCIA IMPERATIVO-MORAL

1.– Los principios de “autolimitación moral” con el de “limitación imperativa”

La concordancia imperativo-moral, en el Ejército mexicano, fuerza militar de tierra, mar y aire, no es otra que el de asumir la imprescindible necesidad de que exista una adecuada correspondencia entre el contenido de los principios de autolimitación moral con el de limitación imperativa.

Dicho de otra forma, resulta necesario que el conjunto de conceptos, convicciones y sentimientos que deben nutrir la “autolimitación moral” de los militares, concuerde lo más posible con el contenido del conjunto de normas, leyes y decretos que establecen la “limitación imperativa”. Esta coincidencia entre lo “imperativo” y lo “moral”, entre Ley y Doctrina, que debe ser si no total, por lo menos suficiente, resulta ineludible para el funcionamiento armónico entre Estado, Ejército y Sociedad.

Si en México se quiere establecer un régimen democrático, se necesita inculcar a los militares convicciones concordantes con los principios básicos del tipo de sociedad que se pretende establecer y conservar a futuro. Por supuesto, y lo muestra la historia, el Estado que nació después del movimiento revolucionario de 1910, generó una relación civil-militar ad hoc, que permitió una fluctuante activa participación de los militares en el ámbito político y deliberativo, lo que dio como resultado una relación civil-militar viciada de origen, que impidió la formación de una limitación imperativa y una autolimitación moral, adecuada a los esquemas democráticos, por tanto, estrechamente vinculada a los esquemas autoritarios que hoy en día, enquistados en la civilidad del Estado, todavía subsisten y se fortalecen.

2.– Influencia del régimen democrático

 De hecho, como ya vimos, cada sociedad, cada régimen político, inculca en sus militares un tipo de doctrina concordante con los valores del tipo concreto de sociedad que hacen defender.

En efecto, para conseguir que las relaciones civiles-militares en México sean correctas,  se deben promover ambos principios a la vez; por una parte, hay que situar a las Fuerzas Armadas dentro de una correcta limitación imperativa establecida en las leyes; por la otra, simultáneamente, hay que dotar a sus miembros de una adecuada autolimitación moral, a través de una formación académica y doctrinal,  basada en una alta estimación de los principios democráticos, como baluarte superior que el Ejército debe asumir, respetar y defender.

Como esta concordancia entre el componente de sentimientos y convicciones predominantes de los militares, por un lado, y el bloque de normas y decisiones que el poder -se supone- democrático ha producido, por el otro, históricamente no se ha dado; la institución militar está convertida en un órgano profundamente disfuncional, es decir, capaz de perturbar, como lo hemos visto, las actividades vitales del conjunto social, hasta el extremo de hacer imposible su funcionamiento armónico.

Si México es, o pretende llegar a ser un país democrático, pero el Ejército por su actitud, no concuerda con las leyes que el poder político investido por el voto va promulgando, la vida democrática está peligrosamente amenazada. Ni siquiera es necesario que sea todo el Ejército el que disienta, sino basta, que tal divergencia se concentre en un sector importante para que tal amenaza se concrete, por ejemplo, la COFRADÍA formada por los diplomados.

Por tanto, en tales casos no sólo la democracia, sino la propia convivencia y la paz peligran seriamente, pues esa desavenencia en la relación civil-militar significa siempre un alto peligro de pronunciamiento o insurrección militar, dirigido a la toma del poder.

No obstante que el sistema educativo militar y doctrinal de las Fuerzas Armadas en México, ha devenido y se encuadra dentro de los grados de aceptación y teóricamente está correctamente conformado, se concluye que, los conceptos y valores no han sido firmemente incorporados y asumidos por el cuerpo militar como plenamente suyos; por tanto, las Fuerzas Armadas mexicanas no han adoptado adecuadas convicciones democráticas basadas en una correcta autolimitación moral. 

V. DISFUNCIÓN ENTRE LA LEY Y LA DOCTRINA MILITAR

¿Por qué no se da la concordancia imperativo-moral en las Fuerzas Armadas mexicanas? ¿Dónde tiene su génesis la fraternidad, la hermandad militar?

De lo hasta aquí descrito, se concluye que el problema de la concordancia entre ley, doctrina y moral necesaria para establecer una relación civil-militar democrática que permita el desarrollo del país, radica, no en la conformación teórica de la doctrina militar, ni en la ley o en el cuerpo foral militar, o  en su aplicación y puesta en práctica, sino en las actitudes personales que se encubren históricamente bajo el manto de una impunidad legalizada auspiciada y tolerada desde la sociedad, y el poder público, que permea a toda la estructura militar e impacta en la conformación institucional del Estado mexicano, por tanto en su desarrollo y pervivencia.      

Así las cosas, analicemos dónde tienen su origen las actitudes personales, que desembocan en la formación de la fraternidad militar: los diplomados de Estado Mayor, que hoy en día, se han constituido en una amenaza a la seguridad del Estado, una traición a las Fuerzas Armadas y al pueblo de México:

1.– Heroico Colegio Militar

El folleto de admisión del Heroico Colegio Militar de 1965, afirma que “el cadete desde su ingreso hasta su graduación como oficial del Ejército mexicano, en todo momento, vive en un ambiente en el cual sus actividades han sido cuidadosamente planeadas para desarrollar las cualidades personales que la institución desea inculcar, particularmente la LEALTAD.

De acuerdo a ello el Heroico Colegio Militar, tiene como meta fundamental lograr una incuestionable subordinación a la autoridad, el Heroico Colegio Militar es esencialmente una escuela de lavado de cerebro. Su objetivo más importante es producir oficiales sin pensamiento que obedezcan a la autoridad; acríticos realmente unos robots.

Lavado de cerebro se entiende mejor si lo llamamos persuasión coercitiva, la cual consiste en influir, obligando. Este tipo de persuasión es el más fuerte e invasivo, generalmente practicado por fraternidades, sectas, estados totalitarios, organizaciones terroristas y secuestradores, entre otros”.

Así las cosas, la función del Heroico Colegio Militar, uno de los pilares de la formación militar, no es la educación per se, sino el desarrollo de un espacio común para que los oficiales compartan sus experiencias, contribuyendo así a la comunicación y la comprensión. La profundidad y el alcance de este sistema educativo van más allá que otros. En las escuelas militares de México se califica la capacidad de subordinación de los alumnos. No se califica a los alumnos por su conocimiento en la materia, sino por su voluntad de subordinarse a la autoridad y el grado de humillación que soportan.

En la discusión sobre la socialización educacional, en base de reportes emitidos de primera mano por oficiales de Estados Unidos que han participado en el programa de entrenamiento mexicano, señalan que el cuerpo de oficiales en México, aun para los estándares del Ejército de los Estados Unidos, está sujeto a una extrema regla de disciplina militar y autoridad. 

En el contexto mexicano, la disciplina militar significa no cuestionamiento, deferencia ilimitada y obediencia a los superiores, ninguna orden es cuestionada y ninguna acción es tomada sin la anuencia de un superior.

El alcance que tiene esta actitud imbuida/invasiva, tanto como filosofía de procedimiento y como valor general, se ilustra por los siguientes ejemplos: Una consecuencia de esta exagerada disciplina es la centralización de la autoridad en manos de unos cuantos oficiales superiores, noventa y nueve por ciento: diplomados.

Explicó un oficial: Recuerdo una vez que el Secretario de la Defensa me dijo que tenía un problema. Le pregunté al general, que cuál era mi problema. Él contestó “que estaba yo pensando demasiado, y que en este Ejército no debemos pensar”. Realmente, en este país, el Secretario de la Defensa es como un Dios, en términos de cómo puede enviar a alguien aquí o allá, o cambiar su asignación, sin ninguna posibilidad de apelación. Tal cual, dispone de la vida de las personas, de su destino.

“Las características de procedimiento en la toma de decisiones internas en la milicia no sólo limita severamente la iniciativa de los oficiales, sino que refuerza la obediencia a la autoridad superior. Los oficiales que abiertamente cuestionan la decisión de un superior son calificados por tener una actitud problema. Tal calificativo puede obstaculizar toda su carrera y se resignan a aceptar la perspectiva de una carrera limitada”.

Estudios del tema militar sugieren, “la clave para entender el comportamiento militar, reside en el sistema educativo militar mexicano, el agente básico del país para la profesionalización militar”. 

2.– Escuela Superior de Guerra

Por su parte, los principios básicos de la Escuela Superior de Guerra 1932, incluyen una descripción del respeto del oficial por la autoridad. El reglamento establece: “Los profesores serán particularmente exactos con sus estudiantes en la práctica y ejercicio de todos los hábitos que contribuyen al desarrollo de un afecto por el Ejército y para mejorar el espíritu militar; cualquier tendencia a despreciar los estudios militares o relajar la disciplina y prestigio del Ejército, serán severamente reprimidos”.

Un investigador sobre la clase política mexicana, apunta que la contribución más significativa que ha hecho la Escuela Superior de Guerra, a la formación del cuerpo de oficiales “es el fomento de la obediencia a la autoridad y a la autodisciplina”.

Así las cosas, el oficial que logra completar el programa en la Escuela Superior de Guerra, “es el que tiene voluntad para subordinarse totalmente al sistema, y tiene la voluntad de hacer hasta el último sacrificio, es un individuo que sabe qué recompensa tiene el sistema para ofrecerle”.

Algunos oficiales del Ejército de Estados Unidos que asistieron en México a la Escuela Superior de Guerra dicen que “los oficiales del Ejército mexicano que se convierten en parte del sistema deben tener tres condiciones: i. El valor dominante debe ser la voluntad individual de subordinarse totalmente a los que tienen autoridad sobre él; ii. La expectativa de que la sumisión será premiada y que la independencia será severamente castigada; iii. La motivación primaria, asegurar las recompensas que el sistema ofrece”.

La influencia de los instructores en la Escuela Superior de Guerra es abrumadora. Una clase aprende pronto que todos sus miembros deben hacer sacrificios, como grupo, para asegurarse de que el instructor tenga hacia el grupo una actitud positiva.

“El trabajo de grupo y la trampa en los exámenes o en los proyectos escolares individuales son la norma más que la excepción, porque no se considera que eso sea deshonesto, sino que se interpreta como un medio de sobrevivencia”.

“Teóricamente, la literatura mexicana promueve el sacrificio de grupo por el país, pero la forma en que actualmente funciona el proceso de profesionalización, tan distinto a su contenido, sugiere una interpretación opuesta”.

“La presencia de un grupo que hace trampa en la Escuela Superior de Guerra, es más compatible con hacer egresar individuos deseosos de romper las reglas a cambio del avance personal, que a sacrificarse por su país. En otras palabras, el proceso de profesionalización no necesariamente inculca un sentido solidario de corporación”.

Un oficial de Estados Unidos, uno de los más informados analistas sobre la milicia mexicana; señala: “por supuesto, el militar mexicano no está solo en sus infracciones de los códigos de conducta”. De acuerdo con un estudio llevado a cabo por cuatro equipos de investigadores en puestos del ejército estadounidense. “La deshonestidad está al otro lado del pizarrón, la integridad era un lujo que el oficial subalterno no puede darse en el Ejército de hoy, y sobrevivir”.

Los oficiales subalternos consideran que “la barrera para su integridad era la falta de integridad de los oficiales superiores”. Los oficiales renuncian al curso, “debido a que muchos oficiales superiores, particularmente tenientes coroneles y coroneles en puestos de mando, fueron obligados a abandonar sus escrúpulos e ignorar los preceptos del deber y el honor; y si era necesario mentir y engañar a fin de permanecer con éxito y competitivos”.

Los alumnos que desertan de la Escuela Superior de Guerra son los que rehúsan a subordinarse a los instructores o rechazan ciertas normas por inaceptables. Un instructor observa: “los que no se conforman con la manera de pensar, los que quieren rebelarse, son echados de aquí”.

La Escuela produce oficiales que obedecen órdenes sin cuestionarlas y sin pensar para nada en su legalidad. Un oficial describe: casi todos nuestros condiscípulos son inteligentes, profesionales, articulados en el hablar. “El sistema los está puliendo, domesticando, hasta hacerlos servidores totalmente obedientes, incapaces de tomar una decisión, mientras los seduce con gratificaciones económicas”. El producto es la LEALTAD al Presidente.

El juramento formal que hacen los graduados de la Escuela Superior, co­mo se expresa en los reglamentos, artículos 178, 145, 75 y 80 respectivos de 1960, 1987, 1993, 2001 establecen que la lealtad, la honestidad, la dedicación y las demás cualidades de un oficial de Estado Mayor debe redundar en beneficio de las FUERZAS ARMADAS, en primer lugar, y en beneficio de la PATRIA, en segundo lugar. Contrario a ello, todo funcionario público o el militar desde que causa alta en el Ejército, protesta guardar la Constitución y defender a la Patria.

Así las cosas, la cofradía militar en cuestión, formada por egresados del Curso de Mando y Estado Mayor General de la Escuela Superior de Guerra, conocidos como Diplomados de Estado Mayor, que además se arrogan el título de Licenciados en Administración Militar, art. 91 del Reglamento de ese plantel. Cuyo lema se inscribe “Saber más para servir mejor”, el que atinadamente describe la jerga militar bajo el epíteto: “SABER MÁS, PARA SER VIL MEJOR”.

Es una asociación que exige a sus miembros ocultar ciertas actividades, o los objetivos de la misma: “los deseos de romper las reglas a cambio del avance personal, que a sacrificarse por su país”. Es una hermandad que realiza actividades de forma oculta, generalmente al margen de la ley y para beneficio propio: privilegios, cargos, ascensos y altos grados de impunidad.

Otro factor importante ha sido el sentimiento de pertenecer a una élite, a un grupo de elegidos, o el de encontrar una comunidad afín. Sin duda en otros casos se debió a que era la manera de conseguir prebendas y objetivos de todo tipo, desde los políticos, ahora hasta los criminales. La motivación primaria, asegurar las recompensas que el sistema ofrece, porque no se considera que eso sea deshonesto, sino que se interpreta como un medio de sobrevivencia”.

Ello ha permitido la generación de vacíos de poder y la infiltración del crimen organizado en las estructuras del Estado, del Ejército y de la defensa y seguridad nacionales.

El Diplomado de Estado Mayor, mangas rayadas, abreviado DEM, significa según la vox populi militar: Dioses del Ejército Mexicano; Dueños del Ejército Mexicano; Licencia para matar; Licencia para delinquir; Licencia de impunidad.

Sin embargo, la misión de la escuela es noble, la formación de oficiales para desempeñarse como comandantes del Ejército Mexicano. Art. 1° del mismo ordenamiento.

3.– Colegio de Defensa Nacional

El Colegio de Defensa 1981, fue concebido para capacitar en la formulación de estrategias de defensa nacional, despliegue de fuerzas, asuntos internacionales, económicos, políticos a un selecto grupo de coroneles y generales, destacados por su servicio en los más altos puestos militares; nueve de cada diez, son Diplomados de Estado Mayor.

Entre varios de los directores del Colegio de Defensa Nacional figuran los divisionarios Diplomados de Estado Mayor, Mario Renán Castillo Fernández (egresado de la Escuela de las Américas, USA), Tomás Enrique Salgado Cordero (Jefe de Estado Mayor del General Secretario Antonio Riviello Bazán,  Secretario de Seguridad Pública de la ciudad) y Alfredo Oropeza Garnica (Secretario Particular del General Secretario Antonio Riviello Bazán, Director de Industria Militar, acusado del plagio de una patente de arma alemana), por decir algunos, son señalados como responsables de graves hechos de corrupción y violaciones a los derechos humanos: el primero Castillo Fernández, siendo Comandante de la VII Región Militar. Fue acusado de adiestrar, equipar y financiar a grupos paramilitares en Chiapas, durante su cargo se cometieron violaciones a derechos humanos y crímenes de lesa humanidad, luego devino el levantamiento zapatista en 1994 y la masacre de Actel, Chiapas 1997.

El segundo Salgado Cordero, siendo Jefe de Estado Mayor de la Secretaría de la Defensa Nacional (1988-1994), fue actor intelectual y participó activamente en la persecución y encarcelamiento del que hoy suscribe; planeó e impulsó las masacres de indígenas en Chiapas durante el levantamiento zapatista en enero de 1994; como Secretario de Seguridad Pública en el otrora Distrito Federal durante la gestión del priísta Oscar Espinosa Villarreal, al mando de la Tercera Brigada de Policía Militar dio al traste con la Seguridad Pública, fueron masacrados y descuartizados seis jóvenes de la Colonia Buenos Aires en la Ciudad de México.

El último Oropeza Garnica, responsable por el asesinato de 11 indígenas en El Charco y la tortura y encarcelamiento de Ericka Zamora Pardo y Efrén Cortés Chávez, el 7 de junio de 1998. Fue ascendido a divisionario y nombrado director del Colegio de Defensa Nacional. Además, fue candidato a la Secretaría de la Defensa Nacional, por señalar algunas referencias.

[Todos estos crímenes están impunes, los autores están impunes, pero aplaudidos, premiados y galardonados, por el Estado mexicano; tal cual, una de sus características, dejar intocados los crímenes de lesa humanidad, cometidos por el Ejército. ¿Será porque responden a una política de Estado? que al igual es cómplice la 4t. Recientemente Tlatlaya y Ayotzinapa, y se cierne el caso de Ernestina Ascencio, una violación tumultuaria y asesinato perpetrado por militares].

Un investigador, informó con base en entrevistas a oficiales mexicanos, que: “Los coroneles y generales a cargo del Colegio de Defensa Nacional estaban interesados sólo marginalmente en las cuestiones nacionales, y por lo tanto eran poco competentes para asesorar al Presidente sobre asuntos de seguridad”.

El Colegio de Defensa no cumple las mismas funciones de reclutamiento que el Colegio Militar y la Escuela de Guerra, pero reúne a oficiales que, de otro modo, no hubieran cruzado sus caminos. Cuando aún no cumplía ocho años de funcionamiento, la tercera parte de los altos funcionarios de la Secretaría de la Defensa eran graduados en seguridad nacional del Colegio de Defensa. En 1990, la mayoría de los comandantes de zona había pasado por sus aulas, se arrogan la maestría en Seguridad Nacional.

La experiencia del Colegio de Defensa tiene implicaciones importantes en el entrenamiento y la orientación de los generales del Estado Mayor. Por prime­ra vez, las cúpulas mexicanas han empezado a pensar a través de la formulación de una política de seguridad nacional que lo cubra todo. Y por primera vez los generales han sido expuestos a una sobredosis de política y de instructores civiles.

Sin embargo, los currículos de educación militar de este centro de educación superior, no modifican en lo más mínimo las actitudes y valores que se heredaron del Heroico Colegio Militar y de la Escuela Superior de Guerra, los oficiales de alta graduación que asisten a este plantel provienen de la Escuela Superior de Guerra, marinos, pilotos o militares, de alguna   rama   de   servicio  del  Ejército, de  la  fuerza aérea o de  la armada; eso sí, ningún táctico -militar de guerra egresado del Colegio Militar, que presta sus servicios permanentemente en contacto con la tropa encuadrado en filas.

Así pues, dentro del sistema de educación y adiestramiento militar, se le recuerda continuamente a cada oficial que es miembro de un cuerpo que posee: i. Un extenso grado de poder auto-regulatorio; ii. Un mecanismo de auto- perpetuación; y iii. El monopolio de un conjunto de competencias y habilidades complejas especializadas.

El entrenamiento les comunica valores que modelan su conducta y, especialmente, sus actitudes hacia las instituciones políticas. La educación militar afecta profundamente la conducta y actitudes personales. Se les inculcan pragmatismo y urbanidad.

Así las cosas, la clave para comprender la actitud personal y conducta militar reside en el sistema educativo militar que se desarrolla en un entramado de prácticas y códigos no escritos cobijado además bajo un manto de impunidad legalizada.

El que aquí escribe vivió una situación que puede ilustrar lo antes descrito, me enfrente al poder del Estado y del Ejército, a fin de su reforma y transformación en una institución de Estado al servicio de la nación, sabía de la existencia de la cofradía, pero nunca imagine que estaba frente a un cartel del narcotráfico.

 

Fuente: General y Doctor José Francisco Gallardo Rodríguez. Tesis Doctoral Ejército y Sociedad en México: Reforma de las Fuerzas Armadas. Mención Honorífica. Capítulo II Los Imperativos en las relaciones civiles militares. Pp. 419-441.

Clasificación. 001-00482-G6-2008

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