Arnoldo Cuellar
12/11/2020 - 12:05 am
Periodistas a dos fuegos
En esa zona de guerra que es Salamanca, guerra injusta y abusiva porque se ceba en personas indefensas, desarmadas, Israel llegó a cubrir el horror cotidiano que se vive en esas calles
A la memoria de Israel Vázquez Rangel, a quien dispararon mientras hacia su trabajo periodístico.
A su familia, también de periodistas.
Las cosas no están bien en Guanajuato, lo sabemos hace mucho.
No se puede convertir un estado en el más violento de la República solo porque sí.
No aparecen fosas con decenas de cuerpos, nada más por casualidad.
El número de asesinatos diarios y la creciente saña con la que se realizan hablan de una profunda descomposición.
La entidad con mas policías asesinados en los dos últimos años no puede presumir de vigencia del Estado de derecho.
El lugar del país con más tomas ilegales y una economía subterránea basada en el tráfico de combustible robado no puede considerarse “de primer mundo”.
Ahora, tras un largo periplo de violencia del cual el gremio periodístico había salido más o menos bien librado, tenemos el primer asesinato de un comunicador en plena cobertura noticiosa, cuando acudía a consignar la aparición de restos humanos descuartizados en las calles de, dónde más, Salamanca.
Es lo que faltaba. A la narrativa de las autoridades consistente en el “aquí no pasa nada”, se suma la actuación de los delincuentes que parecen querer propiciar zonas de silencio, regiones del estado donde ni siquiera se conozcan los riesgos a los que está expuesta la población que ahí vive y labora, para quedar convertidos en rehenes perfectos, en súbditos de la arrogancia gubernamental y víctimas de la expoliación criminal.
Resulta extraña esa coincidencia: desde los gobiernos, federal, estatal y local, se quiere acallar la cobertura noticiosa de la violencia, para que no le haga sombra a los discursos de optimismo vacío que se repiten en conferencias mañaneras y en espacios pagados en los medios.
Desde la delincuencia estorba la información sobre la violencia porque alerta a la sociedad, la obliga a protestar y a exigir paz, a presionar a los funcionarios para que hagan su trabajo y combatan la impunidad.
Parece que el periodismo estorba a todos los poderes, pero no a los ciudadanos que requieren saber donde están parados.
A eso se dedicaba Israel, con sus trasmisiones oportunas en redes sociales de los hechos de violencia que han convertido a Salamanca y a otras ciudades en lugares sitiados desde dentro, expuestos, inermes.
Son los propios ciudadanos preocupados, asustados, indignados, quienes avisan a los reporteros de los hechos violentos en las calles de las ciudades del Bajío, antes que a la policía, que de todos modos llega siempre tarde.
En esa zona de guerra que es Salamanca, guerra injusta y abusiva porque se ceba en personas indefensas, desarmadas, Israel llegó a cubrir el horror cotidiano que se vive en esas calles: un aviso de restos humanos tirados en la vía pública, cuando se encontró con los sicarios que le dispararon a mansalva, pese a que su auto portaba el anuncio de prensa: todo indica que fue premeditado, que el teléfono con el que el reportero de El Salmantino transmitía en Internet fue considerado una amenaza por sus asesinos.
Son malos tiempos cuando los que gobiernan y los que delinquen parecen tener tantas coincidencias y ambos consideran que la prensa libre es una amenaza.
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