Isabel Zapata habló con SinEmbargo sobre la nueva edición de Alberca vacía, una mirada enciclopédica sobre el duelo que experimentamos todos los seres humanos y la manera en la que nos involucramos con nuestro entorno.
Ciudad de México, 12 de octubre (SinEmbargo).– Bibliotecas que pertenecieron a un ser querido, fotografías de algún instante, una “Breve historia de las virtudes perrunas” y un cuaderno de aves son sólo algunos de los temas que Isabel Zapata explora en su libro de ensayos Alberca vacía (Lumen), un trabajo vivo que lleva al lector a reflexionar sobre las diferentes pérdidas que se pueden experimentar en la vida y la manera en la que se relacionan con los mecanismos de la memoria.
“Si hubiera que trazar una línea entre todos (los ensayos), yo diría que podría ser, quizás, la pérdida, en un sentido muy amplio. Algunos ensayos se salen un poco más del tema, otros tienen más relación, pero a mí me interesan mucho los mecanismos de la memoria, las maneras que tenemos de conservar lo que perdemos, por decirlo de alguna forma. Yo creo que a todos en la vida nos ha atravesado algún duelo, que no nada más es un duelo por una muerte, algunos tienen casas de abuelos que ya no están más, espacios donde te cambian de ciudad, te cambian de idioma, como las cosas que vamos dejando atrás o perdiendo, y entonces buscamos la manera de conservarlas, una de esas maneras es la memoria, que es un poco traicionera y un poco, sí, tramposa”, compartió la autora en entrevista con SinEmbargo.
Isabel Zapata explicó que en el caso del ensayo que escribe “Contra la fotografía” habla sobre la manera en que “nos traicionan” estas imágenes porque son el retrato de un momento que a veces reemplaza al recuerdo y otras tantas los fabrican. En el caso del primer ensayo —“Mi madre vive aquí”— indicó que ahonda en la biblioteca de su madre, sobre cómo ha logrado conservar parte de las conversaciones que ya no puedo tener con ella como persona física, pero que ha podido preservar a través de los libros que dejó anotados.
En cada uno de los textos, Isabel tiende la mano al lector para establecer una especie de conversación o para ayudarlo a reflejar sus ideas o sentimientos. En la plática, explicó que ella cree en la escritura llamada del Yo o ensayo autobiográfico o ensayo personal.
“Tiene ese poder, que de repente las cosas que uno escribe o como lector, como persona lectora, lees, entre más particulares parece que son más universales, o sea, que yo te puedo contar a ti que mi padre en la alberca se vestía de cierta manera o hacía ciertos ejercicios o cualquier cosa, tal vez no sea tu caso exacto que hayas vivido eso, pero quizás esa experiencia sí te puede traer a la mente como otras albercas en las que tú hayas vivido otras cosas distintas, y lo que sí es común entre tu y yo es que hemos vivido la pérdida, eso seguramente sí lo has vivido”, comentó.
“Espero que quien lea estos ensayos pueda encontrar algo sobre sí mismo en ellos, a pesar de que las experiencias no le pertenezcan, así, literalmente”.
Isabel Zapata expresó que para ella los mejores libros son los que funcionan como una conversación, “los que me dejan una semillita, que digo: ‘ay, me encantó este libro, pero no sólo me encantó sino que me indicó por dónde seguir’, como que me dejó la inquietud de ir a buscar otro libro, de ir a buscar una película, de ir a buscar un parque que describe, un árbol que no sé cómo es y me gustaría buscarlo en Internet”.
En ese sentido, agregó, los libros son conversaciones: “Leer un buen libro o cuando un libro es bueno para mí, que considero que valió la pena, es cuando sentí que hable con esa persona del otro lado. Es una especie de cosa muy mágica, como mecanismos de conservación, porque puedes hablar con gente que vivió hace siglos y conversar con ellos, cuando hay esa apertura en la Literatura, que a mí son los libros que más me gustan”.
Las mismas líneas de Isabel Zapata también se configuran alrededor de la relación entre los objetos, los animales de compañía y los seres humanos, como ella misma reconoció. “Sí creo que revela mucho de nosotros esa relación con los objetos, sobre todo con objetos que sentimos muy cercanos, como pueden ser los libros, y seguramente para otras personas […] y por el otro lado, lo de los animales que es un caso completamente distinto de compañía, los objetos también nos hacen compañía, yo creo, pero los animales en un grado mayor. También esa relación que establecemos con ellos, creo que dice mucho de nosotros como humanidad y también de nosotros como personas”.
Existen lugares que brindan pertenencia, pero que a su vez causan cierto dolor. Así es el recorrido por la ALBERCA VACÍA de Isabel Zapata (@bestiecilla), un espacio donde la vida se descubre y se significa. 📖
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— Langosta Literaria (@Langosta_Lit) September 27, 2022
Isabel Zapata dijo que lo mismo ocurre “con nuestra manera de comer, de cocinar, el tiempo que dedicamos en la cocina, a mí no me gusta mucho cocinar, pero ahora he tenido que hacerlo, tengo una hija chiquita, entonces he tenido como que a fuerza hacerlo, y creo que también son estas relaciones que revelan mucho de las personas”.
Otra de las particularidades de Alberca vacía, compartió, es la manera en la que se reinventó en esta nueva edición con ensayos extras y con párrafos extra en algunos de los ensayos:
“Yo veo este libro como una gran, literalmente, alberca vacía donde caben un montón de cosas, y me atreví a hacer modificaciones y añadidos que quizá con otros libros no me atrevería a hacer. Para mí es como, un poco como dice Alejandro (Zambra) en el prólogo, una especie como de cajones. Después de que se publicó la primera edición visité otra alberca vacía que me pareció muy relevante agregar a ese ensayo, y como que nada me impedía agregarlo, realmente, como por qué no, por qué no hacerlo como una especie de archivero, un poquito, como decir ‘en este ensayo caben estas cosas’, y además, no descarto, tampoco, seguir modificando. En ese sentido son ensayos como en el sentido más literal de la palabra, son intentos, son como intentos que yo hago en tratar de acercarme a un tema, y decir que nunca voy a agotar el tema de las albercas vacías porque siempre va a haber nuevas, entonces me voy acercando, le voy dando vuelta, por un lado, por el otro, sobre todo con esos dos, siempre surge o leo un libro, y de repente digo ‘en este libro hay una alberca vacía, tengo que agregarlo a ese archivo’, y como si fuera un fólder de la compu, así, voy guardando cosas para decir ‘bueno, después un día me voy a sentar a seguir escribiendo, ir tejiendo estas ideas respecto a los temas que tocamos en los ensayos’, y me gusta, a mí me gusta sentir que son como entes vivos, que son textos vivos, que van cambiando, incluso hasta contradiciendo, de pronto, porque el ensayo tiene esa peculiaridad, y esa virtud enorme”.